Al otro lado del acaso
José Cardona-López
Cuento breve
Lumme Editor
Páginas 112
2012
Banda, parque y río
La banda tocaba en el quiosco del parque y la música era el agua bajo la que todos los del pueblo, en parejas, abrazados, tomados de las manos, se bañaban. Y como después de un buen baño no hay nada mejor que irse a bailar, todos corrían a meterse al río. Los últimos en dejar el parque eran los de la banda, tenían que cerrar llaves, ayudar a desaguar sifones, esas cosas.
El río era ancho, con piedras enormes que servían para que el agua se luciera en ritmos. El agua era una música alegre que ellos, en parejas, abrazados, tomados de las manos, bailaban hasta el cansancio. Y como para el cansancio no hay nada mejor que un buen baño, todos salían para el parque. Los primeros en salir eran los de la banda. Había que llegar pronto a ajustar las duchas, alistarse para abrir las llaves, esas cosas.
Rosa, juguete y leche
Era como los demás, hasta se le veía con las manos sucias y por las noches los pies le olían feo. No tenía, pues, nada de dios o de diosa, pero sabía que al decir una palabra, lo que la palabra nombrara aparecía. Una vez dijo rosa y el campo y la ciudad se llenaron de rosas. Luego vinieron las consecuencias que trae la rosa.
Era generoso, por eso un buen día madrugó a decir leche. Entonces las vacas aumentaron sus filas en los establos, las madres doblaron sus trajines en los regazos. Como también se aburría luego de las cinco de la tarde en los domingos, una tarde de domingo dijo juguete y hasta los viejos regresaron a sus infancias. Bueno, viéndolo bien rosa, leche y juguete suelen caminar apoyados en los pasamanos de la misma sintaxis.
El tiempo voló con sus mudas y caprichos, sucedieron muchas cosas y todos acabaron por hacer que la vida fuera enredada. Entonces un día a él le dio por callarse. Lo vieron triste, a veces huraño y de pronto hasta bravo. Alguien de mirada torva y traje negro que antes nadie había visto, apareció jugando a ser jinete en un caballito de madera. Dijo que ese silencio de quien no era dios ni diosa, sino como los demás, era porque se estaba preparando para decir la palabra nada. Dijo arre arre y se fue.
Todos corrieron apurados a conseguir rosas y leche. Y como en el fondo también solían ser generosos, igual que aquel que no era ni dios ni diosa y que era como los demás, consiguieron más rosas que leche.
Cielo de rayuela
El cielo de esa rayuela tenía fama porque en él hacía un aire muy fresco, olía siempre como a mañana de campo, los colores brillaban más y sucedían historias maravillosas. Todos los niños del barrio querían llegar al cielo de esa rayuela.
Como había tardes en que el niño que lograba llegar al cielo después no quería salir de él, se organizaron turnos para disfrutarlo. A aquél que lo alcanzara se le daba un boleto que le permitía permanecer en él por diez minutos. Y ese tiempo bastaba para que cada niño se sintiera feliz y luego se apareciera en casa cargado de historias para contárselas a sus padres. Los padres, molidos por el fragor de sus jornadas, después de escuchar las historias iban radiantes a sus camas, y se dormían con las caras cruzadas de sonrisas.
Cuando lo abandonaban porque ya la noche estaba muy alta, el cielo de esa rayuela daba rienda suelta a sus carcajadas por todo lo que había oído parando bien las orejas, y por todo lo que había visto abriendo bien los ojos mientras los niños se movían en el cielo y le hacían cosquillas con las suelas de sus zapatos.
De un lago a la mañana
Hace rato amaneció y afuera el agua tiembla porque un niño acaba de lanzar su anzuelo con una lombriz a ver si pesca algo para guardarlo hasta cuando deje de soñar en ser piloto o cantante.
De la punta del anzuelo viene la hoja de una planta que va a dar a un herbario donde el universo también es verde y huele a mañana de otro mundo. Pero ni se diga que a cualquier mañana porque su luz vive pegada en el papel como se nos pega la garúa tibia de los recuerdos de un abrazo que es de los primeros.
Con su triqui triqui tran
Aserrín aserrán, los maderos de San Juan. Comienza así el poema de Silva, con su triqui triqui tran, y Marino sonríe en la foto, tiene los ojos cargados de brillos.
