A través del humo azul

rodger bishop 250Inédito

 

Hacía calor conforme se acercaba la noche, pero al joven no le molestaba porque ya estaba acostumbrado al clima cálido de Andalucía. La tarde apaciblemente templada le recordó su hogar en el verano y la partida a España. El pensamiento del último año en Sevilla voló como un pájaro a través de su mente y, con un suspiro profundo de añoranza, apagó un cigarrillo en la entrada del bar mientras reflexionó sobre el pasado.
Un año en Sevilla sin regreso a los Estados Unidos. Muchas veces Rogelio no tenía tiempo para echar de menos su pueblo, a su madre, la vida que vivía antes de venir a España. Siempre estaba trabajando, preparando comida en un café cerca de la universidad. Por las mañanas comía un trozo de pan con un cafecito y planchaba una desgastada camisa vieja antes de salir. Al volver a casa por las tardes, se quitaba la camisa sucia con grasa y sudor, y se sentaba, quieto en el balcón contemplando a las españolas pasando. Allí permanecía callado por largo tiempo y regresaba al interior para cenar un bocadillo y arrojarse a la cama. Ganaba bastante para vivir, y claro podía ahorrar una porción del salario porque no había oportunidad de gastarlo, pero a veces salía de su apartamento en su día libre por la noche, y escuchaba un espectáculo de flamenco en su bar favorito, T de Triana.

