Los hijos de Changó, 'La epopeya de la negritud en América'

zapata_010In memorian Augusto Díaz Saldanha

I
La marca de África

 

La presencia africana no puede reducirse a un fenómeno marginal de nuestra historia. Su fecundidad inunda todas las arterias y nervios del nuevo hombre americano

Manuel Zapata Olivella (1)


Una tarde frente a la bahía de Santa Marta, Manuel me contó que mientras escribía Changó, el gran putas, sintió la necesidad de ir al África, el punto de partida de esa diáspora brutal que empujó a millones de seres humanos como esclavos a las Américas. El proceso creativo le pedía ese viaje a la tierra de los ancestros, pues le urgía atar muchos cabos sueltos sobre la saga que venía investigando hacía más de 20 años para su novela. Allá empezaba la historia que se proponía recabar contra el olvido. Sus múltiples lecturas, sus andanzas por los

universos afroamericanos y el trato con los más destacados intelectuales y artistas negros del siglo XX , (2) lo llevaron a la profunda convicción de que en los horrores de la travesía trasatlántica venía incubada la resistencia, la lucha por la libertad y la solidaridad, circunstancias que los africanos enfrentaron con sus dioses y sus lenguas hasta donde les fue posible. Por eso decidió iniciar la novela con un poema épico - La tierra de los ancestros - que da cuenta de los dioses tutelares de la religión yoruba y toda su cosmovisión. Esta es la concepción de mundo que ordena toda la trama histórica de la novela y el destino de los esclavos africanos que llegaron a América en los barcos negreros, según la explicación mítica, por la maldición de Changó. Apuesta ambiciosa, pues este santoral del cual tan poco quedó en Colombia, a diferencia de países como Cuba, Haití o el Brasil, dificulta mucho la lectura de la novela para el lector no familiarizado (3). Lo que no ocurre, por ejemplo, con Cien años de soledad cuya compleja trama está construida sobre el gran código de la Biblia y la mitología greco-romana. Por supuesto, también con algunas de las tradiciones aborígenes y africanas que se entremezclaron con las europeas. En el caso de Manuel, su decisión lo llevó a reivindicar el mundo de los africanos en el nuevo continente desde lo más profundo de sus cosmovisiones, representación de la cual emerge una vigorosa épica y un fuerte sentimiento de malungaje (4), de solidaridad entre todo el movimiento afro-diaspórico llegado a las Américas.

Darío Henao Restrepo Profesor titular de la Escuela de Literatura de la Universidad del Valle, actualmente Decano de la Facultad de Humanidades y Director  del Grupo de investigación Narrativa colombiana, la revista Poligramas,  el Simposio Internacional Jorge Isaacs y el Centro Virtual Isaacs, portal cultural del Pacífico colombiano. Es autor de los libros La unidad diversa, Jorge Isaacs: el creador en todas sus facetas, Lo fáustico en la narrativa latinoamericana y África está aquí. Representación de los negros en la narrativa colombiana. Además dirige la Colección Clásicos regionales dedicada a la publicación de autores del Pacífico colombiano.

dario_henao_010La oportunidad de ir a la tierra de los ancestros se presentó en enero de 1974 con la invitación para participar en el Coloquio La negritud y América Latina en Dakar, la capital de Senegal, convocado por su amigo el Presidente del país, el poeta y filósofo Léopold Sédar Senghor. (5) Los invitados al Coloquio fueron llevados por Senghor a visitar, al frente de Dakar, la pequeña isla de Goré, donde se conserva el reducto amurallado de lo que fuera una fortaleza prisión en la cual eran recluidos los africanos cazados en los antiguos reinos del Níger, a la espera de los barcos negreros que los llevarían al "viaje de nunca retorno". (6) Los Estados Africanos declararon la isla de Goré un monumento continental para conmemorar la partida de los millones de hijos de África hacia América. En las calles de la ciudad, cuenta Manuel, al tañer de la kora, los grilots revivían en sus relatos los lamentos y cantos de los prisioneros despidiéndose para siempre de su África natal. Esto lo llevó a pedirle al Presidente Senghor que lo dejara pasar una noche desnudo en una de las oscuras y sofocantes bóvedas de la fortaleza de la isla Goré. Se sentía un elegido por alguno de los orichas del panteón yoruba para cumplir el acto sacramental de padecer y rememorar allí, toda la noche, los suplicios sufridos por sus antepasados. Las razones que le dio al Presidente fueron conmovedoras: Llevo varios años escribiendo una novela sobre la epopeya de la negritud en América, la que se inicia precisamente aquí, en esta "Casa de los Muertos". Quisiera pasar la noche desnudo sobre las piedras lacerantes, hundirme en las úlceras y los llantos de mis ancestros durante la larga espera de los barcos para ser conducidos a Cartagena de Indias, donde nací y donde preservamos su aliento y su memoria. Esta era la experiencia vital que le faltaba para darle solución poética al mundo que recrearía en la novela. El relato de lo sucedido habla por sí solo. Esa noche, sobre la roca, humedecido por la lluvia del mar, entre cangrejos, ratas, cucarachas y mosquitos, a la pálida luz de una alta y enrejada claraboya, luna de difuntos, ante mí desfilaron jóvenes, adultos, mujeres, niños, todos encadenados, silenciosos, para hundirse en las bodegas, el crujir de los dientes masticando los grillos. Las horas avanzaban sin estrellas que pusieran término a la oscuridad. Alguien, sonriente, los ojos relampagueantes, se desprendió de la fila y, acercándose, posó su mano encadenada sobre mi cabeza. Algo así como una lágrima rodó por su mejilla. ¡Tuve la inconmensurable e indefinible sensación de que mi más antiguo abuelo o abuela me había reconocido. (7) Esa noche resolvió, por esos misterios de la creación, toda la organización de su novela, imaginó un mundo que estaría tutelado por los dioses de sus ancestros africanos.

