Puro Cuento
Presagio: Tres cuentos ilustrados
La profecía de la lechuza
Tyto alba o lechuza de campanario. Normalmente anidan en lugares bastante altos, como las torres de las campanas de las iglesias, de ahí su nombre. Su cara es plana, sus ojos son negros y pequeños, su pico es como un delgadísimo dedo que termina en una garra fina. Sus plumas suelen ser blancas con ligeros toques de un marrón entre claro y oscuro, dependiendo de su tipo. Son muy hermosas, muy elegantes.
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- Por Claudia Neira Rodas
El jaguar
En el Orinoco, el extremo más oriental de Colombia, un viajero alemán me habló de un jaguar que tenían en una reserva del Pacífico, el extremo más occidental de Colombia. Me dijo que lo sacaban a caminar como a un perro, con collar y correa. Los jaguares no son animales domesticables; yo tenía que verlo.
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- Por Pilar Quintana
Esta mañana, después de que te fuiste, me quedé por un tiempo en la cama tratando de encontrar el momento en que los dos nos dimos cuenta de lo que estaba pasando. Estábamos en el sofá, recostados el uno en el otro, viendo El Padrino. Recorriste mis brazos con tus dedos y fingí no sentir nada. Acercaste mi cara a la tuya y trataste de besarme y yo negué con la cabeza y dije:
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- Por Patricia Engel
Mamá me colocó la manta y las wairrina nuevas, adornó mi cuello con los collares de la abuela y amarró sobre mi cabeza su pañolón de mil colores. “Me llevan a conocer Riohacha –pensé- solo una ocasión tan especial puede motivar vestirme así”. Me agarró fuerte de la mano y mis dedos empalidecieron por falta de sangre. Salimos del rancho, el sol me cegó con su luz, mamá casi me arrastraba. Volví la cara y vi a mis familiares bajo la enramada, mirando atentos como nos alejábamos. Motsas se protegía del sol con su mano izquierda. Yo no comprendía nada, solo tenía siete años.
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- Por Vicenta Siosi - Wayuu del clan Apshana
El pasado sábado 14 de marzo de 2020 fallece en su casa de Miami la poeta y escritora cubana Lilliam Moro Núñez. Reproducimos acá en un homeanje a esta escritora cubana su relato "Última parada" publicado en el Nr. 11 de septiembre de 2011 de nuestra revista Aurora Boreal® impresa.
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- Por Liliam Moro
Esta historia que me dispongo a contar es algo triste y, la verdad, no sé por qué voy a contarla ahora y no, por decir algo, dentro de un mes o dentro de un año, o nunca. Supongo que lo hago por nostalgia de mi amigo el poeta portugués Ivo Machado, que es uno de los dos protagonistas, o tal vez porque acabo de comprar una pequeña avioneta de metal que ahora tengo en mi escritorio. Disculpen el tono personal. Esta historia será excesivamente personal.
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- Por Santiago Gamboa
Una mañana muy temprano, cuando el señor Aldo Villafora todavía dormía, lo perturbó un olor muy fuerte a pescado hervido. No llegaba a ser olor a sopa; le faltaban condimentos y yerbas y, claro, le faltaba el anís que Helena le ponía a todo. O sí, llegaba a ser olor a sopa, pero una sopa claruchenta y desabrida. Pensó que estaba soñando.
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- Por Margarita García Robayo
Para María Ítaba
Carlos piensa que hoy tampoco ha venido la mujer de ojos que son tallos tiernos de agave, de un verde medio gris, arenoso. Le preocupa que no haya recibido respuesta. Por ella y su sonrisa de muchas gracias. Porque entonces su carta se envolvió en otro no vale la pena, en un cliente menos entre los que aún acuden. O porque él ha ido perdiendo cualidades. De pasarse meses y meses sin escribir una carta de amor, quién sabe si las musas huyeron, si se le oxidaron sentimientos, entendederas. O tal vez olvidó las letras de sus boleros preferidos: “Amor de mis amores”, “Piensa en mí”… “No puedo ser feliz” para pedir el regreso, rogar clemencia con “Perdóname conciencia”, conquista en los versos de “Te quiero”.
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- Por José Prats Sariol
Una noche de fin de agosto, Griselda Hasting tuvo un sueño extraño. Se hallaba sola cuando una ventolera, tan fuerte que se tragaba sus gritos, forzaba las puertas y ventanas de su casa arrastrando todo a su paso. De pronto, en otro espacio, en un país en el que nunca había puesto los pies, se veía a sí misma, parada delante de un cuadro colgado en una impecable sala que parecía pertenecer a un museo. En el cuadro habían sido pintadas, como impactos de balas, varias flores marchitas, las corolas resecas, los pétalos desparramados sobre la superficie, como si una tromba de agua y viento los hubiese desprendido, salpicando todo el espacio.
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- Por William Navarrete