Las vísceras del ave
aun palpitan sobre la liza piedra
en ráfaga se desprenden de los árboles
millones de polluelos que giran en círculo
y chillan agudos sobre el altar.
Es el momento del ocaso y el cielo arroja rojas
señales de aprobación; son las nubes
lívidas anuncian la misma lluvia de siempre
ruedan pequeñas gotas de sangre desde el corazón del sacrificio
y la hierba se abre silenciosa y la tierra negra se cuartea;
emergen vigorosas brillantes flores
y tiemblan en la pupila de todas las aves que continúan
sobre el cadáver su procesión.
Llueve, todo se disipa
como en un sueño las vísceras del ave expuesta
se diluyen y entre gotas
el plumaje de las que continúan su aleteo
se confunde con la marcha de hojas secas
que se ahogan del otro lado de los párpados.
La lengua lame el fuego;
es esa palabra que pone fin
y destroza todos los conceptos.
Lo que existe realmente
arde y duele innombrable.
Que una cicatriz
deje su luz y su recuerdo en la pupila
y que vuelvan las aves a recoger
espigas en medio del incendio.
Quizás nos traiga la noche su luz
y la música se extienda como un camino
que nos lleve otra vez
al principio.
Mira,
estamos solos
bajo la plomiza tarde de este agosto único.
Ingravidez
Todos los muertos se han apagado
ya no brillan desde el pánico
como en la infancia.
Hoy, cuando la tarde vino
yo imploré a todo lo que late
y me sostuve
tambaleando
sobre la piedra hueca
en donde anida mi corazón.
No volví a ver
los ojos de los fantasmas que se cerraban
cuando aparecía yo
nada había, nada
ni los soles cargados de serenidad
ni la voz que me decía
-desde la intuición remota-
que creyera en la ingravidez de las palabras
que crujen calientes por la cercanía del amor
que creyera en las aves invisibles que picotean
el olvido anclado a noches remotas y sagradas
que creyera en la ingravidez de la noche por donde todo escapa
flotando hacía la nada feliz.
Seguí en silencio mi camino
que fue otra vez
el largo segundo de mi rostro
pidiendo la luz y la tempestad
de todo lo que ha muerto en mí
y sin embargo me mantiene viva.
Señales
Llueve sin afán
el día huele a ti;
atento
mi corazón palpita y desconfía
sabe
que a pesar de todas las señales
jamás vas a volver.
Selección de poemas de Camila Charry enviada a Aurora Boreal® por Camila Charry. Poemas publicados en Aurora Boreal® con autorización de Camila Charry. Foto Camila Charry © Hernàn Charry Ormaza.