De madrugada
a José Javier
Entro en tu cuerpo como quien camina sola por la noche.
Entro en tu cuerpo desde que desabrocho tu camisa,
desde que el pantalón cae hasta quedar sin vida.
Y cuando mi lengua te recorre,
cuando tu piel es saboreada, mordida, ensalivada;
cuando me deleito en la calidez de tu dureza...
Temblorosa de súbito:
¡Cómo penetras de entero
tú en mí!
Penélope
Durante veinte años he tendido una soga
donde prefiero colgarme todas las noches
a estar entre tus brazos
enteramente tuya
eternamente muerta
La espera
Clavé la navaja en su cuerpo
Bebí su sangre
Padezco insomnio y mi túnica aún está manchada
Con ansia y miedo busco los hilos del amor todas las noches
Busco el camino de regreso
Pero he perdido el punto
Y mi tejido es hoy una labor inexplicable
Como también lo sería
Mostrarle a Ulises mi amor por otro
Canto de Penélope desde las playas de Ítaca
a Martha Casarini
Desde esta playa he mirado durante noches enteras el rostro luminoso.
Pero sus ojos, cuencas de oscuridad, me devolvían a los muertos
que, con él, siendo jóvenes partieron a la guerra.
¡Oh luna, inmenso espejo! En esta oscuridad, en esta madeja
de lamentos eternos, de crudas soledades
me declaro testigo de las derrotas de Ulises.
Tejo el perdón. Las cadenas de hilo han sujetado mi rabia
y mi protesta.
He tejido siempre el derecho, pero al volver el lienzo
no encuentro más que los reveses de esta historia.
Y el mar,
el mar
con su fina filigrana atemorizando mi cuerpo,
negando la posibilidad del beso más cercano.
¡Ah Ulises! He llegado a aborrecer tu ira
que adormece mi deseo hasta vencerlo.
Por eso he decidido callar.
Cada vuelta a la aguja es una palabra muerta.
Hay quienes piensan que vivo en el olvido porque no escuchan
los gritos de mi encierro.
Los muros ahogan los ecos del delirio.
He velado por más de veinte siglos. Y hoy,
en el turbio amanecer de esta historia manchada,
preparo las naves.
(Dama infiel al sueño, 1991)
Pérdida
Cuando dejamos de menstruar somos ángeles o sirenas,
estatuas que transparentan otro cuerpo otro deseo;
escalinatas y un caracol marino lleva mi cuerpo de sirena,
mi deseo tapizado de escamas.
Cuántos automóviles al margen del vacío;
me dejo llevar en mi cuarto de ventanas,
en mis paredes de ventanas y mis piernas largas y equilibradas;
me dejo llevar por el ruido del escape...
Enormes y sucios días entre disparos del recuerdo:
imágenes sobre la colcha,
sobre la cama ardiente en el álbum de una rutina extraviada,
perdida como la pérdida de mis transparentes años
donde otro cuerpo, otro deseo, son este cuerpo y mi deseo,
esta fiebre de ansiedad que bulle.
Se inicia la gestación de la lluvia, el crecimiento del vientre de las nubes;
la violencia del aire tumba los cables de electricidad
y los chispazos entre relámpagos y truenos,
nortes que soplan sobre las bandadas de los pájaros
hacia el árbol que me nace del sueño;
en esta frondosidad inútil las aves tiemblan.
Amanece revuelto el lecho del río donde duermo,
y la luna con sus labios manchados,
con sus cavidades donde los peces se reflejan
con su lascivia lacerante y burlona
aislándome, perdiéndome en el lenguaje de los muertos,
de aquéllos que habitan en mí.
Frente a la luna danzo, bajo su luz me inclino
y bailo una y otra vez al ritmo de la melancolía;
extasiada, con el sudor empapando mi cuerpo,
desnuda, excitada, extraviada...
Perdida pérdida perdida, en ese sitio a donde nunca iré,
de donde no he salido.
(Pérdida, 1992)
En verdad no sé quién eres,
no reconozco tu voz
ni tus ojos parecen cercanos.
Tus brazos, dices, me protegieron hace años,
tus labios llovieron en mí;
triste, después yo te buscaba,
hasta en sueños te hablaba; eso dices,
y quizá sea cierto,
pero mi amor sólo desea al que se fue.
(Adamar, 2003)
Carta a Robert L. Jones
¿En qué oscuridades sumerges tu navío?