 

 

II.
Los dioses tutelares

 


De Odumare, creador del universo, fuente de luz y oscuridad, semilla de vida y muerte, provienen todos los dioses del panteón africano, que como los de otras cosmogonías, cada uno simboliza uno o varios aspectos de la vida y son protectores de los seres humanos. En Changó, el gran putas aparecen ejerciendo sus roles sobre el destino de los africanos que llegaron a América. En primer lugar: Obatalá: oricha de la creatividad, la claridad, la justicia y la sabiduría; Odudúa: primera mujer mortal, oricha de la Tierra, esposa de Obatalá, con quien procreó a Aganyú y Yemayá; Aganyú: primer hombre mortal, quien con Yemayá dio a luz a Orungán, quien viola a su madre, Yemayá, la diosa de las aguas. De esta relación incestuosa nacen los catorce orichas sagrados: Changó: espíritu de la guerra y el trueno, del fuego y de los tambores; Oyá: patrona de la justicia que ayuda a fortalecer la memoria; Oba: esposa de Changó, protectora de los mineros; Oshún: oricha del amor y del oro, concubina de Changó; Dada: oricha de la vida, protectora de los vientres fecundos, vigilante de los partos; Olokún: hermafrodita, armoniza el matriarcado y el patriarcado que rigen las costumbres de los ancestros; Ochosi: oricha de la flechas y los arcos, ayuda a los cazadores a acechar el venado, vencer al tigre y huir de la serpientes; Oke: orisha de la alturas y las montañas; Orun: oricha del sol; Ochú: diosa de las trampas del amor y concubina de Changó; Aye-Shaluga: oricha de la buena suerte; Oko: oricha de la siembra y de la cosecha; Chankpana: amo de los insectos, de la protección, lava las heridas de los enfermos; Olosa: protectora de los pescadores, anuncia las tormentas y sequias. (8)

Todo este santoral africano aparece en el poema épico que desde un comienzo prefigura el destino de los esclavos africanos en América. Será la kora, especie de arpa de los juglares yorubas, la que acompañará el canto que va a narrar Ngafúa, quien invocando la voz de su padre Kissi-Kama y todos sus ancestros y los orichas sagrados tiene la misión de cantar el exilio del Muntu (...) la historia de Nagó/el trágico viaje del Muntu/ al continente exilio de Changó. (9) Será un canto reparador bajo la sombra de los ancestros, un canto para que el nuevo Muntu americano/ renazca del dolor/ sepa reír en la angustia / tornar en juego las cenizas/ en chispa-sol las cadenas de Changó. Ngafúa es la voz omnisciente que entre los vivos y los muertos, el pasado, el presente y el futuro, va a recordar una historia que ha estado bajo la protección de los dioses a quienes siempre invoca. Todo esto en consonancia con el principio filosófico del Muntu, cuyo plural es Bantú, que rige la elaboración poética que hay en Changó, el gran putas. Como se explica en la Bitácora, este principio implica una connotación del hombre que incluye a los vivos y difuntos, así como animales, vegetales, minerales y cosas que le sirven, de tal manera, que se trata de una fuerza espiritual que une en un solo nudo al hombre con su ascendencia y descendencia inmersos en el universo presente, pasado y futuro. (Chango, p.514) (10)