El fotógrafo la sacó de su platón de agua, con una pinza la colgó para que se secara y se la entregó a la abuela. La abuela le dijo a Marino que en la foto él le sonreía al futuro que le esperaba. El niño preguntó qué era futuro, y ella le explicó con palabras que incluían después, semilla, mañana. Marino sonrió de nuevo y siguieron en el parque. Y hasta cantaron lo del aserrín aserrán.
Entonces pasó el tiempo con su triqui triqui tran.
Si yo volviera a ser ese niño (se dice Marino mientras recuerda a su abuela, mientras mira la foto que se trajo desde la infancia, que se trajo desde el platón de agua del fotógrafo del parque), no sé qué sentiría entre las sonrisas que haría al ver la cara de éste que he venido a ser ahora, entre el aserrín aserrán, etcétera.
Paraguas que busca una máquina de coser
―Señor, ¿vive aquí una máquina de coser que me espera? ―preguntaba con su vocecita de paraguas el pobre paraguas. Al NO de la respuesta seguía un portazo.
Por fin el paraguas, como cuenta la leyenda, encontró su máquina de coser en un quirófano. Todos los demás paraguas brincaron en las manos de sus dueños, cabecearon de un lado a otro meciendo alegrías.
Mientras afuera estaba el alboroto de los paraguas, en los talleres de las fábricas de ropa las telas se soltaron a reír al pasar bajo las agujas de las máquinas de coser. Entre las manos de las obreras que guiaban las telas en las máquinas salían y salían espumas de carcajadas. Ya por la tarde, antes de las seis, no faltaron jefes que corrieran a buscar aspirinas. Uno dijo que no se podía trabajar de Jefe entre tanta risa, que eso era como un insulto a cualquier constitución de un país civilizado y que pensaba poner una queja. Todo esto lo dijo en voz alta al pasar junto al quirófano donde ahora estaba un poeta extraño junto al paraguas. El poeta levantó los hombros ante las palabras del Jefe que iba por una aspirina y que pensaba poner una queja. Silbando una canción nueva que ese día había reventado en no se sabe qué parte de su humanidad, el poeta siguió con su pedaleo en la máquina de coser, como si quisiera llegar a la luna antes de que siguiera empezando la noche.
Luego se supo de oídas (así son estas historias, siempre se las conoce de oídas) que el poeta silbaba porque afuera había sol y lloviznaba para celebrar el bello encuentro de un paraguas y una máquina de coser en un quirófano.
Mirmeglucogeusia
Efe Jota llega al consultorio. Saluda. Habla con la secretaria y ella lo anota en el cuaderno de consultas.
―Hay cuatro turnos antes que el suyo —le dice la secretaria, y con una mirada redonda le señala a los otros pacientes.
Efe Jota se sienta. Hojea con vaguedad una M.D. y después piensa sobre su afección. El domingo, echado en la playa bajo un parasol se había dormido, al despertarse sintió un sabor azucarado en su boca. La sensación dulce, de almíbar, no lo abandonó desde entonces. Se extendía en el paladar, bañaba las encías, se regaba por los bordes y la punta de la lengua. Llevaba cuatro días en esa situación.
A Efe Jota lo conducen a una pequeña sala y una mujer de blanco le ciñe una banda negra en un brazo. Ella bombea en una perita, la banda negra se inflama y la aguja del tensómetro gira. La mujer le pone el termómetro en la boca y le revisa los oídos. La ayudante anota en una hoja de varias columnas y rayas.
―El doctor ya va a estar con usted ―le dice la mujer.
El doctor Ele Ache llega y le pide a Efe Jota que se desnude el torso. El estetoscopio amplifica los latidos cardiacos y el resuello de los pulmones. El doctor Ele Ache se ajusta más las antenas médicas en sus orejas y confirma las auscultaciones.
El bajalenguas oprime la lengua. Efe Jota dice ¡AAAAAAAAH! y una lucecita ilumina la faringe. Todo bien, dice el médico desabrochándose la túnica blanca.
Efe Jota siente como si un terrón de azúcar se disolviera en su boca. Ele Ache prueba la saliva de Efe Jota. No, no es glucosialia, dice, es simple. Con la voz atragantada y la lengua inmóvil, como puede Efe Jota le precisa al galeno que es muy dulce el sabor dentro de su boca.
