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Néstor Taboada Terán, considerado uno de los grandes referentes de la literatura boliviana del siglo XX, escribía siempre a pulso, de manera disciplinada y hasta casi obsesiva. No en vano se consideraba un escritor, más que de vocación, de nacimiento. Toda una vida dedicada a cultivar el arte de las letras y a relatar historias desde la cuna de nuestros ancestros hasta los acontecimientos más trascendentales de nuestra época. Su vasta producción literaria, escrita en diversos géneros y con una temática multifacética, confirma el potencial creativo y el amplio bagaje cultural de este autor, quien supo palpar por medio de la intuición los secretos y las adversidades de la condición humana.
Néstor Taboada Terán, que conocía los mitos y las leyendas de las culturas originarias, era un “historiador literario”, un acucioso investigador de los usos y las costumbres de un país multicultural, donde lo blanco, lo indio, lo negro y lo mestizo, aparte de conformar un mosaico rico en matices antropológicos, confluían en una sola fuente de la cual se nutrían tanto los pintores como los escritores de todos los tiempos.
Como todo autor de origen humilde y honda sensibilidad humana, rechazaba las injusticias sociales y las discriminaciones raciales, que siguen siendo verdaderas cuñas en la conformación de la identidad nacional y en la estructuración de una sociedad más justa. Estaba comprometido con su realidad y su tiempo; una toma de posición revolucionaria que lo llevó a sufrir la persecución y el exilio. No en vano alguna vez, al relatar la travesía de su nacimiento, dijo: “Fui un perseguido desde mucho antes de que nazca” en la calle Ballivián, casi Loayza, a dos cuadras de la Plaza Murillo y en la casa de un terrateniente yungueño, en la que los afrobolivianos tenían la costumbre de llevar fruta y alegría como ofrenda a los recién nacidos; algo que ocurrió en su caso cuando llegó al mundo, un 8 de septiembre de 1929.
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- Por Víctor Montoya
Chicho, el perro andaluz sobre la mesa del comedor, mira con seguridad. Un halo de luz ilumina su rostro en las instalaciones del “Kollektiv Dunckerstraße” en la ciudad de Berlín mientras un Amazauna se prepara para las temperaturas de un vodka papaya poesía latino – polar.
Era el año 2013 cuando la bufanda de Tatyana comenzó a cobijarnos suavemente, nos convertimos en Un hombre sin pasado, como un Leningrad Cowboy había vivido en los Estados Unidos, últimamente he adoptado su peculiar estilo de llevar el cabello como los integrantes de esta tropa con puntiagudas botas. Al venir a Europa por primera vez me desperté en un puerto de Le Havré, La vida en Bohemia me recordaba que en mi casa somos cuatro integrantes que hemos llegado de distintas latitudes del planeta con historias diferentes.
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- Por Elsye Suquilanda
Diario de la peste
Gonçalo M. Tavares
Traducción: Paula Abramo
20 de junio de 2020
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- Por Gonçalo M. Tavares
José María Fonollosa (España, 1922-1991). Poeta catalán automarginado y oculto. En Ciudad del hombre, libro clave y definitivo del autor, los hablantes poemáticos son individuos amorales, desarraigados, inadaptados y solitarios, con rasgos antisociales, psicopáticos y depresivos. Muchos son manipuladores y tratan a las otras personas, hombres y mujeres, con crueldad e indiferencia sin mostrar ningún atisbo de culpa o remordimiento por su conducta. Otras veces son seres con aires de grandeza o, por el contrario, con la autoestima baja, reflejando sus propios fracasos, sus frustraciones y sus complejos. Las obsesiones mentales y los impulsos que comparten giran en torno del amor sexual y la muerte. Son habitantes de la metrópoli con los que es posible cruzarse a diario. Transitan anónimamente la ciudad, escenario cardinal que se presenta desdibujado, salvo por los títulos de los poemas que corresponden al nombre de calles barcelonesas, pero bien podrían situarse en cualquier otra urbe. Fonollosa creó su obra en castellano, con endecasílabos blancos, con un lenguaje directo y sin ambages.