La partida del continente africano se debe a la maldición de Changó, relatada en el poema por Ngafúa, a consecuencia de haber caído en desgracia por haber combatido a sus hermanos - Orún, Ochosí, Oke, Olokún y Oko -. Esto desató la ira de Orúnla, dueño de las Tablas de Ifá y señor de la vida y la muerte, y de Omo Oba, el primero y único hombre inmortal proscrito por Odumare a vivir sepultado en los volcanes, quienes arrojan a Changó de la Oyo imperial y coronan al noble Gbonka. Todos los soberbios que se alzaron contra Changó van a ser condenados al destierro en otros mundos lejos de África. Ngafúa en sueños oye la maldición de Changó que condena a los que lo expulsaron a ser objetos de la avaricia de las Blancas Lobas, mercaderes de los hombres, / violadoras de mujeres/ tu raza/ tu pueblo/ tu lengua/ ¡destruirán!. Las tribus dispersas/ rota tu familia / separadas las madres de tus hijos / aborrecidos / malditos tus Orichas / hasta sus nombres / ¡olvidarán! (Changó, p.24) Todos estos sacrificios a consecuencia de la maldición de Changó se van a redimir en América según los designios de éste escuchados por Ngafúa. Fecundada por el Muntu la nueva tierra parirá un niño, hijo negro / hijo blanco / hijo indio / mitad tierra / mitad árbol / mitad leña / mitad fuego / por sí mismo / redimido. (11) (Changó, p. 25) Para completar, el esperanzador destino de los hijos de Changó en el nuevo continente será la libertad. Rompiendo las cadenas de la esclavitud, ¡Los esclavos rebeldes / esclavos fugitivos, / hijos de Orichas vengadores / en América nacidos / lavarán la terrible / la ciega / maldición de Changó! (Changó, p. 26). Será Changó quien les dará su fuerza espiritual a los esclavos para renacer en el nuevo continente. Sea en los Estados Unidos, en las diversas islas de Caribe, en el Brasil, Colombia o Perú, los africanos van a jugar un papel decisivo en los destinos de estas naciones porque sus luchas libertarias se conjugaron con las de independencia en el siglo XIX.
El muntu americano va a ser simbolizado por este hijo de Sosa Illamba quien muere al darle a luz en el barco negrero. Nagó es el escogido navegante, capitán en el exilio/de los condenados de Changó (Changó, p.9-10). Antes de tocar tierra en el nuevo continente se produce la rebelión de los esclavos que provocará que el barco sea incendiado por los blancos y se hunda con toda la tripulación. De la aguas de la muerte, desangrada al tener a Nagó, Sosa Illamba le entraga el niño a Ngafúa para salvarlo del naufragio, como la semilla de la innumerable familia del Muntu que se esparcirá por América. Esta visión alegórica se cierra con una premonición: Como estaba escrito, al tercer día, divisamos las distantes costas. Entre la algarabía de los pericos las mujeres indias esperaban al Muntu en la playa para amamantarlo con su leche. Suavemente humedezco su cuerpo con saliva para atezarle la cuerda de sus huesos. Y suelto, nadó solo, en busca del nuevo destino que le había trazado Changó. (Changó, p. 91) Un destino que los negros van a enfrentar con muy poco o nada de lo que pudieron traer consigo. Las circunstancias los van a llevar a mezclarse con blancos e indígenas en un rico proceso de transculturación y mestizaje en el que su acento aparece de diversas maneras en la vida material y espiritual del continente. En este aspecto, antes de escribir la novela, desde los años 40, Manuel fue un estudioso y promotor de las expresiones híbridas que se gestaron en nuestras culturas populares y la debida valoración y reconocimiento de los aportes de sus diversas vertientes. En muchos episodios de la novela aparecen sugeridos estos procesos de hibridación racial y cultural.

