Prólogo 'Concierto intermedio'

Concierto intermedio: poesía en penumbra
Oscar Rodríguez Z.
Fractalia Ediciones
ISBN 978-958-99651-1-5

 

 

Prólogo


"Por lo que serás en el desorden de la muerte.
Por eso te guardo a mi lado
como la sombra de una ilusoria esperanza".

Álvaro Mutis, Summa de Maqroll el Gaviero: Poesía Reunida 1947-2003

"La poesía lleva al mismo punto que todas las formas del erotismo; a la indistinción, a la confusión de objetos distintos. Nos conduce hacia la eternidad, nos conduce hacia la muerte y, por medio de la muerte, a la continuidad: la poesía es la eternidad. Es la mar, que se fue con el sol".
Georges Bataille, El erotismo

 

 

El erotismo que desmiente la hipocresía del deseo y que se deshace en esquirlas ante la mudez de la hoja en blanco para realizar la alquimia de las consonantes y seducir las vocales es una de las características de la prosa poética de Oscar Rodríguez.
Es el retorno del canto, el regreso de los ancestros que vienen a reclamar su pasado glorioso, es la filigrana sutil que enriquece al rito profano, es la estampida de los más recónditos recursos literarios para materializar el grito hecho de vida vivida a retazos y con la complicidad de las letras. No importa si se habla del deporte o del caer de un fruto o de la luz del fondo de la vela: la referencia a la mujer amada que huye, la mujer fugitiva que se esconde en las calles, la mujer intacta, la mujer impenetrable, es la excusa perfecta para hilvanar el anhelo insatisfecho que sustenta la materia gris de su memoria. Rodríguez desabrocha las palabras, humedece el velo de sus íntimos secretos, se empina para alcanzar la cripta que se ufana sagrada e intangible y emite su nocturno con sordina ante el asombro de las partituras. Por ello, acude al piano como síncope de las manos que no cesan de atestiguar la humedad de los besos, los roces a deshoras y la proximidad de los cuerpos. Por ello, invoca la voz del oráculo que denuncia la algarabía de los hombres negros que extraviaron su memoria para desfalcar las almas de los inocentes e hipotecar sus sueños en nombre de acuerdos foráneos para beneficio de las cenizas y los cuervos.
Ante el paso desmesurado del poeta empieza la inutilidad de los antifaces y las máscaras cesan en su baile al verse sorprendidas en su camaleónico desfile "solo para gentiles". Entonces, a manera del flanêur de Benjamin cuando se refería a Baudelaire, el yo-poético deambula por las plazas y los teatros, por las esquinas y las despedidas y al verse envuelto en las multitudes, no necesariamente las de París, Madrid, Cartagena de Indias o Bogotá, atestigua la belleza ajena y cabalga furiosamente sobre el recuerdo de la mujer deseada. Para ello intenta precisarla con la línea, el punto, con la equidistancia, con diagonales que se atraviesan y hacer de las matemáticas un tratado de diversas caricias que nos recuerda a Ovidio, a Boethius, a Pessoa, a Basho. Rodríguez le hace un guiño a las palabras y su batuta las ordena en precisa caligrafía donde el mirífico forte de sus frases gotea cadenciosamente ante el estupor mismo de sus escalas.
El mundo, entonces, es su mayor preocupación, y por ello emite su queja-verso para recordarnos el espejo de la memoria que no se puede olvidar. Las calles, entonces, se le antojan plenas de disfraces y de seda que se ruborizan ante la contundencia de esos ojos de niño que todo lo ve con la fortaleza de la ternura. El éxtasis, entonces, puede estar en un campo de fútbol para desafiar al espectador común que espera del balón su único objetivo. Oscar Rodríguez logra eludir las esquinas comunes, le hace una gambeta a lo obvio y se despliega en todo su esplendor donde las palabras salen de su inutilidad para compartir una intimidad intensa que no acepta concesiones. De ahí que su poesía sea un rito donde los momentos esenciales del hombre se exorcizan para ir adquiriendo dimensiones imprevisibles donde convergen el guerrero y el amante, el deseo y la desfachatez, el silencio y la sombra, la muerte y el recuerdo, batallas, películas, seres idos y, finalmente, una existencia diáfana que no se ruboriza al confesar sus más íntimos temores.
Irónico, mordaz, Rodríguez pasea su enorme arsenal de recursos por los contornos de un país que se rindió a la hipoteca de la duda, de la falacia, del valor caduco, de la gris rutina hecha de sonrisas importadas, de la palabra ajena anclada sin cuidado sobre la desesperanza cotidiana de sus habitantes. Satírico, deambula por los banquetes de la patria para recoger la cera de las velas que oscurecen aún más los convenios de las marcas sobre las, otrora, buenas costumbres.
La referencia obligatoria a los clásicos se evidencia en la mención a Penélope para enfatizar un vacío que se hermana con la madre ausente al que el poeta le canta, le pregunta el por qué de las dudas, el por qué de las sombras, el por qué de los buitres a deshoras, el por qué de las flores en las noches sin rocío. Pegasos que intentan un nuevo destino dentro del pudor vedado, oráculos y espadas que adquieren la magnificencia del peso del erotismo que se debate entre el sudor de la entrega y la batalla por conquistar la niebla que empieza a rondar las esquinas. Los clásicos, además, se invierten. Ya no es Prometeo sino es una mujer. Es la mujer hurtadora del fuego para llevarlo al hogar del poeta que elogia la sombra, con la reverencia a Tanisaki, y se detiene ante la lágrima de sus pasos que presagian los diálogos con el espejo del tiempo que lo aborda. Sin embargo, no hay temor al evidenciar el temblor del recuerdo por ese amor, no hay temor por la duda, no hay temor por presagiar su torpeza hecha de sombra, no hay temor por la piel hecha de jirones, no hay temor por reconocer su lugar en el mundo para hermanarse con las estrellas y ver la mujer heroína que, como manto protector, anida su pedido a los dioses aunque, ella, provenga de otros mares y con distintas briznas.
Ya es la hora, pues, amable lector, de pasar la página y ser partícipe del periplo de un poeta cuya estirpe es totalmente ajena a las modas contemporáneas. Ya es la hora de levar anclas para sentir en cada verso el poder de la frescura de una obra cuidadosamente estética.

