CARTA DE ALEMANIA (6)

Don Quijote, Kafka, Golo Mann

El 16 de enero del año del Señor de mil y seiscientos cinco se puso a la venta en la casa madrileña de Francisco de Robles, "librero del rey nuestro señor", la primera parte del libro titulado El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, y hay quien asegura que en el corso del Carnaval de Heidelberg de 1613, pasados tan sólo ocho años de ese feliz acontecimiento, Don Quijote ya se encontraba entre las figuras que hicieron las delicias de los carnestolendos ribereños del Neckar. Pero ésta es tan sólo una de las dos versiones que conozco: según otra, un disfraz de Don Quijote habría destacado aquél mismo año entre las grandes atracciones en la Corte heidelberguense, durante la boda del rey Federico del Palatinado con Elizabeth, la hija de Jacobo II de Inglaterra.

Abona esta segunda versión el hecho cierto de que los ingleses ya disponían de una traducción del libro de Cervantes, la de Shelton, desde el año anterior (1612) a la boda de su princesa. Mientras que la primera al alemán de que se tiene noticia data de 1621, es incompleta y, por si todo ello fuera poco, no pudo darse a la imprenta hasta el final de la guerra de los Treinta Años, es decir: 1648. Y habría que esperar a 1799-1801 para que al fin, gracias a la férvida labor de Ludwig Tieck, se tuviera en lengua tedesca una traducción íntegra de la novela de don Miguel.

De todos modos, y considerando que los hechos relatados más arriba nos remiten al siglo XVII, donde –según parece– no existían ni la prensa ni la radio ni la TV (¡¡¿qué mundo era aquél?!!), un dato como éste dice bien de la difusión y de la popularidad alcanzadas, en tan breve período, por el Caballero de la Triste Figura y su rechoncho escudero. Cuyas aventuras, o desventuras, siguen siendo editadas en Alemania, e incluso han pasado al canon de la literatura universal del semanario hamburgués Die Zeit, que quedó establecido allá por 1980.

Ricardo Bada   España, 1939. Escritor y periodista residente en Alemania desde 1963. Autor de La generación del 39 (cuentos, 1972), Basura cuidadosamente seleccionada (poesía, 1994), Amos y perros (cuento, 1997), Me queda la palabra (ensayos, 1998) y Los mejores fandangos de la lengua castellana (parodias, 2000). Editor en Alemania, junto con Felipe Boso, de una antología de literatura española contemporánea (Ein Schiff aus Wasser [Un barco de agua]), y en solitario, de la obra periodística de Gabriel García Márquez y los libros de viaje de Camilo José Cela. Editor en España de la obra poética de la costarricense Ana Istarú (La estación de fiebre y otros amaneceres, 1991), y en Bolivia de la única antología integral de Heinrich Böll (Don Enrique, 1995) en castellano.

Die Zeit es (mejor dicho, era, ha perdido mucho de su categoría) algo así como el órgano máximo de la intelectualidad alemana, y a sus lectores es bastante seguro que se los tomó como modelo para no pocas estatuas de crucificados en el país: el tamaño de sus páginas desplegadas abona esta no tan impía suposición. Y fue en la redacción de Die Zeit donde uno de los popes de la feuilletonística germana, Fritz J. Raddatz, sugirió la conveniencia de disponer de un canon más o menos fiable de la supracitada literatura (más bien menos que más, ya que incluye 42 títulos de obras de autores alemanes), aunque no aspirase a ser "el canon". El resultado fue un libro, ZEIT-Bibliothek der 100 Bücher, título que no necesita traducción y que resulta ciertamente ambiguo.

Ambiguo porque, quieras que no, Die Zeit es Die Zeit, y si un gremio tan ilustre como el de los redactores que eligió ese canon no considera que esos son los cien mejores libros de todos los tiempos, entonces ¿por qué se tomaron el trabajo? Lo cierto y verdadero es que entre esos cien tan sólo figura uno de la literatura escrita en español, y ese libro es, claro está, el de Cervantes. Una hernia cerebral debieron sufrir los miembros del jurado hasta cranear semejante resultado, con la honrosa excepción de Dieter E. Zimmer, quien se batió como un jabato por Cien años de soledad, al extremo de considerarse insultado porque el canon no la incluyó también. (Dicho sea para completar la información: la cosa no tiene nada de raro, porque Dieter E. Zimmer está hipnotizado por la obra de García Márquez, y si se editase una novela de Alberto Vázquez Figueroa firmada con el nombre de García Márquez, hasta pudiera suceder que le dedicase un panegírico rico en alusiones al realismo mágico y a la calidad de la prosa gabiana).