En Changó, el gran putas, para dar cuenta del acento afro, además de la filosofía y la noción del tiempo, se incorporan muchos elementos de la literatura tradicional africana - proverbios, juegos de palabras, adivinanzas, trabalenguas, cantos, cuentos de hadas y canciones - que a pesar de su notable influjo, permanecen invisibilizados en el mundo occidental. Lo que hace Manuel es traerlos de nuevo a escena, así aún sean extraños para muchos. El logro es sustancial, nada menos que la recuperación de un gran trayecto de memoria colectiva. Rema siglos arriba para pasearnos por el trasteo desalmado de millones de negros hacia las geografías de la explotación y de la muerte. Con la protección de Ochun, Orún, Obatalá, Yemayá y Changó la novela hace el recorrido del muntu americano. Principio, como ya dijimos, que une en un solo nudo al hombre con su ascendencia y descendencia inmersas en el universo presente, pasado y futuro. De ahí que se contengan cinco siglos de historia a través de momentos y escenarios diversos.
El viaje del horror, la travesía del Atlántico, en un barco negrero en el que nacerá Nagó, quizá una de las más logradas recreaciones de la literatura afroamericana sobre lo que pasó en esas bodegas de la infamia. La rebeldía, la resistencia y la solidaridad malunga se expresan con gran profundidad dramática y fuerza poética. Al mismo tiempo que se cuentan las miserias vividas, se muestra una vigorosa espiritualidad a toda prueba y dispuesta a lo que sea para alcanzar la libertad. En el relato de Ngafúa se entremezcla el de los blancos con el significativo título, Libro de derrota, que indica simbólicamente que no podrán detener las luchas libertarias de los esclavos.
La historia de Cartagena de Indias, narrada por Domingo Falupo (nombre cristiano de Benkos Biohó), al cual Pedro Claver utilizó como traductor (lenguaraz) en su misión evangelizadora para contrarrestar las brutalidades de la esclavitud y contra las cuales se organiza la resistencia liderada por el propio Benkos Biohó. En la convivencia y aprendizaje de Domingo con Claver va a mostrarse el gran conflicto espiritual entre africanos y españoles, pues los conocimientos para la cura de enfermedades, rituales religiosos y los cantos de los esclavos, con su inseparable tambor, serán perseguidos y demonizados por el Tribunal de la Santa Inquisición. Como le enseña uno de sus ancestros: Los africanos no tendremos más padres espirituales que los blancos. Tratarán de matar nuestra magara, pintándonos el alma con sus miedos, sus rencores y pecados. Y cuando nos veamos en un espejo con la piel negra, no nos quedarán dudas de que somos los hijos de Satán, pues, según predican, el Dios blanco hace a sus criaturas a su imagen y semejanza. (Changó, p. 114) La rebelión organizada por Benkos en compañía de María Angola se urde en medio de las persecuciones del Tribunal del Santo Oficio, al que finalmente es sometido Benkos por la traición de Sacabuche. Al igual que muchos otros, sus respuestas ante las imputaciones de la Inquisición son de férrea y altiva defensa de sus creencias y alegato contra la inhumanidad de la esclavitud. Pupo Moncholo cuenta lo que Benkos le dice a uno de sus ancestros que lo visita: No moriré por apóstata, sino por glorificar a Changó y a mis Orichas. Y ante los argumento de Claver para que se arrepienta contesta seguro: Te equivocas, mi infatigable perseguidor, la única eternidad está en el Muntu (Changó, p. 163). Benkos es velado en Palenque como gran líder de las luchas por la libertad. (12)
La rebelión de los vodus, la tercera parte de la novela, se ocupa de la historia de Haití y su pionera revolución, tan importante para la independencia en el continente. Como lo hiciera el novelista cubano Alejo Carpentier en El reino de este mundo, Manuel vuelve a incursionar sobre esta historia que desentrañará bajo la sombra protectora de los dioses africanos. Quienes invocan a los personajes de la historia haitiana son los orichas, que llaman a Bouckman, Toussiant L´Overture, Makandal, Desalines y el rey Henry Cristophe, para ir mostrando los móviles de sus acciones y todo el universo de tensiones e intrigas entre franceses, criollos y negros en la joven nación. Changó anuncia con anticipación: Cristophe , será tu gloria y tu sepultura. (Changó, p. 192)
A seguir, la dos últimas partes de libro relatan las luchas independentistas lideradas por Simón Bolívar (alimentado para la libertad por una nodriza negra, Hipólita); el periplo de José Prudencio Padilla mandado a fusilar por Bolívar; las pugnas del Alejaidinho en el ámbito Minas Gerais en el Brasil; las luchas de José María Morelos en México y la larga historia de los afroamericanos en Estados Unidos: su esclavitud, las persecuciones de que fueron víctimas por parte de grupos como el Ku Klux Klan, hasta las luchas de hombres como Malcolm X y Martin Luther King. Se entremezclan con todos éstos personajes históricos varios de ficción que juegan un papel central como Nagó, Sosa Illamba, Domingo Falupo, Kunari Mai, Agne Brown. Uno llegado en el barco negrero y otros nacidos en América inspirados y protegidos por las deidades africanas. Por ejemplo, Sosa Illamba, quien viene embarazada en el barco de Nagó, no es otra cosa que la hija de Yemayá en América. El propio Nagó está representando a Changó. Cada vez que se explica el destino de los vivos se recurre a los dioses que los están inspirando.
Para organizar esta gran epopeya y darle forma novelesca al inmenso fresco que cubre 500 años de historia, Manuel recurre a lo que el mismo denominó realismo mítico, una forma de interpretar los hechos históricos a través de la imaginación y del mito. (13) Mediante la combinación de las realidades históricas con la mitología africana, la novela consigue rescatar y reconstruir la memoria de los pueblos afroamericanos. Cometido que consigue con una estructura que está dividida en cinco partes: 1. Los orígenes, en lo que está referida la mitología africana que acompañará a los africanos al nuevo continente; 2. El Muntu americano, en el que se relata todo el periodo esclavista, con sus sufrimientos, resistencia y levantamientos. Aquí se cuentan las luchas de héroes históricos para la raza negra como Benkos Biohó, François Mackandal y Nat Turner, todos ellos escogidos por los dioses tutelares para las luchas libertarias; 3. La rebelión de los vodús, parte en la que se cuenta la primera revolución negra de América, acaecida en Haití, con personajes históricos como Mackandal, Toussaint L'Ouverture, Bouckman, Dessalines y el famoso rey Henri Christophe, primer emperador negro en América; 4. Las sangres encontradas, dedicada a las luchas independentistas y el aporte de los negros, con héroes como Simón Bolívar, José Prudencio Padilla, Antonio Maceo, Aleijaidihno, Bouckman y José María Morelos; 5. Los ancestros combatientes, en la que se narra las luchas de los negros en los Estados Unidos y sus líderes como Nat Turner, Agnes Brown y Malcom X y Martin Luther King. Sin abandonar nunca lo histórico, la novela ordena y destaca unos acontecimientos y unos personajes que siempre están animados por sus dioses y sus ancestros.

