Pedro Lastra - Domingo de poesía

Pedro Lastra (Chile, 1932). Poeta y crítico de literatura hispanoamericana. Profesor Emérito de la Universidad del Estado de Nueva York, Profesor Honorario de la Universidad de San Marcos de Perú y de la Universidad de San Andrés de Bolivia, ingresó como miembro de número en la Academia Chilena de la Lengua en 2011 y ganó el Premio Pedro Henríquez Ureña 2015. Concisos y justos en cuanto a contenido y forma, sus poemas poseen una regularidad rítmica de inusual consistencia. Cada palabra, salto y silencio está justificado en ellos. El hablante lastriano ofrece distintos tonos e intensidades en la construcción de sus imágenes, en las que registra diferentes experiencias. El exilio, la extranjería, las afinidades, la celebración de la amistad, el amor y la muerte son temas recurrentes en su poesía. Su obra poética está conformada por una serie de libros que en realidad son uno, al que suma y resta poemas únicos y selectos.

 

 

Ya hablaremos de nuestra juventud

Ya hablaremos de nuestra juventud,
ya hablaremos después, muertos o vivos
con tanto tiempo encima,
con años fantasmales que no fueron los nuestros
y días que vinieron del mar y regresaron
a su profunda permanencia.

Ya hablaremos de nuestra juventud
casi olvidándola,
confundiendo las noches y sus nombres,
lo que nos fue quitado, la presencia
de una turbia batalla con los sueños.

Hablaremos sentados en los parques
como veinte años antes, como treinta años antes,
indignados del mundo,
sin recordar palabra, quiénes fuimos,
dónde creció el amor,
en qué vagas ciudades habitamos.

 

 

Puentes levadizos

A Oscar Hahn

¿Quién es este monarca sin cetro ni corona
extraviado en el centro de su palacio?
Los inocentes pajes no están más
(ahora cada uno combate por un reino
sin dueño todavía). Las damas de la corte
preparan el exilio.
¿De quién pues esta mano
inhábil, estos ojos que sólo ven fronteras
indecisas o el viento
que dispersa los restos del banquete?
Llegué tarde, no tengo
nada que hacer aquí,
no he reconocido los puentes levadizos
y ése que se tendía
no era el que yo buscaba.
Me expulsarán los últimos centinelas despiertos
aún en las almenas: también ellos preguntan
quién soy, cuál es mi reino.

 

 

Datos personales

Mi patria es un país extranjero, en el Sur,
en el que vive una parte de mí
y sobrevive una imagen.
Hace tiempo, el país fue invadido
por fuerzas extrañas
que aún siento venir en las noches
a poblar otra vez mis pesadillas.
Yo vivo también en un país extranjero
en el cual me dedico
a inocentes e inútiles tareas,
y en el que seguramente moriré
a la hora señalada,
como suele ocurrirle a la gente
en lo que llaman su propio país
o su país ajeno, pues no hay sino distancias
mayores o menores de frontera a frontera,
con líneas divisorias que uno mismo dibuja.
A veces yo recuerdo el país en que nací
y veo como siempre
sucesivos fantasmas
entre los cuales fui uno más, por un tiempo
que me parece muy largo y muy rápido,
ahora reducido a simples años luz en la memoria
de una tarde en un parque,
una conversación en un bar o en la esquina
de una calle cualquiera
por la que pasan sombras de pájaros,
voces indescifrables.

En tales ensoñaciones se van uno a uno mis días,
sin hacer nada que me encomiende a la posteridad.

 

 

La otra versión

La otra versión es la que escribo en sueños,
una voz que la letra retiene
repitiéndola
como una línea de Robert Desnos:
tanto soñé contigo que pierdes tu realidad.

La otra versión eres tú, sigilosa,
cuando tus días pasan de largo a mi lado,
cuando el viento derrama
tu cabellera sobre mi memoria.

 

 

Casi letanía

Quién buscará, quién buscará por mí,
quién, señora, buscará por nosotros,
por ti,
quién buscará la otra parte de mí,
señora de no ser más,
señora del extravío.

Cómo será, señora, verte y no verte
más, cómo será
mirar tu neblinosa
figura que se aleja
(esto lo escribo apenas),
porque estamos en mundos distintos.

Yo caigo poco a poco
en las tinieblas exteriores,
y ahora soy un hueso que flota en el espacio.

 

 

Mester de perrería

Asiduo de mí mismo sobrevivo
encerrado con llave y cerradura,
negando como Pedro la figura
que más me abruma cuanto más la esquivo.