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- Por Sergio Laignelet
En vista de los acontecimientos del Paro Nacional de Colombia en 2021, escribimos al Dr. Édgar Ortegón solictándole luces y pistas para obtener su diagnóstico de la situación. Con esa sabiduría que solo le dan los años, el Dr. Ortegón nos escribe su mirada –con dolor del alma y vergüenza profunda– sobre lo que está pasando en Colombia y que sintetizamos a continuación:
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- Por Édgar Orgtegón
Penélope y las doce criadas toman la palabra
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- Por Fernanda Balangero Musso
Ingredientes: 1 kilo de camarón cangrejo, 2l de caldo de gallina claro, 2 limones, un racimo pequeño de eneldo, salsa según el gusto, sal y pimienta.
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- Por Lars Kyllesbech
El proceso irreversible de la globalización y la competencia por participar en el mercado internacional, hace imperativo el objetivo de firmar acuerdos comerciales entre países. Esta dinámica impulsa a creer que el éxito está en las alianzas con los países grandes en razón del tamaño de su población y una mayor capacidad de compra. Sin embargo, aunque existiese oferta exportable, se puede perder de vista otras consideraciones que para el caso de países de tamaño mediano como Colombia es importante tener en cuenta. Fuera de Estados Unidos y la Unión Europea existen otras agrupaciones que vale la pena mencionar.
En primer lugar, El equipo de economía global de Goldman Sachs liderado por el economista Jim O´Neil acuñó el titulo de BRIC para denominar a Brasil, Rusia, India, y China. Grupo con aproximadamente el 40% de la población mundial con 2.600 millones de personas, un PIB cercano al 50% del PIB mundial y un inmenso territorio de 40 millones de kilómetros cuadrados, con una gigantesca cantidad de recursos naturales y seis de las 20 megalópolis del mundo: Bombay (4º), Sao Pulo (5º), Nueva Delhi (6º), Shanghái (7º), Calcuta (8º) y Moscú (18º). Con todo esto, pueden llegar a ser las cuatro economías dominantes según Goldman Sachs hacia el año 2050. Sin embargo, existen muchas dudas e incertidumbres sobre los supuestos que sustentan esta predicción, especialmente desde el punto de vista social y medio ambiental dado que se trata de un grupo heterogéneo con serias tensiones en cuanto a la igualdad entre las zonas rurales y urbanas y con inmensas brechas sociales y de participación en los beneficios del crecimiento. Aún más, respecto a este grupo México parece estar superando a Brasil en algunos indicadores como crecimiento económico, solidez del sector bancario y competitividad del sector exportador. Según el Economist Intelligence Unit, México tiene una economía extraordinariamente abierta (las exportaciones representan casi un 60% del PIB) y un ambiente para hacer negocios mejor posicionado que Brasil, ocupó la posición 32 de 82 economías y Brasil 37 entre 2007 y 2011. Por estas y otras razones, se sugiere que en lugar de los BRIC deberíamos hablar de MRIC dadas las promisorias perspectivas que ofrece México, su estratégica ubicación geográfica y el regreso de empresas que abandonaron EEUU para ubicarse en el gigante asiático. Todo esto a pesar de su alta dependencia del ciclo económico de EEUU (el 83% del intercambio comercial es con éste país) y el clima de violencia en algunos Estados.
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- Por Edgar Ortegón
Sobre "Una novela que comienza", de Macedonio Fernández, y "Adagio para viola d'amore", de Néstor Sánchez
Pablo Valle
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- Por Pablo Valle
El encuentro sería en el Tablón de Poncho. Media hora antes, Alfredo, un Santiaguero afable que llevaba tres días obrando como el más curtido baquiano en mi periplo habanero, me había dicho al abordar su Dodge verde crema modelo 1935: "Con Teté te vas enternecer". Al franquear el puente que divide a La Playa del Vedado, había visto el atardecer más caribe que mis ojos pudieran apreciar en mi estancia en Cuba.
