¿“El laberinto del pecado” o la antinovela minera?

victor_montoya_001La obra del escritor boliviano Víctor Montoya, residente en Estocolmo, nos convoca a la reflexión y relectura de las novelas de ambiente minero que en Bolivia tiene valiosos representantes, quienes supieron trazar con crudeza la vida paupérrima de los hombres que dejaron sus pulmones en los socavones.
Sin embargo, a diferencia del héroe que defiende los intereses de sus compañeros desde una perspectiva social y realista, sentimos que Montoya lo hace desde otro ángulo, no usual, porque el héroe o antihéroe de su novela se va tejiendo en distintos planos y técnicas literarias que no conocen precedentes en la novelística minera. El mérito principal de El laberinto del pecado, cuya trama remueve los sentimientos página a página, es que nadie queda indiferente desde su lectura. El autor conoce perfectamente el sitio donde se contextualiza la historia. Los personajes no se deslizan por una pendiente de hierbas perfumadas, sino sobre el lodo, a codazos, y sentimos que esas gargantas tienen gritos no paridos todavía.

El protagonista, Manuel Ventura, es trágico desde el inicio hasta el desenlace, y no podía ser de otra manera. El autor juega con la ironía, aunque ésta no haya sido su intención, pero apellidar a un protagonista Ventura, que a través de la narración se va convirtiendo en desventura, no sólo es una ironía a secas, sino un recurso válido que expresa la realidad de los habitantes del continente latinoamericano.

 

Víctor Montoya, con la publicación de El laberinto del pecado y una reconocida trayectoria literaria, ha pisado Tierra Firme y ha sacado el mejor aliento fuera de su patria, reafirmando, una vez más, su vocación de creador y contestatario, pues es el único escritor boliviano en Europa que se atreve a destapar tabúes y a contradecir las reglas establecidas por los académicos de la literatura. Posee cierta frescura irreverente y su opinión ayuda a esclarecer ahora, con los aires que corren, el dogmatismo de algunos sectores políticos y el oscurantismo de los sistemas de poder.

Víctor Montoya imprime a la palabra un sello de verdad. El lector está obligado a seguir su planteamiento narrativo, guiado por una suerte de halo mítico y mágico, donde el paisaje envuelve en pesimismo y desesperanza a los personajes de la obra. Muchas voces críticas se alzarán, sin duda, pero si no poseen fuego bien argumentado, se sumarán como puntos válidos al laberinto.

UNA NOVELA DISTINTA

-¿Cuáles son las características que diferencian a tu novela del resto de las novelas mineras?

-No se debe olvidar que en Bolivia, la narrativa minera constituye todo un subgénero literario, puesto que las minas, desde la época del incario hasta la incursión de la tecnología capitalista, han sido la columna vertebral de la economía nacional y una fuente de la que bebieron pintores y escritores. Ahora bien, entre la variada gama de novelas mineras, El laberinto del pecado se diferencia fundamentalmente en que el personaje, Manuel Ventura, corresponde a la clase media que surge de la convergencia de dos corrientes sociales diferentes. Por una parte, es hijo de un minero de ascendencia indígena y, por otra, de una mujer criolla que, a pesar de estar casada con un trabajador del interior de la mina, conserva los resabios de su clase. En cambio las demás novelas mineras representan otras variantes; por ejemplo, Jaime Mendoza, autor de En las tierras del Potosí, que data de principios del siglo XX, nos describe las vivencias de un estudiante de medicina que emigra a Llallagua, al oír en boca de un amigo que en las minas era cuestión de extender las manos para luego recogerlas llenas de dinero. Luego tenemos la novela minera de tendencia indigenista, representada por Fernando Ramírez Velarde, en cuya obra, Socavones de angustia, nos relata la tragedia del campesino que, una vez liberado de los látigos del terrateniente, llega a las minas como mano de obra barata. Una tercera variante está representada en Metal del diablo de Augusto Céspedes, quien nos narra la vida caricaturizada de Simón I. Patiño, el magnate minero que, junto a Ford y Rockefeller, fue dueño y accionista de uno de los mayores "truts", que devoraba la vida de los mineros tanto dentro como fuera de Bolivia.
Por otro lado, mi novela no plantea el problema minero desde una perspectiva obrera o campesina, y menos desde la perspectiva de los barones del estaño, que se vincularon al capitalismo internacional ya en su fase de descomposición imperialista. Además, mi novela está ubicada en los años 70, una década en la cual la clase media de las minas estaba ya establecida, y cuyas costumbres y cosmovisión estaban articuladas a las grandes ciudades por medio de los periódicos, la radio y las imágenes de televisión. Asimismo, a diferencia de los novelistas que han descrito el ambiente minero de un modo superficial u objetivo, muchas veces llevándolo al límite del romanticismo, yo he intentado crear un personaje de carne y hueso que, aparte de ser el producto de un contexto social determinado, tuviese contradicciones en su propio fuero interno, pues ya los psicoanalistas nos han explicado que los hombres no somos sólo hechuras del medio social, sino también de instintos innatos. En consecuencia, en mi novela traté de describir el ambiente minero a partir de las experiencias personales del protagonista, quien no es el prototipo del paladín de las luchas sociales, el proletario que eleva su instinto de clase a un nivel de conciencia política para convertirse en el dirigente sindical o en el caudillo de la revolución nacional, sino, ante todo, un hombre que tiene sueños, desventuras, amores, desamores, frustraciones y, en definitiva, todo lo concerniente a un personaje que está hecho del mismo material humano que nosotros.

