Puro Cuento
El relato "El joven que vino del mar" está escrito a cuatro manos entre la escritora María Alejandra Almeida y el escritor Javier Vásconez.
- Detalles
- Por María Alejandra Almeida y Javier Vásconez
Se me ocurre que podrían aparecer ellos dos, el navegante sentado en su rincón predilecto, cerca de la ventana, y ella reflejada en el espejo, tal vez sin el cigarro pero sí con el humo, porque el humo podría ser algo así como el tono de sus canciones. Por supuesto, también aparecería yo, el viejo y aficionado pintor que a la postre hace las veces de barman, cuando el puerto agonizaba y no había marineros y sólo quedaban Azalea y el navegante. Me pintaré a la manera italiana, renacentista quiero decir –así suene un poco forzado- como por descuido, en un lugar insignificante, detrás de la barra tal vez, como si en verdad fuese un barman, o reflejado de manera lateral en el espejo, opacada mi figura, claro está, por la imagen de Azalea. A lo mejor deba desaparecer por completo, dejar todo el bar-cuadro para ellos y contentarme tan sólo con una representación –casi por casualidad- de mi mano llena de anillos de fantasía, ajena a cualquier pincel.
- Detalles
- Por Pedro Badrán
A Ivet, con los ojos cerrados.
- Detalles
- Por Antonio Moreno
¿Qué es lo prohibido?: «La sociedad no prohíbe más que lo que ella misma suscita».
Lévi-Strauss
No sé en qué momento me comenzaron a interesar las nalgas de los niños. Desde que los curas, los políticos, los empresarios fueron exhibiendo sus miradas huidizas en la pantalla de televisión, y los diarios de vida infantiles eran pruebas fidedignas en los tribunales de justicia. Nunca antes había sentido una palpitación por esos cuerpos incompletos, pero estábamos todo el tiempo expuesto al bombardeo mediático de «las erosiones de cero punto siete centímetros en la zona baja del ano». O, en el periódico la frase «a los chicos reiteradamente abusados se les borran los pliegues del recto». La brigada de delitos sexuales alertando a la población sobre las conductas cambiantes en los niños y el examen periódico de sus genitales. El servicio médico legal ratificando las denuncias después de los peritajes físicos.
- Detalles
- Por Andrea Jeftanovic
Gilmer Mesa: Medellín, Colombia (1978). Ha publicado la novela La Cuadra con el sello editorial Penguin Random House con la cual además se ganó el XII concurso de novela y cuento de la Cámara de Comercio de Medellín para Antioquia 2015 y un cuento llamado “Año nuevo” en la colección de cuentos colombianos Puñalada trapera de la Editorial Rey Naranjo (2017). Estudió Filosofía y Letras en la Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín. Desde el 2007 ha ejercido la docencia en diferentes universidades de la ciudad y actualmente se desempeña como profesor de hora cátedra de la UPB con las asignaturas de Política y Geopolítica y del Tecnológico de Antioquia con las materias de Desarrollo Sostenible e Investigación. También ha trabajado como productor y locutor de programas culturales sobre música popular.
- Detalles
- Por Gilmer Mesa
Presagio: Tres cuentos ilustrados
La profecía de la lechuza
Tyto alba o lechuza de campanario. Normalmente anidan en lugares bastante altos, como las torres de las campanas de las iglesias, de ahí su nombre. Su cara es plana, sus ojos son negros y pequeños, su pico es como un delgadísimo dedo que termina en una garra fina. Sus plumas suelen ser blancas con ligeros toques de un marrón entre claro y oscuro, dependiendo de su tipo. Son muy hermosas, muy elegantes.
- Detalles
- Por Claudia Neira Rodas
El jaguar
En el Orinoco, el extremo más oriental de Colombia, un viajero alemán me habló de un jaguar que tenían en una reserva del Pacífico, el extremo más occidental de Colombia. Me dijo que lo sacaban a caminar como a un perro, con collar y correa. Los jaguares no son animales domesticables; yo tenía que verlo.
- Detalles
- Por Pilar Quintana
Esta mañana, después de que te fuiste, me quedé por un tiempo en la cama tratando de encontrar el momento en que los dos nos dimos cuenta de lo que estaba pasando. Estábamos en el sofá, recostados el uno en el otro, viendo El Padrino. Recorriste mis brazos con tus dedos y fingí no sentir nada. Acercaste mi cara a la tuya y trataste de besarme y yo negué con la cabeza y dije:
- Detalles
- Por Patricia Engel
Mamá me colocó la manta y las wairrina nuevas, adornó mi cuello con los collares de la abuela y amarró sobre mi cabeza su pañolón de mil colores. “Me llevan a conocer Riohacha –pensé- solo una ocasión tan especial puede motivar vestirme así”. Me agarró fuerte de la mano y mis dedos empalidecieron por falta de sangre. Salimos del rancho, el sol me cegó con su luz, mamá casi me arrastraba. Volví la cara y vi a mis familiares bajo la enramada, mirando atentos como nos alejábamos. Motsas se protegía del sol con su mano izquierda. Yo no comprendía nada, solo tenía siete años.
- Detalles
- Por Vicenta Siosi - Wayuu del clan Apshana