A la altura de la circunstancia

luis reynaldo perez 099...que tú te has ido no es cierto
tú estás viviendo en el pueblo...
De una canción de Ramón Leonardo

 

 

 

El sonido de las gotas sobre las hojas de los árboles lo transportó a los días felices de la infancia, al patio lleno de mangos en el que se bañaba bajo la lluvia, chapoteando en el lodazal que se formaba, a la voz tierna pero firme de la abuela diciéndole que entrara ya y se secara bien para que no pescara un resfrío.
Se asía a esos recuerdos como un náufrago a un madero en medio del mar.

Algunas veces esas evocaciones lo ayudaban a olvidar un poco su situación pero el peso del fusil, el chamaco empapado, las botas llenas de ese barro rojísimo que las hacían pesar como un plomo, los malditos mosquitos que lo tenían asado, no le dejaban de recordar que estaba en medio de la nada, tan solo rodeado de bichos y pinares, lidiando con el desánimo de los hombres, y es que hacía ya nueve días que habían desembarcado y comenzado la marcha loma adentro ante las miradas desconfiadas de los lugareños, esperanzados en que el movimiento armado hubiera estallado en la capital. No se imaginaba que los que tenían que comenzar la revolución se habían apendejado y a esta hora estaban algunos muertos, otros presos y a otros se les salía la mierda del susto.
Ya la dictadura tenía noticias de la invasión y había comenzado a movilizar tropas hacia la zona donde se encontraban.
Le habían puesto precio a su cabeza. Vivo o muerto.
Seguían la marcha a paso lento y con precaución, unos metros adelante veían un caserío. Envió una avanzada de cinco hombres con la estricta orden de que se pagara cada guineo, cada gallina, cada huevo que se tomara. El se queda vigilante en la retaguardia como temeroso de lo que pudiera pasar.
Al llegar al caserío encuentra a los hombres bajo una rancheta de palma cana, esperando a que la mujer termine de preparar café. Saca de un bolsillo del chamaco la cajetilla de cigarrillos y dando algunos pasos toma del fogón un jacho de cuaba y enciende un cigarrillo.
Al dar la primera chupada sintió cómo el humo se metía en sus pulmones, se quitó el fusil del hombro y lo colocó cuidadoso sobre el suelo, se desamarró las botas y se recostó de uno de los palos de la rancheta.
El humo del cigarrillo hizo que a su boca llegara la canción aquella que escuchaba junto a Mariela cuando empezaban a descubrir la vida bajo los cerezos fumando y haciendo ensayos de un amor torpe que no sobrevivió más allá de sus fantasías.
¡Mariela! que falta le hace Mariela en este peregrinar sin fin, sin el calor de un cuerpo en las noches frías. Recordaba su lengua de fuego jugueteando traviesa en su boca y su voz que le decía que no se fuera, que se quedara en sus brazos. Pero para él, los ideales significaban más que todo, más que ella, más que él mismo. Su patria necesitaba su esfuerzo, su sangre si era necesario.
Los secos estampidos de fusiles lo trajeron de vuelta a la realidad, rápidamente se amarra las botas y se para agarrando el fusil y enganchándoselo al hombro, la mujer lo mira asustada, él le hace señas de que entre al rancho y se esconda.
Les ordena a los hombres ir al monte, comienzan a caminar y escucha murmullos de voces que se van haciendo cada vez más perceptibles. Manda disparar a discreción y es respondido. No sabe cuántos guardias son pero ellos son sólo ocho, cansados y desmejorados. Les dice a sus hombres que se separen.
Continúan los disparos como truenos.
A su lado escucha un grito atroz que lo estremece, al voltear ve a Chepe que cae boca arriba con la cabeza abierta como una fruta podrida.
Se lanza al suelo para protegerse y oye una descarga como si fueran mil metrallas.
No sabe cuánto tiempo dura el estruendo pero le pareció que eran siglos. Se pone de pie y llama a los hombres, su voz se pierde entre los disparos. Llama de nuevo pero no le responden. Se da cuenta de que está solo. A su alrededor los siete cadáveres le laceran el alma como si fueran siete puñales.
A pocos metros ve venir a tres guardias que le ordenan rendirse, sabe que está en desventaja y piensa, los mira de una forma transparente y profunda. El de mayor rango le pide de nuevo que se rinda. Lo mira a los ojos, sonríe y rastrilla el fusil sabedor de su destino.
El ruido de las detonaciones rompe el silencio entre los pinares.
Va sintiendo la quemazón de las balas en su pecho y el tibio de su sangre le dice que estos son los últimos instantes de su vida, camina con los ojos claros, inocentes y sinceros con el último recuerdo que se lleva como nube en ellos.
Cae boca arriba con una sonrisa en los labios para recibir a la muerte jubilosa que viene con los brazos abiertos hacia él.

 

Luis Reynaldo Pérez
luis  reynaldo perez 001República Dominicana,1980. Poeta, narrador, editor, gestor cultural, productor audiovisual, guionista. Edita la revista online Luna Insomne donde se publica poesía, narrativa, arte visual y ensayos sobre literatura, arte y cultura. Premio Único del I Concurso Nacional de Haikú con Temblor de lunas. Miembro del taller de narradores de Santo Domingo y miembro fundador y coordinador editorial de El Arañazo, colectivo literario. Junto a Alexéi Tellerías, Ricardo Cabrera y el Dj Manuel Miller conforma la banda de spokenword Poebeats. Publica la columna Memoria Sonora en VIP Magazine desde diciembre del 2011. Dos guiones suyos (María Taquitos y Una cruz frente al mar) fueron filmados durante el proyecto de cine comunitario Cuentos de Caminos del Despacho de la Primera Dama. Textos suyos están incluidos en Poetas de la era compilada, Elsa Báez (Santuario, 2011). A la garata con puño: poesía dominicana actual compilada por Ariadna Vásquez Germán para "Punto de Partida", (UNAM, México 2012.) Ha publicado Poemas para ser leídos bajo la lluvia (Publicado dentro del libro colectivo Esto no es una antología: Palabras que sangran de El Arañazo colectivo literario. Ediciones Ferilibro, 2012). Ha sido traducido al japonés.

 

A la altura de la circunstancia enviado a Aurora Boreal® por Luis Reynaldo Pérez. Publicado en Aurora Boreal® con autorización de Luis Reynaldo Pérez. Fotos Luis Reynaldo Pérez © Luis Reynaldo Pérez. Este cuento recibió una mención de honor en el Certamen Nacional para Talleristas 2011 de la República Dominicana.

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