 

Carlos Alberto Muñoz Bello. (Chile, 1939). Actor, poeta, periodista radial. Profesor de actuación durante 1971 en la Escuela de Teatro de la Universidad Austral de Valdivia y director del grupo de teatro de la UTE de Valdivia. En 1973 es exonerado de la universidad. En 1974 funda Teatro del Molino en Santiago. Director y profesor de teatro de grupos aficionados, obreros, estudiantes y poblacionales; el año 1979 fue llamado al elenco del Teatro de la Universidad Católica de Chile. En 1982 ingresa al Teatro Popular El Telón. El grupo fué invitado a participar en el Festival Internacional de Teatro en Nancy, Francia. Gira por Bélgica, Alemania, Holanda, Suecia, Luxemburgo, Dinamarca, España e Inglaterra. Participa en 1983 en el Primer Festival del Teatro del Exilio en Estocolmo como actor en el Teatro Sandino. Participa en el Festival Internacional de Teatro de Cádiz, España con el Teatro Popular Latinoamericano. Reside en Suecia desde 1983. Ha participado en actos solidarios, políticos, culturales, como animador y lector de poesía. Ha sido publicado junto a otros poetas extranjeros en la Antología de poetas en la comuna de Kista. Ha leído su poesía en sueco y en castellano en bibliotecas comunales. Ha colaborado en radios locales con programas dedicados a la cultura hispanoamericana. Ha escrito, dirigido y actuado en radioteatro para adultos y niños. Ha escrito los monólogos El arquero, El regreso, y El dirigente, obras que ha representado en actividades en Estocolmo, Gotemburgo,Växjö, Södertälje. Participó y organizó El Festival de Teatro junto con CESDO [Centro de Estudios Doctrinales]. En 1998 creó junto a Milagros Fernández Ediciones La Quimera. En Chile publicó en 1983 Poesía Civil, junto con Juan Radrigán, Pepe Herrera y Manuel Lattus. Poesía en la calle, Poesía para reflexionar, Poesía, Aquí Estamos - Catorce cantos para ser leídos en voz alta, en 1982 . En Suecia publicó la hoja de poesía Yunque Poético, Siete poetas chilenos en Estocolmo, Oración del palo, Poemas Ciudadanos, Siete cantos iracundos y una balada al coraje femenino [dedicado a Familiares de Detenidos Desaparecidos]. Su poesía esta incluída en varias antologías. Fue publicado en España en la revista Literatura chilena, creación y crítica en 1987, dirigida por el poeta David Valjalo. 5O poetas latinoamericanos en Escandinavia, una selección realizada por Juan Cámeron. Actualmente hace un programa radial 'Palabras al Oído' dedicado a la literatura universal, lectura de fragmentos de novelas, cuentos y dramatización de escenas de la dramaturgia universal, comentario de libros. Este programa se transmite los domingos en Radio Studio 91.1FM.

 

carlos_alberto_munoz_001-Concretamente, ¿de qué manera rompe El laberinto del pecado con la tradicional novela minera?

-Quiero remarcar que El laberinto del pecado rompe con las tradicionales novelas mineras tanto por el tratamiento del tema como por el manejo del lenguaje, pues en el resto de las novelas se recoge el complejo mosaico minero de una forma unilateral y estereotipada, donde los mineros carecen de alma y cuya única preocupación parece ser la lucha política por conquistar sus reivindicaciones socioeconómicas, en desmedro de los problemas emocionales que aquejan a cualquier hombre de cualquier país, independientemente de su condición social y su identidad cultural. El laberinto del pecado es un llamado vehemente a la reflexión sobre los temas tabúes, que ningún otro escritor de novelas mineras se atrevió a revelar, quizá por el temor a la censura y el dogmatismo político. El laberinto del pecado, además de abordar el tema de la tragedia y luchas obreras, muestra también la otra cara de la realidad, la que es inherente a la naturaleza y la condición humanas.

-¿Reconoces influencias del realismo social en tu novela?

-Sí, creo que todas las novelas de ambiente minero están marcadas por la corriente del realismo social. No obstante, mi novela presenta algunos elementos que difieren de la tradicional novela minera y del llamado realismo proletario; es más, mi novela no encaja en los cánones del realismo socialista, desde el instante en que es una novela de ficción y no un manual de historia ni un panfleto literario, puesto que no tomo en cuenta a toda la clase social -tampoco fue mi intención-, sino a un individuo aislado que, además, no es el prototipo del minero común sino un personaje de estamento medio. Por lo tanto, si la novela minera tiene que ser un compendio donde aparece la clase social contemplada sólo en el lugar que ocupa dentro del sistema de producción capitalista, entonces debo considerar que escribí la antinovela minera. Y si el protagonista de la novela tiene que ser contemplado sólo como un héroe destinado a acaudillar la gran revolución proletaria, entonces yo he creado el antihéroe de la novela minera, porque mi personaje, tratado introspectivamente, acaso como una radiografía, no es un Superman sino un ser aquejado por sus debilidades y defectos. En síntesis, jamás me propuse la idea de convertir al proletariado organizado como clase en el personaje de mi novela, sino apenas acercarme a describir episodios sueltos, yuxtapuestos de mis propias experiencias y, desde luego, a partir de los elementos mágicos y reales que alimentaron mi fantasía.

-¿Entonces has querido romper directamente con ese movimiento literario?

-Sí, pero no de manera consciente, pues durante el acto de la escritura surgen de manera espontánea aspectos inconscientes, intuitivos, instintivos, que no están previstos en la obra de creación, pero que forman parte de la situación existencial del autor. Pienso que todo escritor anda a ciegas, a tientas, en el instante de forjar un personaje que viva y respire junto a cada lector, y cuya vida sea el resultado de la interrelación habida entre su mundo interno y externo. Quizás por eso, los protagonistas de mi novela son obreros que pueden transformarse en una potencia revolucionaria y, a la vez, ser presas de la podredumbre del medio social que los rodea. Decía que mi novela muestra, de alguna manera, la otra cara de la medalla, aquella realidad cruda de la que acaba siendo una ficción, por supuesto, con todos los aditamentos propios de una novela de ficción, como es el erotismo, la homosexualidad y otros aspectos reñidos con los códigos ético-morales de la sociedad imperante. Pienso que El laberinto del pecado es una obra de difícil clasificación. Se mueve en distintos planos narrativos, con diversos personajes e historias. Y, claro está, mientras más sean los dolores de cabeza que les cause a los académicos de la literatura, que levantaron las fronteras entre los géneros literarios, será un buen síntoma de que no existen fronteras imperecederas a la larga y, menos aún, muros infranqueables contra las aventuras de la imaginación.

