Pablo Valle - Los días que vendrán

Notas sobre La lengua de la llanura, de Carlos Battilana

 

La lengua de la llanura
Carlos Battilana
Poesía
Caleta Olivia, Buenos Aires
Páginas 94
2021

 

Pero existe la luz y existen las luces,
el día y también la locura del día.
Derrida

 

La naturaleza en la versión antropocéntrica
del mito del pasaje es un afuera,
pero también un adentro del que hay que salir.
Victoria Larrosa, Curandería

 

Un poema

 

Enigmas

Carlos Battilana

Antes
en la estepa ventosa,
ella escrutaba,
como si trajera una larga visión infantil,
los días que vendrán.

Ahora observa las piedras alrededor. Una a una. Despreocupada.

El futuro ─dice─ es un pequeño territorio
que se mira con afecto,
amorosamente

y sin verdadera comprensión.

 

lengua ranura 350En los terribles días del 2021, buscaba un poema para una “antología del presente”. Cuando llegó a mis manos “Enigmas”, sentí una suerte de conmoción. ¿Era lo que estaba buscando? No lo sabía. ¿Se refería a la pandemia, al presente estricto? ¿Estaba escrito cuándo? No pude evitar preguntarle al autor; estaba seguro de que el poema había sido producido durante el transcurso del 2020. Me contestó que no, que era anterior. La conmoción, entonces, se acentuó.

Por supuesto que se trataba de un efecto de lectura. ¿Hay algo más constitutivo de un texto que los efectos de su lectura? Y, en este caso en particular, ¿hay algo más sugerente que el hecho de haber encontrado (aparentemente) lo que estaba buscando, leyendo bajo el influjo de un conjunto de textos propuestos para pensar el “problema” del presente y la temporalidad fracturada en la que estamos inmersos?

Sin embargo, más allá o más acá de estos efectos, hay algo que el texto, el poema, convoca. Quisiera decir algo al respecto.

El poema está escandido (repito la palabra: aparentemente) por la temporalidad tripartita característica del pensamiento occidental: “Antes”, “Ahora”, “El futuro”. Pero cada bloque temporal está fuertemente complejizado desde adentro: la visión infantil acumulada lleva a escrutar los días venideros, sobrevolando un ahora que solo parece consistir en una observación despreocupada del entorno natural.

El futuro (esos días examinados desde el pasado) oscila entre el amor y la incomprensión, dos términos que pueden verse como antitéticos, pero también ─y quizás más─ como complementarios.

¿La poesía es premonitoria? ¿Un poema de hoy puede adoptar la forma del mañana? ¿El lenguaje, siempre cargado con el peso del pasado ─de los (sentidos) muertos, como bien sabían Marx y Freud─, está también atravesado de futuro?

En medio de una “estepa” deformada por el viento (que no deja ver todo, pero impulsa a conjeturar entre las brechas que deja), alguien, “ella”, intenta mirar los días por venir; quizás dotada de una mirada infantil, “larga”, no acortada por prejuicios disfrazados de saberes. (Podría ser una escena de Tarkovsky: la distrópica palabra “estepa”; la nena ─con poderes telequinéticos─ de Stalker).

Sin embargo, ella no está tan preocupada (probablemente ya es una joven, de hecho acaba de dejar atrás la infancia, como si eso fuera posible). Algo parece atraerla ─¿o sostenerla?─: las piedras de alrededor, que observa “una a una”. La solidez (engañosa, escurridiza, pero necesaria) del presente. Las piedras, diría Calvino en Las ciudades y los signos, son lo que son. La despreocupación no es indiferencia sino confianza (quizás un poco ingenua) en algo sólido.

¿Ella habla? ¿Ella es la que dice que el futuro es como un espacio que se espera (que se prefigura) con amor, pese a todo? ¿Un pequeño espacio incomprensible, pero aun así deseable?

“Puesto que no se sabe ya quién habla o quién escribe, el texto se vuelve apocalíptico ─dice Derrida─. ¿No sería la apocalíptica una condición trascendental de todo discurso, incluso de toda experiencia, de toda marca o de todo rastro?... todo lenguaje sobre el apocalipsis es también apocalíptico y no puede excluirse de su objeto…” (en Sobre un tono apocalíptico adoptado recientemente en filosofía).

¿Estaremos asistiendo al punto C, de catástrofe, de no retorno, disfrazado por la calma que precede a la última tormenta?

En el poema, quizás podemos asistir a una “autopresentación de la estructura apocalíptica del lenguaje, de la escritura, de la experiencia de la presencia”.

