Antihistoria de un príncipe encantador

marie_rojas_001Como es de esperar, todo comienza en un reino muy, muy lejano, donde un príncipe encantador, hecho a la medida de todos los de su época, aburrido de esperar porque su hada madrina le encontrara la doncella de sus sueños, robó el libro de hechizos, se encerró en la más alta torre del castillo y, sabiendo que el hada no tendría que hacer mucho para encontrarlo, buscó entre las páginas hasta encontrar el adecuado. Lo leyó en voz alta pero, tal vez con el apuro, equivocó algún dato... Y vino a caer en este mes y este año en que están leyendo la historia.

Aterrizó al pie de la ventana del cuarto de una muchacha que se disponía a salir para sus clases de la universidad. Golpeó los cristales hasta llamar su atención, esperó a que abriera y le contó la razón de su presencia. Ella le creyó, porque era muy fantasiosa, porque estudiaba física cuántica, por la vestimenta que ostentaba −incluía un vistoso sombrero de plumas y una espada con puño de rubíes−, la forma de hablar, los gestos y por la cantidad de veces que se arrodillaba a ofrecerle su corazón, por tanto lo dejó entrar a su cuarto, temiendo que los chicos le hicieran burla cuando comenzaran a pasar camino a sus escuelas... Pero comprendió que debía enfrentarse a un problema mayor, ¿cómo esconder a un príncipe en una casa pequeñita, sin pasadizos, ni túneles, ni catacumbas, con el despertador de la madre sonando en el cuarto de al lado y él intentando desenvainar la espada para matar al hechicero que hacía tanto ruido?

Comprendiendo que si lo abandonaba terminaría con una camisa de fuerza, o preso por indocumentado, optó por llevárselo... algo se le ocurriría al regresar. Al pasar frente a la madre, el muchacho le dijo con una elegante reverencia: "Oh, mi dulce señora, le ruego que me entregue la mano de su bellísima hija, y le prometo llenar su mansión de herederos"... La joven salió airosa, explicándole a la madre, mientras lo halaba hacia la puerta, que era un amigo que había ido a una fiesta de disfraces y había bebido de más, no pudo recordar su dirección, le encontraron la suya encima, todavía no se le había pasado la resaca y adiós mamita que se nos hace tarde.

Marié Rojas Tamayo. Cuba, 1963. Libros publicados: Tonos de Verde, 2004 y 2005, Adoptando a Mini, 2005, ed. Fundación Drac, Mallorca. De príncipes y princesas, 2006, Editorial El Far, Colección El Viajante, Mallorca. En busca de una historia, Colección Mundo Imaginario, Editorial Andrómeda, España, 2010; Cinco minutos a solas con las musas, relatos, Viaje a los astros, Locuras temporales, poemarios, Inventiva Social, Argentina, 2010.

Corramos un piadoso velo sobre las peripecias de sacar un príncipe a la calle, en medio del tráfico, las luces del semáforo, los anuncios, las gentes con sus atuendos cómodos, tener que hacer el camino a pie porque le tomó fobia a los autobuses y no tenía dinero para un taxi - igual da, les hubiera cogido miedo -... y lleguemos al momento en que arriban a la universidad.

Allí fue peor, iba derramando reverencias y les llamaba "dignos y nobles caballeros, donceles, doncellas", intentó saludar al busto de un pensador, preguntó al profesor de álgebra si era el bufón de la corte −llevaba una camisa floreada−, y peor aún, se arrodillaba cada dos minutos delante de ella. Se fue librando con elegancia, usando lo primero que le venía a la mente: dijo desde que era un primo desquiciado que le habían mandado de provincias y le tocaba cuidarlo hasta que encontraran plaza en el psiquiátrico, hasta que era un actor que había alquilado sus servicios para ensayar su próxima película. Lo mejor era cuando decía bajito, haciendo señas para la empuñadura de la espada, que era una cámara oculta. Se mostraban muy afectados, se acomodaban el pelo y miraban a la cámara con su mejor sonrisa. El profe de la camisa de flores se la abotonó hasta arriba y se caló las gafas doradas, el príncipe lo aplaudió.

Tras una agotadora jornada, regresó casa con el príncipe ya no tan encantador; desarrapado, sin sombrero y molido tras haberlo montado a empujones en el transporte público en la peor hora de abarrotamiento. Por suerte conservaba su espada y su dignidad... hasta que se derrumbó en el sofá.