Naufraga porque quiere, dicen,
pero yo no lo creo. Sé que tu ancla garra en el fondo
más gélido del mar, no porque tú lo decidas, sino porque
muy dentro arañan los fantasmas, la bruja mayor, la pequeña Emma y Mister Gin
y tu sobrina Jenny devolviéndote la esperanza
que sólo tú puedes ser para ti, puesto que ella no te escucha.
¿Por qué habría de ser Jenny la que te escuchara?
Jenny, sorda en sus ocho años.
Por qué no yo, me pregunto y te observo en alguna penumbra de la imaginación
que Edgardo refirió como home less.
Vives sin casa y nosotros vivimos sin ti.
—«Lo que confías que te ama puede llegar a ahogarte».
¿Fue una traición de las más secas raíces del olvido?
¿Un enredarse dedos bajo la concha del cangrejo
que puede ser metáfora de la matriz, de la mamá que guarda?
¿Qué guarda ella, qué te quería decir en aquellos velorios ermitaños,
cuando William Kenneth, su hermano peluquero, murió
y con él reaparecieron el resto de los muertos?
¿Y Jeffrey Miller?:
—«Maldito tú y tus poemas llenos de genio,
y chingue su madre la pinche falta que nos harán».
Con el mismo reclamo repito tus versos.
En tu refrigerador sólo chiles y cerveza.
Cuando lo abrí el vacío sonrió helándome el estómago.
Un gringo que sólo guarda chiles en su refri debe de ser necesariamente inadaptado.
¿Qué será de los gringos que son como mexicanos,
qué será de los gringos que son poetas y son mexicanos
porque se enredaron en nuestra tragedia
de estar fuera de las lecciones del progreso?
Bendigo ese instante de gloria y a la vez me arrepiento.
El primer mundo del que huyes y te hunde.
Tus ansias de conocernos, nuestras ansias de sabernos contigo.
Y ahora saber que no sabes de ti.
Chiles en el refri, cerveza, no más.
—«Y una brizna de vacío creciendo en mis pulmones»,
el frío que viene de adentro...
Sé que el mar es el alcohol pudriéndote.
¿Qué voces emergen de lo oscuro?
¿Qué voces subyacen en lo helado que buscas desterrar?
¿En qué oscuridades te sumerges?
Desenterrar, desterrar, qué palabras más parecidas.
Pero sólo destierro habrá si no escarbas en ese helero del sueño,
sólo muerte vendrá.
El muchacho de jeans y pelo largo,
el muchacho de bigotes güeros,
el que le canta a la rosa en la línea de Tijuana
y descubre en sus pétalos el rojo sonoro del corazón,
ardiente y seco a la vez, ¿cuánto llevaría sin agua?
¿Cuánto llevarás así?
Mi dulce Robert,
baja de esa nube negra de tormenta,
toda palabra es un conjuro:
regresa,
vuelve ya.
Verdaderas fatigas del diario
a Christopher Domínguez Michael
que muchos años escribió la columna «Diario de fatigas».
No puedo. No puedo ser una buena madre
ni posar para la fotografía de la familia feliz,
antes la fiera me devora.
No puedo dejar de acariciar
la pasta de los libros mientras mis hijos pelean en el patio:
hojas oler, ojos esquivar.
Sé que debería estar mimándolos a ellos.
Pero imposible hilar fácilmente sus preguntas,
la terquedad
que rebota en sus chillidos, rebotan,
pequeñas bestezuelas que braman en cada puñetazo;
allí viene Gruñón con el fuego entre sus manos,
Cenicienta lame las cazuelas vacías.
Golpe tras golpe, garra, zarpazos,
enfebrecido puñal en cada grito...
Mi cabeza anda volando con algún espíritu del siglo XIX.
Algún prerromántico a punto del suicidio.
Me saco los zapatos, los aviento, me recuesto.
Ellos siguen peleando. Ahora están peleando en su habitación.
Suben. Ángeles que Dios expulsaría.
Están aquí, pasan, brincan, saltan, brincan.
Dentro de mí zumban sus juguetes:
el Hijo del Santo contra el Vampiro Canadiense.
Octagón es besado por la princesa y convertido en sapo.
¡Oh, astros del cuadrilátero, aparten esta semilla de migraña!
Todo el día peleando,
peleando,
y yo sin poder.
No puedo.
Sin poder ni autoridad,
fuera del cuadrante del ingobernable mar de mi cama,
los veo alejarse.
