Tongolele no sabía bailar
Sergio Ramírez
Editorial Alfaguara
Páginas 337
2021
Sergio Ramírez escribe al inicio de Tongolele no sabía bailar: Esta obra de ficción toma en cuenta los hechos sucedidos a partir de abril del 2018 en Nicaragua, cuando una serie de manifestaciones populares desató una brutal represión estatal. Los personajes, sin embargo, son todos de la invención del autor. Mi tributo a los centenares de jóvenes caídos, y a sus familiares que siguen reclamando justicia. También en la nota inicial de su libro, Sergio Ramírez confirma que es una novela policial. Es la última de una trilogía, cuyos dos libros anteriores son: El cielo llora por mí de 2008 y Ya nadie llora por mí de 2017.
El tema reúne las historias de un personaje, el inspector de policía, Dolores Morales, que parece ser el alter ego de Sergio Ramírez. También explica, que, aunque es una trilogía, este tercer libro, se puede leer sin necesidad de haber leído los dos anteriores. Ramírez aclara en una entrevista, que este libro lo escribió para explicarle al lector, lo que está sucediendo en su país. Lo que puede hacer una dictadura, pero que, definitivamente, la novela no es una novela política; es simplemente una novela de ficción, que tiene como finalidad mostrar la compleja realidad de su país. A Ramírez le interesan “los personajes secundarios que están bajo el peso de esa dictadura”.
Para escribir su novela, Ramírez se inspira en las protestas sucedidas en Managua, Nicaragua, en abril de 2018, a causa de la represión del Estado. Estos disturbios llevan a un trágico final, pues mueren centenares de jóvenes en las calles de la capital. Por eso, me atrevería a decir que la novela es “un tributo a los jóvenes caídos y a sus familiares.”
En la narración, el inspector Dolores Morales es un personaje clave, con un pasado notable y, Ramírez, en su nota preliminar, nos cuenta, que el personaje Morales, en el exilio, quiere lograr regresar a Nicaragua, porque su amante tiene cáncer. Su regreso está siendo monitoreado y vigilado por Anastasio Prado, Tongolele, personaje siniestro que forma parte de las fuerzas secretas del gobierno nicaragüense.
El personaje, Morales, nace en un barrio popular de Managua: de padre ebanista y una madre que abandona el hogar y emigra a Costa Rica. Por eso, Morales es criado por la abuela materna, Catalina Rayo, quien se gana la vida con una tienda de abarrotes en el mercado. Cuando era adolescente, entra a las filas del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) con el seudónimo de Artemio. En 1978 se vuelve guerrillero del Frente Sur, donde el comandante es un sacerdote asturiano, Gaspar García Laviana. Más adelante, la línea de la policía Sandinista lo asigna al cargo de inspector de investigación de drogas. Cae el poder de FSLN y gana la oposición con Violeta Chamorro. (1990-1997). El FSLN se vuelve Policía Nacional.
El inspector Morales tiene un pequeño Lada de fabricación rusa. Se vuelve famoso por agarrar a dos capos de la droga: de Colombia, a Wellington Abadía, alias, el Mancebo y del Cartel de Sinaloa en México, a Sealtiel Obligado, alias el Arcángel. Los puso en las manos de la DEA para que fueran juzgados en EEUU. Morales es destituido de su cargo injustamente. Morales abre una minúscula oficina y se vuelve investigador privado. Se dedica, con un socio, a investigar por encargo, casos de maridos infieles. Un buen día le llega un encargo diferente: buscar a Marcela Soto Contreras, una chica desaparecida, hijastra de Miguel Soto Colmenares, persona temible con vínculos con el Régimen; su intermediario, es el jefe de los Servicios Secretos - el comisionado Anastasio Prado, alias Tongolele.
Prado es llamado con ese alias porque tiene un mechón de pelo blanco, como el que tenía la famosa bailarina mexicana, La Tongolele. Tiene una cara llena de cicatrices por el acné juvenil. Por su seguridad, trata de no llamar la atención. Su guardia custodio y jefe de operaciones, Pedro Claver, mejor conocido como Pedrón Salvatierra, entrenado en Cuba; es un hombre muy grande y siempre tiene la mano puesta sobre la metralleta UZI.