 

III.
Su periplo vital

 


Desde sus orígenes, en las orillas del río Sinú, Manuel Zapata Olivella estuvo signado por la magia y la leyenda. De su padre, el maestro Antonio María Zapata, heredó la pasión por el conocimiento y la libertad de pensamiento; de su madre, Edelmira Olivella, el respeto por la religiosidad y las creencias populares. Padres, abuelos y tíos forjaron en él esa mezcla de rebeldía y brujería, de razón y desafuero que fueron la marca desde su nacimiento el 17 de marzo de 1920, en Lorica, Córdoba.
Manuel siempre fue un caminante, un vaga-mundo, que desde muy joven decidió recorrer las más diversas geografías, empezando por su natal Caribe y por el Pacífico colombiano. Luego se iría a México, a Centro América, al Brasil, a los Estados Unidos, al África, a la Unión Soviética y a la China. Quizás no haya en la literatura colombiana una vida tan rica en experiencias y aventuras como las del "negro Manuel", como cariñosamente lo llamaban sus amigos. Su propósito siempre fue adentrarse en la condición humana, acumular vida, pues era un convencido, como quería Nietzsche, que la literatura proviene de la sangre. Un día estaba en Nigeria o en el Pacífico colombiano recogiendo materiales para sus investigaciones; otro en la antigua Cayena francesa o en Haití tras la ruta de los esclavos que llegaron a América; otro en Pekín o en Moscú con las danzas de su hermana Delia; luego en Salvador Bahía de Todos los Santos para compartir experiencias afro-americanas con Jorge Amado o en Harlem para recitar los versos memorables de su amigo el poeta Langston Hughes: He contemplado ríos, / viejos, oscuros, como la edad del mundo, / y con ellos, tan viejos y sombríos, /el corazón se me volvió profundo.
Hasta el día de su muerte, acaecida el 19 de noviembre de 2004, Manuel conservó la lucidez de siempre y la memoria para contar infinitas historias sobre los viajes, los libros y las investigaciones. Mucho de todo esto lo sintetizó en la épica que hilvana Changó, el gran putas, paciente esfuerzo de toda la vida por historiar y poetizar 500 años de sudor y sangre de negros, zambos y mulatos en la configuración del Nuevo Mundo. Otros libros - He visto la tierra, Tierra mojada, Chambacú, corral de negros, La calle 10, En Chimá nace un santo, El fusilamiento del diablo y Hemingway, el cazador de la muerte - hicieron también parte de su compromiso ético y estético con los marginados y los desposeídos, con los condenados de la tierra al decir de Franz Fanon. (14) A la obra narrativa de Manuel se le suman varios libros de ensayos, ya citados, además de más de un centenar de artículos en revistas y periódicos. (15) Merece especial mención la revista Letras Nacionales, que dirigiera Manuel en los años 60 y 70s, por su papel en la divulgación de nuestras letras, el rescate de muchos autores y la promoción de los jóvenes escritores que apenas empezaban su carrera. Desde contemporáneos de Manuel, como García Márquez, Manuel Mejía o Arnoldo Palacios, hasta escritores de la generación que venía atrás como Óscar Collazos, Germán Espinosa, Roberto Burgos y Luis Fayad, todos lo recuerdan como uno de los escritores más generosos del país.