Desde el techo
he encontrado un agujero por donde escapo a diario.
(El corazón más secreto, 2003)
Fuego en el centro de la página
emanación que eleva entre celdas
el oro del lenguaje
en busca de otro cielo
que herida y muy enferma estoy de amores
Lenguas de su detenimiento
en ese campo blando la batalla
en torno a Amor
bajo la medialuna
helechos y ríos de cadencias
aves y olas de lagartos
entre hojas de espuma y borradores
cércame de manzanas y de olores
desátame de trabas
de túnicas
sandalias
asciende ya conmigo
tus muslos
tu albedrío
que herida y muy enferma estoy de amores
Signos de brazos que acarician
Abre tus ojos
adéntrame en la balsa de tu lecho
estáncame de rutas que se cruzan
(cércame de manzanas y de olores
que herida y muy enferma estoy de amores)
La fiebre del deseo
que viaja en el palacio de la página
No hay más techo que estrellas
No hay más lluvia
No hay cimiento asidero
ni granito ni mármol o alfombra meditada
Como espejo la colcha
en la playa del lecho
bajo la medialuna
Todo fuego es un río
que ilumina
con ansia
los cuerpos que se aman
Sus lenguas entrelazan
trascienden ya la página
apuntan destemplando el mentiroso muro
que herido y muy enfermo estás de amores.
(La condición del cielo, 2003)
Era agosto y eras tú
y toda la parsimonia un calor que espejeaba
bajo las vigas de los álamos en pasadizos nubilosos
El púrpura intenso del follaje disolvía los cuerpos
La niebla abrazaba
Los pájaros las nubes
El lago de nubes que cubre nuestra casa
Tu cuerpo el bosque acelerando su ritmo
el corazón del bosque bebiendo nuestros pasos
y el tropel de caballos a galope encendido
La flor más tibia de tu cuerpo abría
La jacaranda echaba alfombra y un jardín a tus pies
y al borde del estanque tensábanse
lienzo de su esmero
como tus arrebatos
las cúspides del fuego
Ese abaratamiento
esa cautiva humillación
Mármol día de manos breves
Soles día que huía
Por los peldaños de la biblioteca el azul indomable de los árboles
La dorada rejilla
los asientos de cuero suspendidos
Lomos del Libro abriéndose en su albergue de plata
Nubes en lo hondo del techo
Nubes papeles dispersos como golpes de lluvia que la diosa lanzaba
La flor más tibia de tu cuerpo y el tropel de caballos labios latidos
El sol perdiéndose en la distancia
El rumor creciente la canción del follaje
El latín dominaba las tardes densas como reptiles
con sus nubes de moscas
Nuestros cuerpos hundidos
Ese diván la lengua ese jardín de lenguas bajo la cerradura
El sol el hielo ardiente de la página
abriéndose a otro cielo de ala enmohecida
otro cielo el moribundo pez
carnada de la melancolía
esa lluvia esa u ese furor del mar
goteando
mojando nuestra sombra
empapaba el cabello
las finas terminales con mis dientes
bajo de ti
el golpeteo de la lluvia el marco humedecido
Desatabas mis trenzas
Me llevabas al cielo con tu roce de uñas de mi cuello a la nuca
La saliva del verbo conjugaciones pupitres en las aulas lejanas
Arrojados de sí la saliva del verbo
El rumor de los cisnes
Ese oleaje de arena
de saliva del verbo
Sal sal a la luz de esta declinación
Los días se apagan como una veladora en lo oscuro del cielo
Sal sal de ti
Un movimiento y otro lejos de Dios
Un movimiento hacia Dios
Por más que lo medite quedaré tajada
Sal vuélvete paloma que muero de la luz del agua donde llamas
(Herida luminosa, 2009)
La casa que construiste fue arrasada
Vi cómo sucedió
cómo se desprendían paredes y ladrillos
El techo voló
sobre los huesos
y el paisaje entre la hierba abrió
echó raíces bajo las plantas de mis pies
Estoy anclada
y esta casa mojada por la lluvia
esta casa azotada por el viento
hecha polvo
y materia que crece
Esta casa soy yo
(Tálamo, 2013)
Primer amor
¡Oh Marcial, mi Marcial!
Han pasado años sin que tus labios bese,
sin que mis dedos te acaricien
y tu fuego abrase este lecho.
Regresa antes de que el hielo me queme.
