La aporofobia darle nombre a los hechos

maria_cristina_030El naturalista sueco Karl Von Linné, considerado como el padre de la taxonomía moderna, afirmó que "si ignoras el nombre de las cosas, desaparece también lo que sabes de ellas". Teniendo en cuenta la anterior enunciación, se puede ver la intención de muchos estudiosos que propugnan que la Real Academia Española reconozca el uso del término aporofobia, para de esta manera darle nombre a todos aquellos comportamientos que se dan por temor a la pobreza o a los pobres.

El término «aporofobia» proviene de los prefijos griegos áporos que significa pobre, escasez, y fobos que denota rechazo y miedo. Este es un término innovador que fue planteado en 1996 por la filósofa española Adela Cortina, para diferenciarlo de comportamientos racistas y xenófobos y darle nombre a las actitudes de miedo, rechazo y discriminación que se ejercen sobre los individuos y poblaciones que viven en situaciones de pobreza. Una de las principales explicaciones a este tipo de comportamiento yace en la jerarquización, exclusión y diferentes prejuicios sociales que se han construido en torno a la pobreza, lo cual es reflejo de las consecuencias negativas del modelo económico capitalista, donde se han generado una serie de desigualdades que han producido la existencia de poblaciones con privilegios y otras con escasez.

En esta medida, el reconocido académico francés Etienne Balibar, en el libro Raza, nación y clase, plantea que los diferentes tipos de discriminación que han existido y siguen existiendo, encuentran su explicación en un racismo de clase que se ha venido desarrollando a través de los discursos de exclusión que ejercen las clases privilegiadas sobre las subordinadas. Esas acepciones de una «raza superior» y de una «raza inferior», se han construido a través de un proceso discursivo que busca mantener un racismo autorreferencial, es decir que la idea de «raza superior» proviene y pertenece a aquel que es dueño del discurso. En esta medida, la aporofobia es justificada a través del uso de retóricas discriminatorias que buscan perpetuar la dominación de una clase privilegiada sobre una desfavorecida.

María Cristina Cabrales es politóloga de la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá Colombia. Además tiene un Master en estudios de paz, conflictos y desarrollo de la Cátedra UNESCO de  Filosofía para la Paz en la Universitat Jaume I de Castellón, España.Por ello es posible plantear que, una de las explicaciones que subyace al fenómeno de la aporofobia proviene de la discriminación económica de corte clasista, donde la pobreza es considerada como una situación de fracaso social en un sistema que exige el éxito y el reconocimiento como forma de sobrevivir en un entorno de competencia. Esto ha generado una serie de prejuicios sociales que recaen sobre estos colectivos, los cuales provienen de percepciones que se han venido construyendo entorno a la idea del pobre como una persona que al no tener ni recursos, ni educación, es un potencial delincuente. El filósofo español Emilio Martínez Navarro, afirma que la aporofobia está constituida por una serie de prejuicios que son adquiridos y aprendidos por medio de retóricas alarmistas que, por lo general, relacionan a las personas en situaciones de pobreza con actos delincuenciales, lo cual genera un sentimiento de desconfianza y miedo frente al pobre.

Esta clase de prejuicios sociales, han venido estigmatizando a las poblaciones con escasos recursos, donde para muchos el atraso que se refleja en la pobreza se contradice con la idea de progreso que se defiende en la modernidad. Por ello, los pobres estigmatizados socialmente son mirados no sólo como un factor de desestabilización socio-económica, sino también como un problema de orden público, convirtiéndose de esta manera en uno de los principales objetivos de discursos de seguridad, que se basan en una perspectiva policial, limitando de esta forma la búsqueda de soluciones estructurales que vayan al fondo de los problemas de exclusión social, económica, política y cultural que sufren grandes masas de población en situaciones de pobreza.

Aporofobia e inmigración.
Los flujos migratorios actuales están altamente influenciados por las desigualdades y tensiones que provienen de diferentes factores, entre ellos la globalización económica de corte neoliberal. Por ello, hoy en día la mayoría de movimientos migratorios se producen de países poco desarrollados económicamente hacia países desarrollados. Gran parte de la población que emigra se traslada a países desarrollados en busca de mejores oportunidades de vida y de empleo. Sin embargo, la realidad con la que se encuentran es precisamente una carga social que contiene una serie de prejuicios que han conducido a una estigmatización de los inmigrados, donde éstos además de las diferencias culturales que son utilizadas como formas de excluir, también son vistos como un problema de seguridad, ya que muchas veces se les relaciona con actos delincuenciales. Por esta razón, poblaciones de inmigrados que viven en varios países desarrollados son objeto de rechazo y discriminación que muchas veces se enmarcan dentro de una lógica de exclusión de tipo clasista.

