Armando Romero

armando_romero_001Poemas y cuentos cortos de Armando Romero
Para AURORABOREAL en Escandinavia.
De los libros:
El poeta de vidrio
Los móviles del sueño (1976)
A rienda suelta (1991)
De noche el sol (2004)
La raíz de las bestias (2003)

 

 

 

 

 

LA NOCHE REGRESO A MI BOLSILLO

Extrañas mañanas ha repartido el lechero

Las sábanas, las cobijas, caen pesadamente por el suelo
Los sueños y las pesadillas huyen con sus carcajadas de aves submarinas
Los ojos acostumbran la claridad reconociendo huellas olvidadas por ángeles guardianes
-Alguien amanecerá limpiándose los huesos con su larga lengua de cristal

Extrañas mañanas ha repartido el lechero

Los overoles, las camisas, caen desde las altas alambradas a las calles
La luna ya no muerde a nadie
Han desfilado los buses, los automóviles. Se han perdido las esquinas
Alguien irá diciendo: No hay día tan peligroso que me atrape besando tus manos

Extrañas mañanas ha repartido el lechero

Las flores chupan el agua helada con sus poderosos pitillos perfumados
En la cama el cuchillo busca más y más la profundidad de su pecho
El duerme. Feliz
La madre detuvo al recién nacido para decirle:

Destrozarás el mundo con tus pequeños garfiecitos
y el mundo estará todo arañado y pasará gritando

Extrañas mañanas ha repartido el lechero

Se devoran una a una las bocas que aburren y hastían
Sobre la mesa el libro azul que se abre en el sitio de las impudicias
El duerme. Feliz
Alguien frente al espejo dirá: Sabes que estoy aquí, que tengo conciencia de lo que me pasa y no me lo perdonas

Los anteojos van a estrellarse contra la ventana
E1 lápiz labial que ayer se derretía sobre la acera es hoy una mancha de sangre sobre el asfalto

Extrañas mañanas ha repartido el lechero

 

MIS FANTASMAS

Iba a hablar de mis
fantasmas. . .
pero
¿cómo puedo
hablar de mis
fantasmas
si no los
he visto todavía?
Se enreda la sombra
por la trepadora de
mi boca
y me quedo largo tiempo
asomado al infinito
como el perro al cuadro
vacío de la ventana
y sé
que pilas de
fantasmas
podrán brotar de
un momento a otro
como manantial
a su arroyo
y que
a pesar de todo
yo que canto
no podré hablar de mis
fantasmas
sin haberlos visto
todavía

 

EXTRAÑOS SERES

RELUCIENTES CIUDADES

Cuando las formas luminosas que se reflejaban en mis ojos tomaban consistencia corpórea
Y cuando alargando mis manos podía tocarlas
Comenzaban a bailar en mi presencia extraños seres y relucientes ciudades
Y era difícil escapar de la bella posibilidad de mezclarse con ellos de perderse
Las noches se sucedían ágilmente saltando las cuerdas flojas de los relojes
Los mares se estrellaban contra mi cuerpo como tanques amanerados de la guerra
El sonido del tren desatornillándose de risa ante la presencia ineludible del descarrilamiento
Las máscaras ocultando los rostros desconocidos de dios
Los gritos de las paredes ante la herida de los cuadros

Oh extraños seres
Oh relucientes ciudades
El mundo se me está viniendo encima con toda su algarabía

-Salteadores de autos en caminos como caminos hurtándose lo profundo de la noche
Muchachas de bluejeans como bluejeans puestos a escurrir en las alambradas
Nadaístas desenfrenados acuchillados en las esquinas como esquinas de una moral sin salida
Pederastas recogidos por el viento como instrumentos de viento solitarios dentro del humo
Cuchillos entrando y saliendo sobre las fascias como fascias de esqueletos fosilizados
en las pirámides de papelillo
Besos prolongados sobre los parabrisas como parabrisas que han detenido el encanto de la noche
Médicos corrigiendo heridas como heridas que aparecieron luego de que todo se hubo consumado
Lágrimas confundiéndose con el plasma como dolor que se ha plasmado sobre los rostros de las
vírgenes
Abortos en los teatros como bellas prácticas de teatro futurista-

¿Y qué voy a hacer yo contra todo este mundo que se me está cayendo encima?