La mamá de Tongolele tenía una farmacia para ganarse la vida. Pero fracasa y la cierra. Como su hijo la abandona, ella, para sobrevivir, se vuelve esotérica, vidente, echa las cartas, hace maleficios, oraciones sanadoras y consultas, y todo por intermedio de Sai Baba… Cambió su nombre real, Josefa viuda de Prado, por el de profesora Zoraida, su nombre de batalla como adivinadora y sanadora. La profesora Zoraida se vuelve “el enlace con el poder: “mientras su hijo Tongolele investiga los enemigos de la pareja presidencial, los elimina o controla, ella manipula con su esoterismo a la esposa del presidente, que es una de sus clientes y que escucha con atención las “comunicaciones,” que doña Zoraida recibe de Sai Baba, “quien se vuelve el gurú importante de la revolución, destronando a Karl Marx.”
Tongolele, le impone al inspector Morales el exilio por haber metido las narices en el caso de la desaparición de la hijastra del multimillonario Soto Colmenares, con el que colabora. Por eso, el inspector Morales y su subalterno Serafín Manzanares, alias Rambo, investigan desde el lado hondureño, la desaparición de Marcela. Soto Colmenares, el padrastro de Marcela, se da cuenta que el inspector Morales no es ningún tonto y que huele, que, en esa desaparición, hay “gato encerrado”. Por eso, Soto le organiza una persecución a Morales, para que éste abandone el caso. Pero el inspector sigue en el caso. Soto le pide a Tongolele que lo capture.
Cuando Ramirez escribe esta novela y se publica, en Nicaragua hay muchas protestas contra Daniel Ortega y su consorte Rosario Murillo, con quien comparte el poder. La protesta tiene como motivo la orden de Rosario Murillo de sembrar árboles de fierro de todos los colores - conocidos como árboles de la vida y que son el símbolo de la rebelión de 2018, cuando la gente no quiere más árboles. Estas historias y muchas más, hacen de este libro un testimonio muy importante de lo que es la realidad nicaragüense vista por los ojos de Ramírez.
El propósito de la novela es contar las “historias contrapuestas,” no sólo la de los personajes principales, como Morales y Tongolele, sino también las de una galería de personajes, “cuyas vidas resultan afectadas por el poder”: las historias de dos Nicaraguas, la de los nuevos ricos y la de los pobres. El autor logra escribir sobre la tragedia que vive su país con mucha honestidad y con mucho humor negro. Por eso, el lector se divertirá al leer esta novela, y desde el punto de vista lingüístico, aprenderá un sinfín de expresiones coloquiales populares nicaragüenses.
Ramírez acepta, que escribir esta novela de manera “honesta”, de acuerdo a su verdad, no gustó a las autoridades y le costó el exilio. Pero, aunque las consecuencias han sido muy serias, él está muy satisfecho de haberlo logrado.
Sergio Ramírez
Nicaragua, 1942. Premio Cervantes 2017. Tras un largo exilio voluntario en Costa Rica y Alemania, abandonó por un tiempo su carrera literaria para incorporarse a la revolución sandinista que derrocó la dictadura del último Somoza. Ganador del Premio Alfaguara de novela 1998 con Margarita, está linda la mar, galardonada también con el Premio Latinoamericano de novela José María Arguedas, es además autor de las novelas Castigo divino (1988, Premio Dashiell Hammett), Un baile de máscaras (1995, Premio Laure Bataillon en Francia), Sombras nada más (2002), Mil y una muertes (2005), La fugitiva (2011), Sara (2015), la trilogía protagonizada por el inspector Dolores Morales —formada por El cielo llora por mí (2008), Ya nadie llora por mí (2017) y Tongolele no sabía bailar (2021)— y El caballo dorado (2024). Entre sus obras figuran también los volúmenes de cuentos Catalina y Catalina 2001, El reino animal (2007), Flores oscuras (2013) y Ese día cayó en domingo (2022); el ensayo sobre la creación literaria Mentiras verdaderas (2001), y sus memorias de la revolución, Adiós muchachos (1999). Además de los citados, en 2011 recibió en Chile el Premio José Donoso por el conjunto de su obra literaria, en 2014 el Premio Carlos Fuentes, en 2021 la Medalla de Oro del Círculo de Bellas Artes y en 2023 el Premio Festival Eñe. En 2021 el Grupo de Diarios América (GDA) lo escogió como el personaje latinoamericano del año por su activa defensa de la libertad de expresión y de la democracia en su país.
