Ensayo
19 de mayo, 2015.
Acodado sobre el malecón del muelle de Santa Barbara, contemplo el mar. No, no es este el mar modernista del Antonio Machado de Soledades: "El mar lactescente, / el mar rutilante, / que ríe en sus liras de plata, sus risas...risas de plata y de leche.". Es un mar que, al entregar sus olas antes de llegar al muro, se desparrama en un dibujo de archipiélagos blancos, un mapa marino –me parece-- del mundo globalizado, hermanado, repentinamente, borrado por una voraz ola, rutilante como el cuchillo de las grandes corporaciones multinacionales. Pero que, sin embargo, al chocar contra el muro, retrocede transformada, piadosa, cubriendo, y uniendo, todo él, con su dulce manto blanco al archipiélago que antes había desmantelado.
A lo lejos, anclado, un mastodóntico borrón blanco con sus cientos de agujeritos: el transatlántico del turismo marino de la sociedad de las masas y el consumo -- con sus cientos, sino miles, de pasajeros apiñados-- que, a veces, se encalla o se hunde rompiéndose contra una roca, o contamina a la casi total expedición con un flu entrado de polizonte. "No, no mires, ni pienses eso, ni lo otro de las corporaciones. Mira ahí, más cerca de la playa, esa ancha tarima flotante a la que abordan cuatro o cinco fúlgidas focas, dando, un par de ellas, un resonante somnífero rugido de placer antes de, una tras otra, tumbarse a la bartola sobre la tarima a dormir su siesta, mientras las gaviotas pasan, de puntillas, a sus costados".
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- Por Víctor Fuentes
La violencia es un fenómeno que ha hecho parte de la constitución de las sociedades americanas y que aún permanece con una increíble ferocidad en algunos países de este continente. Las guerras intestinas entre las distintas tribus que habitaban estas tierras antes de la llegada de los europeos explica, en gran medida, el éxito de la Conquista. La Colonia, los procesos independentistas, la constitución de las naciones estuvieron atravesados por una constante confrontación armada. Pero esto no es una novedad, la constitución de las naciones en todo el mundo se cimentó siempre sobre múltiples violencias. Sin embargo, en algunos países de América Latina la violencia se renueva con igual o mayor ferocidad.
El caso de Colombia es especialmente dramático. Desde el siglo XIX hemos tenido tres períodos de violencia generalizada: las guerras civiles de la segunda mitad del siglo XIX, la Violencia política de mediados del siglo XX y la violencia actual, que no ha menguado desde los años setenta del siglo pasado. Aunque entre uno y otro de estos períodos ha habido años de tranquilidad o las expresiones de violencia que pervivían se restringían a ciertas regiones, los colombianos (y esta parece ser una percepción compartida por el resto del mundo sobre nosotros) tenemos la idea de que la violencia permanece de manera ininterrumpida desde el siglo XIX, que la violencia es una y la misma desde siempre, que somos un país esencialmente violento. Sin embargo, un análisis de la violencia en Colombia nos permite concluir que las violencias de estos periodos son distintas, que, aunque tienen vasos comunicantes, son expresiones de realidades socio-políticas diferentes y que la violencia no es una condición de la sociedad colombiana.
Estos tres escenarios de violencia generalizada han generado una ingente literatura que procura la denuncia y/o que intenta registrar o testimoniar el fenómeno y/o que intenta comprenderlo. Por la intensidad y la permanencia en el tiempo de la violencia, este es el tema sobre el que más se ha escrito en Colombia. En el caso particular de la literatura, se ha abordado ampliamente desde todos los géneros: poesía, teatro, cuento, novela, ensayo. Pero es, sin duda, en la novela donde el tema ha hallado su terreno más fértil. Sobre los tres períodos de violencia generalizada ha quedado una ingente literatura: sobre las guerras civiles del siglo XIX, se han recuperado decenas de novelas olvidadas; sobre la Violencia política de los años cincuenta al sesenta, se han examinado más de cien; sobre la violencia de las últimas cinco décadas, también se conocen varias decenas, entre las cuales, la novela atinente a los fenómenos del narcotráfico y el sicariato cuenta con cerca de cincuenta obras.
