Puro Cuento
El primer día del viaje - fragmento de la novela
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- Por Mario J. Pastorino
Azadas son la hora y el momento
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- Por José Prats Sariol
Cuando a Jesús, que era escultor, le dieron una beca de seis meses para Florencia, Atilano y él llevaban ya dos años juntos. Le dieron la beca, ofreció una aparatosa fiesta de despedida y, sin dignarse a pedir el consentimiento de nadie, se fue para Italia.
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- Por Tomás González
Su primer viaje en tren
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- Por Gabriel Uribe Carreño
Qué gran invento estos boliches que están abiertos las veinticuatro horas en las estaciones de servicio, pensó Carlos. Tienen muy buena luz para leer. Mucho ruido, también, pero todo no se puede. A él no lo distraían fácilmente. Además le gustaba que lo distrajeran. Ver entrar y salir clientes de los tipos más diversos: taxistas, parejitas, trabajadores de turno noche. Le gustaba mirar a la gente de paso. También ojeaba de vez en cuando el televisor que colgaba en una esquina, pero no mucho, no le interesaba el boxeo ni ningún otro deporte que pudieran pasar a esa hora. Leía un rato, levantaba la cabeza cada tanto, al azar, daba un vistazo a su alrededor y volvía a la lectura. Había desarrollado una habilidad especial para desplazar la vista del libro y volverla a posar exactamente en la misma línea, en la misma palabra, como un juego. (Había desarrollado esa habilidad en ese tipo de lugares, bares o cafés, buscando chicas, miradas de chicas.)
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- Por Pablo Valle