La columna de Consuelo Triviño
En aquella casa nadie se ponía de acuerdo ni siquiera para hacer un café. Si alguien decía “me provoca un café”; el otro respondía, “hágalo usted mismo”, con un retintín cargado de escepticismo. Ante semejante respuesta, el antojado se dirigía a la cocina sin deseos de café y lleno de rencor hacia el escéptico que tanto se complacía criticando la ineficacia de los habitantes de esa casa imposible. Por su parte, el antojado añadía una afrenta al memorial de agravios que crecía ante sus ojos rencorosos, como quien ve infectarse una llaga sin aplicarle el remedio, acaso por culpabilizar a los otros, esos otros responsables de sus desgracias. En la casa de los imposibles se habían cometido en el pasado –y se seguían cometiendo–afrentas imperdonables, tantas que hubiera sido inútil dar cuenta de ellas. Los habitantes de la casa imposible podrían considerarse seres pasivos pero, en cambio, para infligir ofensas eran activos. El altanero escéptico sabía que no era fácil preparar el café; conocía las causas de esa dificultad, pero se callaba para no evitarles la desagradable sorpresa a los otros. Él mismo había fracasado en su intento y había quedado tan frustrado que necesitaba vengarse. Ya había comprobado que hacían faltan los ingredientes y las mínimas condiciones para realizar ese deseo. Una tercera persona se quejaba de la discusión entre el antojado y el altanero “por un miserable café”, y se dirigía a la cocina a prepararlo sólo “por restregárselo a esos dos inútiles que malgastaban el tiempo discutiendo por un café”.
El problema es que en la cocina, de verdad, no había con qué prepararse ese “miserable café” –en aquella casa todo acaba recibiendo el apelativo de miserable: “sus miserables gafas”, “su miserable camisa”, “su miserable plata”–. Lo que había surgido como un deseo inocuo se cernía sobre los habitantes como una amenaza, o un reto. Una cuarta persona –a veces se juntaban hasta cinco personas en la casa imposible– se daba cuenta de que faltaba café y azúcar en la cocina e iba calladamente a la tienda a comprarlos, con la idea de darle una lección a los demás. Estos la veían dirigirse a la puerta en dirección a la calle, con una mueca de desprecio.
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- Por Consuelo Triviño Anzola
En estos tiempos de penuria, bajo la amenaza del caos o del colapso de la economía, nos aferramos a la lectura, al frágil soporte del libro, para enfrentar el incierto futuro. De alguna manera ya hemos vivido aquello que tememos en estas dos primeras décadas de este siglo.
Asistimos al desprestigio de la razón, del saber y de las especialidades, a la destrucción de las jerarquías, al abucheo a los maestros, a la desvalorización de la cultura, que ahora se designa “cultureta”, como para no ofender a quienes aprendieron a despreciarla. Ya lo sabía Antonio Machado al referirse con pena a aquel que desprecia cuanto ignora.
En ese panorama que nos espera, y que para muchos es desolador, el confinamiento nos deja no pocas enseñanzas. Se dice que hemos recuperado el amor a la naturaleza. Al interior de nuestra burbuja antivírica, ponemos en valor lo cotidiano. Nuestros seres queridos reciben el regalo del tiempo. En los hogares se recuperan hábitos, rutinas, se aprende a fabricar panes y bizcochos, dado el desabastecimientos de harina en los supermercados. Pero, además, nos acostumbramos a ver el mundo desde los mensajes que nos llegan a los dispositivos móviles: dosis diarias de poesía en píldoras, conciertos de grandes artistas, paisajes y conmovedoras escenas de la naturaleza o vídeos de vecinos que nos comunican desde sus ventanas la emoción del momento.
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- Por Consuelo Triviño Anzola
El hispanismo en un mundo global solo puede asumirse a partir del reconocimiento del multiculturalismo. Pero ¿qué entendemos por ‘hispanismo’ en un contexto global? Veamos la definición que en 1970 ofrecía el diccionario de la RAE: «afición al estudio de la lengua y la literatura españolas y de las cosas de España».
