Ensayo
Hace apenas un mes recibí la residencia en los Estados Unidos. Esa noche del pasado febrero recordé, busqué en Internet, releí varias veces y traduje un célebre poema de Baudelaire, que sirvió de referencia y alimento a Albert Camus para su novela homóloga El extranjero. Mi versión dice:
--Dime, hombre enigma, ¿a quién quieres más: a tu padre, a tu madre, a tu hermana, a tu hermano?
--No tengo padre, madre, hermana, hermano.
--¿A tus amigos?
--Empleas una palabra sin sentido, hasta hoy no la conozco.
--¿A tu patria?
--Ignoro en cuál latitud está.
--¿A la belleza?
--La querría mucho, es diosa inmortal.
--¿Al oro?
--Lo aborrezco tanto como ustedes a Dios.
--¿Entonces a quién quieres, raro extranjero?
--Quiero a las nubes. A las nubes que pasan por allá. A las maravillosas nubes.
¿Por qué esa cercana noche de febrero la pasé sin dormir, en la traducción de El extranjero 1, poema recogido póstumamente en Le Spleen de París (1869)? ¿Por qué la tarjeta de residente en una nación tan generosa, la más poderosa del planeta, me provocó spleen, que según Le Nouveau Petit Robert de 2009 es la "melancolía que se expresa sin razón alguna, caracterizada por una enorme repulsión hacia todo"?
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- Por José Prats Sariol
Jorge Luis Borges, corto de vista y con lentes desde la infancia, no se sintió en la madurez atormentado en extremo por la ceguera; primero porque le llegó de forma gradual, como antes le había llegado al padre; y después porque la estuvo esperando durante más de cuarenta años, seguro de no poder escapar de esa mala estrella y convencido de que, según él mismo decía, "El destino no hace acuerdos".
Encerrado en la biblioteca de la familia durante la infancia y en la de Almagro, Buenos Aires, desde muy joven, encuentra en los libros que lee y en los que escribirá más tarde una manera de escapar de la realidad, que parecía aterrorizarlo.
Era un hombre corpulento y soberbio. Tan soberbio era que, temeroso de inspirar compasión, declaraba que la invidencia era en él una ventaja porque le permitía memorizar mejor sus versos y, además, recordar siempre bellas, sin arrugas, las caras de las mujeres que había amado. De este modo, él mismo se convierte en un personaje que va por el mundo interpretando el papel de un ciego que se siente privilegiado por la ceguera.No hay destino mejor que otro, el que a uno le toca debe asumirlo sin lamentaciones, decía esta caballero que imaginó el paraíso como una biblioteca y para quien ¡qué ironía! la más elevada forma de la felicidad eran los libros, que después de ciego nunca dejó de hacerse leer.
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- Por Ramón Molinares Sarmiento
La historia que estoy por contar sucedió hace muchos años, cuando yo había terminado de escribir mi primer libro de ficción. Una amiga, personaje de reconocida importancia en las letras argentinas, me presentó a un funcionario (importante también él) de una editorial (a su vez entre las más importantes de Buenos Aires). Este señor me recibió muy amablemente y, tranquilizada, diría hasta envalentonada por la acogida favorable, desenfundé el manuscrito (obviamente manuscrito es un modo de decir, era un ejemplar mecanografiado, única tecnología a mi disposición a fines de los setenta) de Formas de la memoria.
El lo abrió, lo hojeó, vio páginas con sólo diez líneas, o veinte, a veces cinco. Levantó la vista, perplejo: -¿Y esto qué es?
Empecé a explicar que se trataba de cuentos, de relatos brevísimos (él me miraba cada vez más desconcertado) ¿De apólogos? ¿fábulas? ¿parábolas? iba yo enumerando titubeante. -Bueno, textos que juntos forman una ficción única, aseguré al fin, esperando convencerlo.
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- Por Rosalba Campra
15 de febrero, 2012. Leyendo el conmovedor Diario de Katherine Mansfield, magnífica cuentista (a ver si se me pega algo de su arte cuentista, ella que aprendió tanto del genial Chekhov), pero que vivió sus últimos años, tan minada de salud y con tanto sufrimientos aunque redimido en esos extraordinarios cuentos finales que, a pesar de todos sus agobios, pudo escribir.