Era una rutina inmutable. Una noche, esta noche, después de un día lleno de sosiego en casa, Rogelio salió del apartamento y entró al sitio en una tarde colmado de la misma tranquilidad.
t triana 350—¡Rogelito! ¿Estás aquí otra vez? Si no vienes a escuchar el flamenco, estás trabajando y nada mas—dijo Paco, el dueño del bar, con una sonrisa en su cara.
—Por supuesto, tío. Hoy es sábado y no tengo que trabajar.—El pensamiento de los Estados Unidos y el sur de Norteamérica dejó su mente y Rogelio empezó a pensar en español otra vez.
—¡Qué suertudo!
—No creo esto, se rió y le dio un tirón largo al cigarrillo.
—Tú eres joven. Necesitas un descanso de vez en cuando y estoy contento que hayas tomado un descanso aquí—dijo.
—¡No me digas! Sabes que me encanta este lugar.
—Y tal vez te va a encantar aún más esta noche.
—¿Por qué? ¿Eres adivino?—dijo con placer.
—Porque esta noche tendremos un espectáculo de flamenco con una bailadora estadounidense—expresó en voz baja.
—¿En serio? ¿Qué hace aquí?
—Sí, chico. Ella hace lo mismo que tú: trabajar. Pero en su caso el trabajo es el baile. Mucha suerte en mi opinión.
—¿Es bonita? preguntó con curiosidad.
—¿Qué piensas tú? ¿Una chica estadounidense y bailadora profesional de flamenco viviendo en Sevilla? Claro que sí es hermosa y también una bailadora maravillosa.
—¿Cómo se llama?—dijo Rogelio mirando al río con ojos entrecerrados.
—María.
Rogelio pensó por unos segundos y apagó el cigarrillo. Paco lo observó y sonrió antes de entrar el bar. Ya las personas dentro del bar estaban preparándose para el espectáculo y el ruido le dio a Rogelio una sensación de emoción. No sólo estaba emocionado por escuchar la música sino también por ver a esta nueva bailadora. No había estado con una mujer desde mucho tiempo antes de llegar a Sevilla, y la ausencia de una mujer en la vida había creado un vacío indescriptible.
Cuando entró al bar se fijó en ella inmediatamente. Sin duda era la persona más bonita del lugar y la mezcla de su piel bronceada, el pelo café y el vestido verde con los lunares blancos impresionaron mucho a Rogelio, como si alguien hubiera bajado de un sueño para sorprenderlo. La ciudad estaba llena de mujeres absolutamente bellas, pero María tenía una belleza auténtica y una peculiaridad más elegante y más misteriosa que las otras.
Rogelio se sentó lentamente en una silla en la mitad del bar y pidió una cerveza y un plato de queso de cabra. Miró el escenario mientras que las personas calentaban y le prestó particular atención a la bailadora haciendo movimientos suaves, como cuando una bufanda de seda sopla en el viento. No veía la hora para que empezara el espectáculo, pero afortunadamente no tuvo que esperar mucho tiempo. A los cinco minutos empezaron.
La guitarrista entabló con una rápida nota sostenida antes de tocar una melodía desconocida. María permaneció sin movimiento al lado de Rogelio por un momento. A Rogelio le pareció que el tiempo había volado hasta que empezó a bailar. Entonces, todas las cosas que estaban rodeándola eran como imágenes borrosas, pero María, en su vestido verde y blanco moviéndose con fluidez y facilidad, era clara y la única cosa que se podía ver. Después de unos momentos, Rogelio ya no podía oír la guitarra o la voz del cantante, solamente tenía ojos para la silueta.
Él permaneció una hora completa en su silla sin moverse y tenía una fijación con María bailando en el escenario. Se dio cuenta que no había bebido la cerveza y cuando el espectáculo terminó la tomó de un solo trago. Pidió otra cuando la gente empezaba a hablar y a moverse otra vez, y estuvo de pie en el bar pensando en la forma para acercarse a esa chica de manera informal y natural. Un cúmulo de preguntas surgió en su mente y bebió la segunda cerveza para calmarse.
De súbito, María se acercó al bar sola y le echó una mirada a Rogelio. Estuvo de pie a la derecha de Rogelio y pidió un tinto de verano. —Bailaste muy bien—le dijo Rogelio en inglés.
Ella se dio la vuelta con una mirada de sorpresa y placer.—Muchísimas gracias—respondió en inglés. —¿Te gusta mucho el flamenco?
—Me encanta el flamenco. Mirar y escuchar el flamenco es como un pasatiempo para mí—comentó apaciblemente.
—¿Y cómo supiste que yo hablaba el inglés?—continuó ella. Suavemente se formó una sonrisa sutil.
—Paco, el dueño del bar, me dijo. Me contó que eres de los Estados Unidos como yo.
—Y qué curioso que estamos en el mismo bar en Sevilla—dijo ella con una tono de desinterés. La sonrisa desapareció como humo en el viento.
—Sí, estoy de acuerdo. Pero, ¿qué haces después del espectáculo?
—Me voy a casa para dormir—afirmó secamente.—Tengo bastante sueño.
—Pues, ¿quisieras tomar algo conmigo en otro sitio antes de dormir? Sólo una bebida, te lo prometo.— Tragó fuerte y esperó la respuesta. Ahora su corazón latía más rápidamente.
Ella se rió y dijo:—Creo que no. No salgo con estadounidenses. Discúlpame.—Tomó sus pertenencias y lo dejó en el bar.
Ella desapareció tan rápido como la sonrisa y de Rogelio, quien no tuvo la oportunidad de despedirse de ella. Permaneció frente al bar unos minutos proyectando una cara larga y derrotada. Tomó otra cerveza y pagó la cuenta. Le dio la mano a Paco y le dijo buenas noches en voz baja mientras el viejo estaba limpiando detrás de la barra. Salió sin hacer ruido.
La calle se había convertido en un alma silenciosa. La mayoría de la gente ya se había ido a casa u  a otro lugar y lo que quedaba era una ausencia. Hacía frío y Rogelio tuvo que estar de pie afuera del bar con las manos en los bolsillos. Encendió otro cigarrillo y miró al río destellándose a través del humo azul. Una mirada vacía y vaga cayó sobre su cara y el joven emprendió su camino a casa.

 

robert bishop 350Rodger Bishop
Estados Unidos, 1993. Tiene un título en Estudios de Literatura y Español por la Universidad de Winthrop. También ha traducido poesía. Aunque escribe principalmente en inglés, Rodger compuso el relato “A través del humo azul” durante su estadía en Sevilla, España, donde realizó cursos de perfeccionamiento en la Universidad de Sevilla. Actualmente vive en Clemson, Carolina del Sur. Estados Unidos.

 

"A través del humo azul" enviado a Aurora Boreal® por Rodger Bishop. Publciado en Aurora Boreal® con autorización de Rodger Bishop. Foto Rodger Bishop © Logan Moody. Foto del  bar T. de Triana tomada de Internet.

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