-¿A qué se debe la violencia y el pesimismo tan recargados en tu novela?

-Tengo una visión demasiada pesimista de lo que es el contexto minero, probablemente, porque viví inmerso en esa realidad. Mi padre político fue minero, varios de mis parientes fueron mineros, y yo no he visto otra cosa que el sufrimiento y la tragedia desde cuando tengo uso de razón. Por eso, mi novela es violenta y pesimista. No sería capaz de escribir algo festivo ni pintoresco, ya que todo lo que tengo que decir acaba siempre entroncado en la realidad y las vivencias que fueron el crisol de mi experiencia. Cómo no voy a ser pesimista si he conocido la miseria de cerca, si sé que un hombre que ingresa al trabajo dantesco de la mina, a los escasos 18 ó 20 años de edad, muere con los pulmones reventados por la silicosis a los 35 ó 40. Si repasamos las obras de ambiente minero, desde Subterra del chileno Baldomero Lillo hasta Tungsteno del peruano César Vallejo, nos daremos cuenta de que la tragedia de los hombres del subsuelo es cosa seria.

-Noto que el paisaje se torna en otro protagonista en la novela.

-El paisaje es un protagonista más en el relato minero, puesto que el ambiente del altiplano presenta sus propias peculiaridades. Ya alguien dijo con certeza que al escritor de temas mineros se lo reconoce por el modo de describir el paisaje del altiplano; el viento, el trueno, la lluvia, la paja brava, los cerros áridos, las quebradas sin vegetación, las chozas miserables y la gente que tiene el color de la tierra, son algunas de las características que identifican a las novelas mineras, donde la naturaleza se torna en una verdadera protagonista.

EROTISMO Y PROVOCACIONES

-Supongo que el erotismo en tu novela será motivo de controversias en un país como Bolivia. ¿Qué opinas tú?

-Debo aclarar que mi novela no es enteramente erótica ni está destinada a cortar el aliento de los lectores, sino apenas la primera obra de ambiente minero en la cual se habla con lucidez de las experiencias sexuales de su protagonista. Además, esta novela es el ensamblamiento de varias historias que están articuladas a una totalidad, pues considero que el arte novelesco consiste en ensamblar muy bien en la narración principal los cuentos anexos, haciendo que el conjunto conserve siempre una constante unidad. Ahora bien, lo que yo planteo en El laberinto del pecado es el problema de la doble moral, un fenómeno social que sobrevive en las culturas latinoamericanas desde el arribo de los conquistadores, quienes nos importaron y legaron las primeras piedras sobre las cuales se cimentaron los muros de la doble moral.

Si el libro suscita controversias será porque he puesto el dedo en la llaga de los sectores más conservadores y reaccionarios de la sociedad, aunque las escenas eróticas sean tan leves como en La increíble y triste historia de la Cándida Eréndira y de su abuela desalmada de García Márquez, o como en el monólogo final de la señora Bloom en Ulises de James Joyce. Es decir, el erotismo en mi novela no es ni la sombra de lo que hizo Vargas Llosa en Los elogios de la madrastra o José Donoso en La misteriosa desaparición de la marquesita de Loria, y, menos aún, de esas grandes sagas eróticas que se escribieron desde la Grecia y Roma antiguas, y que, a pesar de la censura y las costumbres morales impuestas por las clases dominantes, han sobrevivido hasta nuestros días. Sólo en siglo XX aparecieron excelentes obras eróticas escritas por autores como Henry Miller, Anaïs Nin, Bataille y Colette, quienes no causan asombro alguno, salvo a quienes están acostumbrados a encubrir o prohibir este género literario so pretexto de ser un síntoma de la decadencia humana.

Sin embargo, repito, mi novela, sin abordar necesariamente un tema erótico, puede ser un golpe certero contra el oscurantismo y la doble moral de los sectores más conservadores y, por supuesto, contra el puritanismo de algunos revolucionarios que han idealizado y glorificado demasiado la realidad minera, olvidándose que el minero no es un ser todopoderoso ni perfecto, sino un individuo que tiene tantas virtudes como defectos. Con todo, estoy consciente de haber tocado las zonas sagradas de un país que vive a caballo entre la modernidad y el pasado feudal, época en que la Inquisición intentó borrar todo vestigio de las costumbres sociales y sexuales de las culturas ancestrales de América, consideradas salvajes y sacrílegas por los conquistadores.

CRÍTICAS Y JUSTIFICACIONES

-¿Vale decir que estás consciente de las polémicas y críticas que puede generar tu novela?

-Sí, creo que el libro, por su propia naturaleza, se prestará a muchos comentarios y críticas, y yo digo: ¡Enhorabuena!, porque mientras más sean las controversias, al manos el libro tendrá las posibilidades de salvarse del silencio, del olvido y sobrevivir a su época. No se debe olvidar que los libros que han sido censurados por los regímenes totalitarios o por la Inquisición, han sido obras que, con el transcurso del tiempo, fueron arrancadas de los infiernos de las bibliotecas y rescatadas también como literatura válida. En mi caso, todo dependerá del tipo de lector que lea la novela; hay lectores que, de algún modo, están más forjados en el yunque de la lectura, y tienen el hábito de leer obras diversas y de países diversos. En cambio hay otro grupo de lectores que casi nunca lee, y me temo que sean éstos quienes, a pesar de gustar del libro en la intimidad, puedan criticarlo y rechazarlo en público, amparados en una actitud de doble moral.