Sosteniendo el bajalenguas dentro de la boca del paciente, el doctor Ele Ache cruza el índice libre en sus labios encapullados, hace un ¡jmm! y piensa. Al cabo de cuatro minutos habla.:
―Por complicados procesos de orden síquico usted siente el sabor azucarado en su boca. Según sus datos usted nunca ha sufrido una enfermedad de esas que llamamos dulces, con la que yo pudiera relacionar lo suyo. El test no revela presencia de azúcar en la saliva. Los poros de las regiones papilares gustativas de los lados y de la punta de la lengua están en buen estado. Hágame el favor de imaginarse una cucharada de sal en su boca.
Efe Jota quiere colaborar mucho con el doctor y se imagina dos cucharadas de sal en su boca. Entre babeos le responde al doctor que siente dulce la sal que ha imaginado. El doctor Ele Ache sonríe un poco y prosigue:
―Los nervios del gusto no presentan ninguna alteración, estoy más que seguro. Es un caso típico de . . . a ver, a ver . . . de . . . de glucogeusia. Sí. Todo es una sensación subjetiva de sabor azucarado. Eso es, glucogeusia. Repita conmigo.
Efe Jota escurre el palabrón con la lengua bajo el bajalenguas: gdlu-co-geugg-sia.
―Eso, muy bien, glucogeusia ―añade el médico.
Efe Jota tiene la lengua adormecida por la presión de la tablita. La baba corre a cántaros en su ropa y ya el doctor Ele Ache está desnudo y sentado sobre el bajalenguas. Le grita a Efe Jota ¡es sólo glucogeusia, una sensación subjetiva de sabor dulce, casi morbosa!
El doctor Ele Ache camina sobre la lengua de Efe Jota. Sus patas delgadas resbalan en la superficie babosa. Haciendo bocina con las manos le pregunta a Efe Jota si siente una especie de hormigueo. Mientras llega la respuesta zarandea hambriento sus antenas. Efe Jota sacude la cabeza para afirmar en la respuesta. Por el movimiento brusco el doctor Ele Ache casi va a dar a un diente.
―¡Ahora sufre de mirmeglucogeusia! ¡Sensación subjetiva de sabor azucarado con presencia de hormigueo objetivo en la lengua!
Efe Jota quiere responderle vea, pues, pero no puede.
Efe Jota se viste la camisa. La formicación en su lengua es intensa. El doctor Ele Ache roe en la boca buscando con desespero el nacimiento del sabor dulce. Al cabo de unos minutos el doctor empieza a sentirse víctima de su falso glucotropismo, atrapado por su aparente afinidad con el azúcar. Maldice con apretones de mandíbula.
Efe Jota sale, paga la consulta y va a la calle. Toma un taxi.
José Cardona-López
Obtuvo su maestría en literatura hispanoamericana en la Universidad de Louisville, el doctorado en la misma disciplina en la Universidad de Kentucky. Es Regents Professor de Texas A&M International University, donde enseña literatura hispanoamericana y creación literaria. En su libro Teoría y práctica de la nouvelle (2003) presenta y discute lo más representativo de lo que al nivel teórico se ha escrito sobre la novela corta o nouvelle, desde los planteamientos de la novellentheorie hasta los de algunos escritores, críticos y académicos del último tercio del siglo XX. En conjunto con investigadores y críticos literarios de la Universidad de la Sorbona y la Universidad Nacional Autónoma de México, ha trabajado en proyectos sobre la novela corta hispanoamericana. Ha publicado el libro de cuentos La puerta del espejo (1983) y la novela Sueños para una siesta (1986). Con Todo es adrede (1993, 2009), en 1991 fue finalista en el VI Concurso Internacional Letras de Oro organizado por la Universidad de Miami (1991-92), modalidad colección de cuentos. Algunos cuentos de "Siete y tres nueve" (2003) y de "Al otro lado del acaso" (2012) han aparecido en textos universitarios para la enseñanza de español y literatura en los Estados Unidos. En 2014 publicó su novela corta Mercedes (e-book, Aurora Boreal) y en 2018 Do outro lado do acaso. Ha sido incluido en diversas antologías de cuentos en Canadá, Colombia, España, Estados Unidos y Perú. Cuentos, micro-ficciones, ensayos y artículos suyos, algunos traducidos al inglés, portugués y rumano, han aparecido en libros y revistas impresas y electrónicas de los Estados Unidos y el exterior.
Material seleccionado y enviado por José Cardona-López para Aurora Boreal®. Publicado en Aurora Boreal® con autorización de José Cardona-López. Fotografía José Cardona-López © archivo del autor. Carátula Al otro lado del acaso © cortresía Lumme Editor.