Busco sobrellevarla y hasta escribo
la agilidad del agua que me apura
la vida como el mar (la matadura
de la luna y del sol al rojo vivo).

Escribo los ladridos a la luna
y al mar y al sol y a otros elementos,
o exalto el modo de las perrerías

con que la noche me ha enredado en una
palabrera madeja de lamentos
por ella y mis trabajos y mis días.

 

 

Primavera extraviada

Para Chari y Fran, en recuerdo
del caballero Pigafetta

En las proximidades de Borneo
Pigafetta encontró
árboles cuyas hojas al caer se animaban.
Muy extrañas las hojas
con su pecíolo corto,
puntiagudo
y cerca del pecíolo, en ambos lados,
tenían sus dos pies.
Anotó que escapaban al tocarlas
aunque al partirlas no les salía sangre.
Guardó una por más de siete días
y cuando abrió la caja
sintió que se paseaba alrededor.
Opinó que vivían del aire.

Le debo al caballero Pigafetta
                                                esa nostalgia.

 

 

Relectura de Viaje a la última isla

Hace justo diez años
Javier Lentini y yo éramos inmortales:
en las últimas horas del verano
hablamos largamente de los viejos amigos
y recordamos de paso a los muertos.
Alrededor veíamos amables cosas,
rostros familiares
invitando a un regreso en otras estaciones.

La memoria, Javier, fue nuestro fuerte
en esa buena andanza, las palabras
convocaban parecidos recuerdos,
coloridos objetos
de un calidoscopio fijado en un instante
de realidad.
Rodeados por ella bebimos nuestro vino,
hicimos planes para los días próximos,
pensábamos
que el poema y el viaje iban a repetirse
como en el vasto espejo de Paracelso.

Pero el calidoscopio se movió más aprisa
cambiando las imágenes,
y es ahora un espacio donde ya no te encuentro.

No es ese espacio, sino en otras islas
dices que al fin comprendes la lluvia y el paisaje.

 

 

Canción del pasajero

A Eugenio Montejo

Me despido del siglo
que nos llenó de ruidos y de máquinas
y desterró el silencio
y alargó nuestros días
sobre asolados campos.

 

 

Lección de historia natural

Entre las plantas y las aves,
las criaturas sigilosas
y las ardillas indecisas,
urde la vida de allá afuera
sus movimientos circulares.
Por las ventanas entreabiertas
yo divisaba a contraluz
sombras errantes que pasaban
como en un nuevo cine mudo.
Hoy me veo en este escenario
en el que entré sin saber cuándo
y del que ya no sé salir.
en un instante que he olvidado
perdí mi puesto en la ventana
y ensayé los primeros pasos
entre esta flora y esta fauna.

 

 

Leve canción

Mientras espero tu llegada
las aves sobrevuelan el jardín silencioso:
ellas también te esperan,
con sus alas dibujan tu figura
y te veo venir por un claro del bosque
junto al agua real
encantada por pájaros más veloces que el sueño.

 

 

Viola d’amore

A Irene

Ella vino y se fue como la juventud,
se la tragó la tierra
o la deshizo el sueño
que arma con una mano y con otra desarma
sus paisajes veloces
llenos de dulce engaño,
de oasis mentirosos donde nadie transcurre
sino la pasajera que se pierde en la niebla
de cada amanecer.
Pero el sueño no duerme
como sueña el durmiente, un ángel traicionado
ya no sabe por quién
y envejecido
por la sombra de días que ha olvidado:
es una eternidad la de ese instante
y un espacio sin término
el lugar en que habita.

 

 

Presencia del amor

El tiempo del amor es el presente
el presente que todo lo contiene
la aparición real de tu alma y tu cuerpo
lo ilusorio de ti
tu encantamiento
también tu lejanía
a veces sólo un nombre
y una voz que yo escucho claramente a mi lado
¿es un sueño es un pájaro o el rumor de una fuente?
y aunque estés o no estés
sueño y pájaro y fuente
has detenido el tiempo
como en la vieja escena
contada en una fábula.

Gran desdicha tu ausencia
que yo procuro en vano conjurar
como ves
con pobres artes de imaginación
la pequeña moneda que le es dada
al hombre solitario
que te hace vivir en su memoria
como a una gacela perdida en el bosque
y encontrada en la noche del regreso:
porque fuiste quien eres de una vez
en una hora
de esplendor no abolido
una hora que siempre es el presente
y es todos los momentos
como tú
siempre igual a sí misma.

