El camino tranquilo

tomas_gonzalez-016Su vida es la de un monje de clausura al que el caos de la ciudad lo ha convertido en un devoto del campo. La consagración al silencio le ha permitido develar en sus libros los esquivos pliegues del dolor humano. Algunos de sus personajes ya han sido atesorados en el cofre de joyas de los lectores de la literatura colombiana. Los matices del dolor y los claroscuros de la vida han sido las constantes en la obra de un escritor que ha visto, con súbito entusiasmo, el crecimiento de sus lectores. Siempre sereno, emplea las palabras con una austeridad como si buscara construir aforismos cuando dialoga.

 

1. En sus novelas el dolor se manifiesta paulatinamente en tránsitos que siempre van del sosiego a la convulsión. ¿Es su literatura una parábola de la forma en que el paso del tiempo acerca al hombre al padecimiento?

 

 

También se da en la dirección contraria. Me parece que los tránsitos en mis libros van de la convulsión al sosiego -así sea el sosiego de la muerte, como lo es en algunos-, y creo que el paso del tiempo acerca siempre al hombre al final de su sufrimiento. Mejor todavía sería decir que el paso del tiempo hace recorrer al hombre todo el camino: del sosiego a la convulsión y, de esta, otra vez al sosiego. El círculo de la vida.

Marcos Fabián Herrera Muñoz, Colombia, 1984. Poeta y periodista cultural. Integra el comité editorial de la revista Puesto de Combate y del periódico virtual Con - Fabulación. Sus diálogos con escritores y artistas para la prensa cultural hispanoamericana le han reportado unánimes elogios y lo han ubicado como uno de los cultores más versátiles, documentados y agudos de la conversación literaria. Autor del libro El Coloquio Insolente - Conversaciones con Escritores y artistas Colombianos (dos ediciones) y del poemario Silabario de Magia. Incluido en antologias de cuento, poesía y periodismo literario.

2. Sus libros demuestran que la realidad del país posee dimensiones que la hacen inagotable como fuente literaria. ¿Cómo explorarla sin caer en los trajinados lugares comunes que derivan en fallidos intentos de literatura?
 

Lo mejor es escribir a partir de lo que uno ha visto con sus propios ojos, tocado con sus manos y escuchado -u oído decir- con sus propios oídos. Si se es fiel a la sensibilidad propia, a la manera propia de sentir el mundo, no hay por qué caer en lugares comunes. Cada vivencia es irrepetible.

Tomás González (Clombia,1950) es un escritor colombiano que se inició en el campo de la poesía y en 1983 publicó su primera novela, Primero estaba el mar. Estudió filosofía en la Universidad Nacional de Colombia, vivió durante 19 años en los Estados Unidos con su esposa Dora y su hijo Lucas hasta 2002, cuando los problemas de salud de su esposa hicieron que regresara antes de tiempo. Decidió radicarse en Chía, un municipio en las afueras de Bogotá, durante ocho años. En la actualidad reside en la población de Cachipay, Cundinamarca, a dos horas de la capital de Colombia. Obras: Primero estaba el mar (1983), Para antes del olvido (1987), La historia de Horacio (2000), Los caballitos del diablo (2003), Abraham entre bandidos (2010), El rey del del Honka-Monka (libro de cuentos publicado en 1995), Manglares (poemario publicado en 1997 y 2006), La luz difícil (2011).
 

3. En Primero Estaba la Mar y en La Luz Difícil el viaje es un actor decisivo en el desarrollo de las historias. ¿Es el viaje una oportunidad para dotar a la vida de un matiz de ensueño y catarsis?

En todo viaje hay siempre una historia: alguien dejó de estar en un sitio para estar en otro, es decir, dejó de ser una persona y se convirtió en otra. Los protagonistas de las dos novelas que mencionas hacen ese recorrido, viven esa historia, y esa es la que cuento. Pero no sé si se purifican. Tengo problemas con la noción de catársis, pues significa que en algún momento fueron impuros. ¿Impuros con relación a qué?

 

4. En La Historia de Horacio el protagonista se aferra a la vida con tal apego que la muerte parece vacilar en llegar a él. ¿Busca en sus libros explorar las formas en que la muerte se asoma a lo cotidiano?

Sí. Me interesa la presencia permanente de la muerte. Creo que le da intensidad, brillo y belleza a la vida. Si uno es conciente de que en cualquier momento puede morir, va a mirar cada cosa como si fuera la última vez. La flor de ibis o la garza que se mira por última vez es siempre más bella, o, mejor, recupera toda la belleza que tenía antes de que la rutina empezara a desgastarla.


5. Hay descripciones de parajes de la selva y el mar en sus cuentos y novelas que develan un conocimiento profundo de lo narrado. ¿Cómo surge ese afecto por estos paisajes y la capacidad de auscultar narrativamente los mismos?


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Creo que fue algo que nació conmigo. No me gustaría escribir novelas o cuentos desligados de la naturaleza, del paisaje. Me sentiría encerrado.

 


6. En Manglares hay una presencia de lo humano siempre determinada por las huellas del tiempo, la evocación de días tumultuosos y el conflicto del hombre con su entorno. ¿Escribe poesía para testimoniar la decrepitud de lo humano?

 

Escribo poesía para plasmar aquellos momentos de mi vida en los que tuve vivencias significativas. La decrepitud es uno de tantos temas que todo escritor debe tocar en algún momento, pues nadie escapa a ella, pero no es un tema independiente. Cuando se habla sobre el vigor de la juventud, se habla de eso; y cuando se habla de la decrepitud, se habla de ella.

 

7. Ha hecho pública su consagración al budismo zen. ¿Qué relación tiene su devoción a ésta escuela budista con el ascetismo y contención de su prosa?

He venido practicando meditación zen desde hace varios años. La que practico consiste en sentarse y sólo respirar, sólo ser. Suena sencillo, pero es dificilísimo, pues uno tiende a vivir en la cadena de pensamientos, más que en la realidad, y confunde el pensar con el ser. Considero que ese tipo de disciplina tal vez me haya permitido un acercamiento más directo con la realidad, menos cerebral, y creo que eso se siente en mis escritos. La contención que mencionas podría tener que ver con eso también. Usar la cantidad necesaria de palabras: no más, no menos.


8. Al igual que el protagonista de Los Caballitos del Diablo, que se refugia de los sobresaltos de la vida, pero no logra eludir ciertos vínculos con la realidad, su oficio de escritor lo ha hecho enfrentar los estertores propios de la actividad literaria...


Sí, conozco muy bien las dificultades de la actividad literaria. Cuando a los veinte años o algo así decidí dedicarme a escribir, ya las conocía, y por eso no me sorprendí cuando de hecho llegaron.

 

EL camino tranquilo Entrevista a Tomás González  realizada por  Marcos Fabián Herrera enviada a Aurora Boreal® por Marcos Fabián Herrera. Publicado en Aurora Boreal® con autoriación de Marcos Fabián Herrera. Foto Marcos Fabián Herrera Muñoz©Esperanza Vallejo. Foto Tomás González © Tomás González.

 

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