El autor atrapado en las redes sociales

teresa dovalpage 250Diálogo no socrático con una estudiante millennial

 

Iba a comenzar este escrito desbarrando contra las redes sociales. ¿A poco no nos han quitado lectores, no se pasa la gente el tiempo que podría usar leyendo entretenida en juegos de videos, leyendo chistes insulsos y (¡horror!) cazando pokemones? Y nosotros mismos, los escritores ¿no perdemos infinidad de horas preciosas averiguando lo que hacen personas a las que no conocemos, ni pensamos conocer en la vida real, en Facebook?
Pero la observación de una estudiante (una millennial, desde luego, de la generación que cumplió el primer año de vida con un SmartPhone en la mano en lugar de un sonajero) me aseguró que las redes no estaban matando de consunción a la literatura.
—La gente sigue leyendo —me dijo—. Nosotros, por ejemplo. Sólo que lo hacemos de forma diferente.
—Sí, a ver qué leen ustedes —le contesté, sulfurada—. Los mensajitos de Twitter que no pueden pasar de 140 caracteres. ¡Vaya, son una enciclopedia!
—No profe. Leemos libros en el iPad o en la tableta. Novelas completas. Y lo mejor del caso es que las leemos gratis.

Me quedé de una pieza.
—¿Cómo qué gratis? —le pregunté.
—¿Se acuerda cuando nos asignó los Episodios Nacionales de Galdós? Los duendes de la camarilla, por ejemplo, estaban a treinta dólares en Amazon, y una edición viejísima a la que incluso le faltaban páginas. Pero nosotros encontramos en un sitio en la red, freeditorial.com y allí hay un montonal de libros que se pueden leer sin pagar un centavo.
Puesta a husmear en el sitio, descubrí que tenían un concurso de cuentos cuyo resultado no lo decidía un juez, o un jurado, sino la cantidad de descargas que recibiera la historia.
—¿Por qué no se anima a participar con un cuentito suyo? —me azuzó la estudiante del brete.
—Hija, si yo gracias que conteste emails, ¿cómo voy a convencer a la gente para que descargue mi cuento?
No agregué que en mi país, Cuba, una “descarga” significa una perorata aburrida.
—No se achicopale y súbalo, que usted no sabe a dónde van a parar las semillas que se tiran a la red.
Con ese símil la millennial me convenció. Decidí concursar con “Guaguancó trasatlántico a dos voces,” que había aparecido por primera vez en francés en marzo pasado, en la antología Nouvelles de Cuba, publicada por la editorial Magellan. Y desde entonces lo he estado promoviendo cómo me ha dado a entender mi modestísimo entendimiento de las redes sociales. Si lo leen (está en este enlace) y les interesa saber el final de la historia, los invito a que le echen una ojeada a “La suerte del polizón.”
Pero volviendo a las redes ¿es cierto que ahora se lee en Cloud, la famosa Nube donde se pueden almacenar más páginas que en la Biblioteca del Congreso.
Según una encuesta de Gallup, citada en un artículo de Alexis Madrigal publicado en The Atlantic (“The Next Time Someone Says the Internet Killed Reading Books, Show Them This Chart”), la gente curiosamente, parece leer más.
“En 1957, ni siquiera un cuarto de la población americana leía un libro o novela,” escribe Madrigal. “Para 2005, la cantidad había aumentado a 47 porciento. No puedo encontrar un número más reciente, pero creo que es justo decir que la lectura no ha bajado a los noveles horríficos de los años cincuenta.”.
Bueno, vamos a admitir que la gente lee. Pero ¿cómo llegamos los escritores a esa audiencia elusiva, a esos millones de lectores que se ocultan detrás de las pantallas?
—Por medio de Facebook, Twitter, los blogs… —me dijo la millennial—. ¡Si es facilísimo! Mire, antes, ustedes dependían totalmente de la publicidad que hiciera, o que no hiciera, su editor.
—Bueno, eso sí es verdad —admití—. Y eran más las veces que no la hacía.
—Ahora usted publica un libro. Digamos que lo saca en Kindle con Amazon. Pues ni falta que le hace que un editor. Una vez que el libro sale, abre una página de Facebook, contrata un community manager para que la ayude…
—Espera, espera —la interrumpí—. ¿Qué quieres decir con eso de community manager?
—Ah, disculpe, es que no sé decirlo en español. Son los que se dedican a promocionar los libros de las personas como usted, vaya, de cierta edad…
—¿Me estás diciendo vieja, atrevida?
—No, no profe…lo que quise decir es que, vamos, que ustedes como viven para escribir no tienen mucho tiempo para andar promoviendo sus libros y ahí es donde nosotros podemos ayudar, tuiteando, emalieando, faiesbuseando, blogeando … ¿entiende?
Aquella lista de anglicismos gerundios me dejó turulata, pero me he decidido a seguir adelante. Algo he tuiteado y algo he mandado por email (no mucho, para que los amigos no me bloqueen por impertinente), algo he puesto en Facebook también…Aquí me tienen, gracias a la generosidad de Aurora Boreal®, compartiendo mis experiencias virtuales con ustedes.

 

teresa dovalpage 320Teresa Dovalpage
Nació en La Habana y vive en Taos, Nuevo México. Tiene un doctorado en literatura. Es profesora de la universidad y periodista; escribe en inglés y español. Ha publicado ocho novelas, entre ellas Muerte de un murciano en La Habana (Anagrama, 2006; finalista del premio Herralde), La Regenta en La Habana (Edebé, 2012), A Girl like Che Guevara (Soho Press, 2004), El difunto Fidel, Premio Rincón de la Victoria 2009 (Renacimiento, 2011), Orfeo en el Caribe (Atmósfera Literaria, 2013) y El retorno de la expatriada (Egales, 2014) así como tres colecciones de cuentos.

 

"El autor atrapado en las redes sociales" enviado a Aurora Boreal® por Teresa Dovalpage. Publicado en Aurora Boreal® con autorización de Teresa Dovalpage. Foto Nr.1 Teresa Dovalpage © Delio Regueral. Foto Nr.2 Teresa Dovalpage © Katharine Egli.

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