Sé que es un intento peligroso, y a la vez un franco desafío, el hecho de enfrentarse a las normas ético-morales establecidas en América desde hace más de cinco siglos bajo una fuerte influencia católica, que arrasó casi por completo las normas ético-morales de las culturas precolombinas. Además, desde el surgimiento de la propiedad privada sobre los medios de producción y la lucha de clases, la moral, el ejército y el Estado, son instrumentos al servicio de los intereses de la clase dominante. Es decir, la clase social que está en función de poder impone sus valores ético-morales para salvaguardar sus intereses de clase y condenar como "inmoral" todo acto atentatorio contra las normas establecidas por los poderes de dominación. De modo que, tanto una revolución social como un libro que contradiga a las Sagradas Escrituras, están considerados como hechos "inmorales" y, por lo tanto, reprimidos y censurados. Empero, es función de los intelectuales despertar la conciencia popular y cuestionar las superestructuras retrógradas y absoletas de la sociedad clasista.

-¿Y cuál será la reacción de los partidos tradicionales de la izquierda?

-Me imagino que la novela será atacada desde diferentes ángulos. Por un lado, me atacarán los sectores conservadores por haber dicho la verdad y haber destapado el tabú sexual; y, por el otro, me atacarán los sectores políticos que han romantizado y sobreestimado el valor heroico de los mineros, sin considerar que ellos son también humanos de carne y hueso. Unos dirán que mi personaje es ajeno al movimiento obrero, mientras otros dirán que mi novela no encaja en los cánones preestablecidos de la novelística de ambiente minero. En caso de ser así, quiere decir que he logrado mi objetivo, porque habré roto con las fronteras trazadas por los doctores de la literatura y con el puritanismo de algunos dirigentes políticos, acostumbrados a ver al obrero más por fuera que por dentro. Ahora, sin lugar a dudas, en este libro me expreso en términos más audaces que en los anteriores, aun a riesgo de convertirme en el "enfant terrible" de la literatura boliviana. Tampoco quise escribir una obra comercial, sino una obra que se abriese espacio en un terreno minado por la censura, los prejuicios sociales y el tabú sexual.

-¿Y cuál será la reacción de los jóvenes respecto a tu novela?

-La gente joven se va a sentir identificada con la novela, al menos ésta es mi impresión y así espero que sea. La juventud, en cualquier sociedad, es una verdadera fuerza de cambio y renovación; es más, yo escribo en primera instancia para ellos, porque confío en sus energías y su benevolencia. Los adultos, en cambio, son más conservadores y más reacios a aceptar temas que estén reñidos con los códigos morales y éticos de una sociedad conservadora. Creo que hay algo de verdad en ese proverbio que dice: "uno es incendiario de joven y bombero de viejo". Por otro lado, la gente joven ha cambiado muchísimo en los últimos tiempos y está menos atada a las costumbres atávicas del pasado. Así pues, creo que mi novela encontrará muy buena acogida entre los jóvenes.

LO TELÚRICO Y LO MÁGICO

-En tu novela se advierten varios pasajes violentos y, a veces, con una dimensión sensacionalista.

-Bueno, pienso que el medio social del cual provengo está lleno de historias inverosímiles y hechos truculentos que alimentan la fantasía, episodios que se relatan en el círculo familiar o en el ruedo de amigos. Los mineros, por muy conscientes y revolucionarios que sean, cuando están en una cantina, aparte de discutir de política y de fútbol, hablan de sexo y de temas que están censurados oficialmente. Ellos mismos, estando en el interior de la mina, cambian de personalidad y de conducta, porque en los socavones está permitido todo lo que está prohibido en las calles y los hogares. En la mina, los obreros hacen las bromas más pesadas y los chistes más corrosivos, pero cuando están en la superficie, mirándose cara a cara, vuelven a una "vida normal", en la que prima el respeto mutuo y la compostura. Además, el interior de la mina es un mundo mítico y mágico, porque la mentalidad minera es proclive a las supersticiones, hecho que les lleva a crear una serie de leyendas y deidades tanto del bien como del mal, estrechamente amalgamadas con los ritos de la religión católica. Asimismo, en el complejo mosaico minero, como en cualquier lugar del mundo, se producen crímenes y sucesos macabros, que yo me he dado la libertad de recrearlos a mi modo, puesto que la novela, si bien tiene una base real, toca aspectos que resultan ser una ficción, como en cualquier obra de creación en la que se mezclan los elementos de la realidad y la fantasía.

-Claro, varios hechos que relatas tienen un tinte macabro, mientras otros rayan en lo increíble, en lo fantástico.

-Todos los relatos que van ensamblados en la novela forman parte de la realidad minera, pues la vida del minero no empieza en la bocamina ni termina al salir a la luz del día. No, la mina se prolonga más allá. Las familias mineras habitan en campamentos, en pequeñas poblaciones, donde confluyen todas las clases sociales a las que me referí anteriormente, y donde se producen, de cuando en cuando, hechos macabros y crímenes a sangre fría; por ejemplo, la historia de La Solterona, que fue violada y asesinada por un maniático sexual, o la historia de la chichera que degolló al comerciante árabe para despojarle de las joyas que llevaba forradas al cuerpo, son episodios que escuché desde niño. Entonces, el acto de recrear estos temas es también un modo de rescatar la memoria colectiva y concederles una dimensión literaria.

Otro caso grotesco es el hijo de Manuel Ventura, que nace con el cuerpo escamado y una deformidad monstruosa. En realidad, este personaje está inspirado en los comentarios y especulaciones que dan cuenta de niños que nacían con la cabeza humana y el cuerpo de buey o de niñas que nacían con el cuerpo escamado y los pies que parecían aletas de pez. Todo esto, desde luego, forma parte del realismo mágico de las minas, donde se siente la influencia de la mentalidad del indígena, porque cuando éste emigra de su aldea hacia la mina, lleva consigo sus procedimientos mágicos para adorar a la tierra y rendir culto a sus deidades.

