Los sábados son demasiado largos

ce_mendizabal_002Miró abriendo apenas los ojos. La cama estaba vacía del lado de su mujer. Otra vez. Se estiró bostezando, se masajeó un poco los párpados, miró el techo vacío y se levantó. El reloj marcaba las ocho menos veinte. Las ocho menos veinte de un sábado, nada menos.
El sentimiento de no poder volver a dormir hasta tarde los fines de semana a pesar del

cansancio, a pesar de que los párpados pesaban como rocas lo apabulló como un bulto indeseable. Se miró lo pies un momento mientras se levantaba, como buscando una excusa para postergar el encuentro. Se dirigió a la cocina con paso cansino, con el sentimiento de otro sábado que caía como una paletada de tierra.
Apenas entrar fue golpeado por el olor acre del café rancio, del café recalentado. En silencio se dirigió a la cafetera, la desarmó y arrojó la borra vieja en el basurero.
-¿No es buen café para ti? -le inquirió su mujer, que estaba apoyada cerca de la ventana con un jarro cerca de la boca, acaso sorbiéndolo despacio o sólo calentándose las manos con él.
No respondió. Puso agua en la hornilla, sacó la bolsa de café y depositó una buena cantidad en el depósito de la cafetera.
-¿No es buen café para ti? ¿Es demasiado viejo? -volvió a preguntarle Linda con voz más fuerte y temblorosa.


La encaró mirándola directamente a los ojos con un gesto de cansancio.
-Sí, es viejo y huele mal
-¿Ah sí?
-Mira -le dijo mientras se rascaba una ceja y adelantándose a lo que le iba a decir ella- todo lo que quisiera es tomar el desayuno tranquilo...
-¿Y quién te lo impide, carajo? ¿Ahora ya no puedes ni siquiera tomar un poco de café viejo? -lanzó Linda, casi ahogando un aullido.
-Mira -dijo mientras daba vueltas a la taza vacía en sus manos-tenemos que arreglar esto... 
-¿Qué tengo que arreglar yo? ¿Qué es lo que he jodido yo para tener que arreglarlo? -gritó ella acentuando el "yo" mientras sus ojos se ponían rojos y su cara se crispaba.
-Hasta cuándo vamos a seguir con esto... Ya te pedí perdón cien veces...
-¿Y qué hago con eso? ¿Voy y me meto otra vez a la cama contigo...? Eres un infeliz...

Cé Mendizábal Bolivia 1956. Es un sobresaliente escritor boliviano, afincado en La Paz desde niño. En esa ciudad estudió la carrera de Literatura en la UMSA, y allí ha desarrollado una fructífera trayectoria literaria y periodística, que lo hizo acreedor a la Medalla de Oro Franz Tamayo a la creación cultural (1999) y al Primer Premio de Crítica Cinematográfica Llama de Plata (1989). Ha publicado los poemarios Regreso del agua (1994); Inmersión de las ciudades (1998); En el cóncavo privilegio de la desmemoria (2004). Su novela Alguien más a cargo (2000) ganó el Premio Nacional de Novela de Bolivia de la Editorial Alfaguara de 1999. Sus relatos breves se recogen en Con ojos de basilisco (2004) y en Los sábados son demasiado largos (2008).

-Sí, soy un infeliz -pronunció levantando la voz como para que se superpusiera a la de ella. El café recién preparado comenzó a emitir su aroma, pero que no terminaba de eliminar el olor rancio que había impregnado la cocina. Miró el reloj. Faltaban unos nueve minutos para las ocho de la mañana. De seguro sería otro sábado largo.
-¡No te hagas a la víctima ahora! -volvió a la carga Linda, como adivinándole el pensamiento.
-Fue una vez, entendé, una sola triste vez... estaba borracho, no sabía lo que hacía, me rayé y ya te he pedido perdón de rodillas...
-¡Desgraciado mentiroso...! -masculló ella mientras se le saltaban la lágrimas y estrellaba su taza en el lavatorio, haciendo volar el poco de café que quedaba. Giró hacia allí el cuerpo ocultando la cara entre las manos- Fue un mes, un mes enterito y ahora lo ocultas...
-Sólo sucedió una vez y me equivoqué... una maldita metida de pata... quisiera volver el tiempo atrás, pero no puedo...
-¿Sabes lo que pensaba esos días mientras te ayudaba a arreglarte? Mientras te perfumabas y me alegraba porque creía, toda cojuda yo, que querías impresionar en tu nuevo puesto... ¡El gran puesto!
-Fue un error, tienes que creerme, fue una vez y nunca más...
-¡Y yo que encima te preparaba todo...! ¡Qué maravilla, por Dios! -dio una fuerte y solitaria palmada, como para aplaudir lo dicho. Ya no le oía. Sus ojos soltaban lágrimas a raudales pero las barría a manotazos furiosos- Yo era la que me ocupaba de que tu mejor ropa estuviese lista, yo era la imbécil que correteaba para que tú vayas a cagarlo todo...
-Ya Linda... por favor... tenemos que pasar la página, por favor...
-No cabroncito -dijo ella con una furia que seseaba en sus dientes- Tú solito armaste esto y ahora vas a vivirlo al detalle. Tú eres el que me metió aquí y se metió aquí conmigo. No me digas que lo deje atrás, no te atrevas... -en ese momento le interrumpió el timbre del teléfono. Justo ahora, no puede ser, pensó él. Cerró los ojos atontado mientras alzaba una taza vacía y pretendía ignorar la llamada insistente del aparato. Ella se había silenciado en seco mordiéndose los labios. Le clavó la mirada, como si supiese que aquel telefonazo podía corroborar o negarlo todo. Él le devolvió la mirada parpadeando rápidamente y luego mirando al suelo. El café fresco humeaba en la cafetera pero en el aire se mantenía todavía, como si fuera dueño de él, el olor acre del viejo.

Los sábados son demasiado largos enviado a Aurora Boreal® por cortesía del escritor Cé Mendizábal. Foto Cé Mendizábal©Yve Paz Soldán.

Suscríbete

Suscríbete a nuestro boletín y mantente informado de nuestras actividades
Estoy de acuerdo con el Términos y Condiciones