 

 

Los lugares perdidos

Y la memoria como el mar,
incesante, instantáneo.

Mancha de algas sobre los arenales.

Un hombre
una mujer
en su propio escenario,
cada uno más cerca de su eco.

La memoria
que es el siempre jamás,
la morada
donde alguien convive con su dios y su sino.

 

 

Mano tendida

¿Quién te exilió de mí, o me exilié yo mismo
como de mi tierra?

Fue un día lobo, un día tigre fue
de oscuras madrigueras,
o acaso un día halcón,
ave de presa y no de cetrería
que te diera el alcance y te trajera
a mi mano tendida.

Se borraron las líneas de esa mano
esperándote.

Hoy vuelves a grabarlas
con un poco de sangre.

 

 

Balada

«Perch'i' no spero di tornar giammai,
ballatetta, in Toscana»
Guido Cavalcanti

Pues cada uno tiene su Toscana
A la cual sabe como Cavalcanti
que no regresará,
que busque en su memoria la música
de un álamo en la tarde,
el destello
de una hoja al caer sobre la hierba húmeda,
el pasaje de un pájaro de altura
que atraviesa sin fin la misma nube,
aves música nubes
extraviadas desde hace mucho tiempo
allá lejos
en región de penumbra o desdicha.

 

 

Lobos y pájaros en Cobquecura

Belleza de los pájaros y del lobo marino
que saben esperar
tan serenos
la muerte

 

 

Al fin del día

Pues nada habrá de ser
lo que fue alguna vez,
mi doble cotidiano
y yo,
que soy su sombra,
habremos de mirar al dador de la vida
diciéndole
con la vieja y debida reverencia:
los que van a morir te saludan.

 

 

Carta a Carlos Germán Belli
(Una nota a su poema ‘Oh Hada Cibernética’, escrito ca. 1960)

Necesitamos hoy, y más que nunca
el auxilio de tu hada cibernética,
porque ha regresado una vez más
el invisible y ‘crudo
secuaz de las hogueras’.
Él viaja por el aire del mundo
y el silencio,
el amado silencio,
lo ha traído y lo lleva
sin saberlo.

Cayó sobre nosotros como cae la noche
y parece, como ella, nacido de la nada.

Que el hada cibernética
entonces invocada
nos libere por fin de ese destino,
que para los antiguos
bien pudo ser el nombre
de la fatalidad.

              (Mayo 23, 2020)

 

 

El sueño de los días

I

Misterio tras misterio nos rodean,
así el viento y la nube,
el subir silencioso de la savia
por las ramas del árbol,
el oficio secreto de los cuerpos vivientes
o el cantar dialogante de los pájaros,
y sus apariciones
y desapariciones.

II

Y esto pudimos aprender de una vez:
la memoria
ni odia ni ama.
En su ir y venir todo lo ve,
los placeres fugaces
y los días crueles,
las tierras arrasadas.

III

Nadie quiera soñar con la muerte,
porque en ella no habrá ni una imagen
del sueño de los días.

 

 

Escrito en abril

Hoy ha vuelto la lluvia,
esta lluvia tenaz que parece
aliada de la muerte, porque anuncia
los temores del día y las vacilaciones
del que habrá de venir, como se dice,
más temprano que tarde.

Tanto que hemos vivido en este mundo
imaginando la eternidad,
la más bella ilusión
en el vacío,
y ya no hay otro tiempo en el verbo
que el instante,
y no es sino esta lluvia cayendo
sin parar
en abril.

 

 

La despedida

A mitad de camino
a través de la niebla que cubría
carreteras fantasmas,
que no hace mucho tiempo recorríamos
con la alegría de ver árboles
apenas agitados
por el viento que venía de la costa cercana,
íbamos y vivíamos ahora el desconcierto
de viajar en el contrasentido
de la felicidad.

 

 

La buena advertencia

En la penumbra de esta casa otoñal
alguien dijo al pasar a mi lado:
‘Soy tu padre, que estuvo aquí
y después más allá,
muy lejos y hace ya muchos años.
Nada sabes de lo que fue ese tiempo
ni importa que confundas con fábulas
esas horas leídas en los otros,
pero no olvides
que esas fabulaciones y esas horas
son también tu presente’.

 

 

Homenaje a Antonio Porchia

I

Asombroso sería que Vivaldi volviera,
y su viola d’amore
y sus cuatro estaciones
animaran la vida.