-Y bien -le dijo alcanzándole un vaso de agua -, es hora de terminar con este hechizo y regresarte a casa, a tu época, a tus botines por conquistar y a tu verdadero amor.
-Me temo que es imposible, mi dulce dama -dijo él mientras se quitaba las botas y se miraba las ampollitas de los dedos.
-¡Ah, eso no puede ser cierto! -gritó ella corriendo a cerrar la ventana por donde se estaba asomando una vecina - ¿Puedes decirme por qué?
-Por varias razones -suspiró -... ¿Podemos comer antes, mi bella? Desde el faisán relleno de trufas de anoche no he probado bocado.
-Faisán... trufas... -protestó, yendo a preparar dos panes con lechuga y mayonesa y aclarándole con un gesto que uno era para ella - ¿Ahora, me las puedes enumerar?
-Con sumo gusto, mi hermosa doncella -habló chupándose los dedos -. Pero antes quiero decirte que este manjar es delicioso, uno más para tus dones, ¡apuesto a que eres una excelente danzarina!
-Se me da el baile, sí -respondió, sentándose a su lado -, ahora vamos a ver por qué no puedo mandarte de vuelta...
-Número uno: porque he dejado el libro en la torre más alta de mi palacio, y no sé ni un solo conjuro de memoria...
-¿Y el hada madrina no puede venir a buscarte? -dijo, pensando que algún modo habría de comunicarse con ella, una vela o algo.
-Debe estar tan enfadada que me dejaría aquí, incluso si supiera donde estoy y se lo pidiera de rodillas.
-¡Ni una rodilla más, te van a salir ampollas ahí también! ¿Y qué más?
-Dos: porque el hechizo se ha cumplido y no hay por qué revocarlo. Pedí conocer a una verdadera princesa y he comprobado que lo eres, más allá de tu educación, tu belleza, tu mirada, tu porte -comenzó a hacer una genuflexión y ella lo detuvo, él se incorporó y señaló un cuaderno donde aparecía su nombre.
-¿Qué quieres decir?
-El Rey del país vecino tenía ese apellido, su hijo fue raptado y llevado a un incierto destino, pero siempre le aseguraron los magos que seguía con vida y tendría descendencia, una fuerte línea infinita.
-Mi tatarabuelo me decía que su abuelo había sido un pirata que nació príncipe. Pensé que su mente fallaba... tenía cien años.
-Pues ya ves, eres de noble cuna.
-¡Y no alcanza, incluso si fuera princesa! -se miró al espejo de la sala y corrigió su postura - ¡No puedes quedarte, contempla mi mundo, mira el desastre que te has hecho en solo ocho horas... hago mis deberes ayudándome con la computadora!
-¿Conoceré a esa dama que te auxilia en los deberes?
¿Es que no entiendes? ¡No soy una princesa de tu época!
-Yo tampoco soy un príncipe de tu era. La tercera razón, la más fuerte, es que he encontrado el amor verdadero. No solo eres bella sin par, en el transcurso de esta maravillosa jornada has demostrado ser leal, al mantener tu palabra de ayudarme, al presentarme a tu madre, a las doncellas y donceles de tu reino, has probado ser inteligente y creativa al salir airosa de todas las situaciones y, como si fuera poco, has mostrado tu intrepidez en ese monstruo rodante que echa más humo que los dragones, ¿dónde encontrar tantos dones reunidos? -se volvió a arrodillar -. Dulce damisela que ha robado mi corazón, ¿quieres concederme el honor de tu mano?

Ella lo miró... Si obviaba su vestimenta medieval arrugada, la postura, el vocabulario... era bien apuesto, alto, atlético, romántico, sincero, leal, valiente puesto que sobrevivió a una jornada universitaria en un mundo imposible desde su visión, ¿y dónde encontrar en estos tiempos tantos dones reunidos?

-Puede que no sea una doncella de tu época, pero puedo convertirte en un joven de la mía.

Así comenzó una nueva vida para el príncipe, que en su castillo solo hubiera conocido herederas de otros reinos y estaba destinado a ser infeliz para siempre al lado de cualquiera de ellas. La muchacha se afanó tanto en enseñarle el mundo actual y él se aplicó tanto en aprender, que ese fin de semana estaban yendo a una discoteca.

"Colorín colorado, este cuento ha comenzado...", tecleó en su ordenador el hada madrina de la joven, que se hacía pasar por una vecina común y corriente, cuando los vio salir con camisetas de Megadeth, tarareando algo que sonaba francés, "a tout le monde, a tous les amis". Y pulsó el botoncito "enviar". La Maginet trabajaba de maravillas: en un segundo su colega del reino medieval muy lejano, estaba tachando ese asunto pendiente en su agenda y se alistaba para sacar a su cachorro de dragón a las lecciones de vuelo nocturno.

marie_rojas_002Encuentro casual enviado a Aurora Boreal®por cortesía de la escritora Marié Rojas Tamayo. Fotos Marié Rojas Tamayo © Sarah Graciela Respall.

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