Penélope febril
He tejido el manto
que ansiosa
de noche deshago
practicando posturas
frente al espejo.
Inconveniente
Te apartas de mí
porque soy poeta
y soy pobre.
Si hubieras sabido
que además
soy puta,
más pronto te habrías alejado.
Arrepentido
Te abandoné
por ser poeta
y ser pobre.
De haber sabido
que además
eras puta,
nunca te habría dejado.
Edipo
Es cierto, podrías ser mi hijo
realizaremos sueños…
En la lucha
¿Buscas imberbes a la salida del cine?
No claudiques, Flavio.
Más vale una chupada ajada
a que enmudezca el pajarito.
Testimonio
Has condenado mis versos
sobre Flavio,
el del pequeño pajarito;
al menos su leve vuelo alza.
Líbido
Verdad es, Cátulo,
mi coquetería nace del corazón,
y hago de tu sexo
un dardo
para que te extravíes,
y así,
des en el blanco.
De retórica y poética
a Julio Ortega
No hay palabra que no esté en el diccionario.
Los vicios del poema dejan de serlo
si son verificados en su retórica.
Las inversiones del retruécano
se tornan, a punto de sutura,
lisas superficies del verbo.
Puedes levantar monumentos con la hipérbole,
monstruos con el oxímoron,
acicatear con la ironía,
evitar excesos y lugares comunes,
pero la poesía,
una vez que aparece,
no conoce de regla ni ley que detengan
la fuerza de su paso.
Poética
A Juan Manuel Rodríguez Tobal
Si bien sabes buscar, no hay palabra
que no halles en el diccionario,
pero a la poesía allí jamás encontrarás,
a menos que los dioses desciendan
y despierten en la sequía
a bestias y relámpagos,
fuegos, nubes y lluvias
y demás elementos que Bóreas
dispone como caudal del río
que, súbitamente, brota entre las páginas
(De amor y furia epigramísticos, 2015)
APARECE
Antes del alba sus manos traen el cielo hasta el muro
de piedra
y en lecho de madera abro los ojos que no abro
Su hábito solar su descalzo venir
estando aún dormida con otros ojos vi
Tersa Teresa de las metamorfosis
blanca es rosa su piel roza casi su rostro
Detrás del respaldo que no hay
ella misma es respaldo:
Cara brazo torso manos sobre mi cabeza
Inclinada está:
Cúmulo de luz Teresa bajo el velo negro en
la tiniebla rémora
sus pies desde otro plano
la vigilia previa de atravesar
el curso de los astros
e irrumpir
Tersa de las meditaciones
En la tierra el espanto:
Más que asombro
mantequilla líquida penetrando
por no sé qué resumidero
el cuerpo:
Seré una alcantarilla en manos de Teresa
una fiebre de oro de las llagas de Cristo
un cielo desprendido del siglo dieciséis
una viuda oscilante un dominico en ascuas
una familia perseguida
y de cuatro maneras germinará lo plantado:
Agua del pozo
Agua de noria sin anegar el huerto
Agua de río o del arroyo
Lluvia del cielo:
La humanidad de Cristo desnuda tus pupilas
su tórax alanceado aún gotea
Bañémonos Teresa en esta rojedad
En la tierra el espanto
Bañémonos Teresa
El espanto Teresa
Bañémonos Teresa en esta rojedad
LAUDE
Estoy tocada por Dios
la violencia de su cuerpo
por mi sangre fluye
tocada por
la violencia
es
el cuerpo
de la sangre que fluye
tocada
por tu cuerpo
la violencia fluye
Dios
por mi cuerpo
dentro
de mi cuerpo
como
un canto
Y
por
Él
estoy sangrando
MADERA DE ÁVILA
Hace días nació Teresa
lloviendo bajo algún techo de oscuridad
Su ráfaga de fuego
su luz dormida
su cascabel de abril despertando el mañana
se enlaza
Cantan
se contestan dos pájaros
Una paloma surge en el hueco de un árbol
Es una aparecida que ha decidido afincarse en
la madera
Los pájaros cantan la paloma zurea
dicen muchas cosas en la conversación
La madera es añosa
y cruje cuando los dominicos debaten
nuevas formas de castigo
LAUDE
Dios por mis labios
dentro de mis labios
Dios por mi boca
dentro de mi lengua
Dios por mi sangre
como un pez
circula
entre los pájaros
en oleadas de vientos
amarillos
con tus ojos
Teresa
PEDAZOS
La cumbre de endriagos
movilizó la tiniebla
giraban entre nubes
