Martes tristes
Francisco Rivas
Novela
Mago Editores, Chile
Páginas 310
ISBN 978-956-317-760-2
200
La novela cuenta la historia del auge y la caída de Ricaventura, una ciudad ficticia en las zonas ricas en salitre del desierto de Atacama que lleva el nombre de un sitio real de una oficina salitrera activa entre los años 1903 y 1956. Con su lenguaje evocador y a menudo humorístico, Francisco Rivas convierte a Ricaventura en un peculiar microcosmos de la sociedad chilena, poblado de personajes que encarnan prácticamente todos los vicios y virtudes conocidos por la humanidad. El libro puede leerse de muchas maneras diferentes, como se verá más adelante, pero los lectores no pueden sino percibir en el relato épico de Rivas una crítica mordaz a las élites políticas, militares y financieras de Chile, ni dejar de notar las evidentes alusiones del libro al golpe militar del 11 de septiembre de 1973, otro martes triste. Esto probablemente explica por qué el autor se sintió obligado a utilizar el seudónimo de Francisco Simón para las primeras ediciones publicadas en los años 80 [No estoy seguro de si la primera edición salió en 1983 o 1985 y si hubo más de una segunda edición en 1987...]. La edición más reciente, publicada por Editorial Mago, apareció en 2023.
En cierto modo, la trama de Martes tristes es relativamente simple. La Ricaventura del libro comienza a prosperar y crecer después de que el veterano Ramón Gracia decide regresar a un pequeño y desolado pueblo en el desierto con el que se había topado durante la Guerra del Pacífico (1879-1884). Rápidamente se establece como una figura destacada entre los pocos habitantes. A medida que nuevos errantes se instalan en la ciudad, Ricaventura se convierte gradualmente en una sociedad pequeña, imperfecta pero autónoma y en gran medida autosuficiente, aislada de las tensiones y las influencias corruptoras del resto del mundo.
Se produce un cambio crucial a medida que aumenta la demanda mundial de salitre y se descubre que las tierras sobre las que se construye Ricaventura contienen ricos yacimientos de este mineral en particular. La producción de salitre conduce a un crecimiento explosivo de Ricaventura, que se transforma en una dinámica ciudad que ofrece toda la gama de entretenimientos y servicios urbanos. Su nuevo estatus económico atrae el interés de los políticos regionales y nacionales, que se movilizan para incorporar la ciudad y su población a la estructura política del país. Con este fin, se celebran elecciones locales de un representante parlamentario. Estas son ganadas por Ramón Gracia, cuyas propuestas para el empoderamiento de la clase trabajadora pone nervioso al establishment político de la capital regional. Se decide que Ramón Gracia debe ser destituido de su cargo de representante parlamentario de Ricaventura. Finalmente, se envía una unidad del ejército al despoblado, donde un feroz enfrentamiento conduce a la muerte de Gracia y a la destrucción de la ciudad.
El relato de Ricaventura se presenta en gran medida como un drama histórico. Los acontecimientos son transmitidos por un narrador omnisciente que tiene acceso a todos los aspectos de las vidas interconectadas de los numerosos personajes de la novela. Sin embargo, en un gesto diseñado para confundir las expectativas asociadas a este modo narrativo, también se dice a los lectores que ciertos aspectos de la historia de Ricaventura no pueden conocerse con certeza debido a la falta de documentación de archivo. Esta afirmación choca, por supuesto, con la omnisciencia del narrador en todos los demás asuntos y añade a la narración una sensación de misterio.
Esta incerteza introducida por el autor es sintomática de una tendencia más general en la novela a mezclar estilos narrativos. La mayor parte de la historia se cuenta en un lenguaje que parece adherirse a los preceptos del realismo convencional. Sin embargo, este relato realista también se inyecta con ejemplos ocasionales de lo fantástico o de un simbolismo exuberante. Vemos esto, por ejemplo, en la escena en la que un burro que lloró por su amo asesinado acaba inundando todo el pueblo con sus lágrimas y en la mujer cuyo embarazo dura años y sólo da a la luz cuando Ricaventura se acerca a su final apocalíptico.