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- Por Óscar Osorio
1. Un entorno violento
No es fácil crecer en un entorno violento y, mucho menos, quedarse a vivir en él. Éste es el mayor drama colombiano del siglo XX. En tiempos recientes, uno de los factores que más ha determinado esta violencia es la búsqueda de ascenso social a través del narcotráfico. Y como ningún rincón del país permaneció ajeno a este conflicto ―ni a sus cotidianas tragedias―, la región del Valle del Cauca también se vio envuelta en dichas dinámicas. El ascenso propiciado por este comercio ilegal siempre fue rápido y violento. Para los años 90, la producción de esta industria criminal ya no fue sólo de marihuana; también se había iniciado el negocio de la cocaína, la cual terminó siendo mucho más apetecida y costosa. Y a medida que se hacían más conocidos y deseados estos productos en el mercado internacional, las guerras por territorios y poder azotaron el país con mayor crueldad.
En muy poco tiempo, muchos habitantes del lugar donde se instaurara este negocio estaban inmersos en él, muy especialmente los jóvenes de poblaciones marginales. Asimismo, se dio vida al Patrón, un siniestro personaje encargado de manejar la empresa. Su nombre debía ser precedido por la palabra "don", debía estar acompañado por más de dos guardaespaldas; era quien ―según la axiología de este submundo― tenía derecho a la compañía de las mujeres más bellas, las más grandes casas y el mayor respeto en la comunidad; era quien manejaba el dinero y, por esto, a quien se debía obedecer. Por tanto, el deseo final de estos jóvenes era el de llegar a encarnar el Patrón. Este funesto matrimonio entre poder y crimen adoptó la juventud de aquella época, y la condujo a destinos tan rentables como sangrientos.
Hemos de tener en cuenta que, antes de iniciar su recorrido en aquellos caminos criminales, estos jóvenes han sido el objeto de diferentes violencias, las cuales pasan por la exclusión y el abuso. Con frecuencia, su infancia ha sido arrebatada, han dejado atrás su niñez y los juegos inocentes sin siquiera conocerlos. Esta infancia en condición de víctima es la predecesora de la adultez victimaria. A continuación analizaremos esta particular situación social en la novela Nadie es eterno (2012), de Alejandro José López.
Nadie es eterno transcurre en el año de 1990, en un municipio del Valle del Cauca: Tuluá. Los paisajes de esta población y sus alrededores se recorren en esta obra a través de las voces de sus habitantes. Por su parte, los personajes que atraviesan el libro lo hacen por medio de historias y anécdotas que llegarán a cruzarse en algún momento del relato. En éste encontramos expuestos el temor, la venganza y el amor vividos en aquella época caracterizada por la violencia y el negocio de las drogas.
Entre los personajes protagónicos hallamos a aquel que nos dejará ver de cerca la realidad del momento, Pacho Tiro. Su verdadero nombre es Francisco, aunque siempre será conocido por su sobrenombre. Éste se debe al diminutivo familiar que recibió en la infancia, Pachín. Sin embargo, al llegar a la juventud e iniciarse en el sicariato, los otros personajes de su entorno deciden tener en cuenta su buena puntería al momento de apodarlo; por lo cual se le atribuye, además, el Tiro. Al saber ―o creer― que él ya no es un niño, dejará entonces de ser Pachín; ahora se vuelve Pacho: Pacho Tiro. Este joven sicario será el encargado de ayudarnos a entender una vida impregnada por la mafia y por la barbarie que desencadena.
La historia de esta novela está contada a través de cuatro narradores independientes, cada uno con su voz particular. Éstos se alternan y comparten el mismo nivel de importancia a lo largo del texto. En primer lugar nos topamos con Pacho Tiro, nuestro personaje, quien nos revela sus percepciones, sus opiniones y su accionar ―es de esta forma como se cuenta la historia del victimario y el ejercicio del crimen―. Después aparece aquella voz que nos refiere unas breves postales, la cual nos describe los paisajes hermosos y mortales que rodean a Tuluá. El tercer narrador funciona como una especie de vox populi que hace uso del chisme y, aunque se enfoca la mayor parte del tiempo en el accionar del otro protagonista ―Rafico―, es ésta la voz encargada de darnos a conocer la transición que vive Pacho Tiro entre su niñez como víctima y su adultez como victimario. Por último tenemos a un narrador en tercera persona, quien se enfoca en Alba Matienza ―la bruja del pueblo―, su hijo Alberto y sus amigos.