 

concierto intermedio 2Oscar Rodríguez Zárate
Escritor y periodista (Colombia). Inició  su carrera periodística con numerosos artículos en la Nueva Prensa, en colaboración con Alberto Zalamea. Colaboró en los años ochenta con la revista Bohemia y el periódico Granma de Cuba. Durante la misma época, escribió algunos libretos para televisión. En las últimas décadas se ha dedicado completamente a escribir poesía. Concierto Intermedio es su primer volumen.

 

Del fútbol y otras pócimas

Un pase corto es ensayar una caricia,
un columpio de la hoja a la raíz,
los secretos del viento tenue,
del vuelo del colibrí,
la bebida del paisaje,
la proximidad del orgasmo,
la razón de los colores. . .

Un pase largo es un saludo y una despedida,
una serenata al fondo del pinar,
un batir de alas,
un incendio,
el último trazo de un lienzo
una canción precisa. . .

Un pase corto es mirar intensamente a los ojos,
mover el mundo sin palancas,
un subir la mano por la piel cálida,
una danza,
una promesa.

Un pase largo es el paroxismo,
un sortilegio de relojería,
el galope urgente de la sangre,
el vuelo sin escalas,
la matemática en violines. . .

De saludos, abrazos, despedidas,
caricias, espasmos,
músicas, colores,
al culto del tiempo
la línea recta es la primera. . .

 

 

Mario Ruoppolo

Nací sin proponérmelo una mañana de algas
con olor aguapanela
en una guarida arañada por liebres.

Nací de una tromba marina
en una de esas noches de pesadilla
cuando el desencanto apura sorbos apocalípticos.

Nací contra toda evidencia
y la paciencia de los lobos.

Crecía para pescador
y esa era la única certidumbre de la aldea;
tampoco elegí mi nombre
(pudiese habérseme llamado Éufrates)
ni las carnes, ni los ojos que lo acompañarían.

De sudor y asombro fui subiendo escalas
y en las marchas seleccionaba colores y lágrimas,
de los acantilados, frente al mar,
extraía preguntas y asombros,
¿por qué, por ejemplo, no había agua en la cocina?
¿de dónde y por qué del fuego?,
¿quién conoce cómo se llega a alcalde?,
¿por qué, yo, pescador, siento un apretón de luces en mi pecho
cuando subo a la colina donde oficia el poeta?

Algo anticipa mis huesos,
ya no respiro con la seguridad del pino,
pero no todo es Beatriz,
es un resquicio ajeno que me advierte
a despecho del maestro que me ignora.

Ahora soy especialista en vientos,
en aguas saladas,
en fatigas
y en punzadas en medio del pecho. . .

 

 

 

Carlos G.Torres-Rodríguez
carlos torres 005Escritor, guionista y profesor colombiano. Acaba de obtener su doctorado en literatura latinoamericana con especialización en cine y video en la Universidad de Oklahoma en Estados Unidos. Su disertación, Nomadismo, poética de la desolación e intertextualidad en Empresas y tribulaciones de Maqroll el Gaviero, de Álvaro Mutis, cubre toda la obra novelística del escritor colombiano recientemente fallecido. Ha enseñado literatura, arte y cine en varios colegios y universidades en Colombia. Además ha desarrollado diferentes proyectos creativos con comunidades de escasos recursos económicos en Brasil, República Dominicana y Colombia. Fue colaborador del diario La República y la Revista Número  en COlombia, en las áreas de cine y literatura respectivamente. Co-creador del primer cine-club del Museo de Arte Moderno de Bogotá, bailarín de la Compañía de Danza Contemporánea Triknia Kabhelioz bajo la dirección del coreógrafo Carlos Jaramillo y asistente de dirección del Segundo Festival Internacional de Cine Ciudad de Bogotá. En el año 2002, publica su primer libro de relatos Un solo círculo un solo recorrido: cuentos inspirados en textos nativos americanos y desarrolla una propuesta donde integra a los estudiantes de secundaria en un proyecto editorial. Tiene dos libros inéditos para niños y un libro de poesía y fotografía en busca de editor. Actualmente enseña Español, literatura latinoamericana y cine en Estados Unidos.

 

Prólogo enviado a Aurora Boreal® por Carlos Torres. Publicado en Aurora Boreal® con autorización de Carlos Torres y Óscar Rodríguez Zárate. Selección de poemas Carlos Torres. Carátula del libro cortesía de Carlos Torres.. Foto de Carlos Torres © Carlos Torres.

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