Así, Martes tristes es una novela de cierta complejidad narrativa, engendrada también por su gran galería de personajes, que sirven a varios hilos narrativos y subtramas desarrolladas en diferentes grados. La narración de la vida de estos personajes está fragmentada cronológicamente, de modo que el foco se desplaza de un personaje a otro, de un punto del tiempo en la trama a otro, etc. Con todos estos elementos, Martes tristes se convierta en un libro polifacético y consistentemente impredecible, un libro que permanece abierto a diferentes lecturas a lo largo de su desarrollo. Cada lector tendrá sin duda su propia interpretación, pero para mí hay tres posibilidades interpretativas principales que destacan.
Una posibilidad obvia es leer el libro como una crónica ficticia de un aspecto importante de la historia de Chile. La acción principal de Martes tristes tiene lugar en un tiempo y lugar claramente delimitados, que corresponden a la época en que la minería del salitre sirvió como un importante motor de ingresos en Chile. Varias oficinas salitreras como Ricaventura aparecieron en el Atacama durante este período, dando testimonio de una intensa actividad económica pero también de duras condiciones de trabajo. Estos pueblos cayeron rápidamente en decadencia y abandono una vez que los científicos en Alemania encontraron un método para extraer el salitre del aire. Las ruinas que existen todavía hoy en día son recordatorios fantasmales de una época pasada.
Con este fin en mente, y teniendo en cuenta la naturaleza aparentemente autónoma y autosuficiente de la ficticia Ricaventura, que parece evolucionar por la fuerza de su propia dinámica particular, podríamos incluso sentirnos tentados a considerar el libro como un recordatorio de la impermanencia de todas las civilizaciones humanas. En esta lectura, Ricaventura se convierte, independientemente del ingenio de sus habitantes, en un microcosmos de una sociedad industrial destinada a seguir el mismo arco existencial que muchas civilizaciones mayores y menores han seguido en épocas anteriores, como si estuviera sujeta a alguna ley inexorable de la historia.
Una segunda posibilidad interpretativa general es centrarse en el tratamiento que hace el libro del medio ambiente, especialmente la relación entre la naturaleza humana y la no humana. Desde esta perspectiva, el tema de la explotación pasa a primer plano: la explotación no solo de los obreros que se ven obligados a trabajar en condiciones miserables, como se indica en el tercio final de la novela (y se muestra en el registro histórico), sino también, y de manera más fundamental, de la tierra. Es llamativo que la naturaleza no humana (los animales, la tierra, el desierto con su particular diversidad biológica) figure en esta narración como un agente inusualmente activo y, a veces, caprichoso. Los designios de los habitantes humanos de la región se ven frustrados repetidamente por condiciones climáticas extremas, enfermedades o fenómenos naturales repentinos que evidencian alguna intención cósmica, como cuando un sacerdote recién instalado no puede ser enterrado en Ricaventura porque la tierra se vuelve tan duro momentáneamente que ninguna pala o hacha podría abrir un agujero lo suficientemente profundo como para sirva de tumba. Los dirigentes de la ciudad y la iglesia se ven simplemente obligados a aceptar que él es uno de los que no serán “recibidos por las entrañas del despoblado”, como suele ocurrir, según nos dice el narrador, con todos los cobardes, los traidores, los fanáticos y los déspotas que llegan a la región como forasteros (p. 111).
Aquí la crítica del proyecto colonial europeo podría parecer un poco demasiado obvia, reforzada, como está, por referencias recurrentes a la relación más cercana y armoniosa que existía entre la naturaleza de estas regiones y la población inca (cuyos muertos siempre eran recogidos por la tierra). Es como si el propio entorno natural reaccionara contra las incursiones no deseadas y rechazara cualquier intento de elementos extraños de convertirse en parte integral de las tierras que creen falsamente haber conquistado.
Una tercera posibilidad interpretativa se vuelve casi ineludible hacia el final del libro, que es leer Martes tristes como una alegoría política, comentando de alguna manera el proyecto político y el destino de Salvador Allende. Los paralelismos con el golpe de Estado de 1973 son evidentes cuando Ramón Gracia, rodeado de unos pocos amigos selectos, se prepara para el asalto final del ejército en el edificio administrativo central de la ciudad. Cuando los defensores del edificio consiguen repeler los avances iniciales del ejército, las fuerzas atacantes deciden bombardearlo. Cuando finalmente asaltan el edificio y encuentran a Ramón Gracia y a sus colegas muertos, el comandante ordena a sus subordinados que dispongan el cuerpo para que parezca un suicidio.