Sergio Ramírez se ha visto obligado a exiliarse dos veces; una por su papel en una revolución y otra después de escribir, en una obra de ficción, sobre en qué se convirtió esa revolución. No es difícil entender por qué los autoritarios de diversas tendencias quieren que Ramírez desaparezca. Figura central de la literatura y la política nicaragüense desde hace seis décadas, sus reflexiones sobre los peligros del poder por sí mismo -ya sea en una feria del libro o en una conferencia de paz- tienen peso. Ramírez fue un líder intelectual de la revolución nicaragüense que derrocó al dictador de derechas Anastasio Somoza en 1979. Fundó su propio partido político después de que elementos del victorioso Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), del que formaba parte, se volvieran cada vez más antidemocráticos en la década de 1990. En 2021, justo antes de la publicación en español del libro Tongolele no sabía bailar, ambientado en el contexto de la mortífera represión de las protestas antigubernamentales por parte del Presidente Daniel Ortega en 2018, los fiscales emitieron una orden de detención contra Ramírez; los funcionarios de aduanas confiscaron copias del libro antes de que pudieran venderse. Ramírez ya había escrito antes críticamente sobre Ortega y los defectos de la revolución sandinista, no solo en sus novelas del inspector Morales, sino también en sus memorias de 1999, Adiós muchachos. Pero en el ambiente exacerbado tras la violencia de 2018, Ramírez sabía que Tongolele no sabía bailar sería «un libro con consecuencias». Como estudiante de Derecho de 17 años, ayudó a cofundar la revista literaria Ventana en 1959, el mismo año en que el triunfo de la Revolución Cubana lanzó a miles de manifestantes nicaragüenses a las calles con la esperanza de un cambio similar. La respuesta del gobierno se saldó con la muerte de cuatro personas, entre ellas amigos y compañeros de Ramírez. Como líder del llamado Grupo de los 12 escritores y figuras públicas, contribuyó a proporcionar apoyo intelectual y moral al brazo armado de los sandinistas. El regreso del grupo del exilio en 1978 se consideró un hito importante en la caída de Somoza.
Ramírez trabajó estrechamente con Ortega en el gobierno de transición que sucedió a Somoza, y fue vicepresidente cuando Ortega se convirtió en presidente en 1985. Tras perder la presidencia en 1990, se separó de Ortega por sus intentos de ampliar el control de la maquinaria política sandinista; Ramírez fundó una rama disidente del partido antes de renunciar por completo a su afiliación al FSLN en 1995. Ortega regresó a la presidencia en 2007 y no tardó en consolidar su control. Pero la represión de 2018 marcó un punto de inflexión y, tras ella, el Gobierno ha intensificado el acoso y la persecución de los medios de comunicación independientes, los líderes religiosos y los políticos de la oposición. Puede que Ramírez ya no se considere protagonista de la lucha por la democracia en Nicaragua. Pero para los autores jóvenes de Centroamérica, especialmente, su voz sigue siendo tan vital como siempre. Lleva mucho tiempo promoviendo a escritores emergentes, sobre todo a través de Centroamérica Cuenta, un festival literario que fundó en Nicaragua en 2012.
Material enviado a Aurora Boreal® por Edimca. Publicado en Aurora Boreal® con autorización de Edimca. Fotografía Sergio Ramírez ©Natalie Piserchio. Cubierta Tongolele no sabía bailar © cortesía Alfaguara. Algunos detalles de la biografía de Sergio Ramírez tomados del artículo «A Nicaraguan Novelist Betrayed by the Revolution He Helped Build» de The New York Times.