II

‘Se acabarán los días de la rosa…’
(Leído en un libro de Th. de Quincey)
Y estando ya tan cerca de aquellas despedidas
esperemos que renazca el geranio,
pues él ha de volver
con cada primavera.

III

Lo que fue permanece y no hay exilio,
y el ciudadano de ninguna parte
encuentra en el silencio su morada.

IV

Porque olvidar es nunca.

V

Iré a contracorriente
y llegaré a vivir en el pasado.

 

 

Teoría del recuerdo

I

Ataviados con trajes de fantasía
y otras figuraciones vestidas de oscuro,
vienen hacia nosotros
por un campo minado.

II

Están en todas partes,
parecen muy lejanas,
llegadas a la vida con sus días contados:
inquietas compañías de todo caminante.

III

El pasado no es un borrador:
cuanto fue escrito allí permanece,
inmóvil y sellado
como en las tablas de la ley,
sin premio ni castigo.

IV

Hablamos de la vida,
y es entonces
cuando empieza a perderse la cuenta de los días
y la hora en su hora,
porque todo fue instante
sin principio ni fin.

V

Cuántos, cuántos errores cada día
en tan vasto escenario,
cuántas noticias nunca confirmadas
y acciones repetidas en ese cine mudo
que nadie quisiera revivir.

VI

Alguien te está borrando
de una sola plumada en su memoria,
al despertar de un largo sueño
en el celaje de una inundación.

 

 

Reencuentro

Estaba ahí, esperándome
como hace muchos años,
y enseguida emprendimos un viaje
largo e imaginario
que habrá de terminar
en un momento más,
cuando ponga a esta línea su punto final

               [Selección, 1958-2020]

 

 

pedro lastra 375Pedro Lastra (Chile, 1932). Poeta y crítico de literatura hispanoamericana. Profesor Emérito de la Universidad del Estado de Nueva York, Profesor Honorario de la Universidad de San Marcos de Perú y de la Universidad de San Andrés de Bolivia, ingresó como miembro de número en la Academia Chilena de la Lengua en 2011 y ganó el Premio Pedro Henríquez Ureña 2015. Concisos y justos en cuanto a contenido y forma, sus poemas poseen una regularidad rítmica de inusual consistencia. Cada palabra, salto y silencio está justificado en ellos. El hablante lastriano ofrece distintos tonos e intensidades en la construcción de sus imágenes, en las que registra diferentes experiencias. El exilio, la extranjería, las afinidades, la celebración de la amistad, el amor y la muerte son temas recurrentes en su poesía. Su obra poética está conformada por una serie de libros que en realidad son uno, al que suma y resta poemas únicos y selectos.

 

 

Material de consulta:
Y éramos inmortales. Santiago de Chile: Editorial Universitaria, 1974; Noticias del extranjero. México: Libros del bicho, 1982; Noticias del extranjero (1959-1998). Santiago de Chile: Lom, 1998; Algunas noticias del extranjero. México: El Tucán de Virginia, 1996; Antología del extranjero. Colombia: Ediciones brevedad, 2002; Balada de la memoria. Valencia: Pre-textos, 2010; Al fin del día (1958-2013). Sevilla: Sibila, 2013.

 

"Domingos de poesía" es una idea original del poeta Sergio Laignelet, colaborador de Aurora Boreal®. Se publica semanalmente. Toda la selección y cura de los materiales por Sergio Laignelet.

sergio laignelet 250

Sobre Sergio Laignelet
Bogotá, 1969. Poeta colombiano residente en Madrid, editor, corrector de estilo y ortotipográfico de publicaciones educativas y culturales. Libros publicados: That's all Folks! (poemas animados). Madrid, 2017; Cuentos sin hadas. Canarias, 2010; Carnaval (plaquette). Bogotá, 2007; Malas Lenguas. Bogotá, 2005. Ediciones bilingües de CSH: Danés: Omvendte eventyr. H. Krarup trad. Copenhague, 2017; Francés: Contes á l’envers. R. Durand trad. Toulon, 2015, y Colomiers, 2017 (además, poemas suyos han sido traducidos al inglés, portugués, italiano, sueco, finés, polaco y japonés). Antología editada: Gatimonio: poemas de gatos de autores hispanoamericanos. Madrid, 2013.

Poemas de Pedro Lastra. Selección de poemas: Sergio Laignelet. Material enviado a Aurora Boreal® por Sergio Laignelet. Fotografías y poemas publicados con autorización de ©Pedro Lastra. Fotografía Sergio Laignelet © Lorenzo Hernández.

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