La memoria histórica de Myriam Bautista

Rebeldes
Myriam Bautista González
Editorial Intermedio
Páginas 154
2017

La memoria histórica como concepto, como necesidad de un país o como subtítulo de un libro, como se le puede agregar a Rebeldes de Myriam Bautista. En este libro el lector se encuentra con seis mujeres colombianas, la escritora Soledad Acosta de Samper, la líder política María Cano Márquez, la periodista Emilia Pardo Umaña, la pintora Débora Arango Pérez, la médica Cecilia Cardinal de Martín y la antropóloga Virginia Gutiérrez de Pineda. De la primera en venir al mundo, en 1833, a la última, en 1924, transcurrieron noventa y un años. O sea que ellas son representantes del arte y la ciencia de casi un siglo, misioneras de la cultura en una época en que con más tenacidad que ahora, en todos los países de todos los continentes, la comunidad masculina se negaba a aceptar la participación de las mujeres en labores que no fueran las de los oficios caseros y el cumplimiento de los ritos religiosos. El propósito de dedicarse a una actividad literaria, científica, artística, política o filosófica le era negada a la mujer con severidad y sarcasmos por su supuesta ineptitud de alcanzar el nivel intelectual de los varones. Se insistía en este argumento, aunque muchas mujeres habían evidenciado que era falso y otras lo seguían invalidando, como las seis que Myriam Bautista nos recuerda en su libro Rebeldes.

Ricardo Ávila Pinto dice en el prólogo: “El lector comprende los enormes obstáculos que debieron sortear quienes rompieron con los convencionalismos de su respectiva época y abrieron el camino por el que habrían de transitar sus compatriotas”. A Myriam Bautista la sedujeron estas seis mujeres que, dice ella, “no aceptaron la exclusión social, se tomaron la palabra y trabajaron en lo que quisieron y como quisieron”.

Lo que escribo a continuación de cada una de ellas es una recopilación de frases de lo que nos cuenta la autora del libro.

La escritora Soledad Acosta de Samper (1833-1913) vivió en el siglo XIX como si fuera una mujer del siglo XXI, pero no una mujer común y corriente sino como la más prolija y versátil escritora; valiente ciudadana; hábil comerciante y gestora de medios de comunicación. Sin embargo, un par de años después de su muerte su nombre fue borrado de las antologías de la literatura nacional, perdió toda importancia y valor, y su obra se cubrió de pesadas capas de polvo que hicieron muy difícil redescubrirla. Su voz que se dejó escuchar cuando reinaba el silencio de las voces femeninas, también es replicada por cientos de mujeres que hoy no tienen que pedir permiso para hablar.

La líder política María Cano Márquez (1886-1967) era una oradora elocuente que despertaba fervor entre las masas obreras, como una de las primeras mujeres en escribir colaboraciones en periódicos y revistas y auspiciar y alentar la lectura y la discusión con obreros. Habló de “El placer exquisito de leer”, y las lecturas varias y la reflexión permanente fueron factor clave para que se convirtiera en la formidable oradora que fue. Describía con rigor los rasgos de los opresores y la sumisión de los oprimidos; atacó al imperialismo inglés y al norteamericano en su faceta de empresarios voraces y colonialistas que comenzaban a llegar a estos países. Fue perseguida por la policía y el ejército y desterrada de ciudades y pueblos por alcaldes y gobernadores que no la querían en sus predios.

Rebeldes 350La periodista Emilia Pardo Umaña (1907-1961) fue la primera mujer contratada para trabajar en la redacción de un periódico colombiano, en el lejano 1934, año en el que casi ninguna mujer colombiana ni escribía ni opinaba en público. Como le ha ocurrido a tantas otras mujeres, en diversas profesiones, por aquí y por allá, su nombre fue borrado durante años de la historia del periodismo colombiano. Historia escrita por historiadores y periodistas hombres que pasaron por encima de su obra sin inmutarse ni colorearse. Abdicó públicamente de su partido político en tiempos en que la mujer ni siquiera votaba, y aunque no existe un registro sobre el tema, tal vez fue la primera mujer que tuvo que exiliarse por persecución política. Lo que sí es seguro es que fue la primera mujer en la historia republicana de Colombia a la que se le siguió un Consejo Verbal de Guerra.