En las últimas frases del Diario, escritas en el otoño parisino, mirándose en los jardines de Luxemburgo y unos tres meses antes de morir, vemos que vive un momento de epifánica de trascendencia. Quiere fundirse con la tierra y el mar y, sobre todo, con el sol, quiere ser "a child of the sun", una niña o hija del sol (ese sol que yo aprecio tanto en estos días, sentándome a recibirle en la puerta ajardinada de mi condominio, como veíamos de niños a aquellos viejecitos acogiéndose a él), y quiere trabajar, y "un jardín, una casa pequeña, hierba, animales, libros, cuadros y música". Y escribir (como me aferro a ello), aunque sea de un taxista, como casi lo seré o mañana al hacer mi declaración de "taxas", já, já.
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- Por Víctor Fuentes
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- Por Víctor Fuentes
La búsqueda de "lo cubano" ha alcanzado en nuestra historia proporciones de inquietud en ejercicios de pasión e intelecto, advertidos en las expresiones más diversas del arte y la literatura. La tan llevada y traída búsqueda de la identidad, no ha logrado, sin embargo, su justo equilibrio, pues de un excesivo "canto a la cubanidad" se ha desgajado fácilmente en la "fatal circunstancia" insular del "agua por todas partes". La idiosincrasia y la cultura cubanas se tejen y destejen según será el visor que intenta penetrar el paisaje como añorado "triunfo sobre la resistencia", que es encontrar, bajo la complacencia inocente de alguna ensoñación, su más alto espíritu.
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- Por Ivette de los Angeles Fuentes de la Paz
(Recientemente (El País, 30-10-2011), se ha publicado la noticia de un guión de Gabriel García Márquez ofrecido, a través de Alcoriza, a Buñuel y que éste no consideró para llevarlo a la pantalla. La noticia ha tenido amplia difusión en otros periódicos de España y de Hispanoamérica y por el Internet. ¿Cómo pudo dejar Buñuel escapar esta ocasión de fundir su gran imaginación creadora con la otra igualmente sin par del gran escritor colombiano? Parece ser el interrogante que subyace en la gran repercusión que ha tenido la noticia. No obstante, hay que recordar que quien ofrecía la colaboración no era el grandísimo novelista posterior, sino el García Márquez con una trayectoria frustrada de guionista, proponiendo a Buñuel uno más de los guiones que escribiera en aquellas fechas y que no encontraron salida. En este caso se trata de una comedia, Es tan fácil que hasta los hombre pueden hacerlo -- quizá más apropiada para el primer Almodóvar, aunque éste en aquellas fechas era un adolescente--, ofrecida a Buñuel en el momento de su plena madurez creadora, 1962, cuando estaba haciendo El ángel exterminador y se aprestaba a filmar la gran novela gótica El Monje, inmerso en grandes inquietudes ontológicas y teológicas. De ahí se puede suponer que descartara o archivara la comedia de un García Márquez quien empezaba a darse a conocer como narrador e iniciaba por aquellas fechas una duradera relación de amistad con él. Y sí hubiera sido una gran aportación si en algún momento, a lo largo de los años de su amistad, se hubieran fundido en una película el maravilloso imaginario de ambos autores, grandes maestros universales del siglo XX en el arte de contar.
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- Por Víctor Fuentes
La literatura resulta unas rendidas disculpas para revelarse contra el tedio o la muerte. En medio del escenario que vivimos en el país literario, en el que algunos aficionados a la escritura han llegado a hacerse notables hablando disparates, injuriando a todo el mundo que ha nacido, o haciendo el payaso para medios mal conocedores del arte literario, o en el panorama internacional, resulta con un Premio Nobel alguien que no lo merecía (pues muchos otros lo merecían más); de pronto aparece alguien, que alejado de esa necedad y desde el ejercicio de paciente búsqueda y terca laboración logra un objeto literario, que puede ser reconocido como tal.
