Mini Relato
Conocí la felicidad, la felicidad de verdad, pude mirar sus ojos, sentir su presencia robusta, inconfundible. La conocí cuando era niño y cursaba primaria en un colegio que un prestigioso sociólogo apodó "el refusmatorio". El día que salíamos de vacaciones mi felicidad era más verdad que la tierra misma. En aquellos tiempos la cantaora Toto la Momposina se quedaba en nuestro apartamento cuando venía a Bogotá. La historia de la cantaora y de mi tío médico es otra historia. Acá se trata de mencionar mi desconcierto cuando llegaba la cantaora y sus tambores a un pequeño apartamento urbano. Llegaban con su voz de río y sus costumbres de selva. Mi hermano y yo, siendo niños, nos sentíamos arrinconados. Debíamos ceder nuestro camarote y dormir en el estudio del padre. Acostumbrados a permanecer en silencio mientras la casa se llenaba del ritmo de la máquina de escribir del padre escritor, cantos y tambores, sancochos y parrandas, apretados en pocos metros cuadrados y un techo muy bajo, nos intimidaban casi hasta el umbral del horror.
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- Por Pablo Nicolás Burgos Bernal
Para distinguir al científico don Bartolomé Ruiz y Pío, descubridor de una vacuna contra la calvicie, el presidente de la Confederación Latinoamericana de las Artes, le otorgó el
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- Por Walter Garib
Me levanté temprano porque presentí la tremenda alegría de los rayos del sol rosados sobre el aire, sacándole un reflejo de oro a los vidrios del edificio de enfrente y rebotando al otro lado del mar.
Pensé en el mar de allá.
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- Por Julio Olaciregui
Mi compadre Mario Fonseca me reveló, y ese fue el mejor regalo de la Navidad, que su pasión secreta, el cine, le ha permitido restaurar emociones que surgen intactas del gran desperdicio de los días con sólo encender el proyector en su taller de inventor casero.
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- Por Julio Olaciregui
Una tarde de fines de octubre un hombre sale sollozando, cabizbajo, de un gran edificio de baldosines rosados en la avenue d'Ivry del distrito XIII de París. El viento de otoño, la estación de los conversos, según Álvaro Mutis, lo azota, lo empuja con un fastidioso espaldarazo y arranca también unas cuantas hojas al almendro clavado en medio del
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- Por Julio Olaciregui
A las cinco de la tarde cuando llego de la escuela el viejo poeta está otra vez en mi casa, sentado frente al ordena-computa, tecleando, su morbo tragado por la pantalla, se levanta de inmediato y me besa el cráneo, pasa la mano por mis crespos, y luego toca las palmas y sigue tarareando, mientras mamy canta en inglés, "give me a chance", "give me a chance"
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- Por Julio Olaciregui
Mi padre se llamaba Juan Eurípides Ortega y cuando cumplió 54 años sus compañeros del Puerto le ofrecieron un pasaje a Grecia.
En Atenas conoció a Heleny, un griego de origen brasilero de una gran belleza a quien le gustaba vestirse de mujer. Según mi madre parece que el viejo se enamoró de ese
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- Por Julio Olaciregui
"Me quejo porque soy débil y porque soy artista, me entretengo tejiendo con musicalidad mis quejas y retocando mis sueños conforme el modo que encuentro de hacerlos más bellos. Sólo lamento no ser un niño, para poder creer en mis sueños, no ser un loco para
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- Por Araceli Otamendi
EL BESO
La princesa esperaba con impaciencia el beso prometido por su amado; llegó a pensar que así sellaría para siempre lo que suponía amor eterno. Mientras, el príncipe reflexionaba si estaba haciendo lo correcto. ¿Acaso podría olvidar la halitosis que por años
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- Por José Gregorio González Márquez
De noche la ciudad es una mujer perfumada y una vieja harapienta. Una mujer rubia escribiendo y una mujer y un hombre saliendo a bailar. Un buzo descubriendo cosas en el agua, un transeúnte. Grandes bolsas como hipopótamos invaden las veredas nocturnas. Mujeres y hombres de grandes ojos negros juntan cartones y botellas de plástico y una
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- Por Araceli Otamendi
Versión de José Prats Sariol
El extranjero
-Dime, hombre enigma, ¿a quién quieres más: a tu padre, a tu madre, a tu hermana, a tu hermano?
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- Por José Prats Sariol
Jessica López trabaja en la juguetería desde hace poco tiempo. Es vigiladora. Antes trabajaba también en ese shopping y antes del shopping en la venta de productos de granja. Pero de cortar pollos, despachar milanesas y envolver huevos de a media docena estaba cansada. Cuando le avisaron que buscaban a alguien para trabajar en ese
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- Por Araceli Otamendi
Aquel domingo de apacible otoño, Maruchita fue el tema predilecto de habladuría en la concurrida cantina "Don Fadasur". Desde temprano los contertulios se referían a ella tal si fuese un personaje del cual es lícito decir cualquier agudeza, chascarrillo, exageración, mientras bebían, picoteaban una merienda, jugaban al billar, al dominó o tentaban
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- Por Walter Garib