Milcíades Arévalo - 'Invitado equivocado'

 

Invitado equivocado

 

A Liliana Castiblanco

 

Que no me vengan a hablar de la luna, no hay luna en mi noche.
Y si ocurre que hablo de las estrellas, lo hago por descuido.
Samuel Beckett

 

Poco antes del anochecer, llegó a mi casa un muchacho preguntando por Bruno. En vez de verificar mis señales de identidad como corresponde en estos casos, se desinteresó de la cosa y estiró el pescuezo todo lo que pudo, tratando de alcanzar con la mirada, el acuario que yo tenía en el zaguán de la casa para distraer a las visitas inoportunas. Como si su oficio fuera velar por los peces del planeta, me indicó:

-El pececito rojo está punto de estirar la pata.

-¡Gracias!

Revisé la bomba de oxígeno, los ventiladores, los indicadores de temperatura, las conexiones eléctricas, las válvulas de seguridad, cambié el agua y el pez volvió a aletear alegremente. Reconocí humildemente que yo no sabía nada de peces, que el mundo era absurdo como absurdos eran todos los que tenían razón. Tenía un pez rojo atrapado en un acuario para deslumbrar a las visitas, pero yo no sabía nada de peces.

-A pesar de la crudeza del verano, no podría decir que va a nevar -le aclaré.


-Usted debe estar ciego, señor –me respondió circunstancial y patético. Agregó que en el mundo estaba lleno mensajeros a los que le ocurrían cosas más interesantes que las que le podían ocurrir a un pececito rojo extraviado en un zaguán.

En verdad, no teníamos nada de qué hablar, pero yo estaba feliz y quería compartir mi felicidad con un desconocido. Le ofrecí un cigarrillo y seguí hablando:

-Muchos científicos de otros países han venido a experimentar elementos radiactivos en el cuerpo gelatinoso de estos peces, especie ahora en extinción. El trabajo del científico está supeditado por el milagro.

(El mensajero siguió con la mirada la elipsis que describió el pez en el acuario donde nadaba su presente, su yo limitado).

-Es un bicho bien raro… -dijo incrédulo y me señaló con asco, los electrodos que emergían de la cabeza del pez, los indicadores de temperatura y la celda solar.

-¿Por qué no cambia de empleo? En un laboratorio aprenderá a distinguir un matraz de un escalpelo, un cuchillo de una pipeta, un zapato de una máquina de escribir -le dije para confundirlo pero él tenía sus argumentos y se defendió como corresponde:

- Un mensajero es hijo de la incertidumbre Movemos millones de cartas durante el día y nadie se da cuenta de la importancia que eso significa -respondió orgulloso.

Sin decir palabra se encaramó en su bicicleta y echó a pedalear calle arriba. Pedaleaba con alegría. Pensé que iría a encontrarse con su novia y me alegré. Así me lo parecía. Las personas enamoradas no le prestaban mucha atención al trabajo que les había correspondido en la vida y todo lo dejaban para después.

Abrí el sobre. Me llamaba Bruno, pero la invitación a asistir al Odeón a ver una función que ni siquiera figuraba en la cartelera, no era para mí, eso era evidente. El destinatario estaría bregando a esta hora que lo dejaran entrar a ver la función, seguramente importante para él. Quizá la actriz principal fuera su esposa o su amante. Estas cosas sucedían con frecuencia. Aproveché para ir al teatro vestido de la mejor manera, con el abrigo de piel de camello que usaba para asistir a actividades sociales, generalmente matrimonios y entierros.

Me perfumé, puse una flor en la solapa del abrigo y me lancé a la calle, repleta de gente sedienta de sexo, drogas, comida, dinero, sangre. La sociedad entera vive sedienta sin tener sed. No tengo nada contra los habitantes de esta ciudad plomiza, fría y clerical; tampoco soy rico para odiar a mis vecinos, pero las triquiñuelas que hacen por llegar a alguna parte y ser los primeros, me desconcierta. También me desconciertan los supermercados, los ascensores, la rueda de Chicago, las mujeres escandalosas, las escaleras automáticas, la policía, los vendedores de lotería, el hampa en persona. Tengo ganas de levantar vuelo, perderme en el viento, sacudirme en el vacío, ser pájaro, ser nube, ser nada. Aunque varias veces he intentado levantar el vuelo, viene cualquier imbécil y me corta las alas. Y todo por no parecerme a los demás.

