Carlos Toro

In memoriam

No sobra señalar la destreza del narrador para pintar escenas de la vida marinera y costeña, que Carlos Toro conoce al detalle como navegante que fue en muchos mares en barcos y en goletas. En Chécheres hay dos ejemplos preciosos: uno de la Sierra Nevada y otro de una travesía famosa pero en toda su obra previa abundan los ejemplos. Por ello sería un error enmarcar a este escritor dentro del mero costumbrismo paisa: Carlos Toro tiene un horizonte mucho más vasto. La serie Historias Morrocotudas puede recomendarse sola, sin necesidad de prólogos  deshilvanados. Bastará con que el lector emprenda su lectura para sumergirse en un ambiente delicioso, libre de gazmoñería, pletórico de risas, variado en paisajes literarios. Carlos Toro nos ha dejado pero afortunadamente nos queda su prosa para el resto de la vida. (Jorge Alberto Naranjo M.)

Salgar

(Un cuento de Carlos Toro. Cortesía de Marcel Toro)
Forma parte de la serie Historias Morrocotudas Chécheres VII de Carlos Toro (transcripción tal cual como aparece en el original).

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Carlos Toro Escobar. Nací en Medellín en 1928 Curriculum Vitae: Mecánico industrial  Pregonero cacharrero Mecánico dental Colono Diseños textiles  Armero Decorador de iglesias Encuadernador Soldador Cotero Camionero Buldocero Finquero Profesor Comisionista Cafetero Estructuras metálicas Volquetero Montador plantas hidráulicas Arquitecto Ganadero Hotelero Carpintero Pintor Escultor Hacendado Armador Velerista Lechero Avicultor Caficultor Ranchero Soldado Marino Carbonero Caldero Fundidor Escritor No tengo experiencia en nada. Busco trabajo de medio tiempo bien remunerado.Recordamos una pequeña historia que años ha, se contaba en los picarescos mentideros de la plaza de Salgar. Resulta que Cecilio Garcés alias Chilo, carnicero de profesión que en paz descanse, era el borracho más cansón del suroeste y cada que se emborrachaba, es decir todos los días del año, después del tercer aguardiente le daba por amenazar con suicidarse. Esa misma cantaleta la repetía en su casa antes de acostarse a roncar como un cotudo. Invariablemente se subía a un taburete de cuero; tenía una soga colgada de la viga como un cadalso casero, dispuesto el rejo, con el ojo apropiado para meter la cabeza y ahorcarse. Empezaban las amenazas escuchadas por todo el vecindario y acompañadas por el angustioso llanto de sus pequeños hijos atemorizados, y de la esposa, hoy viuda, del mismo Cecilio Garcés que suplicante le decía: "Mijo, por la virgen, deje esas cosas y venga pa la cama, tenga compasión de estos angelitos y de las lágrimas de esta madre que lo único que quiere es que se ajuicie y deje ese trago que tanto daño liace; por los clavos de Cristo deje esa bebedera mijo, que eso es tentar al diablo." Cuando el borracho se daba cuenta de que su público estaba dormido y extenuado de oír la sinfonía, se bajaba del taburete y dejaba la soga colgada de la viga lista para la próxima actuación.


Misia Lola, la futura viuda, después de soportar a su marido cada noche por años, con el embeleco de la ahorcada, incumpliendo con el deber conyugal y con la vana esperanza de que abandonara la bebida -porque es bien sabido que no se puede creer en las promesas de abstinencia de un borracho por durar menos que un remiendo bastiado en el fundillo- no pudo más y se puso en las manos del padre Serapio Rea, acudiendo a la misma sacristía dos veces a la semana para recibir el sacramento de la confesión en vivo y el sabio consuelo sacerdotal de paz espiritual en directo, que le ayudaban a sobrellevar la pesada cruz de ese matrimonio a color.