Esta definición cambia en la edición de 1984: «afición al estudio de lenguas, literaturas o culturas hispánicas». El plural, en este caso, modifica cuestiones de fondo: asume el enfoque multicultural de los estudios hispánicos. La pregunta es si el concepto abarca las distintas lenguas y culturas de la Península, y si incluye a los países hispanoamericanos. También debemos preguntarnos si se tiene en cuenta a quienes escriben en lengua española aunque pertenecen a un ámbito cultural no hispánico, en países como Marruecos, Filipinas o Guinea Ecuatorial.
¿Deberían formar parte de los estudios hispánicos los escritores marroquíes que desde comienzos del siglo XX ofrecieron su visión de la historia de España, de sus relaciones con Marruecos, y lo hicieron en lengua española? ¿Qué lugar ocupa la producción intelectual de autores como Abdellatif Limami y Abderrahman El Fathi, o los poetas y narradores como Aziz Amhjour y Mohamed Bouissef Rekab? ¿Deberían pertenecer al corpus de la literatura en lengua española los escritores de Guinea Ecuatorial como Esteban Bualo, Andrés Ikuga Ebombebombe y Constantino Ocha'a cuya literatura arraiga en la tradición oral de su país, pero se escribe en español? ¿Dónde situar la primera novela de Guinea Ecuatorial Cuando los combes luchaban (de Leoncio Evita (Udubuandyola, Bata, 1929-), editada en 1953?
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- Por Consuelo Triviño Anzola
Mi Berlín
Esther Andradi
Editorial Mirada Malva
2015
La primera vez que tuve noticias de Esther Andradi fue por su libro Vivir en otra lengua, volumen que recopila textos de autores latinoamericanos residentes en ciudades como Lausana, París, Berlín o Roma, y que refieren su experiencia de escribir en una lengua distinta de la del lugar de su exilio. Estos autores problematizan lo que implica para su escritura una condición bífida: la de quien se aísla en la cápsula de la lengua nativa para convertirse en otro (quizás más puro), que sueña o se sumerge en las aguas profundas de sus orígenes.
Es el caso de la propia Esther Andradi, argentina que reside en Berlín, ciudad íntimamente ligada a su historia. Nacida en Ataliva, en la provincia de Santa Fe, Argentina. Estudió Ciencias de la Comunicación en Rosario y en 1975 se trasladó a Perú donde se dedicó al periodismo escrito y publicó su primer libro. Allí le correspondió vivir el derrumbe de la sociedad tradicional de este país, de lo cual dejó constancia en sus crónicas. Después pasó a Berlín en 1983. Allí compartió con otros extranjeros, y con los propios berlineses, la experiencia de una ciudad herida, divida por un muro cuya caída presenció con asombro. En 1995, Esther regresó a Argentina, a Buenos Aires, donde fue testigo del estallido neoliberal que sufrió su país en 2001. En 2003 volvió a Berlín, ciudad en la que ha echado raíces y se dedica a la escritura, donde vive en otra lengua.
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- Por Consuelo Triviño Anzola
En exclusiva para Aurora Boreal®
El panorama generalmente aceptado de la poesía española actual parece dejar de lado aquello que no responda a una poética de la sentimentalidad cotidiana y olvida lo que ha sido una importante búsqueda lingüística, que cuestiona la poesía española desde los sesenta. La descalificación con la posmodernidad de las urgencias políticas, en general, fijó un canon que ignoró la nueva vanguardia marcada por los posestructuralismos, que supo recuperar el concepto de poesía representada en la Generación del Cincuenta por José Ángel Valente: un compromiso ideológico que se plasma en una postura ética de ruptura estética y una nueva mirada sobre la tradición, con poetas de la dimensión de José Miguel Ullán, Jenaro Talens, Jorge Urrutia, Aníbal Núñez, Clara Janés, Antonio Carvajal y Olvido García Valdés, entre otros.