Al llegar al Odeón, el acomodador me condujo directamente al escenario como si yo fuera el actor que faltaba para comenzar la función. Después de observar detenidamente la puesta en escena, un escenario desnudo, falto de vida, frio e impersonal. Tomé asiento al lado de una pelirroja regordeta más parecida a una levantadora de pesas que a una actriz. La pelirroja comenzó a murmurar con su compañera de butaca, una flaca vestida de blanco, mofándose de mí atuendo. No era para menos. Vestía un abrigo bastante deteriorado por el uso, se me notaban las canas, calzaba zapatos talla 39, llevaba una bufanda enrollada al cuello para espantar el frío y unas gafas de aumento para disimular la ceguera. Aunque renqueaba un poco, no era viejo. Mis aspiraciones eran más bien modestas.

- Hay varias cosas que no comprendo -dijo la pelirroja, señalándome con el dedo.

-¿Qué cosa? -le pregunté.

-¿Que lo ligaba a la actriz principal?

- ¡Nada! Los seres humanos andan perdidos -le respondí.

-Su rostro, su juventud, los caminos que los separaban, los puertos de humo, los teatros fríos del páramo donde finalmente encontró la muerte ¡Horrible! ¡Horrible!-exclamó teatralmente la pelirroja, y por un momento tuve miedo de que algo grave iba a ocurrir. La compañera abrió el pico y me preguntó, con ganas de develar un misterio:

- ¿Es usted actor?

-Me gustaría interpretar el personaje que represento en la vida y no el que represento en la sociedad -le respondí, tratando de defenderme de la avalancha de preguntas que vendrían después. Le mostré la invitación en la que se destacaban unos labios rojos. -Las personas que me conocen procuran evitarme la penosa necesidad de confundirme con otras personas que ellos conocen, así en las librerías como en la calle, en el teatro como en el supermercado, en la casa de la vecina o en la funeraria. En parte se debe a que todos queremos parecernos a alguien, a no ser lo que somos, pero yo no parezco a nadie. Esa es mi desgracia.

La pelirroja, para disimular el sonrojo, comenzó a abanicarse el pescuezo, innecesariamente pues hacía mucho frío. Pasaron varios minutos en los que no sucedió nada. Miré a todas partes y a ninguna, preguntándome a qué se refería la pelirroja de zapatos de cristal. Oí el leve parloteo de las damas, los susurros del público, el chirrido de las butacas al mecerse, el miedo agazapado detrás de la tramoya esperando el momento justo para aparecer en escena. El escenario seguía vacío, en penumbras, como para una conspiración. Eso pensé y mucho más. Pasaron varios minutos en los que no sucedió nada. Una chica vestida de azul hizo unas cuantas piruetas con aros de fuego y desapareció. Todo quedó congelado cuando la pelirroja abrió el pico y me señaló lo que sucedía en el escenario. Un señor, que supuse era el director porque constantemente pateaba el piso como si estuviera matando cucarachas, preguntó si ya había llegado Bruno. Pensé que tal vez se refería al actor que faltaba para comenzar la función y no a mí. En vista de que nadie dijo nada, el director siguió matando cucarachas con desespero-.

-Me llamo Bruno pero no soy el actor que falta -intervine, tratando de ser patético.

- Por las barbas de Torcuato, ¿quién dejó entrar a este pobre diablo? -preguntó, dando gritos al aire, dudando que yo fuera Bruno, un cristo muerto de hambre y no el que él necesitaba con urgencia para comenzar la función.

Un anciano, que supuse era el personaje principal de la obra, me señaló una mesa y encima de la mesa un arrume de objetos endiabladamente extraños para mí: un revolver, un paquete de cigarrillos, una bufanda, los zapatos de cristal de una bailarina y el retrato de una muchacha, que yo no conocía. Lo miré detenidamente, tratando de encontrar en él un gesto amable, una sonrisa y le respondí:

-No entiendo nada. Mi presencia aquí es culpa del repartidor de invitaciones, tenía una cita con su novia o algo parecido y se olvidó de su responsabilidad. Los carteros son causantes de muchas desgracias en este mundo, por su falta de pericia en el trabajo que le ha sido encomendado.