 

IV.
Los afrocolombianos

 


Una novela de las dimensiones de Changó, el gran putas, sin lugar a duda una de las más importantes en su género en América Latina, no se explicaría sin todo el periplo intelectual y las preocupaciones que movieron en su vida a Manuel Zapata Olivella, inquietudes que trascendieron hasta los problemas actuales de las negritudes en Colombia. En 1943, junto con Aquiles Escalante, Sofonías Yacup, Rogelio Velásquez y Natanalel Díaz hicieron la primera manifestación en Bogotá de la presencia africana organizando el día del negro. Sus viajes por el mundo le ayudaron a madurar su pensamiento al trabar amistad y diálogo con grandes líderes e intelectuales como Nelson Mandela, Leopoldo Senghor, Franz Fanon, Martin Luther King, Karol Soyinka y Abdías do Nacimento.
Sobre la situación de los afro-descendientes de la Colombia actual, Manuel planteó que el signo de esos seres arrancados de África, trasplantados aquí, engrilletados y condenados a no regresar jamás a su tierra, se estaba repitiendo dolorosamente en estos tiempos. Con los desplazamientos, según su visión, el segundo éxodo histórico de los afros. Porque tampoco volverán a su segundo hogar. Van creciendo en Cali, en Bogotá, en Medellín, en Cartagena, en Barranquilla y no volverán a su tierra. Y más simbólico y doloroso es pensar que llegaron acá, estuvieron cuatrocientos años alejados de las tierras de sus ancestros y ahora, en el caso de los secuestrados, vuelven a estar alejados de sus padres, metidos en la selva.
Destacó como trascendental que por primera se reconociera, en la Constitución de 1991, que Colombia es multiétnica y pluricultural, sin embargo, advirtió que no se dice cuáles son las etnias ni las culturas. No se menciona a los aborígenes colombianos, a los descendientes de africanos ni de españoles. A su parecer, lo correcto es referirse a los amerindio-colombianos, los indios, a los afro colombianos y finalmente a los hispano-colombianos. Este tema le preocupó también en la literatura colombiana. Escribió un ensayo sobre la presencia del negro en María de Jorge Isaacs y destacó La Marquesa de Yolombó, de Tomás Carrasquilla, como la primera novela colombiana con temática afro que trascendió a América. En entrevista que me concedió un par de años antes de morir, en el hotel Dann colonial de Bogotá, sin desconocer la grandeza de Cien años de soledad, señaló que sólo hay un negro en esta novela y que cuando describe la matanza de las Bananeras, tampoco se determina la realidad de que los sacrificados eran afro-descendientes. (16) Con cierta ironía, agregó, que cuando Gabo fue a Angola, declaró que de repente se dio cuenta de lo negro que era él. Con esto quería llamar la atención al peso de una visión que se tornó dominante y que poca atención le ha prestado al aporte afro entre nosotros.
Esto muestra la radicalidad con la que defendió el aporte afro en la historia, la economía y la cultura colombiana. Los negros según su visión nunca le impusieron nada a nadie, más bien lo contagiaron como se muestra con el baile, la sexualidad, la comida, el lenguaje, las costumbres y muchos de sus rituales religiosos.
Por su vida y por su obra, el autor de Changó, el gran putas es una figura de primera línea en las letras del continente y al que se recordará por la recuperación del aporte africano y sus múltiples relaciones con toda la sociedad y cultura americana. Bajo la sombra de sus ancestros escribió Changó, el gran putas, un ambicioso reto por reintroducir a los lectores latinoamericanos dentro de una visión africana del mundo, en mucho perdida o mezclada tras ese viaje impuesto por la trata trasatlántica. Para tal, Manuel acudió a una serie de recursos narrativos que recuerdan ese mundo, especialmente el de la oralidad, marco por excelencia de la comunicación en África y la de sus herederos en el nuevo continente. La historia de Nay y Sinar, que Jorge Isaacs rescatara en María como un relato de la infancia de Efraín y una forma de rendirle homenaje al aporte africano, se multiplica en miles de voces en Changó, de las cuales emerge un universo completo desde adentro de la propia tragedia del negro esclavo, de todo lo que significó su integración al Nuevo Mundo, y de su mejor aporte: su lucha por la libertad.

