Literatura
A las cinco de la tarde cuando llego de la escuela el viejo poeta está otra vez en mi casa, sentado frente al ordena-computa, tecleando, su morbo tragado por la pantalla, se levanta de inmediato y me besa el cráneo, pasa la mano por mis crespos, y luego toca las palmas y sigue tarareando, mientras mamy canta en inglés, "give me a chance", "give me a chance"
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- Por Julio Olaciregui
Selección y Prólogo: Lauren Mendinueta
Tradución: Nuno Júdice
Editorial: Assírio & Alvim
Idioma: portugués
480 pag.
Cuando llegué a vivir a Lisboa nada me había anticipado el gran amor que llegaría a sentir por esta ciudad, por este país. Para mí Portugal se resumía a un puñado de referencias literarias. Lo había encontrado en Los Maias de Eça de Queirós, en algunas de las novelas de José Saramago y, por supuesto, en Fernando Pessoa, ese gran poeta del siglo XX tan leído y apreciado en Colombia. Ellos y otros autores portugueses me hicieron soñar con esta luz perfeita e exacta 1 , pero ninguno me preparó para lo que significaría mi encuentro con el país. Cinco años después puedo decir que mudar mi residencia de España para Portugal fue la decisión más importante de mi vida adulta.
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- Por Lauren Mendinueta
Noche dura. Noche con lluvia recién terminada. La pista bien mojadita y peligrosa. Dan ganas de echarle aserrín en todas las pistas de la ciudad pero no hay lo suficiente. Los autos resbalan su potencia mecánica. La noche más larga que el bostezo de un millar de leones hambrientos. Hace mucho frío en Lima, pero no es nada comparado con otras ciudades. Lo que acá te mata principalmente es la depresiva humedad, y el poderoso miedo que te acuchilla sin tregua.
Sabino se quitó los anteojos, los puso sobre la tapa del inodoro, abrió el caño. El agua fue cayendo uniforme, limpia, prevista para las manos ansiosas de Sabino quien se lava la cara como si fuera la última vez. Busca la toalla como tanteando una rutina más que higiénica, algo que tiene que ver con los tientos. Se seca la cara, y exagerando hasta la nuca. Se mira en el espejo ovalado y resiste de buena gana la primera impresión. Se pasa el peine, abre algunos surcos como si rastrillara la cabeza forrada de muchísimos pelos, y el look que viene acompañado de un gel especial. Sale del baño sin apagar la luz. A pesar del frescor del agua sus ojos de taxista madrugador se empiezan a cerrar de purito cansancio, así todo un buen rato echado en su cama hasta que sale de su casa, sube al auto que todavía no ha terminado de cancelar y avanza algunas cuadras, mira por el espejo retrovisor que un auto se acerca, se estaciona frente a una pizzería con el cartel de closed. Los modernos faros disparan un potente chorro de luz. Observa que el otro auto se adelanta sigiloso y no llega a doblar la esquina. Alguien baja del auto, es alta y esbelta, me parece conocida pero no me atrevo a asegurar. La luz en esta calle es de sospechosa baja intensidad. Parece una chica de los años sesenta, lleva aferrando entre los dedos un cigarro que en mi distancia no lo percibo encendido. Entra a una casa.
Espero un buen rato...
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- Por Adán de Maríass
Sebastián Fiorilli Di Rienzo Benvenutti (italo-argentino, 1977) es licenciado en comunicación social, publicidad y medios de comunicación. Es traductor científico y literario en inglés. Ha publicado Antología Poética de Escritores Santafesinos. Rosario, Argentina 1996-1999, Marisma de mí. Poemas. Ed. Vitruvio, Madrid, 2004, La voz y la escritura. Poemas, Consejería de Cultura de la Comunidad de Madrid, El perfecto Dejado. Poemas. Ed. Mar Futura 2008, El mundo dejado a la suerte de una cabra. Poemas. Ed. Mar 2012, La poesía da para comer (Libro completamente comestible, Edición en oblea®) 2012, Yo también fui normal, Cuidado que viene el lobo. (inéditos en proceso de edición).
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- Por Sebastián Fiorilli
Selección de poemas de Oreste Donadío para Aurora Boreal® por Lucía Donadío
Oreste Donadío, (Colombia, 1965). Pintor, poeta y grabador. Maestro en Pintura de la Academia de Bellas Artes de Florencia Italia. Desde 1989 ha expuesto su obra individual y colectivamente en Italia y Colombia. Fue seleccionado para participar en el XXXV Salón Nacional de Artistas (Corferias, Bogotá 1994); en la exposición Cincuenta años de Pintura y Escultura en Antioquia (Museo de Arte Moderno, Medellín 1994) y en varios Salones Regionales de Artistas, Zona Centro Occidente, convocados por el Ministerio de Cultura. Individualmente, ha expuesto en: Galería Gadarte, Florencia Italia (1991); Galería Gartner Torres, Bogotá (1993); Biblioteca Publica Piloto, Medellín (1993); Galería Gartner Uribe, Bogotá (1995); Museo Universitario Universidad de Antioquia (1997); Biblioteca Efe Gómez, Universidad Nacional de Medellín (2002); Sala de Exposiciones de Comfenalco, Medellín (2003); y Galería de Arte Contemporáneo Paul Bardewll, Medellín (2006). Ha publicado los libros: El laberinto transparente (Hombre Nuevo Editores, 2007 Medellín, Sílaba Editores, 2010 Medellín.) Los invisibles pájaros del alma (Sílaba Editores, 2010 Medellín).