Débora Arango Pérez (1907-2005), la pintora, no fue revolucionaria de palabra sino de obra. Pintó lo que quiso y como le vino en gana. Contra su tiempo, contra una sociedad conservadora y pacata, contra las autoridades religiosas, contra grupos significativos de señoras que se autodenominaban “Ligas de la decencia”, contra los políticos despóticos y represivos, contra críticos de arte sin criterio, contra hipócritas que no podían convenir que una mujer fuera libre y contra sus hermanos hombres. Cuando el obispo de Medellín le dijo que cómo se atrevía a pintar mujeres desnudas, ella le respondió que igual que lo hacía el maestro Pedro Nel Gómez; el obispo le dijo que él era hombre y ella le preguntó si había pecados para mujeres y pecados para hombres. Sin embargo el balance de su primera exposición no pudo ser mejor. Pero por años no tuvo invitaciones para más exposiciones, ni críticos ni galeristas que se acercaran a ver el desarrollo y madurez de su obra. Sólo en los años ochenta, cuando ella tenía más de setenta años, le llegó su consagración. Las exposiciones y su obra se han multiplicado y difundido con entusiasmo y culto.

El nombre de la médica Cecilia Cardinal de Martín (1924-2013) no se puede separar del relato de los inicios y desarrollo de la educación sexual en el país y en América Latina. La educación sexual que ella reclamaba en los años sesenta y setenta del siglo pasado era “una educación que dignifique el amor, la maternidad, la paternidad, la pareja, la familia; que facilite el logro de la identidad humana de la que hace parte nuestra identidad sexual, para que no seamos robots manejados por un computador y poder así darles forma propia a nuestros anhelos, a nuestras fantasías y a nuestro amor. Una educación que al hablar de sexualidad hable de un erótico biológico propio, de una manera de verse a sí mismo, de relacionarse con otros, de ser, de ser y de una postura ante la vida”. Durante su carrera universitaria hubo profesores que la alababan y consentían como si fuera de porcelana y otros que le juraban que nunca la graduarían porque una mujer jamás podría ser buena médica. Dedicó su profesión a mejorar la vida sexual de hombres y mujeres y al servicio de las mujeres y niñas pobres que no tenían, ni tienen, acceso a una educación formal ni a espacios sociales en los que pudieran expresar sus dudas, temores, pesares, angustias, deseos, placeres.

La antropóloga Virginia Gutiérrez de Pineda (1921-1999) no se jactaba de haber inaugurado la cátedra de antropología médica en la facultad de Medicina de Universidad Nacional, después de haber recorrido el país recolectando prácticas de la medicina popular y redactando los textos para explicar ese corpus. Fue la primera mujer en hablar de las familias patriarcales, en reconocer y admirar, de manera verbal y en muchos de sus escritos, la humildad y sometimiento de la gran mayoría de mujeres a sus maridos y padres, a lo largo y ancho del país, y de relatar su existencia llena de sudor y lágrimas, aunque también sus gestas. Sus hallazgos la convirtieron en pionera de la investigación social en Colombia y en autora de una obra trascendente y trascendental, con más de una docena de estudios investigados y escritos por ella. El sociólogo Orlando Fals Borda, uno de los más fervientes admiradores de su obra, remató un artículo sobre ella diciendo que “parafraseando una de sus reflexiones, sin Virginia y sus trabajos no podríamos revaluar con certeza el ayer y mirar con fe hacia adelante”.

En este libro Myriam Bautista recompone la memoria rota y compone un presente, los pedazos se unen y le dan un uso al total, que empieza con el placer de la lectura, garantizado por su reconocida prosa clara y amena. Pero la convocatoria de estas seis mujeres no se queda en sus nombres ni persigue rendirles un tributo de admiración pasajera, como a celebridades que enseguida de recordarlas pierden su significado. Hay que tenerlas presente siempre, que el homenaje a ellas sea de utilidad para nosotros, pensar en ellas como seres que creyeron en su individualidad y en su conciencia, que creyeron en su existencia y la defendieron, la impusieron y se hicieron libres.

 


luis fayad 350Luis Fayad
Colombia, 1945. Periodista, cuentista, novelista y ensayista, cuya obra fue bien comentada por el crítico literario uruguayo Ángel Rama. Ha vivido por muchos años en países europeos y, particularmente, en Berlín, donde reside. Es autor de la célebre novela Los Parientes de Ester (1978), y entre sus múltiples publicaciones se encuentran sus novelas Compañeros de viaje (1991), La Caída de los Puntos Cardinales (2000), Testamento de un hombre de negocios (2004), Regresos (2014) y los libros de relatos: La carta del futuro (1993, 2017 por Editorial Aurora Boreal®), El regreso de los ecos (1993) y Un espejo después (1995, 2003, 2010 y en 2014 por Editorial Aurora Boreal®).

 

 

"La memoria histórica de Myriam Bautista" enviado a Aurora Boreal® por Luis Fayad. Publicado en Aurora Boreal® con autorización de Luis Fayad. Fotografia Luis Fayad © Daniel Mordzinsky. Carátula de Rebeldes tomada de Internet.

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