La parodia, ese desquite festivo

proyecto_piel_001Aquella respuesta del viejo Zuleta me pareció memorable, lapidaria. Salíamos del auditorio, en la universidad, cuando un estudiante que iba a mi lado lo abordó. Quería obtener una conclusión precisa de la conferencia recién terminada:
-Maestro Estanislao, ¿cuál es entonces el mayor desafío de la pedagogía?


El viejo lo pensó un instante y se despachó:

-Hacer que la clase y el recreo ocurran simultáneamente.
Ahora, leyendo Proyecto piel, de Julio César Londoño, esta idea feliz ha regresado a mi memoria. Y precisamente porque me siento frente a un libro exquisito que consigue aunar, a lo largo de sus doscientas veinticuatro páginas, el saber y la diversión. Esta novela, escrita en clave de parodia, se inscribe por ello mismo en una larga y alborozada tradición. Inaugurado por Cervantes, el recorrido histórico de esta literatura nos pasea por obras como Jacques el fatalista, escrita por Diderot en el siglo XVIII, y se extiende hasta nuestros días en joyas del divertimento, como Bartleby y compañía, de Enrique Vila-Matas.

Hay, no obstante, un aspecto recurrente en esta novelística que suele dividir las opiniones, que le crea incondicionales adeptos y detractores furibundos. Se trata del tipo de acción que incorpora. No se relatan en dichas obras sucesos extraordinarios, como los que cuenta un García Márquez o un Faulkner, por ejemplo, ni se construyen personajes de psicologías extremas, como los de un Stendhal o un Dostoievski. Para decirlo de una forma puntual, éstas son novelas de trama tenue; o, a manera de consigna: la historia no es en ellas lo más importante. Así puede constatarse en el gran hito de esta vertiente narrativa, Vida y opiniones del caballero Tristan Shandy, obra maestra publicada por Lawrence Sterne en 1767.

Alejandro José López Cáceres (1969). Ha publicado, entre otros, los siguientes libros: Tierra posible (1999), Entre la pluma y la pantalla: reflexiones sobre literatura, cine y periodismo (2003), Dalí violeta (2005) y Al pie de la letra (2007). Entre el 2004 y el 2008 dirigió la Escuela de Estudios Literarios, en la Universidad del Valle, Colombia. Actualmente reside en Madrid y cursa estudios doctorales en la Universidad Complutense. Más información sobre el autor.

alejandro_jose_lopez_001Tampoco vayás a creer que estamos ante novelas aburridoras. Dado que no es la trama el fundamento de su composición -si acaso se nota, cumple una función de mero pretexto-, estas obras incorporan otros recursos para cautivar a los lectores. Aparecen en ellas opiniones, comentarios, reflexiones ingeniosas; pero, sobre todo, sus autores apelan al humor: a la irreverencia, a la sátira, a la parodia.
En el caso de Proyecto piel, se nos cuenta sobre un matrimonio, Manuel y Lina, que tiene un hijo autista: Francisco. Para derribar el muro de su incomunicación, el padre idea un proyecto de estimulación radical, un Museo de los Sentidos. Involucra en esta empresa a su amigo Óscar y consigue un socio financiero: el oscuro G. El desarrollo de esta iniciativa nos permite asistir a discusiones apasionantes -sobre ciencia, tecnología, arte, humanidades- y a revelaciones sorprendentes sobre el modo en que funciona nuestro aparato perceptivo. Todo esto adobado con los enredos eróticos que se arman en torno a Lina, “una mujer así, bella, pervertida y conversable”.


Una pregunta me ronda al cabo de esta lectura, y está relacionada con el humor. Bien es sabido que detrás de toda burla hay algo que se quiere derruir; o, dicho de otro modo, toda parodia entraña un desquite festivo. Dos ejemplos: Cervantes se propuso asestarle un golpe satírico a las novelas de caballería; Diderot, arremeter jocosamente contra la idea de Dios. ¿Cuál es el blanco contra el cual dispara Julio César Londoño? Tal vez la clave esté en el discurso final de Lina: “A mí tampoco me simpatizan mucho los intelectuales, me parecen gente reseca. Jarta”. Y es cierto que cada página de “Proyecto piel” ridiculiza aquella actitud de gravedad y circunspección con que usualmente se acompaña al conocimiento. Sí, los parlamentos de sus personajes son exquisitas cátedras que corren simultáneas al recreo, a la carcajada.

La parodia, ese desquite festivo enviado a Aurora Boreal™ por cortesía del escritor Alejando José López Cáceres.

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