El inventor de fábulas

In Memoriam
1927 - 2014 †

Más de 60 años de actividad literaria le permitieron a Gabriel García Márquez, el hijo del telegrafista de Aracataca, confirmar el valor de la imaginación como uno de los dones más preciados del ser humano. La libertad de imaginar y el poder mágico para expresar sus creencias más íntimas forjaron su ética como cuentista, novelista, periodista y guionista cinematográfico. En todas sus facetas se ocupó de la indefinida repetición de la vida de los hombres, porque según creía, lo único que le interesa a la gente son las cosas que le suceden a la gente.

La costa Caribe de su infancia, los pueblos de Colombia que recorriera como reportero y sus andanzas por América Latina y el mundo son la materia vertiente de toda su obra. Para hacer ficción esa realidad no sólo la escudriñó palmo a palmo, sino que se dio a la tarea de asimilar, como pocos escritores de su generación, la tradición literaria universal, especialmente la contemporánea, conjugándola con la propia, y así encontrar las formas adecuadas para expresarla. Este aprendizaje estuvo siempre al servicio de su proyecto central - recrear Macondo -, tarea a la que se diera desde que planeó escribir La Casa a los 16 años y que mucho tiempo después culminaría con la publicación de Cien años de soledad en 1967.

El proceso de asimilación de los elementos técnicos y de lenguaje para escribir la saga de los Buendía se plasmó en cuatro libros de gran factura literaria y poética - sus primeros cuentos recogidos en el libro, Ojos de perro azul , La hojarasca, Los funerales de la Mama Grande y El coronel no tiene quien le escriba - que hoy constituyen la prehistoria de la obra que le diera la fama entre los lectores de todo el mundo. Tal vez nunca será del todo explicable el éxito tan fulminante de Cien años de soledad, no obstante su alucinada recepción indicara que se trataba de un libro que todos esperaban como el gran espejo de nuestra cultura. La audacia de su extremada invención de las formas artísticas fue lo que más impactó a sus lectores, a tal punto, que el novelista mexicano, Carlos Fuentes, al terminar su lectura escribió que acababa de leer la Biblia latinoamericana.

El poeta chileno, Pablo Neruda, no dudó en afirmar que se trataba del segundo Quijote de la lengua española. Rescatar a Macondo, metáfora de 500 años de Historia de Colombia y América Latina, no sólo "desfacía el entuerto" del olvido y defendía nuestra identidad, como revivía la línea de lo lúdico y de la libertad de la imaginación que iniciara la genial obra de Cervantes. Captando todos los niveles de la vida - lo real y lo imaginario, lo culto y lo popular, lo sagrado y lo profano, lo regional y lo universal, la ciudad y el campo-, y los diversos tiempos - mítico, bíblico, histórico, político y autobiográfico -, en un corpus en el que todo aparece imbricado con todo, Cien años de soledad reconstruye nuestra identidad cultural y los avatares de nuestra Historia a través del juego, de la mamadera de gallo trascendental y supremamente seria.

El dominio del lenguaje metafórico, la originalidad en la estructura narrativa del asunto, el poder cognitivo, y lo que es una fiesta para sus lectores, la exuberancia poética, son los elementos que hacen de Cien años de soledad una de las grandes conquistas del arte de novelar en el siglo XX. Con la mediación de la circularidad mítica, el eterno retorno, García Márquez no sólo organiza su relato, sino que orquesta toda su crítica al modelo de desarrollo latinoamericano, a las paradojas de su Historia y su ingreso a marchas y contramarchas en la modernidad. Así, ironiza, parodia y carnavaliza las inconsistencias de nuestros procesos históricos, que giran en redondo sin avanzar, que se estancan y permanecen aislados del tren de la Historia a pesar de esfuerzos como el de José Arcadio Buendía, el patriarca fundador de Macondo que termina sus días como Prometeo encadenado.

El pecado original, el éxodo, la peste, el diluvio, el apocalipsis, el sánscrito, el hielo, los juguetes mecánicos, la lupa, el imán, el reloj, el telescopio, el sextante, el astrolabio, el clavicordio, el tren, el cinematógrafo, la luz eléctrica, los prodigios de los magos y los desvelos de los alquimistas, la magia y las supersticiones, la utopía social, la guerra, el amor, el incesto, los fantasmas de la culpa y la soledad son los elementos que se entretejen en las peripecias de los Buendía, cuya fuerza alegórica trasciende a su referente histórico para tornarlas una fábula vital de la historia de la humanidad.