La amplia estepa (aunque ventosa) está en el pasado. El futuro es un pequeño territorio; o (inevitablemente) pequeña es nuestra visión de él. Pasaje/paisaje. El viento, las piedras, el territorio por venir: un paisaje éxtimo. Escenificación de un ritual (propongo una escena recurrente entre padre e hija) que nos remite al mito: “Lo mítico señala el carácter oblicuo y desidentificante de todo pensamiento, su posibilidad de creación a partir de los restos, de la evidencia de la muerte” (Larrosa).

No hay verdadera comprensión del futuro porque en el futuro, efectivamente, está la muerte. “Quizás nuestro único privilegio, terrible, es simplemente que estemos vivos y que sepamos que vamos a morir todos a la vez o bien uno por vez” (Frank Kermode, El sentido de un final).

Sin embargo, ese mismo futuro puede ser contemplado “con afecto, / amorosamente”. Quizás, precisamente, porque ya no nos pertenece.

***

Luego de haber publicado su obra reunida en Ramitas, Battilana nos vuelve a sorprender con un libro que parece, engañosamente, definitivo, “Liviano ante las ruinas de este jardín...”; pero engañosamente, porque no hay punto final (o este jamás se pone de manera voluntaria). Por eso sabemos: “que las horas y los días, / que las lluvias torrenciales / son apenas / hechos pasajeros // que más allá / de sus destrozos, / los temporales pueden dotar de fuerza / a los seres / inmersos / en su estruendo... y que el olvido, / que todo lo arrasa / y todo lo ve, / no tiene fin”.

Por otro lado, “Hacemos una hoguera [¿la poesía, el amor?] / como si se tratara de una lengua compartida”, porque “los ojos del deseo serán una posible tentativa de alimento”. Aunque “Los orígenes del fuego nunca se descifrarán”.

El uso del sujeto tácito en Battilana parece reforzar una idea de comunidad: perdida pero quizás re-encontrable. Como la de “Los hablantes de una lengua que habitaban una tierra profunda...”, que “designaban cada una de las / plantas y flores / con un nombre particular / sin considerar el conjunto”. Y es que cada patria es una lengua que hay que reconstruir. “Sabe la llanura que un manojo de signos no es más que el desierto regresando del fuego”. Los pequeños milagros ocurren, mínimos y escondidos: “Alguien, / sin que lo vean, toma un palito / y traza sobre la arena un signo frágil”... Sin dudas, “El presente pesa como un vendaval”, pero “alguien escribe / con pluma quemada / una nueva era / que desconocemos”.

¿La esperanza solo existe en primera persona? ¿O es que la primera persona ─el “yo lírico”─ la asume a su propio riesgo?
“trato de esperar
una forma de belleza
y nombrar con serenidad
el lado bueno
de las cosas”.

 

Carlos Battilana
Argentina, es autor de los libros de poesía El fin del verano (1999), El lado ciego (2005), Materia (2010), Velocidad crucero (2014), Un western del frío (2015), Una mañana boreal (2018) y La lengua de la llanura (2021), entre otros. La editorial Caleta Olivia publicó su poesía reunida con el título de Ramitas (2018). En 2020 publicó Luz de invierno, que incluye una selección de sus poemas (Vera Cartonera, Universidad Nacional del Litoral). Sus poemas han aparecido en antologías de poesía argentinas y latinoamericanas. Realizó la compilación y el prólogo de las crónicas periodísticas de César Vallejo reunidas en Una experiencia del mundo (Excursiones, 2016). Publicó los libros de ensayos El empleo del tiempo. Poesía y contingencia (El Ojo del Mármol, 2017) y Actos mínimos (Kintsugi, 2022). En co-autoría escribió el prólogo a Nuestra América de José Martí (Biblioteca del Congreso, 2019). Se desempeña como profesor de Literatura Latinoamericana 1 en la Universidad de Buenos Aires y de Introducción a los Estudios Literarios en la Universidad Nacional de Hurlingham. Ejerció el periodismo cultural. Nació en Paso de los Libres (Corrientes) en 1964. Reside en Buenos Aires. 

pablo valle 351Pablo Valle
Profesor en Letras (UBA). Docente en CBC-UBA, FyL-UBA y Artes Audiovisuales (UNDAV).

 

Materiales enviados a Aurora Boreal® por Pablo Valle. Publicado en Aurora Boreal® con autorizaciòn de Pablo Valle. Carátula La lengua de la llanura © cortesía Caleta Olivia editorial. Fotografía Pablo Valle © Silvia Tombesi.

 

 

 

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