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- Por María del Mar Collazos
"Estaba de acuerdo en morir; pero no en asfixiarme;
la enfermedad nos hace sentir repugnancia de la muerte,
y queremos sanar, lo que es una manera de querer vivir"
– Marguerite Yourcenar, Memorias de Adriano
En aquellos años de intensa producción, alrededor de 1954, Marguerite Yourcenar escribió en su texto "El tiempo, gran escultor":
El día en que una estatua esté terminada, su vida, en cierto sentido, empieza. Se ha salvado la primera etapa que, mediante los cuidados del escultor, la ha llevado desde el bloque hasta la forma humana; una segunda etapa, en el transcurso de los siglos, a través de alternativas de adoración, de admiración, de amor, de desprecio o de indiferencia, por grados sucesivos de erosión y desgaste, la irá devolviendo poco a poco al estado mineral informe al que había sustraído su escultor.
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- Por Wilson Pérez Uribe
El monólogo de Dionea se refiere al santuario de Dodoni, situado al noreste de Grecia, cerca de la frontera con Albania. Allí pueden visitarse aún las ruinas del oráculo más antiguo de Grecia, citado por Homero, Esquilo, Sófocles, Heródoto y Platón, entre otros.
En Las traquinias de Sófocles, donde se escenifica la muerte de Hércules, se hace alusión a la profecía inscrita en unas tablas de arcilla, procedentes de Dodoni, donde está inscrito el destino del gran héroe.
El monólogo comienza con la introducción de Las traquinias.
En el oráculo de Dodoni se confunden la historia y el mito, la religión y el teatro, el culto al cielo y a la tierra. Heródoto cuenta que fue fundado por una mujer-paloma que llegó desde Egipto. A fines del siglo XIX las excavaciones arqueológicas permitieron desenterrar un teatro.
Dionea, una diosa casi olvidada en la época clásica, es allí venerada como la diosa-madre, diosa de la abundancia y la fertilidad, compañera del Dios Zeus.
Como puede leerse en la Ilíada, Zeus y Dionea son los padres de Afrodita, la diosa del amor.
Dionea es también identificada con la madre de Dionisos, el dios del teatro entre los griegos.
En este monólogo Dionea es una « actriz-sacerdotisa » que intenta recordar la historia poética del lugar, donde las respuestas del oráculo a las consultas de los peregrinos eran logradas mediante la interpretación de los sueños, del vuelo de las palomas y del sonido de unos calderos de bronce colgados de los robles sagrados.
Dionea enumera las profecías más célebres del oráculo –entre ellas las concernientes a la princesa Io, amante de Zeus— así como los intentos inútiles de destruirlo y borrarlo del mapa.
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- Por Julio Olaciregui
6 de diciembre, 2014.
La NADA ES LO MEJOR DE todo.
"Todos los días son buenos", me dijo la corretera hormiguita cuando la iba a aplastar con el pie. En la playa, un perrito, con su dentona boca abierta, se avalanza hacia mí... con efusión: "Gracias, por haber sido bueno con la hormiga". Al rato, otro del mismo tamaño, se pone, y alza la vista, a la altura de mi rodilla y hociqueándolo lee en el pequeño libro de haikus que llevo, boca abajo, en el brazo tendido: "After a long nap / the cat yawns, rise, an goes out / looking for love", "Aquí estoy yo", exclama, me da una lamida, toma una carrerita y mea, gozoso, sobre una roquita. "No seas ripioso", me alerta con su eco en el mar... De noche, redonda, oronda, la luna, con su fresco fulgor diamantino, como recién sacada del refrigerador en el esplendente plato del azur. Regalo de la repostería celestial. ¡Me la comería!
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- Por Víctor Fuentes
18 de noviembre, 2014.
"Antes del paseíllo"
Desnudo en la camilla/barrera
me cubro con el amor
A cabeza y cuello
M pecho y corazón
O óvalo del vientre y vejiga tocada
R genitalia y hasta los pies
"La corrida"
Saliendo al ruedo sobre ruedas
Vestido de luces con el foco del quirófano
El anestesista da un pase de mano
Sueño la corrida pitos
Entra el cirujano a ... sanar
Arrastran al toro/cáncer ovillado
Desperté: ¡vive Dios!
