El abrazo - Yolanda Reyes

Quitarás las sábanas para ponerlas en la lavadora y descubrirás, al lado de mi cama, las botas que compramos juntos el sábado, cuando hiciste la lista de lo que me haría falta en Colombia, y yo pensaba que no me haría falta nada de todo eso que anotabas, pero no sabía cómo decírtelo y fuimos a comprar las botas. Intentarás llamarme para decir que las botas se me han quedado, que podrías llevármelas al aeropuerto, y puedo imaginar tu cara al oír que mi móvil está sonando debajo de la cama.

¿Te das cuenta de que sí era importante revisar?, dirás al aire o a ti misma, como si hubieras ganado una batalla, pero en algún momento entenderás que tantas cosas no se me pueden haber olvidado exactamente.

Entonces volverás a ver mis botas, ya sin prisa, y tal vez vuelvas a decir cómo ha pasado el tiempo, como solías decirme cuando íbamos a comprar zapatos de uniforme, al comienzo de todos los septiembres, y me contabas la historia de esas botas que habías tenido que rellenar con algodón cuando viajaste a Colombia a recogerme. Verás también ahí, bajo la almohada, mi manta de estrellas y la echarás entre la lavadora y te acordarás de cuando no te dejaba que la lavaras, nunca jamás, y de cuando la olía después de llegar de una excursión y descubría que sí la habías lavado y te decía, nunca jamás voy a confiar en ti, mamá, solo para ver el reflejo de mis palabras en tu cara.

Una medida de jabón, pero cierra bien la puerta para que la máquina funcione, recordarás el mantra eterno: cómo es posible que a estas alturas de la vida no hayas aprendido a ajustar bien la puerta de una simple lavadora, Federico, y las estrellas comenzarán a dar vueltas detrás del vidrio empañado.

¿Tendrás los ojos empañados?

Estoy aquí en la sala de embarque, repasando la película, y cuando me falta algún pedazo o me distraigo, rebobino. Te dije que no quería que me llevaras al aeropuerto, que en metro llegaría más rápido y me pareció raro que no hubieras insistido, como siempre. Quizás estábamos de acuerdo en que era mejor para los dos, primera vez que coincidíamos en algo mejor para los dos, y también coincidíamos en que ninguno era capaz de dar el paso siguiente. Quería decirte pues nada, adiós, Belén, pero me quedé paralizado, hasta que tú dijiste, que se hace tarde, hijo, y diste un paso. Un paso tú y yo otro paso, no puedo borrar esos dos pasos, y me vi con un ramo de flores invisibles en la mano. Me diste los dos besos de toda la vida, como si fuera al campamento de verano, y aunque estaba previsto que volvería, como solía volver al final de todos los veranos, algo en mi velocidad y algo en tu lentitud era señal de que ninguno de los dos se lo creía.

Algo en el aire también estaba a punto de quebrarse y tuve el impulso de salir corriendo y no mirarte, pero tú me abrazaste, fuerte, y yo más, solo un instante, y luego me quité de tu abrazo, y abrí la puerta y bajé de dos en dos los escalones, como antes.

Tú te asomaste por el balcón para decirme adiós y yo me volví para mirarte y abrí los brazos y te hice una mímica de abrazo. Entonces, la mochila se me resbaló del hombro, y como me había olvidado de cerrarla, salió volando una de tus carpetas. Tu voz sonó desde el balcón, peor que cuando veníamos del cole y yo dejaba caer la cartera con los libros en un charco, pero no quise mirarte mientras la recogía y volví a andar bien rápido, muy rápido, como si se me hubiera hecho muy tarde.

Imaginé tus ojos en mi espalda, mirándome correr, y me vi, como si viera una película, andando a toda velocidad para no verte. Entonces, cuando ya iba a doblar la esquina, me detuve y me atreví a mirarte y vi que seguías ahí, pequeña y quieta, como una estatua, viéndome irme todavía, y volví a hacer la mímica de abrazarte fuerte, pero esta vez con la mochila bien cerrada. Y volví a ser el niño de la foto, con esas flores que me dieron para darte, y sin saber de dónde venía, me puse a llorar. Lo bueno es que ya estaba caminando y tú no podías verme.

Entonces crucé la esquina y supe que me había ido de casa.

 

 

yolanda reyes 375Yolanda Reyes
Bucaramanga, Colombia (1959). Escritora y columnista. Entre sus obras figuran El terror de Sexto “B”, Premio Fundalectura, seleccionado en la Lista de Honor The White Ravens de la Biblioteca de la Juventud de Munich; Los años terribles, Beca del Ministerio de Cultura de Colombia, Pasajera en tránsito, elegida por la Revista Arcadia como uno de los diez mejores libros de ficción en 2007, Qué raro que me llame Federico y La poética de la infancia.

Relato seleccionado y enviado a Aurora Boreal® por Yolanda Reyes. Publicado con autorización de Yolanda Reyes. Este material también fue publicado en el Especial Autores Colombianos de Aurora Boreal® - Número 23-24, Mayo / Septiembre 2018. Publicado con autorización de Yolanda Reyes. Fotografía de Yolanda Reyes © Camilo Rozo.

Para descargar el Especial Autores Colombianos de Aurora Boreal® - Número 23-24, Mayo / Septiembre 2018 pulse aquí.

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