Jorge Urrutia publicó en 1968 La fuente como un pájaro escondido, un libro considerado experimental por Francisco Umbral, quien en el momento de su aparición señaló, eso sí, la "provisionalidad" e "inmadurez" de las formas utilizadas, así como su "urgencia", debidas a la juventud de un poeta con escasos 23 años. El libro se plantea como "ejercicios", es decir, no se concibe como un producto acabado ni definitivo. Da cuenta del paso del poeta por distintos lugares, en su búsqueda de la poesía. Uno de los poemas señala el encuentro con la mujer como fuente de inspiración y representación del universo. El último, titulado "Fonética naumática", se cierra anunciando la renovación del verbo en los versos finales: "las canciones cantadas se perderán al fin. / Y será ya el momento de prepararnos todos, / de afinar cada voz y entonarlas a tiempo / para empezar de un brío el himno nuevo". El término naumática, procede del latín naumachia, del griego antiguo ναυμαχία/naumajía, literalmente "combate naval", que designaba simultáneamente en época romana, tanto al espectáculo en el que se representaba una batalla naval, como al edificio donde ésta se escenificaba, lo que nos sugiere la lucha que ha de emprender el poeta en su intento por renovar las formas.
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- Por Consuelo Triviño Anzola
Las sombras
Darío Ruiz Gómez
Novela
Silaba Editores
Páginas 256
2014
La sombras es la más reciente novela del escritor colombiano Darío Ruiz Gómez (1936) cuyo mundo narrativo ha estado a caballo entre Colombia y España, país a donde llegó en 1958 y donde permaneció cerca de diez años. Si bien las ficciones de este autor, tanto relatos como novelas, se instalaban por lo general en la ciudad de Medellín, desde aquellos primeros cuentos que son parte del canon de la literatura colombiana, como Para decirle adiós a mamá, Las sombras nos llevan por dos ciudades: Medellín y Madrid, aunque en última instancia el espacio es solo el punto de apoyo de un sistema emocional en el que nos adentramos a partir de instantáneas que resumen momentos cruciales de la existencia.
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Ecuador cuenta
Antología
Selección de Julio Ortega
Centro de Arte Moderno, Madrid.
2014
Esta selección de cuentos ecuatorianos, a cargo del profesor Julio Ortega, es impecable no solo por la calidad de los trabajos seleccionados, sino por su equilibrio. Me parece notable el número de escritoras seleccionadas, lo que no es muy corriente en este tipo de selecciones, pues entre las treinta y ocho piezas once corresponden a autoras de distintas generaciones.
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Javier Vásconez es sin duda uno de los más destacados narradores ecuatorianos, aunque no sé si deba relacionar el patronímico con la obra, ya que tras su escritura está la férrea y constante vocación de un autor de aspiraciones universales, que elude lo local y lo histórico y que prefiere introducirnos en los laberintos del alma humana, como ocurre con esta novela tan bien acogida por la crítica más exigente. Un ejemplo puede ser Ignacio Echavarría quien así la define: «Todos los elementos que caracterizan la narrativa de Javier Vásconez comparecen en estado de gracia en esta novela escrita con la penetrante plasticidad de una prosa parsimoniosa y envolvente», opinión que comparto, pues mi experiencia de su lectura ha sido tan grata como sorprendente. Confieso mi debilidad por las novelas de formación que exploran una etapa de la vida en la que el ser humano redescubre el mundo, ya no con los ojos encantados del niño sino con una curiosidad morbosa que lo lleva a los abismos por el que se siente atraído. La atmosfera de la narración de La piel del miedo es kafkiana, nocturna, sombría y luminosa, a la vez, cargada de señales a las que nos aferramos para entender la turbación de un joven ante un hecho brutal ocurrido en la intimidad del hogar, que marcará su vida de manera definitiva. Nos movemos en una constante ambigüedad: entre el amor al padre y la desconfianza hacia él; entre la compasión por la madre abandonada y el reproche por su ensimismamiento; entre la fidelidad al amigo y el sometimiento a sus trampas e incoherencia, sin que falte la experiencia amorosa a la que se deben los momentos más jubilosos de esta desamparada y solitaria existencia.