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- Por Víctor Fuentes
5 de septiembre, 2014. Leyendo El adolescente, de Dostoevsky, donde acude a la sala de juego de Zershikov, y entre la jeunesse doré, que la frecuenta, se siente completamente fuera de lugar, me viene de sopetón, el recuerdo-escena de que así me sentía yo una tarde-noche del invierno de 1955, en Londres, prófugo del franquismo, en una fiesta de parecida jeunesse, a la que me llevó una chica. Nada mas llegar, desapareció, y en el bullicio me sentí solo hasta casi la madrugada, calado hasta los huesos en mi condición de foreigner. De oca en oca..., este recuerdo me trajo otro todavía mas alienante, en una boite londinense, a la que me llevó Ramón Tamames, y a la que frecuentaban privilegiados jóvenes de la London School of Economics, de países, como la entonces Persia, y de Suramérica. En el W.C, me di, de repente, con Chistu, el hijo de Julia Agulló, y con quien, de niños, cruzamos los Pirineos en huida a Francia, en 1937, él cogido de la mano de su madre y mi hermano y yo de la nuestra. De adolescentes le vi muy pocas veces, ya que, a pesar de la amistad de las madres, y con su padre alto funcionario de Aduanas, rehabilitado, pertenecíamos a "castas" sociales distintas. La efusiva sonrisa del encuentro sorpresivo se me congeló, cuando él me soltó, "¿Y tú que haces aquí", y tras mirarse en el espejo me dejó plantado.
Ahora, mi memoria voluntaria, 59 años después, quiere borrar tales recuerdos con esta frase de Emmanuel Levinas: "La esencia del lenguaje es amistad y hospitalidad". Y vuelvo al Adolescente, fundido con A la busca del tiempo perdido.
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- Por Víctor Fuentes
La Virgen de los sicarios es la novela más exitosa de Fernando Vallejo. En el vigésimo aniversario de su publicación, cuando abundan las traducciones, los ensayos, las investigaciones y las tesis doctorales sobre la obra de este autor y muy especialmente sobre esta novela, me propongo ofrecer unas claves de lectura nuevas, a través de las cuales mostraré cómo esta novela está modelizada por un pensamiento criminal, esto es, que todos los funcionamientos textuales se orientan por dicho pensamiento.
Los acontecimientos ocurridos en torno a la relación de Fernando y Alexis, en la primera parte, y de Fernando Wílmar, en la segunda, constituyen el eje diegético de la novela. Pero la segunda historia es una repetición de la primera. Esta historia duplicada de las dos relaciones se construye en dos bloques de tres secuencias: viaje a Sabaneta con Alexis y rememoración de la infancia feliz (7-19), periplo con Alexis (19-80), viaje a las comunas y constatación de la miseria y la infelicidad (80-90); visita a Sabaneta con Wílmar y rememoración de la infancia feliz (90-98), periplo con Wílmar (98- 116), visita al anfiteatro y constatación de la inutilidad de la vida (116-121).
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- Por Óscar Osorio
La Virgen de los sicarios y la novela del sicario en Colombia
Óscar Osorio
Secretaría de Cultura / Gobernación del Valle del Cauca / Premio Jorge Isaacs
2013
1
Hagamos de cuenta que no pasa nada. A muchos colombianos les seduce este juego. Juguemos, entonces: "Erase una vez Colombia sin pobreza, sin políticos corruptos, sin barrios marginales, sin guerrilleros ni paramilitares ni ejército; erase, de hecho, una Colombia sin guerra. Y éste era un país sin niños des-escolarizados ni hambrientos, sin desplazados, sin gentes muriéndose en los pasillos de los hospitales suplicando ser atendidos, sin E-Pe-eSes negando medicamentos esenciales ni condenando a muerte a sus propios afiliados con tal de incrementar las ganancias, sin millares de personas viviendo en la indigencia, sin desempleados ni trabajadores mal-pagos ni subcontratados por agencias de empleo expertas en burlarles sus derechos —en este país, desde luego, el Estado no autorizaría agencias de semejante laya—. Erase una vez Colombia sin atracadores propinando tiros de gracia a quienes se nieguen a entregar sus pertenencias, ni canallas que se creen muy machos porque ultrajan a las mujeres que dicen amar, y las insultan y golpean y asesinan o mutilan con ácido. Y éste era, cómo no, un país donde la palabra extorsión ni siquiera aparecía en el diccionario, un país sin narcotráfico —o sea, sin aquella fauna tenebrosa repleta de 'traquetos', 'patrones', lava-perros y sicarios—." Pues bien, a quienes gustan tanto de este juego, voy a hacerles una confesión: a mí también me encantaría vivir en ese país. Sin embargo, lo sabemos muy bien, esta colombiana cotidianidad que nos ha tocado en suerte arroja sobre nuestras vidas infinidad de pruebas que refutan la existencia real de aquella nación. Hasta ahora una Colombia sin todas estas lacras sólo prevalece oníricamente en nuestros mejores deseos: es el país de nuestros sueños. Pero la nobleza de esta aspiración no debería llevarnos a la insensatez de instalarnos allí de modo ingenuo; es decir, volviendo la espalda a la realidad que necesitamos estudiar, diagnosticar, intervenir y transformar. Pretender que la negación de los horrores circundantes nos librará de ellos equivale a enfermarnos de un mal psicológico y cultural, de una dolencia que la sabiduría popular ha denominado siempre el síndrome del avestruz.
