Literatura
En aquella casa nadie se ponía de acuerdo ni siquiera para hacer un café. Si alguien decía “me provoca un café”; el otro respondía, “hágalo usted mismo”, con un retintín cargado de escepticismo. Ante semejante respuesta, el antojado se dirigía a la cocina sin deseos de café y lleno de rencor hacia el escéptico que tanto se complacía criticando la ineficacia de los habitantes de esa casa imposible. Por su parte, el antojado añadía una afrenta al memorial de agravios que crecía ante sus ojos rencorosos, como quien ve infectarse una llaga sin aplicarle el remedio, acaso por culpabilizar a los otros, esos otros responsables de sus desgracias. En la casa de los imposibles se habían cometido en el pasado –y se seguían cometiendo–afrentas imperdonables, tantas que hubiera sido inútil dar cuenta de ellas. Los habitantes de la casa imposible podrían considerarse seres pasivos pero, en cambio, para infligir ofensas eran activos. El altanero escéptico sabía que no era fácil preparar el café; conocía las causas de esa dificultad, pero se callaba para no evitarles la desagradable sorpresa a los otros. Él mismo había fracasado en su intento y había quedado tan frustrado que necesitaba vengarse. Ya había comprobado que hacían faltan los ingredientes y las mínimas condiciones para realizar ese deseo. Una tercera persona se quejaba de la discusión entre el antojado y el altanero “por un miserable café”, y se dirigía a la cocina a prepararlo sólo “por restregárselo a esos dos inútiles que malgastaban el tiempo discutiendo por un café”.
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- Por Consuelo Triviño Anzola
Nos embarcamos un día de junio, cuando aún no amanecía, y de inmediato nos hicieron descender a las entrañas de la nave. En la azulada oscuridad el capitán nos informó cuáles eran nuestros derechos, nuestros deberes:
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- Por Evelio Rosero
Aforismos y otras yerbas...
Inédito
Moda
“Los sastres y los escritores tienen que contar con la moda”.
Anónimo.
Así, cualquiera es sastre, pero en ningún caso escritor.
Catástrofe
Expresión atribuida a Luis XV, rey de Francia. “¡Después de mí el diluvio!”
Siempre que en esa fecha esté lloviendo.
Final feliz
La ficción es el anticipo de la realidad. O la realidad, el anticipo de la ficción.
Dionisio Albarrán
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- Por Walter Garib
Selección de poemas por
Luz Helena Cordero Villamizar
Luz Helena Cordero Villamizar: Bucaramanga, Colombia (1961). Psicóloga, Magistra en Literatura. Su obra incluye poesía, narrativa y ensayos literarios. Libros publicados: Postal de la memoria (antología personal). Ibagué, Caza de Libros, 2010; Por arte de palabras. Bogotá, Universidad Externado de Colombia, 2009; Cielo ausente. Bogotá, Ediciones Sociedad de la Imaginación 2001; El puente está quebrado. Bogotá, Editorial Magisterio, 1998; Canción para matar el miedo. Bogotá, Editorial Magisterio, 1997; Óyeme con los ojos. Ciudad de México, Verdehalago, 1996 y Bogotá, Editorial Trilce, 1996. Sus poemas se han traducido al inglés, al portugués y al alemán. Su obra se incluye en numerosas antologías.
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- Por Luz Helena Cordero
Para María Ítaba
Carlos piensa que hoy tampoco ha venido la mujer de ojos que son tallos tiernos de agave, de un verde medio gris, arenoso. Le preocupa que no haya recibido respuesta. Por ella y su sonrisa de muchas gracias. Porque entonces su carta se envolvió en otro no vale la pena, en un cliente menos entre los que aún acuden. O porque él ha ido perdiendo cualidades. De pasarse meses y meses sin escribir una carta de amor, quién sabe si las musas huyeron, si se le oxidaron sentimientos, entendederas. O tal vez olvidó las letras de sus boleros preferidos: “Amor de mis amores”, “Piensa en mí”… “No puedo ser feliz” para pedir el regreso, rogar clemencia con “Perdóname conciencia”, conquista en los versos de “Te quiero”.
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- Por José Prats Sariol
Nadie es eterno
Alejandro José López
Novela
© Editorial Aurora Boreal®
© Alejandro José López
2012 Sílaba Editores, Medellín, Colombia
2017 Editorial Aurora Boreal@ ebook en español, Copenhague, Dinamarca
2017 Versión en danés, Ingen er evig (Nadie es eterno) Editorial Aurora Boreal®, Copenhague, Dinamarca. Traducción Christina Hammerum Rasmussen.
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- Por Alejandro José López
Sergio Laignelet: Bogotá Colombia (1969). Poeta radicado en Madrid. Corrector de estilo y ortotipográfico de distintas publicaciones del área de cultura. Libros publicados: That's all Folks! (poemas animados). Madrid, 2017; Cuentos sin hadas. Canarias, 2010; Malas Lenguas. Bogotá, 2005. Ediciones bilingües de CSH: Danés: Omvendte eventyr. H. Krarup trad. Copenhague, 2017; Francés: Contes á l’envers. R. Durand trad. Toulon, 2015 y Toulouse, 2017 (además, poemas suyos han sido vertidos al inglés y al portugués). Antología editada: Gatimonio: poemas de gatos de autores hispanoamericanos. Madrid, 2013.
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- Por Sergio Laignelet
Ya entonces podía reconocer las ventajas de ser la más pequeña. En la parte trasera del jeep Nissan verde manzana modelo ‘76 donde siempre eran una familia, su madre sabía armar una cama en el suelo para ella. Cada vez que hacían este recorrido, Serrat cantaba desde una vieja casetera. Camila no entendía la letra pero sentía que una tristeza se apoderaba de todos al oírlo; incluso el paisaje se iba poniendo melancólico a medida que se alejaban de la ciudad y Serrat se instalaba en su lugar de siempre. La madre contaba historias mientras miraba por la ventana. Aquella vez contó que sus hermanos jugaban a orinar desde un balcón cuando eran pequeños. Ganaba el que mandara su chorro más lejos. Su madre cerró esta anécdota con una risita que fue interrumpida por su padre, quien se apresuró en decir que no veía la gracia de esa historia.
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- Por Melba Escobar
Quitarás las sábanas para ponerlas en la lavadora y descubrirás, al lado de mi cama, las botas que compramos juntos el sábado, cuando hiciste la lista de lo que me haría falta en Colombia, y yo pensaba que no me haría falta nada de todo eso que anotabas, pero no sabía cómo decírtelo y fuimos a comprar las botas. Intentarás llamarme para decir que las botas se me han quedado, que podrías llevármelas al aeropuerto, y puedo imaginar tu cara al oír que mi móvil está sonando debajo de la cama.
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- Por Yolanda Reyes