derribando encinas
álamos y fresnos de raíz
y provocó accidentes
Yo sabía que eran los vientos del demonio
Soplaban a medianoche
más allá de las vías
más allá del crucero donde el padre de mis amigas
voló
por el impacto
sin que jamás hallaran su cabeza
Me arde la mano derecha
salpicada por la juerga de los endriagos
Sus licores y orines infectos
han llagado mis dedos
los nudillos
el costado de mi mano derecha
Y que no sepa la izquierda
de lo que la derecha fue capaz
—Pero / bien mirada / esa mano pertenece aún
a la zona del sueño
LAUDE
De la dulce jaula
de tu pecho
mi cabeza
despierta
del vértigo
penetrar
un mundo
ido
ELLA CUIDÓ DE MÍ
No estarás más en esa cámara oscura y húmeda
que habías convertido en celda
No veré más tu camisón
ni tus piernas tendidas tras la puerta
ni tus pasos al levantarte escucharé
No estará más tu voz en la cocina
llamándome bajo resguardo
de trastes y sartenes
junto al horno que jamás se usó
Y aunque también entre los pucheros anda Dios
solía no gastar el tiempo en nimiedades
El ambiente ha quedado limpio
de tu presencia
Ahora reina el vacío
como una eterna ama de casa
como la madre que jamás volvió
LAUDE
Cristo
dentro de mi cuerpo
Cristo por mi sangre
dentro de mis labios
Cristo por mis labios
dentro de mi boca
Boca por mis letras
sangre de Cristo
Báñame
díctame
el sueño
DE LÁZARO ME APARTÓ MI PADRE
Ya que hubo larva
el misterio habitó mi celda
Las hermanas dormían
Mis ojos hilvanados a la noche
divisaron una lumbre en el cielo
y me detuve a escuchar:
El río bajo las sombras
viajaba a regiones inhóspitas
a episodios que más tarde narraré
Su música eclipsaba
el río es inmenso y en su seno oscuro
habitan las tinieblas
y yo larva
crecía a la vera de su corriente
entre las hojas de los árboles
y fue adentrándome su voz
fue alentándome su vértigo
Entonces la vida se detuvo:
Había llamado
y fue de la Encarnación que yací
tendida
cubierta
En rito funerario
sellaron con cera mis ojos
El claustro me aguardaba bajo tierra
para escuchar de nuevo sus latidos
Cuatro días veláronme
cuatro días mi padre tuvo recuerdo de mi risa
sin lograr desterrarla
cuatro días dijo: deténganse
porque ya habían cavado en el cementerio
Entonces mientras mi hermanito cuidaba mi cuerpo
como Lázaro
me levanté
y volví
LAUDE
Dios por mi cuerpo
dentro de mi cuerpo
Dios por mi sangre
viene del agua
del corazón del río
más alto que un árbol
elevado por la plegaria
más poderoso
que el sol
LA CURA
Y que tu día sea igual a mi noche
que ofrece sus pistilos
sus pétalos
su aroma
al ave que hizo nido en el alero
cuando cesó la ruina
y mi noche aceptó su destino
Las especies volvieron
al ritmo oscilante de la cura
Largos meses
permiten hilar
almacenar para el invierno
cuando ya no podemos salir
cuando se aquietan las fundaciones
y los días vuelven a ser tan cortos
y las noches largas extienden su silencio
LAUDE
Hacia el rojo de las líneas
el espectro de las radiaciones
Hacia el campo dorado de tu gravitación
el fulgor de tu peregrinaje
el vuelo perpetuo de tu éxtasis
Ardiente gracia de tus manos
bajo el aliento de tu coronación
EL OJO DE AGUA DE SUS MANOS
Con solo tocarme la cabeza mientras dormía
con solo decirme sin decirme
al fuego celeste
desperté
Adicta
arrodillada
hasta las fundaciones
En la inmensidad de Icamole
cuando más amo el desierto
el ojo de agua de sus manos
su delirio
su tibieza feroz en mis rodillas
Vi sucederse las señales
hasta que se ausentó de la carne
como una virgen que desaparece
(Las maneras del agua, 2016)
Sin que nadie lo viera
llegó a plantarse en mi jardín
con el tronco erguido
el pelo lacio
sus pies en tierra se transformaron en raíces
sus brazos se hicieron ramas
le salieron flores que parecen frutos
de un ocre naranja y se dispersan hasta el solar
como una alfombra quebradiza
Yo vi sus ojos