Desde los años en que se empeñaba por darle forma a Macondo ya rondaba por la cabeza de García Márquez el tema de El otoño del patriarca, un libro sobre el enigma del poder humano, sobre su grandeza, soledad y miseria, que según él, es el libro que literariamente hablando es su trabajo más importante, el que puede salvarlo del olvido. Sobre este dictador, síntesis del bestiario tropical, se elabora un complejo y audaz entramado narrativo que el lector percibe como una andanada de páginas y páginas sin un sólo punto, sólo comas, como la forma de ambientar el poder absoluto en sus días de gloria y en su ocaso. El periplo de este patriarca que termina sus días, prisionero en las trampas de la nostalgia, perdido en los laberintos del poder, empantanado en las telarañas de la vejez, le sirve a García Márquez para plasmar también su autobiografía cifrada sobre el poder, los esplendores y las miserias de la fama.

La novela del Libertador, El general en su laberinto, en visión retrospectiva funciona como si se tratara de una demostración de la correspondencia del universo garcíamarquiano a una realidad histórica y geográfica. Todo en su ficción está inevitablemente impregnado de los efluvios de Macondo. Asombrosamente, el Bolívar reinventado por la ficción se asemeja tanto a personajes como José Arcadio Buendía y su hijo el coronel Aureliano Buendía o el patriarca en la soledad inútil de su poder, que pareciera que el personaje histórico, invirtiendo la relación Historia/Ficción, ya era macondiano, y más aún, que toda la historia bolivariana se escribiera a si misma con la escritura garcíamarquiana.

El viaje de Bolívar por el río Magdalena hacia Cartagena de Indias, camino de su exilio voluntario a una Europa que nunca alcanzará, es el punto de partida de la novela. Instalado en la intimidad, el relato nos entrega a un hombre más avejentado que viejo, tan transido de gloria pasada como de frustración y decrepitud presente, hablando casi desde la frontera del Más Allá, febril y sentencioso mientras ve derrumbarse entre oscuros cuartelazos su sueño unitario de una Hispanoamérica convertida en la liga de naciones más vasta, extraordinaria y fuerte que haya aparecido sobre la tierra. Su desilusión tiene algo de profética , y es una clave histórica para revelar la naturaleza política profunda de Colombia y el continente condenado a fluctuar entre la utopía y el fracaso. En la fragilidad del personaje se instaura una manera de revisar nuestra Historia, de poner al desnudo sus males y sus lepras.

La historia de amor de dos viejos - Fermina Daza y Florentino Ariza - en medio de las pestes y las guerras civiles, realizando un viaje por el río Grande de la Magdalena después de una larga espera de 50 años, nueve meses y cuatro días, es la matriz generadora de El amor en los tiempos del cólera. Esta historia sentimental permitirá el tratamiento de las infinitas variantes del amor como si se tratara de una "Summa" en el sentido tomístico. El amor como motor de la vida está presente en todo el relato, se sobrepone a lo individual y lo ideal para posarse en lo cotidiano. Es como un milagro y al mismo tiempo la peor de las enfermedades. Por amor las viudas recuperan la esperanza, los jóvenes despiertan al placer, los viejos renacen, los adultos comen flores y se pierden en la bebida y se pueden soportar las más largas esperas. En fin, el amor según esta hermosa fábula es la gran utopía de la vida, en compensación a un mundo vil y absurdo.

Otras obras como Crónica de una muerte anunciada, Del amor y otros demonios, Los doce cuentos peregrinos y Noticias de un secuestro, al que se le suman un sinnúmero de crónicas y reportajes periodísticos y de guiones para series de televisión y para el cine, no hacen más que comprobar la portentosa capacidad creadora de Gabriel García Márquez. Los avances publicados de sus memorias, al parecer ya terminadas y en proceso de revisión final, auguran la vida de un hombre verbalizada con la densidad poética que caracteriza todo lo que cuenta.

Nada fue más justo y bien recibido en el mundo que el premio Nobel para este inventor de fábulas, según el fallo de la Academia Sueca, por sus cuentos y novelas donde lo fantástico y lo real se funden en la compleja riqueza de un universo poético que refleja la vida y conflictos de un continente. Es una obra hondamente humana y de significación universal. Como nada más indiscutible y merecido que el reconocimiento como uno de los más excelsos narradores del siglo XX.

 

El inventor de fábulas enviado a Aurora Boreal® por Darío Henao Restrepo. Publicado en Aurora Boreal® con autorización de Darío Henao Restrepo.

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