Notas

1 Manuel Zapata Olivella. La rebelión de los genes. Bogotá, Altamir ediciones, 1997, p.143.

2 En  los años 40, 50 y 60s, Manuel conoció y trabó amistad con destacadas figuras afroamericanas, entre muchos, como Langston Hugues, el poeta norteamericano; Abdías do Nascimiento, sociólogo brasilero, Nicomedes Santacruz, poeta y folclorista peruano; Aimé César, el poeta y ensayista de Martinica; Nicolás Guillén, poeta cubano; Leopold Sédar Senghor, poeta y presidente de Senegal; Franz Fanon, pensador de Martinica autor de Los condenados de la tierra; Alejo Carpentier, novelista y musicólogo cubano; León Goutran Damas, poeta guyanés y el poeta y ensayista de Martinica, Edouard Glissant, entre otros. Todos hicieron parte de ese movimiento que en el siglo XX se propuso rescatar el papel y el aporte de África al mundo Occidental, con toda la crítica a los modelos de explotación colonialista y la reivindicación de los derechos civiles de los negros y las luchas de liberación nacional de los países africanos. En Colombia, junto a Manuel, intelectuales y artistas, hijos de la diáspora africana -  Rogerio Velásquez, Aquiles Escalante, Sofonías Yacup, Natanael Díaz, los hermanos de Manuel, Juan y Delia, Jorge Artel, Arnoldo Palacios, Carlos Arturo Truque, Diego Luis Córdoba y Valentín Moreno Salazar -  fueron los que desde los años 40s lucharon por el reconocimiento e inclusión de los negros en la sociedad colombiana, movimiento que tiene su culminación como acto de justicia poética en Chango, el gran putas.

3 He tenido la gratificante experiencia, en mis cursos de literatura colombiana en la Universidad del Valle,  de ver cómo los estudiantes se enamoran del universo de Changó, el gran putas una vez conocen el contexto de toda la mitología africana que lo organiza. Inducción para la que es de gran ayuda el libro de Manuel, El árbol brujo de la libertad. África en Colombia. Orígenes – Transculturación – Presencia. Ensayo histórico mítico. Buenaventura, Universidad del Pacífico, sf.

4 Malungaje es un  concepto proveniente de la palabra malungo, tal como la rescata el investigador guyanés Jerome Branche,  proveniente de los pueblos bantúes de África central hablantes de kikongo, umbundu y kimbundu y en el que al menos se cruzan y combinan tres ideas: de parentesco o de hermandad en su sentido más amplio;  de una canoa grande y, finalmente, de infortunio.  Para los hablantes bantúes que hicieron la travesía atlántica significaba compañero de barco. (Ver su ensayo, Malungaje: hacia una poética de la diáspora africana, en Revista Poligramas, Univalle, 2009)

5 Según el propio Manuel, el Coloquio propició un dinámico clima de confrontaciones sobre la identidad afroamericana; negritud e indigenismo; aportes socio-culturales; religión; lingüística, cultura, folclor, música; y el rol de los afroamericanos en las luchas emancipadoras. Las delegaciones por países – América Latina, África y Europa – y la variedad de sus representantes permitieron un riquísimo intercambio interdisciplinario y de puntos de vista. (….) Se encontró en la fuente común de África una respuesta a su propia identidad. ( Ver su libro, La rebelión de los genes, Bogotá, Ediciones Altamir, 1997, p.98.)