Muchas costumbres y supersticiones se mantienen vivas en los centros mineros y ejercen una influencia decisiva sobre la vida social de la gente, como el hecho de creer que las vetas de estaño desaparecen con la menstruación de la mujer o que el mítico Tío, creado por la imaginación de los mineros, sea el dueño y señor absoluto de los filones mineralizados, que él concede a los trabajadores mediante un pacto ritual que no conoce precedentes en otras religiones.

-¿Qué nos puedes decir del realismo mágico que se advierte en tu novela?

-El realismo mágico o fantástico en América Latina no sólo está en las obras de García Márquez, Rulfo o Carpentier, sino en la vida misma de cada pueblo y cultura. Consiguientemente, el realismo mítico y mágico de un centro minero es natural que se vea reflejado en las obras de los autores que tratan estos temas, con la intención de rescatar por medio de la palabra escrita los mitos y creencias que sobreviven en los Andes desde la época del incario; es más, la belleza telúrica del altiplano y la tenebrosa oscuridad de los socavones, conocidos genéricamente como tragaderos de vidas humanas, tiene sus propias peculiaridades que lo diferencian del realismo mágico habido en las costas caribeñas, en las mesetas mexicanas, en las selvas amazónicas o, simplemente, en cualquier población, calle o esquina de una América Latina tan inmensa y tan llena de mitos, leyendas y supersticiones.

Las minas, es cierto, son ambientes insalubres y miserables, pero también regiones ricas en materias primas, en folklore y fantasía. Los mitos, las leyendas y supersticiones de los mineros andinos, poco estudiados por antropólogos, sociólogos y etnólogos que usan los parámetros occidentales para referirse a las culturas ancestrales no registradas en los mapas ni en la historia oficial de los vencedores, viven latentes en cada uno de ellos, desde cuando se levantan hasta cuando se acuestan. Así pues, en estas regiones enclaustradas entre las altas montañas de la cordillera se sigue transmitiendo a través de la tradición oral todo lo que alcanza a registrar y conservar la memoria colectiva.

DISCRIMINACIÓN SEXUAL Y OPRESIÓN DE LA MUJER

-¿Cómo explicas el asunto de la homosexualidad y el lesbianismo que están insertas en tu novela?

-He recreado estos temas con la intención de provocar la reacción de los lectores más desprevenidos. Cabe recordar que con la conquista llegó la cruz y la espada, pero también un nuevo orden moral y nuevas costumbres conyugales. Tengo entendido que, antiguamente, en las culturas precolombinas estaban admitidos los medios preventivos y el concubinato, y la existencia de comunidades integradas sólo por hombres o mujeres. Mas estos sistemas de vida fueron arrasados por quienes impusieron a sangre y fuego valores morales y culturales ajenos a las comunidades ancestrales, donde el comercio sexual correspondía a lo que hoy se conoce como homofilia. Las "kapullanas", por ejemplo, ejercían una relación lésbica con plena libertad y derecho, pero esta forma de vida social fue censurada por los conquistadores, quienes provenían de un continente donde la Inquisición prohibía toda forma de vida sexual "contra natura", que atentara contra la moral católica y rompiera con la Sagrada Familia. Es decir, la conquista truncó las libertades y derechos de las lesbianas y los homosexuales, a quienes se los consideró las ovejas descarriadas del Señor.

La santa cruzada, salida del oscurantismo medieval, donde la Inquisición cabalgaba a galope tendido, condenó la poligamia del Inca y las relaciones sexuales que atentaban contra las Sagradas Escrituras. En realidad, yo me refiero a estos aspectos sólo de pasada, ante todo, para provocar y aguijonear, como ya dije, a esa mentalidad retrógrada que hizo carne en la mayoría de la población, donde se manifiesta todavía abiertamente el desprecio contra estos grupos segregados de la colectividad. ¿Por qué?, porque vivimos en una sociedad machista y patriarcal, cuyas contradicciones no sólo son de clase sino también de mentalidad. Yo uso estos argumentos como una forma de reflexionar en torno a un tema tabú, y para recordarles a los luchadores de la justicia que estos grupos segregados de la sociedad tienen también las mismas necesidades y los derechos que nosotros, aunque en la novela se los describa a estos personajes tal cual se los trata en la realidad actual.

-En medio de este "Laberinto del pecado", ¿Qué papel juega la mujer?

-Debo reconocer que el libro no es un panfleto político ni una reseña histórica sobre la situación de la mujer. Sin embargo, el movimiento minero, debido a su fuerte ascendencia indígena, conserva los resabios del feudalismo machista y patriarcal en su relación con la mujer y los hijos, quienes no tienen los mismos privilegios que los hombres. Pienso que esto ha sido ya revelado por Domitila Barrios de Chungara en su testimonio Si me permiten hablar... , en el cual se queja del machismo existente en los hogares y los sindicatos obreros. De ahí que en mi novela, las mujeres no gozan de su sexualidad del mismo modo que en los países industrializados, donde las mujeres están relativamente emancipadas y tienen menos prejuicios sexuales. Las mujeres de las minas, en cambio, no sólo están oprimidas por el hombre, sino también sometidas a un trabajo casi bestial; se levantan a las cuatro de la mañana y se acuestan a altas hora de la noche, ellas cuidan a los hijos y atienden los quehaceres domésticos. Por lo tanto, en este ambiente de superexplotación, la mujer no tiene tiempo para sí misma y menos para pensar en su realización como mujer.

-¿Entonces, la sexualidad de la mujer en tu novela está vista desde una perspectiva machista?