En un arranque de ira, el director tomó el revolver y me apuntó. Una humareda envolvió el proscenio y se apagaron las luces. Para no terminar haciendo el papel que no me correspondía, busqué la salida de emergencia y salí a la calle saltando como una cabra, alterando el tráfico, diciéndole palabras dulcitas a las señoritas que entraban a los hoteles abriendo las puertas con sus senos de seda y sus bocas de rojo y tormento.

Al regresar a mi casa llamé a mi vecina para contarle lo ocurrido, pero ella dijo que eso era frecuente en estos tiempos donde la gente habla pero nadie escucha y no le dio importancia al asunto. En estos tiempos casi todos estaban locos y los que no lo estaban tenían más de cien de libros publicados. Antes de colgar me preguntó si yo conocía al poeta más famoso de san Pelayo. En mi barrio no se movía una hoja sin que los vecinos se enteraran, pero si alguien preguntaba por mí, nadie me conocía. Mi vecina es de este barrio y conoce a todo el mundo, yo soy de otro mundo y nadie me conoce. Para terminar mis desgracias del día, esa noche soñé que el pececito rojo se había muerto de sed.

 

Milcíades Arévalo
Colombia, 1943. Fotógrafo, cuentista, dramaturgo, editor, gestor cultural, librero y director de la revista cultural Puesto de Combate, fundada en 1972. Entre sus libros publicados se destacan: A la orilla del trópico (Relatos, 1978), Ciudad sin fábulas (Cuentos, 1981), El oficio de la adoración (cuentos, 1988-2004), Inventario de invierno (cuentos juveniles, 1995), Cenizas en la ducha (novela, 2001), Las otras muertes (cuentos, 2016), Manzanitas verdes al desayuno (cuentos eróticos, 2009), El vendedor de espantapájaros, 2019 (cuentos juveniles), El reflejo del agua en el desierto, (cuentos, 2024). Tiene varios libros inéditos, entre ellos la obra de teatro: El jardín subterráneo, 1985, Galería de la memoria (ensayos), y La Lío y otras mujeres (guión cinematográfico).  Sus cuentos, crónicas, entrevistas y ensayos figuran en diferentes periódicos de Colombia y en revistas como Puro Cuento (Argentina), dirigida por Mempo Giardinelli; Casa de las Américas (Cuba) dirigida por Roberto Fernández Retamar, Plural (México) dirigida por Jaime Labastida, Aurora Boreal (Dinamarca) dirigida por Guillermo Camacho) y está incluído en diferentes antologías de cuentos como: Colombie a chuer ouvert, anthologie de la nouvelle latino-americaine (Francia) de Olver Gilberto de León; Racconti dal mundo (Italia) de Danilo Manera. Ha sido jurado de cuento, novela, teatro y poesía en más de cien eventos de esta naturaleza. Ha participado en diferentes encuentros, entre otros: "Conmemoración de los 10 años de la muerte de Pablo Neruda", Universidad Autónoma de Santo Domingo (República Dominicana, 1983); "Viaje por la Literatura Colombiana", realizado por el Banco de la República (1984); "Primer Encuentro Iberoamericano de Teatro" (Madrid, 1985), con presentación de su obra El jardín subterráneo en Madrid, Granada, Palma de Mallorca, Toledo. Realizador del 1o, 2º y 3º "Encuentro de Revistas y Suplementos Literarios" en la Feria del Libro de Bogotá, durante los años 1988, 1989 y 1990. "Primer Encuentro de Revistas Culturales de América Latina y el Caribe", invitado por Casa de las Américas (La Habana-Cuba, 1989). Ha sido ganador del Concurso de Cuento Gobernación del Quindío (1981. 1982) Concurso Testimonio de Pasto (1984) Concurso de Novela Ciudad de Pereira (1985 – 1991), Beca Francisco de Paula Santander de Colcultura (1995). Durante su vida ha sido marinero, vendedor de libros, publicista, conferencista de literatura colombiana, editor de libros, corrector de estilo, periodista cultural, fotógrafo y dramaturgo. Ha conocido muchas ciudades, puertos y gentes, lo cual le ha permitido hacer de su narrativa una experiencia vital.  

Material enviado a Auora Boreal® por Milcíades Arévalo. Publicado en Aurora Boreal® con autorización de Milcíades Arévalo. Fotografía Milcíades Arévlo © Mara

 

Suscríbete

Suscríbete a nuestro boletín y mantente informado de nuestras actividades
Estoy de acuerdo con el Términos y Condiciones