En la muerte de Rogelio Echavarría

In memoriam
1926-2017†

La poesía permanente de un transeúnte

Rogelio Echavarría Múnera


27 de marzo de 1926
29 de noviembre de 2017
Poeta y periodista colombiano

En cada nueva edición de El transeúnte Rogelio Echavarría siguió su propia tradición, sostenida en las reediciones pasadas, de hacer con el mismo título y los poemas anteriores un nuevo libro. Hasta reunir su trabajo del año 1947 al 2003, en orden cronológico, de modo que incluyó los nuevos poemas en cada una de las partes en que el libro está dividido. La apariencia de la nueva edición fue la de ser definitiva, unas obras completas que ocupan 135 páginas entre esas dos fechas.

Es el destino de un poeta, por elección y por obligación. Fue difícil oponerse a sus designios para el que a los veinte años escribió en un verso: “Como el puente que protege al río de los pasos humanos, la poesía en tu cansancio único”. A partir de esas líneas, o de esa confesión hecha a los veinte años que anuncia y asume la rendición a un oficio, se emprende la construcción de la poesía, en base a un intento de entender su significado y su dirección: “¿Qué es poesía? –preguntas. /Hago luz y –discreta /y sorprendida –huye /la poesía: ¡esa sombra!”

Fue una construcción pausada, de inspiraciones razonadas, de la investigación de un lenguaje, el orden del coro, como pedía Jorge Guillén. En Rogelio Echavarría se dio en todos los temas: “Con mi mañosa lentitud engaño a todos, no a la muerte”, como el resumen y también la ampliación del hombre, su duración y su sitio en el mundo, su aclaración mediante un proceso de la frase, que alberga las sensaciones de la vida sencilla y sus preguntas más profundas. Es el caso de los dos transeúntes en un solo ser, resumidos en dos versos: “Todas las calles que conozco /son un largo monólogo mío”. Es el hombre que va por un camino y que sin cambiar de rumbo toma por otro y se convierte en el doble de sí mismo. Los temas no se alternan, se combinan, se complementan en una dialéctica entre el instante y lo perpetuo, y en el diálogo de dudas que puede ser el destino de un poeta: “El río de mi vida corre al revés /o yo voy a contrapelo”, o las imágenes contemporáneas: “el tránsito en urbano remolino”, o la filosofía y su definición metafísica: “Igual a todos y distinto a todos /y distinto a mí mismo cada día”. Está el hombre como centro de una nueva sociedad, con el tormento de sus guerras acentuadas: “Todos se exilian en su casa /o en la del embajador /y se llevan tiras de patria /porque pierden su cobertor”.

transeunteCuando El transeúnte salió en su primera edición, en 1948, fue reconocido como un libro original y renovador, como se lo ha considerado en los años siguientes. Los versos abren escenarios visuales y presentan la palabra y la correspondencia de su búsqueda con lo que quieren decir. Son las dos imágenes de una poesía que cuando va a cruzar a terrenos herméticos cambia a un tono de armonía secreta, no se encierra, se deja oír como un murmullo y aclara su sentido en imágenes literarias propias. En la historia de la poesía colombiana los lazos más cercanos de Rogelio Echavarría se reconocen en un gran poeta anterior, Aurelio Arturo, a quien, en su deceso, le dice: “Demoraste en la paz /del sur definitivo, /hoja lenta que otoño /baja como una lágrima. /A tu lado bebí /agua profunda y fresca. /¿Y quién mi fiebre pulsará, /mi mano huérfana?”.

 

Material enviado a Aurora Boreal® por el escritor Luis Fayad. Publicado en Aurora Boreal® con autorización de Luis Fayad. Foto de Rogelio Echavarraría Múnera tomada de youtube. Carátula del libro El transeúnte cortesía Universidad de Antioquia, Colombia.

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