Nada

Sólo sé que estoy feliz
Que tengo unos pocos pelos en el pecho que bastan para aplacar todas las balas
Y que te estoy amando
A pesar de todo
Y que te amaré
No importan las citas no concurridas
Ni los gritos al teléfono

 

VAGABUNDO

Con la cabeza a pájaros
Ruedo por el mundo
Y así consigo el doble cielo
De la hoja y su contorno

No detengo mi camino
Cuando en el mar
Se perfilan los obenques

De contrario sigo
Y mis pies se llevan huellas
De la arena

Es el viento entonces
Tan metido en la piel
Y en los cabellos

Es el jugo de las frutas
Al abrirse eterno
El paraíso de su carne

Con la cabeza a pájaros
Ruedo por el mundo

 

INVOCACION A LA LLUVIA

Dime si empieza a llover
Y una gota grande como un sol se desprende
Viniendo desde esa mano de cielo en líneas entrecruzadas
Al geranio de cristal plantado entre las maderas del patio

Dime, ¿qué debo hacer? ¿Cuál es el salmo que abre esa llave?

Y no deteniéndose allí inaugura un cono de reflejos
Una paz de chorros en el vidrio y la ventana
Inicia la envidia de los vecinos
Con un tronco de piedra entre los dedos

Dime, ¿qué debo hacer?
¿Cuál es el evangelio que tumba esa puerta?

Y desmedida por la piel
Mientras olvida el marco natural
Invade nuestros cuerpos tendidos
En la digna postura del amor

Dime, ¿qué debo hacer?
¿Cuál es el verbo que derrama esa gota?

 

CUMBIA

La escaramuza de los timbales
Altera quevedos y cadencias
Convierte imagen de mariposa
En polvo simple o sortilegio

Los cuerpos en la danza
Arrebatan selva al espíritu
Y precipitan el paso que
Los devuelve a lo desconocido

Más acá el ave llena de la luna
Los encuentra de ojos vigilantes
Sobre la maraña del camino
Que siempre es fin y principio

El ascenso de las flautas orea
Como las sábanas desde el patio
Y ellas allá en la noche se desnudan
A vela y tierra transformadas

Si hay paz no es guerra
Sólo el zumbido de las palmas
Y la noche es la danza que se baila
Y el día es aquella que se sueña

 

QUITO

A Rafael Larrea, in memoriam


Recuerdo que un bárbaro en Asia dijo que ésta era una ciudad con nombre de cuchillo. Algo hiriente y her-moso. Sin embargo, para mí se trata simplemente de una ciudad donde todos enredan las palabras. Las retuercen de tal manera, las envuelven, las estiran, hasta que hacen una masa como de harina blanca. Entonces la empastelan contra las puertas de madera formando extrañas volutas, semicircunferencias, espirales, estrellas, soles en círculos concéntricos, líneas rectas como paralelas de líneas cur-vas, acentos, serpientes, granos de maíz, ángeles. Luego pasan unos hombres acaballados en unos sombreros altos y negros que pintan de oro estos moldes. De otra manera no puedo imaginármela, ni más allá ni menos acá de estas formas aventadas.

 

VALPARAISO

 

Tal vez tendría una falsa memoria de Valparaíso si no me hubieran sucedido
cinco cosas: Primero, en la cima de uno de los cerros dos hombres cargan un piano,
y su silueta recortada contra el cielo es la misma música; segundo, en el malecón un
pescador se ha quedado dor-mido con varios peces atravesados en el pecho; tercero,
en la plaza Echaurren una prostituta con un hueco en la frente me dice de abandonarlo
todo e ir con ella hasta las alturas; cuarto, te busqué por entre los colores de las puertas
y el ruido de los funiculares y no estabas; quinto, se fue la noche y vino una mañana
de todos los cielos.