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Araceli Otamendi (Quilmes, Buenos Aires), directora de la revista digital Archivos Sur, obtuvo con esta novela el Premio Edenor a Escritores Noveles de la Fundación El Libro, en el marco de la XX Exposición Feria Internacional de Buenos Aires en 1994. Se trata de un original, ameno y mordaz relato policíaco que en ningún momento cae en la banalidad en la que suele incurrir un género que confía demasiado en el manejo de la intriga. Se abusa, creo, de elementos como el crimen y sus circunstancias, de la corrupción de los poderes, las arbitrariedades de la justicia o las trampas de la belleza femenina. A menudo encontramos personajes estereotipados, como el detective solitario que se da a la bebida y padece problemas gástricos a los que se achaca su mal carácter. En otros relatos estamos ante situaciones tópicas que pretenden divertir, malentendidos o disparates que distraen la atención del lector mientras sigue la pista del asesino.
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Victoria Ocampo fue una de una las figuras más influyentes de la cultura Argentina del siglo XX. Rabiosamente cosmopolita, no solo dominaba el inglés y el francés, lenguas en la que aprendió las primeras letras, sino que además se mantuvo en la vanguardia, respecto a modas artísticas y literarias europeas, así como a los adelantos científicos y tecnológicos, gracias a los frecuentes viajes trasatlánticos que realizaba con su familia. Bautizada como Ramona Victoria Epifanía Rufina Ocampo nació en Buenos Aires en 1890 y murió en 1979. Era hija del ingeniero Manuel S. Ocampo y de Ramona Aguirre, quienes pertenecían desde la época de la independencia al llamado «poder culto», liberal y conservador que se afanaba por seguir los cánones ingleses y franceses. Entre la civilización y la barbarie, el viaje a Europa era una necesidad imperiosa para estas familias, que llegaban a París con las vacas, los aparejos y la servidumbre para permanecer por periodos de hasta dos años. Su prosperidad llamaba tanto la atención que el patronímico «argentino» equivalía a «rico» en el París de las primeras décadas del siglo XX.
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En El desmemoriado, Fabio Martínez (Cali, Colombia, 1955) incursiona de nuevo en la literatura de ciencia ficción y lo hace con el humor que lo caracteriza desde Pablo Baal y los hombres invisibles que publicó en 2003. Es curiosa la trayectoria de este escritor polifacético que se mueve con soltura entre la novela histórica con títulos como La búsqueda del paraíso, biografía novelada sobre Jorge Isaacs, autor de la más bella novela del Romanticismo hispanoamericano, María. Asimismo es autor de Balboa, el polizón del Pacífico, relato sobre el descubridor del océano Pacífico. Es como si su escritura necesitara desplazarse desde el tiempo histórico hasta el imaginario futuro, como una forma de perderse en la búsqueda de sentido y en la necesidad de entender el presente.
Pero Fabio Martínez, el autor, no está perdido en el tiempo, todo lo contrario, anclado en el presente, ejerce la cátedra como profesor de literatura de la Universidad del Valle, a la vez que dirige su sede del Pacífico en Buenaventura. Además, es columnista del diario El Tiempo donde nos ofrece su punto de vista no solo sobre la actualidad política, sino sobre diversos temas de candente vigencia. De modo que estos dos polos a tierra como son el periodismo y la docencia le impiden desviarse de la cronología que sin duda rige su vida.
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- Por Consuelo Triviño Anzola
Buenos Aires, vida cotidiana y alienación: libros que vienen y van, tiempo de lectura, tiempo de escritura. Mi conocimiento de este libro se remite a décadas atrás, finales de los setenta, principio de los ochenta, a las intensas conversaciones con amigos como Enrique Romero, Stepansky, quien me habló con fervor de Buenos Aires, vida cotidiana y alienación
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- Por Consuelo Triviño Anzola
El amor de una mujer generosa. Al leer el cuento, "El amor de una mujer generosa", que da título a este conjunto de relatos de Alice Munro, lo que más me sorprendió fue el ritmo narrativo de lo que parecía destinado a ser una novela y que se cierra con una estampida final. De repente se ilumina la atmósfera por la que transitas en el relato y la visión de los
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