-Sin duda, en el ámbito minero, las relaciones humanas y sociales se dan de una manera brutal, violenta. Pero esto tiene su explicación. Decía que los mineros, que en su generalidad son de mentalidad conservadora, aunque sufren un proceso de transculturación a través de los medios de comunicación que llegan de las grandes ciudades. Con todo, y a pesar de estas influencias occidentales y a pesar de tener sueños de carácter erótico, los mineros siguen siendo machistas, siguen sojuzgando a la mujer y siguen considerándola ciudadana de segunda categoría. La situación de la mujer del minero no se parece a la de la mujer de clase media. Pienso que es muy difícil aceptar una relación distinta a la establecida en un medio patriarcal; primero, por el machismo y, segundo, por el atraso cultural de la gente que, por ejemplo, hace que la masturbación de los adolescentes y el adulterio de las mujeres estén considerados como un castigo divino o como un grave pecado contra la moral establecida por los poderes de dominación.

CONTRASTES SOCIALES Y RACIALES

-¿A estos problemas sociales que planteas, se suma la discriminación racial?

laberinto_pecado_002-Sí, los mineros no son una masa homogénea, sino un mosaico complejo, con contrastes sociales y raciales. El capitalismo, como es norma en él y por su propia necesidad, ha creado capas diferentes en el seno de su criatura natural que es el proletariado; en tal sentido, el campesino, que se hace cabecilla o seccional en la mina, no es lo mismo que el campesino que trabaja perforando la roca, aunque ambos provengan del agro y sean víctimas de la opresión capitalista. Asimismo, el cabecilla o seccional no es lo mismo que el técnico o el oficinista de la Empresa. Aquí se plantea el problema del explotado y el explotador, del colonizado y el colonizador, del indio y el blanco. Por citar un ejemplo, diré que el saludo que un obrero dirige a otro obrero no es lo mismo que el saludo que éste le dirige al gerente de la Empresa. El minero sabe diferenciar el saludo como sabe diferenciar el estatus social y económico de cada uno de los individuos que conviven en una población minera. La clase obrera cuenta en su seno con capas atrasadas, de avanzada y hasta con capas reaccionarias. Hay grados jerárquicos que los diferencian, de modo que su misma composición heterogénea hace que el proletariado, en la formación de su conciencia de clase, puede dar nacimiento a dos o más partidos políticos que enarbolan sus reivindicaciones.

-Me imagino que en este medio, el color de la piel debe jugar un papel importarte, ¿verdad?

-Así es, el color de la piel y el apellido son vehículos del estatus social de un individuo. El hombre de la ciudad, que es mestizo o criollo, tiene los rasgos occidentales y la piel más clara, además usa un sociolecto distinto al del minero, cuyo lenguaje coloquial presenta interferencias del quechua y el aymara. Esto nos demuestra que en las minas no todos son iguales ni todos luchan por conquistar los mismo objetivos. Dentro del propio movimiento obrero existe una suerte de gradación, de clasificación, de estatus y jerarquías.

El problema racial es un problema evidente, y considero que todas las novelas mineras reflejan, de un modo u otro, este contraste existente entre los grupos sociales y raciales, pues el gringo no es lo mismo que el indio, ni el mestizo es lo mismo que el gringo o el indio. Las diferencias raciales, de manera abierta o encubierta, se manifiestan en todos los espectros de la vida cotidiana, lo mismo que entre los obreros del interior de la mina, donde el cabecilla o seccional, que por lo general es un hombre de escasa formación cultural, puede discriminar a su propio compañero de clase y de raza, sujeto al poder que le concede su función laboral, que está al servicio de los jerarcas de la Empresa. Otra dimensión de estas diferencias se da cuando el gerente o el ingeniero ingresa al interior de la mina; los mineros limpian el piso por donde éste va a caminar, y así demuestran su subordinación y autodesprecio ante el criollo o mestizo que trabaja en las oficinas de la Empresa.

-¿Quieres decir que las diferencias sociales están bien marcadas en los distritos mineros?

-Efectivamente, los campamentos mineros se encuentran en los faldeos de los cerros, cerca de la bocamina, y no muy lejos de allí, donde están los campos de golf y de tenis, están los chalets de los técnicos de la Empresa. En los campamentos las calles son pedregosas y polvorientas, en cambio en el barrio de los técnicos están empedradas y asfaltadas. En los campamentos no hay jardines ni árboles, pero sí en la zona donde viven los jerarcas de la Empresa. Los hijos de los mineros y los hijos de los técnicos, aunque estudian en las mismas escuelas, asisten -o asistían- en dos turnos diferentes para no mezclarse. Lo mismo ocurre en los cines y los baños témanles, donde los hijos de los técnicos tienen más preferencias que los hijos de los mineros.

ALFABETIZACIÓN Y EDUCACIÓN MULTICULTURAL

-¿Qué piensas sobre la alfabetización como instrumento para la liberación de los oprimidos?

-Se ha dicho muchas veces, y está escrito en varias de las llamadas "novelas mineras", que la educación o alfabetización es la palanca decisiva para la liberación de los obreros. Es decir, que los explotados alcanzarán su emancipación por medio de la lectura y escritura. Ésta es una tesis política que, en Bolivia y otros países, se ha planteado durante decenios. Sin embargo, pienso que el movimiento obrero y campesino no necesitan aprender a leer ni escribir para darse cuenta de su explotación y su miseria. Pienso que el lugar que ocupan dentro del sistema de producción capitalista, los hace conscientes de su condición de clase. No creo en la tesis de que primero deben aprender a leer y escribir para después luchar por su emancipación, como tampoco creo en la teoría de que el simple hecho de saber leer y escribir sea una garantía para ser más feliz o sentir menos hambre. En este punto discrepo con varios de los novelistas que plantean la alfabetización de los mineros como un instrumento de liberación, y no como una necesidad u obligación que tiene que cumplirse en una sociedad más justa, democrática y pluralista.

-En cualquier caso, ¿en qué idioma se debe plantear la alfabetización o educación en Bolivia?