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- Por Marcos Fabián Herrera Muñoz
Mi Berlín
Esther Andradi
Editorial Mirada Malva
2015
La primera vez que tuve noticias de Esther Andradi fue por su libro Vivir en otra lengua, volumen que recopila textos de autores latinoamericanos residentes en ciudades como Lausana, París, Berlín o Roma, y que refieren su experiencia de escribir en una lengua distinta de la del lugar de su exilio. Estos autores problematizan lo que implica para su escritura una condición bífida: la de quien se aísla en la cápsula de la lengua nativa para convertirse en otro (quizás más puro), que sueña o se sumerge en las aguas profundas de sus orígenes.
Es el caso de la propia Esther Andradi, argentina que reside en Berlín, ciudad íntimamente ligada a su historia. Nacida en Ataliva, en la provincia de Santa Fe, Argentina. Estudió Ciencias de la Comunicación en Rosario y en 1975 se trasladó a Perú donde se dedicó al periodismo escrito y publicó su primer libro. Allí le correspondió vivir el derrumbe de la sociedad tradicional de este país, de lo cual dejó constancia en sus crónicas. Después pasó a Berlín en 1983. Allí compartió con otros extranjeros, y con los propios berlineses, la experiencia de una ciudad herida, divida por un muro cuya caída presenció con asombro. En 1995, Esther regresó a Argentina, a Buenos Aires, donde fue testigo del estallido neoliberal que sufrió su país en 2001. En 2003 volvió a Berlín, ciudad en la que ha echado raíces y se dedica a la escritura, donde vive en otra lengua.
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- Por Consuelo Triviño Anzola
Inédito
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No sabría explicarlo a satisfacción. Dedico mis días al infatigable sortilegio de interpretar las letras que otros han escrito y al extravagante oficio de trazar las mías propias. Sospecho que en el primer asunto es inevitable incurrir en frecuentes tergiversaciones y que, en el segundo, resulta casi imposible juntar dos palabras con acierto y armonía. Y sin embargo ―a vicio de insistir―, me corren ya tantos años en estas inquisiciones que han terminado convirtiéndose en mi destino. Soy muy consciente de lo que significa haber crecido entre libros, en una casa donde siempre se honró la literatura; pero esta mezcla de alborozo y de recóndito martirio que me produce el ejercicio de las letras tiene para mí el valor de una inclinación misteriosa. ¿Por qué me duele tanto esto que al mismo tiempo me gratifica y me embriaga? Quizá ni debería planteármelo y seguramente jamás llegaré a comprenderlo. Sé que ha habido autores declaradamente felices con su vocación, de modo que se permitieron agudezas contra “las agonías de la creación” ―así lo hizo E. M. Forster―. Hay otros que fueron verdaderos ascetas de la escritura y que pregonaron su padecimiento tanto como les fue posible ―ése es el caso del gran Flaubert―. Desde luego, jamás podría alinearme en ninguno de estos bandos, junto a escritores tan admirables. Ambos signos me atraviesan.
Dicho esto, no descarto la opción de proseguir hacia una afirmación categórica. La cualidad primera de una obra literaria es la sinceridad. No hay pericia técnica ni destreza estructural capaz de redimir un embuste de su infame condición. Todo lo contrario: cuanto más se insista en encubrirlo, más evidente será un truco; cuanto más se procure maquillarlo, más chapucero se hará el artificio. A lo largo de los siglos, la literatura ha estado ligada a la revelación, a la iluminación de las más profundas regiones del alma; allí radica su trasfondo místico, allí su perdurabilidad. Y dado que hay aspectos de la naturaleza humana que sólo pueden inquirirse literariamente, resulta imperativo para el escritor adentrarse en esos abismos, tener el coraje de honrar su propio talento apelando a toda su capacidad para ser sincero. Los demás caminos tienen apenas el valor de lo accesorio, de lo anecdótico. Sabemos que nuestro tiempo, sin embargo, ha convertido la tergiversación en su distintivo primordial; por esta ruta ha hecho del éxito, precisamente, el mayor de sus fetiches. De esta suerte, poco importa ya que una obra sea reveladora; basta con que tenga la capacidad de entretener, de recrear masivamente. Con el autor pasa otro tanto: lo fundamental ahora es que sea públicamente un escritor. Aunque no escriba.
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- Por Alejandro José López