 

DELTA

A Humberto Mata

 

Cómo desembocaba el Orinoco por esas calles y este-ros de Tucupita
y se subía en los barcos amarillos de orín y herrumbre y trepaba como mono
por los campanarios y se metía bajo los toldos de los indios, en los cobertizos de
los mestizos, en las camas donde los cuerpos a sudor ven-cido se hacían el amor,
y todo lo dominaba este río con brazos de Vishnú, todo lo desnudaba a su paso.
Y allí, en ese centro de voraces bocas, a manos unidas los dos veía-mos pasar raudo
un pedazo de madera todavía poblado por las hormigas amarillas. Ahora lo sé de cierto:
a todos, de una u otra manera, se nos va yendo o viniendo este cielo.

 

AL PARECER DE LA HUIDA

Huye de la ciudad que no se queda en las uñas;
de la ciudad que duerme sin ruido y esconde un cuchillo
debajo de la almohada;
corazón en blanco y negro como bandera al agite de
los carros;
escapa de la belleza de sus días,
del terciopelo en las tardes;
dile al guardia que no han florecido los geranios
ni los tulipanes;
lanza tu risa de aguja fina por los callejones,
y huye, huye para huir
de la bocina sin aliento que aceita la máquina;
del polvo rucio que se pega a los zapatos;
del viento que pasea los semáforos;
tírate avenida abajo y arriba al pie de las locomotoras,
de las hélices, de la bencina.

Huye de la ciudad que hace llorar ojos
sin reír el alma.
Huye y huye hasta que huir sea sentido de recuerdo,
y allá, al borde de los desaguaderos,
espera que vuelva hacia ti,
para seguir huyendo.

 

POEMA DE OTOÑO

No dos pasos
da el otoño
cuando ya las mariposas
vuelan
a otro dónde
que desconocemos.

Sin gracia
Las hojas las imitan
Dándole más ruido
al viento.

 

DETENER LA HISTORIA

A Alfonso


El emperador de turno se ha levantado
hoy de su catre imperial
a detener la historia con la manos,
con los pies.
Así lo hace a diario pues ésa es su misión.
Lo fue de sus antepasados,
lo será de sus herederos.
Extraña realidad y trabajo para este hombre
por un rato omnipotente:
La historia empujó con fuerza antes
y ahora esta cansada,
como piedra en el camino.
Pero el emperador de turno no quiere
que retroceda ni se dé por vencida,
porque su misión es detenerla.
Sin ella él tampoco tendría presente o futuro.
Cada mañana el emperador de turno
sonríe y hace gestos de gozo
frente a la multitud adherida al televisor,
mientras la historia detenida se lamenta,
y haciendo un esfuerzo, puja,
atendiendo el clamor de sus intestinos.

 

LOS RINOCERONTES

A los rinocerontes los dejaron al final de la cola. Nadie sabía dónde meterlos. Todos fuimos pasando, uno a uno, por la puerta estrecha, pero ellos no pudieron entrar. Bajaron la puerta de sus goznes pero tampoco. Quitaron el marco, imposible. ¿Qué vamos a hacer con los rinocerontes?, preguntó uno. No hubo respuesta. Era obvio que no podíamos seguir adelante si no pasaban los rinocerontes. Hacía calor en el cuarto y algunos empezamos a sentirnos molestos. Los rinocerontes, al sol, estaban quietos y parecían no darse cuenta. Yo dije que por qué no los metíamos por el techo, "al fin y al cabo un tragaluz más no importa". Y así lo hicieron. Ya adentro, los rinocerontes nos miraban con rostro agradecido. Entonces nos fuimos y los dejamos allí. Todavía no se ha inventado un buen método para sacar de ese lugar a los rinocerontes.

 

EL CÍNICO

Debo pensar en un pájaro que ocupe la mitad del cielo. A1 ponerle plumas se crean nubes; al dejarle pico se inauguran rayos; al plantarle patas se siembran tormentas. Un pájaro como ése está destinado a alimentarse de sueños. Uno es el sueño que lo sueña para mantener en alto su vuelo. Otro es el sueño que lo inventa para que él lo devore. Si lo miras sale el sol por entre sus pupilas; si pasas sin reparar en él cae nieve todo el día. Inventa entonces una jaula tan grande como la otra mitad del cielo, y espera paciente que entre en ella. Con la jaula en la mano irás al mercado a pregonar que estás despierto, y la jaula será tu linterna y el pájaro la luz que te ilumina.
Así dicen que meditaba el viejo Diógenes por los meandros de Alejandría.