Dicho esto, más allá de estos acontecimientos, no está claro hasta qué punto debemos llevar la comparación entre Ramón Gracia en el libro y la figura histórica de Salvador Allende. La biografía general de Gracia, tal y como se presenta aquí, no recuerda realmente a la de Allende, y la política de Gracia es, en última instancia, bastante ambigua. En los primeros días del desarrollo de la Ricaventura, actuó como un líder en gran medida autoritario. Hacia el final, no está claro si el programa de izquierdas de Gracia se basa en sus convicciones ideológicas personales o en un cálculo electoral pragmático.
Pero si prestamos atención a las posibilidades del libro como relato político de Chile, cabe destacar que Gracia es finalmente presentado como un héroe positivo entre una serie de actores políticos que encarnan diferentes niveles de corrupción, engaño, pereza o incompetencia. Él es quien defiende a la población local de base de Ricaventura, que de diversas maneras ocupa un lugar central en la narrativa en su conjunto. La elección de Gracia como delegado parlamentario amenaza al sistema porque da a los hombres y mujeres de estas enigmáticas poblaciones del desierto una auténtica voz política.
En última instancia, es probable que el interés principal del autor al escribir el libro fueran las experiencias de estos hombres y mujeres, como también lo indica la inclusión al principio de un poema de Pablo Neruda del Canto General. En este poema, titulado “Los hombres del nitrato”, el yo lírico es interpelado por los trabajadores de la industria del nitrato, que soportan condiciones laborales terribles, para hablar de los tormentos de quienes viven “abajo, en el infierno”.
Como sugiere esta visión general, Martes tristes es un libro con un amplio alcance temático y una notable complejidad narrativa. Esta complejidad es, por supuesto, loable en un sentido general, pero algunos lectores podrían preguntarse si el libro no se habría beneficiado de una redacción más estricta. Podría haber sido interesante reducir el gran número de personajes para poder tener una imagen psicológica más completa de los que están en el centro de la acción. También hay momentos en los que uno desearía una narración un poco más ágil: entre los muchos personajes y subtramas, hay algunos que no parecen aportar mucho a los temas y argumentos principales del libro.
En una nota mucho más superficial, también es desafortunado que esta edición actual contenga errores tipográficos y de impresión que dañan la impresión general.
Aun así, la novela en su conjunto es una lectura gratificante y la capacidad característica del autor para moverse entre diferentes modos de narración se utiliza con buenos resultados. Al final, las múltiples posibilidades interpretativas, que juntas generan un palimpsesto de significado, estimulan una mayor reflexión e interés en el período histórico específico hábilmente representado aquí.
Francisco Simón Rivas Larrain
Chile, 1943. Escritor. Se recibió de médico, especializándose en neurocirugía. Posteriormente se licenció en filosofía en la Universidad de Chile y ejerció la cátedra de Filosofía Antigua en esa casa de estudios hasta septiembre de 1973. En 1982 publicó su primera novela El Informe Mancini bajo el seudónimo de Francisco Simón, que marca el inicio de una prolífica obra entre la que se cuentan 10 novelas, 2 volúmenes de cuentos y un libro testimonio sobre los médicos involucrados en las violaciones a los derechos humanos en Chile.
Carl-Henrik Bjerström
Suecia. Es un historiador cultural que ha escrito sobre los movimientos internacionales de izquierda y la relación entre el arte, la estética y la política en el mundo hispanohablante. Ha ejercido la docencia en varias universidades del Reino Unido y Dinamarca y es autor de numerosos artículos académicos y libros, entre ellos Josep Renau and the Politics of Culture in Republican Spain, 1931-1939: Re-imagining the Nation (Sussex Academic Press, 2016) y, junto con Morten Heiberg y Enrico Acciai, Armed Internationalists: Legacies of the Spanish Civil War in the Twentieth Century (de próxima aparición en Cambridge University Press).
Material enviado a Aurora Boreal® por Carl-Henrik Bjerstrom. Publicado en Aurora Boreal® con autorización de Carl-Henrik Bjerstrom. Fotografía Francisco Rivas © tomada de internet. Cubierta Martes tristes © cortesía Mago Editories. Fotografía Carl-Henrik Bjerstrom © archivo del autor.