carlos_toro_004Estos reencuentros con los sacramentos obraron el milagro en su alma atormentada y empezó a engordar un poco porque estaba en los meros guesos y a punto de fruncir cagalera, por culpa de Chilo, a pesar de todos los caldos de pajarilla y de ojo que el doctor Mondragón le había prescrito y que ella dejó de tomar por encontrarlos repugnantes y, sobre todo, porque ese ojo melancólico de vaca la miraba del fondo del plato; además no le servían para un carajo. El embarnecimiento de doña Lola de Garcés se debía a que estaba esperando un bebé y cuando se empezó a evidenciar el hecho, tomó ciertas previsiones urgentes. Chilo tenía colgado de un clavo un serruchito que había comprado para su hobby preferido, la carpintería, que no había tenido tiempo de practicar en toda su vida; sin embargo, allí lo mantenía esperando la ocasión de estrenarlo a la primera oportunidad. Nadie vio a misiá Lola armada del serrucho cortando al sesgo las patas delanteras del taburete que usara Chilo para ahorcarse todos los días. No las cortó del todo y el taburete no cayó al intento de suicidio; muy nerviosa, al siguiente día, se fue a la sacristía donde el padre Serapio, estaba desolada, pero el padre le inyectó valor encomendándola al arcángel San Gabriel, patrono del buen suceso. La pobre señora cortó un poco más las patas y se acostó a esperar a Chilo, su maridito, como lo hiciera en los últimos diez años.

Carlos Toro Escobar
Obra literaria:
El eje paisa I
El eje paisa II
Historias morrocotudas: Trebejos I
Trastos II
Corotos III
Calamacos IV
Cacharros V
Cachivaches VI
Chécheres VII
Chucherías VIII
Perendengues IX
Bártulos X

carlos_toro_002Llegó el borracho, borracho, se trepó al taburete, se acomodó la soga en el pescuezo y empezó la perorata que nadie le escuchaba porque sus hijos se tapaban las orejas con la almohada y su mujer estaba hasta las tetas de oír ese disco rayado. De repente el taburete se desbarató cuando la señora se apoyó con fuerza en el espaldar y Garcés quedó pataliando, colgado de su soga con la lengua afuera y los ojos brotados. La viuda, que ya lo era en propiedad, retiró el taburete desbaratado, lo metió debajo de su cama para quemarlo después y colocó otro acostado en el suelo como si hubiera servido de plataforma para el salto mortal; entonces la viuda de Garcés puso los gritos en el cielo llamando a los vecinos para bajar a su marido del cadalso e intentar la resurrección de la carne mediante la horrible respiración boca a boca con un borracho. Fue un cuadro patético, cuando los vecinos descolgaron al pobre Chilo sin vida que al fin los dejaría dormir en paz.

El padre Serapio permitió que Garcés fuera enterrado solemnemente en campo santo, porque la viuda le suplicó insistentemente que de no hacerlo sería una mancha para su familia y para ella misma que tendría que soportar las habladurías de la feligresía salgareña por enterrar a su marido en el muladar de los suicidas, además, esas habladurías podrían llevar a otras peores. De ese modo a Garcés lo trasladaron muy dignamente al agujero que le preparó Basilio Vélez el enterrador de Salgar, por cuenta del padre Serapio.

La viuda de Garcés tuvo su hijo con toda felicidad y fundó la famosa escuelita La Golondrina, donde enseñaba a escribir las primeras letras en un cajón con arena, usando un palito o el dedo para las escribanías y un rasero para emparejar la arena, también usaban pedazos de hojas de banano para escribir con una tuna de naranjo. En La Golondrina la viuda de Garcés conseguía los medios para alimentar a su prole con una ayudita del padre Serapio que tanto quería a su limpiapiedras.

carlos_toro_003Este doloroso hecho ocurrió hace más de cuarenta años y ya nadie habla de él en el pueblo; ahora el padre Serapio Rea debe estar flotando en su colchón de nubes estrenando alas y tocando arpa en la gloria eterna con el señor Garcés.

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