-Este es un problema clásico en los países multilingües. Cabe recordar que en Bolivia, el castellano es el idioma oficial, el idioma de los vencedores, mientras el quechua y aymara, entre otros, son los idiomas de los oprimidos, de los vencidos. Y, claro está, en un país multicultural y multilingüe, la educación o la alfabetización tiene que ser también multicultural y multilingüe. Actualmente, en materia de educación, se están dando pasos positivos; hay conciencia sobre la importancia de implantar una educación bilingüe, ya que hasta hace poco, el castellano seguía siendo sinónimo de civilización y cultura. No era raro que los padres, que provenían del ámbito rural, empujaran a sus hijos a habar en castellano, en desprecio de su lengua materna, porque hablar en quechua o aymara implicaba estar en una posición inferior a la de los muchachos citadinos. Entonces, la castellanización ha producido un fenómeno de transculturación y desclasamiento paulatino en las culturas ancestrales, ya que no pocos de los intelectuales de origen indígena han renegado de su lengua materna y han cambiado su apellido para seguir estudiando en las universidades y mejorar así su estatus social y económico.

EL QUEHACER COTIDIANO DEL ESCRITOR

-¿Cuáles son las razones que te motivan a escribir?

-Cuando uno escribe, lo hace por la sencilla razón de expresar ideas y sentimientos, y compartirlos con otros. Cuando un escritor rompe los chalecos de fuerza que le impone una realidad que no le gusta, transforma su literatura en un grito de protesta y en un instrumento de lucha, si es necesario. Si uno escribe es porque le han pasado cosas desagradables en la vida, porque tuvo una infancia tensa y llena de sobresaltos, o, simple y llanamente, porque ha contemplado un panorama tan desolador que vale la pena contarlo. En mi caso, escribo porque el arte de la palabra escrita es una suerte de poro que me ayuda a respirar y me permite ventilar los traumas del pasado; más concretamente, escribo para sobrevivir y no morirme.

De no haber recurrido a tiempo a la escritura, hace mucho que no hubiera existido; en fin, escribo para dejar un testimonio de mi época, para que mis hijos o mis nietos sepan un día lo que quería y no quería, lo que amaba y detestaba. Creo que en el fondo trato de destapar mi propio mundo interno para que mis demonios y fantasmas salgan a la luz, al menos para romper con los cercos del silencio y no pasar desapercibido, pues el silencio y el olvido es lo peor que le puede pasar a un escritor y su obra. Algo más, considero que el escritor es un contestatario, porque se rebela contra un mundo que le impone sus chalecos de fuerza, procurando convertirlo en un fiel servidor de los sistemas de poder. El escritor es, pues, un subversivo no sólo porque denuncia las injusticias, el oscurantismo y los prejuicios sociales, sino también porque se enfrenta contra el muro infranqueable del poder, que establece las superestructuras ético-morales.

-¿Hay muchas afinidades del novelista Víctor Montoya con sus personajes?

-Sí, pienso que todo escritor, de un modo consciente o inconsciente, está disperso entre los personajes de su obra. Muchas de las cosas que aparecen en la novela las viví de cerca o las experimenté en carne propia. Los personajes de los cuentos o novelas reflejan casi siempre las experiencias o fantasías del autor; más todavía, creo que no es el escritor quien busca los temas sobre los cuales va a escribir, sino que más bien son los temas los que buscan a su escritor.

-Con los acontecimientos actuales del mundo, ¿tu posición no es la de un solitario?

-Estoy convencido de que la actividad literaria es un acto de solitarios. Los escritores son una especie de Robinson Crusoe, que viven recluidos en su propia isla, inventando imágenes y recreando realidades con la ayuda de la fantasía, que es el mejor instrumento de trabajo en la literatura. Todo los días reproducimos nuestra propia visión del mundo sobre un papel blanco, con la esperanza de que algún día llegue al destinatario que, en este caso, es el lector. Desde ya, algunos experimentamos una suerte de ostracismo, situación en la que nos sentimos cómodos, puesto que la elegimos voluntariamente y con absoluta libertad.

-Me imagino que ya tienes una cierta disciplina y rigurosidad en tu trabajo como escritor, ¿no es cierto?

-Sí, escribo regularmente. Intento escribir varias horas por día, pues me muevo en distintos géneros; hago periodismo, ensayo y, al mismo tiempo, literatura de ficción, y esto implica varias horas de trabajo entre escribir y corregir textos. Por lo demás, creo que uno no nace escritor, sino que se va haciendo en la medida en que machaca el oficio y aprende a domar el lenguaje. Uno mismo es el artífice de su obra y estilo, aunque en literatura no hay otra cosa más difícil que forjar un estilo propio, personal.

-Valga la siguiente reflexión: si en un país existe un alto índice de analfabetismo y los libros son artículos de lujo, ¿para quiénes escriben entonces los escritores?

victor_montoya_096-Ah, ese es un problema serio, pues los escritores que escriben para gentes que no saben leer son como mudos que se refieren a sordos. Si uno escribe pensando en una colectividad que será la destinataria de la obra, y esa colectividad no sabe leer ni tiene acceso a la literatura, entonces se derrumba automáticamente ese puente que debe existir entre el escritor y su público. Éste es el dilema de los escritores de nuestros países, donde los medios de comunicación de masas, como la radio, el cine o la televisión, le han ganado terreno a la literatura. La gente pasa más tiempo delante de una pantalla de televisión que leyendo un libro. A esto se suma la deserción escolar y la crisis económica, que hace del libro un verdadero artículo de lujo, casi inaccesible para el modesto bolsillo del asalariado.

-Que yo sepa, aquí en Suecia, tú eres el único escritor boliviano que aportó una variada gama de obras; primero libros de narraciones cortas y ahora una novela. ¿Cómo te sientes siendo un puntal en esta materia?