Tomás González lo ha hecho. Su última novela, La luz difícil, nace de donde nace la literatura: de su propia carne y nada de historias "maxfactorizadas" y revejidas. Tiene una historia. Es una historia intensa. Hace parte del drama de los seres humanos: la muerte. Es como irse librando, poco a poco, del horno crematorio, de una muerte inevitable a una edad inaceptable. El centro de la novela es un drama que se va exorcizando a través de la vida cotidiana. Es una inmersión en el infierno de una espera que debe ser porque es el final de una vida (la del hijo de David el protagonista de la novela) pero es a la vez la liberación. La única liberación del dolor físico, al cual lo ha condenado un accidente ocasionado por un borracho. David logra conducir al lector a través de la narración de ese hecho vivido 18 años antes, como a un estado meditativo, por el que se trasciende hacia la sobrevivencia y la esperanza. La luz que se va encontrando no es cegadora, sino que se va descubriendo, paso a paso. El protagonista no se permite la resignación, pero tampoco hay espacio para la injuria, la imprecación o el reclamo. Dan ganas de preguntarle a Tomás, de dónde ha sacado esas influencias (que no se le notan). Y él tan fresco, como ha aparecido siempre en sus obras anteriores, contestaría: "De la vida, man. De la vida. Seguro".
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- Por Laureano Alba
Esa parte de Nueva York que es una isla está destinada a viajar por la geografía y el tiempo, esa parte que es un río se detiene para darle a Heráclito la otra cara, y esa parte que es tierra de continente corre por la imaginación de los puentes y los subterráneos. Composición inestable, Nueva York aparece frente a nuestros ojos en los más diversos sitios y parajes. La podemos encontrar en una escultura de árbol plástico en medio del desierto de Utah, en una calle de Cincinnati que se llama precisamente "esto no es Nueva York", en los poetas harapientos y enmochilados de Boulder, en el jazz y los blues de Chicago, en los rascacielos de tanta ciudad entrometida en los valles y planicies de este país inmenso, enfebrecido. Nueva York va con nosotros a donde quiera que vayamos, basta sólo verla una vez y ya nos la llevamos a cuestas como un delfín o un papagayo, da lo mismo, aleteando.
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- Por Armando Romero
¿La Ceiba de la Memoria?, extraño título me dije cuando tuve en mis manos la última novela del escritor cartagenero Roberto Burgos Cantor. ¿Qué pueden tener en común los sustantivos ceiba y memoria? ¿Qué relación puede existir entre un árbol y una función mental como la memoria? ¿Se trata en este caso de un truco lingüístico forjado por el autor para atraer la atención del lector interesado?. Concluida su lectura, sea lo primero decir que estamos frente a un título polisémico o, para ser más precisos, ante un bello título polisémico.
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- Por Marino Canizales
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- Por Alejandro José López Cáceres
Se dice que -de hecho Czeslaw Milosz lo afirmó- "en el siglo XX el exilio parece ser la condición universal del escritor". El exilio y también la inmigración. Limitándonos a lo ocurrido en Estados Unidos, pensemos en las grandes figuras literarias internacionales que obtuvieron el Premio Nobel viviendo y escribiendo aquí: Gabriela Mistral (1945), Juan Ramón Jiménez (1956), Czeslaw Milosz (l980) y Joseph Brodsky (1987). Reiterando lo señalado, el escritor polaco Witold Gombrowicz apunta en su Diario - escrito en sus largos años de exilio en Argentina-: "I feel that any artist who respects himself ought to be, in every sense of the term, an émigré".
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- Por Víctor Fuentes
In memorian Augusto Díaz Saldanha
I
La marca de África
Manuel Zapata Olivella (1)
Una tarde frente a la bahía de Santa Marta, Manuel me contó que mientras escribía Changó, el gran putas, sintió la necesidad de ir al África, el punto de partida de esa diáspora brutal que empujó a millones de seres humanos como esclavos a las Américas. El proceso creativo le pedía ese viaje a la tierra de los ancestros, pues le urgía atar muchos cabos sueltos sobre la saga que venía investigando hacía más de 20 años para su novela. Allá empezaba la historia que se proponía recabar contra el olvido. Sus múltiples lecturas, sus andanzas por los
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- Por Darío Henao Restrepo