ÁNGEL EN LA ESPALDA

(CON TIGRE TAPADO)

Etelvina lleva un ángel pegado a sus espaldas. Es un ángel con ojos saltones; parece una lechuza, un pájaro con alas en la cabeza. Se le pega en la espalda como un tatuaje, y se queda allí entre colores y uno puede pasar la mano sin sentir su presencia, sólo las costillas y la columna de Etelvina. Pero hay días en que salta de su espalda y sale, aunque allí continúa, sin caer al suelo. Etelvina dice que el ángel le tiene miedo al tigre, que lo atisba desde el poyo de la ventana. Un día construimos un laberinto en el patio de la casa para atraer al ángel, pero fue el tigre el que se perdió en él. No era un laberinto muy grande, ni qué decir del de Dedalus, pero era sin embargo un laberinto con todas sus entradas y salidas en falso, con varios minotauros saltando traviesos por las tapias de piedra. Hasta un pequeño Borges de plástico le habíamos puesto como advertencia en una encrucijada de mil y una posibilidades al infinito. El tigre se lo llevó en la boca, alguien dijo. Pero a Etelvina no le gusta este cuento, y dijo de dejarlo inconcluso, sólo con esta moraleja: No se puede tener un ángel en la espalda, un tigre y un laberinto al mismo tiempo sin que nuestro pequeño Borges de todos los días no sufra las consecuencias.

 

PINTOR


Varios pintores amigos vinieron a mi estudio hoy para ver lo que he estado haciendo. "He comido maíz por la mañana", les digo, y se quedan encantados en la radiante belleza genital de las mazorcas y sus pelos dorados. "He tendido la cama con mucho cuidado", les digo, y ven trigo en los valles y arroz florecido en los pantanales. "He hecho el amor con mi mujer en la cocina", les digo, y encuentran la luz de las noches en el trópico, el reverbero del sol contra las dunas. "Me he tirado a dormir en el suelo", les digo, y ven la forma entre las formas, el blanco sobre el blanco.
Mis amigos pintores se han ido muy contentos.

 

JONAS EL INDIGESTO

El día que uno de mis antepasados (que Alá tenga en su gloria) se comió a Jonás, hubo una gran fiesta en nuestro piélago mediterráneo. La verdad es que Jonás, al paso de los años, se había convertido en un perfecto fastidioso con sus lamentaciones diarias, con su terrible complejo de persecución divina, con sus deseos de que se le prestara la mayor atención. Queja que va, queja que viene, Jonás no dejaba santo o profeta quieto. Así fue que mi ilustre antepasado (alabado sea Alá y su profeta Mahoma) se lo tragó de un solo guarapazo, enterito. La fiesta duró varios días, con chorros de agua a colores y visitas de toda clase de peces a nuestros estómagos y al de nuestro antepasado (que Alá reciba en su seno). Pero no duró mucho tiempo, porque pronto éste se puso enfermo, indigesto. "No he podido digerir al pesado de Jonás", se dijo y lo vomitó en una playa vecina. Jonás sigue allí lamentándose, pero ya nadie se lo quiere comer de nuevo porque huele a ballena (que Alá lo tenga en su misericordia).

 

SILEPSIS DE LA GUERRA

¿De qué valores nos podemos prender para pasar de este día al otro? Ése era el tema que debatíamos en la cantina mientras bebíamos cerveza y jugábamos billar. ¿Cuántas ideas nuevas se necesitarían para emprender la jornada de mañana? Era la pregunta que tiró Rigoberto desde la radiola. ¿De qué está compuesto el suceder del futuro para nosotros? Insistió Etelvina mientras atendía el bar y limpiaba los ceniceros atiborrados de puchos. ¿Se trata de un vaticinio o de un vaticidio? Pregunté yo jugando con las palabras pero al grano. Y es que todos éramos poetas y mañana empezaba la guerra. Ya no habría más preguntas retóricas, sólo las anáforas de la metralla.

 

 

 

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