Pues bien: a fin de documentar la excelencia de su canon, Die Zeit estuvo publicando durante cien semanas consecutivas las reseñas de cada uno de esos libros, encargadas a plumas bastante cualificadas. Para poner nada más que una media docena de ejemplos, Heinrich Böll se ocupó de la Germania de Tácito, Manès Sperber de las memorias de Casanova, Rolf Hochhuth de Moby Dick, Günter Wallraff de la novela de Emile Zola Germinal (imposible saber por qué eligieron ésta en vez de Nana), Rainer Werner Fassbinder dedicó su atención a la gigantesca Berlin Alexanderplatz, adaptada por él mismo como serie de TV; y para completar la anunciada media docena de ilustres reseñadores, a Golo Mann le tocaron en suerte las Confesiones de Agustín de Hipona y El ingenioso hidalgo. ¿Por qué precisamente a Golo Mann el libro de Cervantes? ¿en recuerdo de las bellas páginas que su padre, Thomas, escribió sobre el Quijote mientras navegaba por el Atlántico camino del exilio en los Estados Unidos? Chi lo sa!

Golo Mann inicia su reseña de una manera escéptica: "¿Hay hoy en día muchos que lean de cabo a rabo esta obra, de más de mil páginas? Apenas los habrá, a no ser que quieran escribir algo acerca de ella" (con lo cual ya nos está diciendo que él lo ha hecho... y/o así lo espero. Después lo cual sigue). "Se compone de una larga cadena de aventuras aisladas, de episodios. No faltan las repeticiones allí donde ya no era posible una superación, una imposibilidad que se pone de relieve bien pronto. De modo que se puede leer aquí y allá, pueden saltarse páginas. Por lo demás, se compone de dos partes, la segunda escrita diez años después de la primera. Si éso no se supiera, quizás no se notaría" (afirmación que no sé si es un elogio o un sarcasmo), "pero como se sabe, se nota".

Habla luego Golo Mann de las tres salidas de Don Quijote y recuerdo lo mucho que me rei cuando vi la traducción del final de ese párrafo en un diario español. Allí decía: "En cuanto a la mera distancia, si en las salidas uno a tres recorre cien, en la salida uno recorre diez"... frase que a Pitágoras le hubiese cortado el aliento. Pero lo que Golo Mann en realidad escribió, fue: "Por lo que se refiere a la mera distancia, las salidas uno a tres se comportan proporcionalmente como el 1 con el 10 y con el 100". Pitágoras puede seguir respirando.

Más adelante, el tono se vuelve muy actual. Dice Golo Mann: "Paladín del bien, el caballero no pocas veces produce daños, llevado por la ira y la ofuscación. Arremete contra un rebaño de ovejas. Libera a unos ladrones que inmediatamente retoman su oficio. Es capaz de herir a las más inocentes de las personas, sin mostrar luego mucho arrepentimiento, porque siempre tiene razón. ¿Sería quizás a fin de cuentas un ancestro de esos terroristas españoles, que vuelven a atormentar el país, para darle libertad y felicidad a su pueblo? Una comparación que no cuesta mucho negar. Esos asesinos son malos. Don Quijote es bueno. Si hubiera alguien como él hoy en día, algo que resulta difícil imaginárselo, saldría a la palestra contra los terroristas, liberaría sus rehenes, trataría de convencerlos para concertar la paz... y creería en sus promesas, en el caso de que se las hicieran..." [No olvidemos que cuando Golo Mann escribe estas palabras estaba ETA en plena actividad terrorista].