6 Los otros lugares desde donde operaba el comercio de esclavos hacia  América a lo largo del litoral africano fueron, además de la isla de Goré, Cacheo, Cabo Corso (más tarde, Cape Coast), Ajudá, Ofra, Bonny, Old Calabar, Loango, Pinda y Luanda. Estos lugares de embarque fueron los responsables por la mayor parte de la trata para las Américas en los siglos XVI y XVII. Existen muchos relatos de levantamientos de los prisioneros en esos puertos de embarque y de los cuales Changó, el gran putas da cuenta en su primera parte. (Ver el libro del erudito brasilero, Alberto da Costa e Silva, A manilha e o Libambo. A África e a escravidao de 1500 a 1700, Rio de Janeiro, Editora Nova Fronteira, 2002)

7 Manuel Zapata Olivella. La rebelión de los genes. Bogotá, Ediciones  Altamir, 1997,  p. 99-100

8 Para facilitar la comprensión de su novela, el propio Manuel preparó un Cuaderno de Bitácora que versa sobre la Mitología y la Historia de África, glosario que está al final y que es de gran utilidad. La literatura sobre estos temas es muy rica. Para quien se interese, ver el texto ya citado del propio Manuel, El árbol brujo de la libertad, y el famoso libro de la escritora cubana, Lydia Cabrera, El monte, La Habana, Editorial Letras cubanas, 1993.

9 Manuel Zapata Olivella. Changó, el gran putas, Bogotá, Editorial Oveja negra, sf. En adelante citaremos Changó y el número de página.

10 Al respecto, Jonathan Tittler, traductor de la novela al inglés con el título - Changó, the Baddest Dude -, señala que si bien el muntu está condenado en las tablas de Ifá a errar en el desierto americano de la esclavitud, es también parte de la maldición de Changó que el muntu cargue con la responsabilidad de su propia liberación, así como la de toda la humanidad. Este delicado equilibrio entre el determinismo, el libre albedrío y el mesianismo contribuye en gran parte a la particular ideología de la novela. Ver su ensayo,  “Changó en traducción: movimiento lateral y pensamiento lateral” en: Chambacú, la historia la escribes tú. Lucía Ortiz (org.), Madrid, Veuvert, 2007, pp-183-197.

11 Aquí vale llamar la atención  sobre la configuración triétnica de América que defendió Manuel en muchos de sus ensayos. Ver, además de El Árbol brujo de la libertad y La revolución de los genes ya citados, El hombre colombiano y Las claves mágicas de América.

12 Sobre esta historia vuelve recientemente el escritor cartagenero, Roberto Burgos Cantor, en su novela La ceiba de la memoria (Bogotá, Editorial Planeta, 2007) en la que Benkos Biohó narra su propia historia junto con la esclava Analia Tu-Bari y se ahonda en la disputa ideológica con Pedro Claver y su compañero de evangelización en la Compañía de Jesús en Cartagena, el padre Alonso de Sandoval, quien escribiera en su época el más importante libro sobre la esclavitud en América, De Instauranda Aethiopun Salute (1627). Sobre la Inquisición en Cartagena, vale mencionar dos novelas: Los cortejos del diablo de Germán Espinosa (Bogotá, Oveja negra, 1985) y La pezuña del diablo de Alfonso Bonilla Naar (Bogotá, Editorial Antares, 1970)

13 César Valencia Solanilla sostiene que Changó, el gran putas es una novela poemática en la cual se elabora una explicación histórico- mitológica del destino de la raza negra en América. Ver su ensayo Changó el gran putas: mito, lenguaje y transgresión. Pereira, Revista de Humanidades de la UTP, 2004.

 

14 El libro del martiniqués Franz Fanon, Los condenados de la tierra, publicado en 1961 con prólogo del filósofo francés Jean Paul Sartre, tuvo gran repercusión en una década de crítica al colonialismo y de movimientos de liberación nacional en el Tercer Mundo, especialmente los africanos.

15 Alfonso Múnera,  en esta misma colección,  organizó una selección de artículos y ensayos de Manuel con un excelente prólogo, Manuel Zapata Olivella y la Nación inclusiva, en el que destaca su inmensa labor como estudioso y divulgador de nuestra cultura popular y su importancia: El enorme valor para los pueblos del mundo de sus geniales intuiciones, de sus análisis premonitorios, de sus reflexiones y críticas tempranas al colonialismo cultural y de su radical defensa de lo que él englobó bajo el concepto de nacionalismo literario es asunto que se irá aclarando cada vez más en los próximos años.

16 Entrevista publicada en la revista Pacifíco Sur #1, Cali, Universidad del Valle, agosto de 2002.

Los  hijos de Changó, 'La epopeya de la negritud en América' enviado a Aurora Boreal® por cortesía de Darío Henao Restrepo. Foto de Manuel Zapata Olivella tomada de internet: http://manuelzapataolivella.org/wp-content/uploads/2007/09/000-bandw091jpgmedium.jpeg

 

 

 

 

 

 

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