y me alcanzó el susurro de su canto
su mirada perdida más allá del cielo
Erguido como una tolvanera
agitaba la tierra
y se movían los trastos
las ollas la cocina las paredes
las patas de la cama se inclinaban
En sus labios mi vida es el mundo
a medida que el mundo se aparta
Este árbol vino a sembrar cizaña
hace que los novios discutan
que la madre se enfade con sus hijos
que los hijos se vayan
Vino el árbol y deshizo mi casa
Mis animales huyeron
Ya nadie viene
ni mi hermana me habla
Sentada bajo su sombra
dejo que me acaricien sus manos
y roce mi cuello con sus uñas
A este árbol malo
lo quiero para mí
Un animal vaga por mi vientre
se aloja se aduerme se está quieto
pero a veces lo escucho rugir
entre relámpagos
como una bestia que surge de la noche
y mi estómago empieza a inquietarse
como si serpenteara
entre rudos cólicos y espasmos
o retortijones
o se desata un ansia
un llamamiento
o flor de fuego
y el animal es lengua
un ansia de beber
un anhelo de lluvia
Tengo un vientre errante
y el animal se escapa
A menudo giran con sus alas extendidas
bajo el ardiente sol
En algún lado se pudre la carroña
pero yo no estoy muerta
les grito
y mi voz se me atora en la alambrada
vislumbrando el descenso de su vuelo circular
No estoy tendida
solo duermo
en la hélice del espíritu
con el yelmo de la fe
y la palabra como daga
No se amontonen
No canten victoria:
No existe aún el cadáver que sueñan
Ese árbol cuya fronda
deja pasar el viento
es un milagro
(Vike: Un animal dentro de mí, 2018)
Minerva Margarita Villarreal
México, 1957 – Ibídem, 2019. Entre otros ganó el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes en 2016, el Premio de Poesía del Certamen Internacional de Literatura Letras del Bicentenario «Sor Juana Inés de la Cruz» en 2010 y el Premio Internacional de Poesía Jaime Sabines en 1994. Coordinó la colección de poesía internacional traducida al español El Oro de los Tigres. El extenso corpus que compone su obra está enriquecido por el manejo de diferentes registros poéticos. En algunas de sus páginas el lenguaje sensorial evoca experiencias amorosas, eróticas y dolorosas. En otras, estas experiencias se vuelven sinestésicas y neomísticas. El uso de la intertextualidad está presente en la reelaboración de mitos y personajes de la tradición clásica grecolatina, así como en la presencia de referentes religiosos.
"Domingos de poesía" es una idea original del poeta Sergio Laignelet, colaborador de Aurora Boreal®. Se publica semanalmente. Toda la selección y cura de los materiales por Sergio Laignelet.
Sobre Sergio Laignelet
Sergio Laignelet (Bogotá, 1969). Poeta colombiano residente en Madrid, editor, corrector de estilo y ortotipográfico de publicaciones educativas y culturales. Libros publicados: That's all Folks! (poemas animados). Madrid, 2017; Cuentos sin hadas. Canarias, 2010; Carnaval (plaquette). Bogotá, 2007; Malas Lenguas. Bogotá, 2005. Ediciones bilingües de CSH: Danés: Omvendte eventyr. H. Krarup trad. Copenhague, 2017; Francés: Contes á l’envers. R. Durand trad. Toulon, 2015, y Colomiers, 2017 (además, poemas suyos han sido traducidos al inglés, portugués, italiano, sueco, finés, polaco y japonés). Antología editada: Gatimonio: poemas de gatos de autores hispanoamericanos. Madrid, 2013.
Poemas de Minerva Margarita Villarreal. Selección de poemas: Sergio Laignelet. Material enviado a Aurora Boreal® por Sergio Laignelet. Publicado con autorización de Sergio Laignelet, Jose Javier Villarreal Alvarez Tostado. Fotografías de Minerva Margarita Villarreal cedidas por Jose Javier Villarreal Alvarez Tostado. Fotografía nr. 1 Minerva Margarita Villarreal © Paco Barragán. Fotografía nr. 2 Minerva Margarita Villarreal © Carlos Flores. Fotografía Sergio Laignelet © Lorenzo Hernández.
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