En esta medida, los discursos que se construyen en torno al inmigrante, generan unos prejuicios sociales que se adentran en el imaginario colectivo de las sociedades receptoras de esa clase de retóricas. La inmigración como problema es utilizada por algunos discursos políticos que buscan manipular a la ciudadanía para lograr sus intereses. En esta medida, el manejo interesado de retóricas respecto al tema de la inmigración ha saturado a las sociedades de prejuicios, que han reafirmado la construcción de la idea del otro, no desde la visión dinámica e inclusiva de la alteridad, sino como exclusión y rechazo. Además, esos estigmas sociales que les son adjudicados a los inmigrados, impide y limita su integración a la sociedad, tanto en aspectos laborales como culturales, marginándolos y dejándolos en circunstancias de extrema necesidad.

En la mayoría de los países de recepción de las migraciones actuales, se tienen muchos prejuicios hacia el inmigrado, ya que se cree que al provenir de países pobres con altos índices de marginalidad no poseen costumbres, traen enfermedades, no tienen educación y son violentos. El experto en movimientos migratorios, Sami Naïr, afirma que se ha construido una imagen deformada y manipulada del inmigrado, donde cotidianamente se moldea la opinión pública de los países de acogida en torno a discursos que generan miedo hacia el inmigrante, basándose en noticias que destacan la presunta "invasión" y amenaza que, supuestamente, representan las masas de población inmigrante.

En esta medida, los prejuicios sociales conducen a la estigmatización y generalización de percepciones por lo general erradas y falaces que generan diferentes clases de violencias, haciendo que se mantenga la idea de que el inmigrado es un peligro y es un "enemigo" en la medida en que representa un factor de deterioro social, ya que se lo relaciona directamente con actos delictivos, prostitución, tráfico de drogas, violencia, negocios ilícitos, etc. Con ello, no se quiere negar la existencia de casos de delincuencia, prostitución y violencia en esos colectivos, pero el problema yace en que las generalizaciones estigmatizan esos grupos generando una especie de paranoia colectiva respecto a la imagen de los inmigrantes.pobreza_001

En esta medida, se puede observar cómo en Estados Unidos y muchos países de Europa que son receptores de grandes masas de población inmigrada, se están produciendo brotes de xenofobia, racismo y discriminación, que en muchas ocasiones responden a una aporofobia, donde se teme y se rechaza al inmigrado pobre, debido a los prejuicios sociales que se les ha sido dado.

En este punto los medios de comunicación juegan un papel preponderante en la difusión de esta clase de noticias, ya que muchas veces sólo se destacan aspectos negativos de los inmigrados, como los actos delictivos que algunos de ellos cometen. En esta medida, queda claro que existe una discriminación racial, cultural, social, económica y política de los inmigrados, que en muchas situaciones los excluye de ser ciudadanos y por ende de los derechos a los que tendrían lugar.

Reconocer el concepto para deconstruir prejuicios.
Reconocer el término aporofobia, se hace necesario para evitar las confusiones que muchas veces se dan respecto a comportamientos racistas y xenófobos que en realidad responden más a un rechazo de tipo clasista. De igual forma, el término al ser conocido por la opinión pública puede servir como un referente crítico frente a las actitudes poco éticas de ciertas personas, grupos y hasta Estados que asumen comportamientos de rechazo y discriminación hacia los pobres. De igual manera, se puede elucidar que el concepto de aporofobia ha sido poco investigado, pero que tiene un contenido analítico muy interesante para ser desarrollado.

Por ello, es fundamental comenzar a buscar una definición más operacional y no simplemente etimológica, como se ha venido realizando en la mayoría de los pocos trabajos que existen. Esta operación sobre el concepto permitiría avanzar en la aplicación de estudios empíricos al respecto, lo cual le puede dar mayor fuerza al uso del término, al existir un estudio estadístico que compruebe la existencia de la aporofobia y sus diferentes grados en distintas sociedades. De igual manera, es importante que el término trascienda más allá de lo netamente descriptivo y logre también generar postulados que busquen soluciones al problema de la aporofobia.

En esta medida, a pesar de que dicho concepto es utilizado en la academia, se hace necesario incluirlo y reconocerlo dentro de la cotidianidad de unas sociedades donde los pobres son considerados como un fracaso social que es rechazado. Por ello, se busca reconocer el concepto para generar conciencia respecto a las situaciones de rechazo y exclusión social que muchas veces padecen las personas en situaciones de pobreza. En esta medida, es importante evidenciar esta clase de comportamientos que se ocultan bajo unos discursos que por lo general pasan desapercibidos en la opinión pública, pero que tienen un gran poder para mantener las relaciones de exclusión y desigualdad que van en detrimento de la vida humana. Hay que reconocerlo para objetar esa clase de actitudes y comportamientos y así crear una conciencia más humana

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