-Como un privilegiado, sobre todo, si consideramos que los escritores en mi país tienen pocas posibilidades de dedicarse íntegramente a su vocación literaria; quizás se debe a esto el hecho de que la literatura boliviana sea una desconocida en el contexto latinoamericano y mundial. Y, sin embargo, en Bolivia existen y existieron grande talentos que, debido a la falta de recursos económicos, acabaron en el periodismo o como funcionarios de los gobiernos de turno. Es decir, la necesidad de llevar el pan a sus hogares les quebró en su afán literario, y, las pocas obras que escribieron, no se han proyectado más allá de las fronteras nacionales, debido al enclaustramiento en que vive el país y a falta de una política cultural mejor planificada. En este sentido, debo considerarme un privilegiado, pues la realidad en la que vivo me ofrece mejores posibilidades para dedicarme al quehacer literario; mas no por eso digo que es más fácil, ya que el trabajo de un escritor, como cualquier otro oficio, requiere mucha disciplina y dedicación.

Víctor Montoya, escritor, periodista y pedagogo boliviano. Reside en Estocolmo. Escribió su primer libro en la cárcel. En enero de 1977, por gestiones de Amnistía Internacional, recobró su libertad y consiguió asilo político en Suecia. Es colaborador de publicaciones en Europa, América Latina y Estados Unidos. Su obra principal, en el género del cuento, la novela, el ensayo y la crónica, aborda temas de honda preocupación humana y compromiso social. Sus cuentos han sido traducidos y recogidos en antologías nacionales y extranjeras. Bibliografía: Huelga y represión (1979), Días y noches de angustia (1982), Cuentos violentos (1991), El laberinto del pecado (1993), El eco de la conciencia (1994), Antología del cuento latinoamericano en Suecia (1995), Palabra encendida (1996), El niño en el cuento boliviano (1999), Cuentos de la mina (2000), Entre tumbas y pesadillas (2002), Fugas y socavones (2002), Literatura infantil: Lenguaje y fantasía (2003), Poesía boliviana en Suecia (2005), Retratos (2006), Cuentos en el exilio (2008), El laberinto del pecado (2011).

-¿Cuál es tu opinión sobre el compromiso social el escritor?

-La función social del escritor no está determinada por el contenido de su obra. García Márquez escribe sobre un mundo de ficción como es Macondo, y, no obstante, puede seguir simpatizando con Castro y la revolución cubana. El acto de creación de un escritor no puede estar -ni debe estar- limitado por su posición política ni reflejar la ideología de un partido, aunque su temática pueda estar anclada en una realidad concreta; pero ni aun así, el escritor apenas es un mal retratista de la realidad que, a veces, supera a la fantasía. Ya García Márquez dijo: los escritores de América Latina y el Caribe tenemos que reconocer, con la mano en el corazón, que la realidad es mejor escritor que nosotros. Nuestro destino, y tal vez nuestra gloria, es tratar de imitar con humildad, y lo mejor que nos sea posible.

Por otra parte, la literatura, si bien cumple una función social, no es una garantía para derrotar a dictaduras ni resolver los problemas sociales, así algunos autores crean que escribiendo novelas encuadradas dentro del "realismo social" puedan ayudar a transformar las estructuras de la sociedad capitalista. En Bolivia, varios autores de las llamadas novelas mineras pensaron que escribiendo libros sobre el drama de los mineros iban a abolir la explotación del hombre por el hombre y dar un brinco hacia la revolución socialista. Con todo, estoy convencido de que ni haciendo una literatura sobre las minas y los mineros pondremos fin a la lucha de clases; es más, como en cierta ocasión dijo Carlos Fuentes: hicimos mucha mala literatura social en América Latina, creyendo que una novela podía salvar al minero boliviano. Y eso no es cierto. Ninguna novela salva a ningún minero boliviano. Al minero lo salva la acción política, la acción revolucionaria. El aporte extraordinario que la literatura le hace a la vida social y política es mantener vivo el lenguaje, que es un arma de comunicación social y política, y mantener vivos los derechos de la imaginación sin los cuales no es posible concebir el futuro ni entender el pasado, y en consecuencia no puede haber acción válida.

Sin embargo, considero que los escritores somos compiladores de los testimonios de nuestra época, articuladores de voces anónimas y rescatadores de la memoria colectiva, de esa memoria que sobrevive al tiempo y se transmite de generación en generación y de boca en boca. La función principal de los escritores comprometidos con los acontecimientos sociales es la de denunciar, en el mejor de los casos, los atropellos a los Derechos Humanos y sumarse a una causa que defiende la libertad y la justicia para todos, una causa que está contra la censura y la enajenación de los derechos y necesidades más elementales de los humanos, más que todo, en un período histórico en el cual el neoliberalismo y el posmodernismo nos revelan un mundo lleno de competencias y egoísmos.

-¿Escribes pensando en la crítica especializada?

-Nunca me propuse la necesidad de escribir para los doctores de la literatura ni para los críticos especializados. Yo escribo tan sólo porque tengo la necesidad de hacerlo, porque me considero, como ya te dije, un modulador de voces anónimas. De algún modo, escribo por quienes no pudieron hacerlo, porque no encontraron la ocasión o no se los permitió en su debido momento. Los escritores somos una voz individual, pero también una voz colectiva; más todavía, las obras que he escrito hasta la fecha, las hice con el modesto propósito de realizarme a mí mismo y de cumplir de este modo con un proceso social con el cual estoy comprometido desde siempre.

 

La entrevista de Carlos Alberto Muñoz al escritor boliviano, residente en Suecia, Víctor Monotya  ¿“El laberinto del pecado” o la antinovela minera? enviada a Aurora Boreal® por Carlos Alberto Muñoz con autorización del escritor Víctor Montoya. Foto Carlos Alberto Muñoz © María Joaniquina. Foto Víctor Montoya©José Estay Jeldres. Foto Víctor Montoya en el Lago Titicaca © Lourdes Peñaranda.

 

 

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