El misterio del bafle
El primer día del viaje - fragmento de la novela
Azadas son la hora y el momento
Su primer viaje en tren
Qué gran invento estos boliches que están abiertos las veinticuatro horas en las estaciones de servicio, pensó Carlos. Tienen muy buena luz para leer. Mucho ruido, también, pero todo no se puede. A él no lo distraían fácilmente. Además le gustaba que lo distrajeran. Ver entrar y salir clientes de los tipos más diversos: taxistas, parejitas, trabajadores de turno noche. Le gustaba mirar a la gente de paso. También ojeaba de vez en cuando el televisor que colgaba en una esquina, pero no mucho, no le interesaba el boxeo ni ningún otro deporte que pudieran pasar a esa hora. Leía un rato, levantaba la cabeza cada tanto, al azar, daba un vistazo a su alrededor y volvía a la lectura. Había desarrollado una habilidad especial para desplazar la vista del libro y volverla a posar exactamente en la misma línea, en la misma palabra, como un juego. (Había desarrollado esa habilidad en ese tipo de lugares, bares o cafés, buscando chicas, miradas de chicas.)
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