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- Por Alejandro José López
El otro existe
No es nada nuevo. Es como uno, se parece a uno y muchos lo toman por uno. Pero es otro. Llámenlo doble, sosia, gemelo o sencillamente, otro. Llámenlo "lugar común", es lo mismo. Ese otro aparece o desaparece y hace cosas que uno no ha imaginado. A pesar de lo recurrente del tema, muchos ya han hablado de él, debo decir que estamos en presencia de otro, de mí otro. Con lo que es posible deducir que cada uno tiene el suyo.
Para no alargarme en explicaciones y perder tiempo precioso lo mejor es entrar en materia. Ese otro del que hablo es el que está, disimulado tras mi propia sombra. En los últimos meses he mirado más el piso que el cielo, sin embargo, no por culpa de algún tipo de desencanto tan frecuente en estos tiempos. Sucede que he concentrado esfuerzos en observar el pavimento, el cemento, el asfalto por donde paso porque un día, sin esperarlo, un personaje surgió de la acera y me mostró su perfil de cemento maltrecho. Era el otro. Después de aquella mañana los encuentros se han vuelto frecuentes. He aumentado mis salidas a caminar por el centro o los barrios y cada vez que algún viaje se presenta, cerca o lejos, buena parte consiste en recorrer a pie las calles de las ciudades que visitamos. Siempre llevo una cámara de bolsillo, que ocupa poco espacio y es fácil de manipular en momento en que el otro aparece.
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- Por Saúl Álvarez Lara
Inédito
Diversos estudios han ahondado en el Cántico de Jorge Guillén (1893-1984), con especial énfasis en la primera y segunda edición, dejando a un lado la tercera y la cuarta, salvo algunas excepciones. Cántico, como es común en numerosos poemarios[1], sufre diversas modificaciones y ampliaciones hasta su versión definitiva[2]. En las construcciones y ampliaciones de Cántico, hasta su versión final, hay que destacar suscolaboraciones en la revista cubana Orígenes, que albergará una gran colección de poemas que formarán parte de Cántico e incluso de Clamor (1956).
Las mismas colaboraciones de Guillén en Orígenes muestran un especial interés por la niñez. La imagen de la niñez es relacionada por el poeta con el Creacionismo. Por ello, el propósito de este ensayo es acercarnos a sus poemas sobre la niñez publicados en la revista Orígenes y observar su posterior inclusión en Cántico. Allí diluye y esconde el tema de la niñez como fase primordial del Creacionismo, según la poética de Vicente Huidobro. Cuando sea pertinente se observará la inclusión o la ausencia de poemas de Orígenes en Cántico, particularmente en la última versión de 1950.
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- Por Antonio Herrería
26 de mayo, 2014. ¡Quién me hubiera dicho cuando escribía, a fines de los años 90, Morir en Isla Vista que, y pasando de la ficción a la realidad, esto se iba dar, atroz y criminalmente, el viernes pasado en esta villa universitaria, adyacente al campus de la Universidad de California en Santa Bárbara!
Como saltó a las noticias mundiales, un joven, de 22 años, estudiante del City College, aunque no asistía a las clases, totalmente enajenado (de esos que, últimamente, van siendo legión en el país, y por la facilidad que hay de compra de armas y cargarse de municiones), en menos de diez minutos dejó un reguero de cuerpos ensangrentados y muertos en su piso y por las calles: seis muertos y 13 heridos.
¡Mis calles de Isla Vista!, como al poblado universitario, parece que fue un profesor de español el encargado de darlas nombre, quizá entre los vahos de algún porro: Camino Pescadero, Sabado Tarde, Sueno Road, Trigo, Del Playa, Picasso y nombres de ciudades españolas, Madrid, Cordoba, Seville...Con mis hijitos pequeños, me sentaba en la acera de Madrid y les decía "Mirar, estamos en Madrid", mi ciudad natal,
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- Por Víctor Fuentes