Su reseña se cierra con estas palabras: "¿Se vuelve [Don Quijote] cuerdo porque está a punto de morir, o se muere porque se ha vuelto cuerdo, porque ha comprendido que para alguien como él no hay nada que enderezar en este mundo? Esta pregunta no admite ninguna respuesta: además tan sólo es válida manteniéndose dentro de la novela. Pero si se la relaciona con Cervantes mismo, en un sentido biográfico, me atrevo a conjeturar lo siguiente: le sucedió al autor lo que más tarde les sucedería a otros. La figura que en un principio había concebido como tragicómica, tan sólo lamentable, se fue transformando en otra cosa tanto más cuanto más tiempo convivía con ella; le fue transmitiendo más y más de sí mismo, se enamoró de ella y la fue empujando delante suya y a través del país hasta que tuvo que matarla para desembarazarse por fin de ella. Casi fue un suicidio, y de hecho Cervantes murió un año después".

Medio siglo antes de este texto de Golo Mann, del que he seleccionado los conceptos que a mi juicio son más novedosos y aportan algo diferente, Franz Kafka caligrafió en sus cuadernos una verdadera alhaja a la que tituló La verdad sobre Sancho Panza, de la que ya existen numerosas versiones en español, entre ellas alguna espantosa, como la que usó Roa Bastos en no recuerdo qué ensayo. También está la de Borges en la segunda edición de su antología Cuentos breves y extraordinarios, datada en Buenos Aires 1976 y con la complicidad de Bioy Casares. Pero esa versión convierte en tres las dos frases originales de Kafka, y como no quiero repetir la maldad gratuita de Juan Benet cuando prologó en 1970 Las palmeras salvajes de Faulkner ("me veo obligado a transcribir las citas del texto traducido por Borges, por carecer de otra edición"), les propino la mía... no mi maldad, sino mi aproximación a ese texto:

golo mann 001"Al correr de los años, y gracias a una gran cantidad de novelas caballerescas y picarescas leídas en las horas vespertinas y nocturnas, Sancho Panza –quien por lo demás nunca se vanaglorió de ello– consiguió despistar de tal modo a su demonio –al que luego daría el nombre de Don Quijote–, que éste acometió como barco sin remos las más locas hazañas, las cuales, no obstante, por falta de un objeto predestinado –que justamente hubiera debido ser Sancho Panza–, a nadie perjudicaron. Sancho Panza, un hombre libre, acompañó sereno a Don Quijote en sus andanzas, quizás por un cierto sentido de la responsabilidad, y obtuvo de ello una muy grande y útil diversión, hasta el fin de sus días".

Don Quijote y el idioma alemán. Todo un tema. Pero también Cervantes y el idioma alemán, donde a cuatro años de la publicación de Rinconete y Cortadillo, y por el sencillo procedimiento de convertir Sevilla en Praga, le infirieron un plagio que merece toda una Carta aparte, él solo. Queda prometida para una próxima vez.

Ricardo Bada
España, 1939. Escritor y periodista residente en Alemania desde 1963. Con una obra extensa: autor de La generación del 39 (cuentos, 1972), Basura cuidadosamente seleccionada (poesía, 1994), Amos y perros (cuento, 1997), Me queda la palabra (ensayos, 1998) y Los mejores fandangos de la lengua castellana (parodias, 2000). Editor en Alemania, junto con Felipe Boso, de una antología de literatura española contemporánea (Ein Schiff aus Wasser [Un barco de agua]), y en solitario, de la obra periodística de Gabriel García Márquez y los libros de viaje de Camilo José Cela. Editor en España de la obra poética de la costarricense Ana Istarú (La estación de fiebre y otros amaneceres, 1991), y en Bolivia de la única antología integral de Heinrich Böll (Don Enrique, 1995) en castellano.

 

Carta de Alemania (6). Don Quijote, Kafka, Golo Mann enviado a Aurora Boreal® por Ricardo Bada. Publicado en Aurora Boreal® con autorización de Ricardo Bada. Foto Ricardo Bada © Ricardo Bada. Foto Golo Mann © J.H. Darchinger / Friedrich-Ebert-Stiftung.

Suscríbete

Suscríbete a nuestro boletín y mantente informado de nuestras actividades
Estoy de acuerdo con el Términos y Condiciones