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- Por Oreste Donadío
En las arenas del mundo es un libro de poemas que nos invita a disfrutar con asombro y gratitud, con una inteligencia lúcida y gozosa, de la vida que se nos ofreció, sus palabras hablan de aquello que nos hace sentir habitando con precisión el mundo y sus entresijos. Nada hay en estos versos que sea simulado, que nazca de un sentimiento vacío o dibujado con desgano, todo en ellos es elegancia y ritmo y cercano abrazo que nos dice de una manera generosa y digna de ser recordada. Alguien que ha pesado su corazón y ha descubierto dónde está lo fundamental le ha dado origen a su alada materia. La poesía de Oreste Donadío nace del ojo y el oído, de la fundamental conciencia de decirnos sin aspavientos, con serena belleza que no desconoce el horror que anima, también, nuestra existencia.
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- Por Juan Felipe Robledo
Mi padre se llamaba Juan Eurípides Ortega y cuando cumplió 54 años sus compañeros del Puerto le ofrecieron un pasaje a Grecia.
En Atenas conoció a Heleny, un griego de origen brasilero de una gran belleza a quien le gustaba vestirse de mujer. Según mi madre parece que el viejo se enamoró de ese
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- Por Julio Olaciregui
Durante el velorio, en el patio y en la puerta de la casa de la tía del difunto los comentarios se hacían en voz suave, casi inaudible, pues, en la confusión, la pena y la ira suscitadas por la inesperada muerte del adolescente no pudieron sobreponerse a lo vergonzoso de la causa que la produjo. Los pocos que pasaron de la ira contenida a la expresión en voz alta, los más educados, alegan quejosos ahora, siete lustros después del homicidio, que no hubo denuncia ni investigación formal de las autoridades ni condena para el culpable porque en Villanueva no sabemos obrar con espíritu de cuerpo frente al delito. Otros sostienen que la impunidad obedeció a la cobardía, al miedo que inspiraba Reyes, que mucho antes de poner las manos en el cuello del adolescente había protagonizado un hecho sangriento en Barranquilla.
Desde temprana edad, Patrocinio Reyes tuvo fama de pendenciero; después, ya en la juventud, siguió siendo el mismo buscapleitos, el "desbaratabailes", como le decían en el pueblo.
Una noche, en Barranquilla, ciudad que visitaba con frecuencia para vender allí bollos de yuca, sintiéndose vencido en una pelea a trompadas librada al pie de una venta de refrescos, agarró el punzón de picar el hielo y lo hundió hasta la empuñadura en el pecho del contrincante. Salió de la cárcel a los treinta años, después de permanecer ocho en ella, sinceramente arrepentido de haber cometido el crimen; anduvo entre los burdeles de la ciudad por algún tiempo y regresó a Villanueva con un niño de brazos que no tenía como él los ojos verdes ni nada que hiciera pensar que fuera de su sangre, pero a quien, con la ayuda de Encarnación, su madre, crió como un hijo legítimo, con la ternura que inspiran los huérfanos y el rigor de quien no deseaba ver repetido en el adoptado su destino de indeseable. Él mismo bañaba y le hacía los teteros al lactante, le lavaba y cambiaba los pañales, y sólo lo dejaba al cuidado de Encarnación, que aceptó dichosa su papel de abuela, cuando entraba al taller de ebanistería, oficio cuyos secretos conoció en la cárcel.
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- Por Ramón Molinares Sarmiento
Jorge Luis Borges, corto de vista y con lentes desde la infancia, no se sintió en la madurez atormentado en extremo por la ceguera; primero porque le llegó de forma gradual, como antes le había llegado al padre; y después porque la estuvo esperando durante más de cuarenta años, seguro de no poder escapar de esa mala estrella y convencido de que, según él mismo decía, "El destino no hace acuerdos".
Encerrado en la biblioteca de la familia durante la infancia y en la de Almagro, Buenos Aires, desde muy joven, encuentra en los libros que lee y en los que escribirá más tarde una manera de escapar de la realidad, que parecía aterrorizarlo.
Era un hombre corpulento y soberbio. Tan soberbio era que, temeroso de inspirar compasión, declaraba que la invidencia era en él una ventaja porque le permitía memorizar mejor sus versos y, además, recordar siempre bellas, sin arrugas, las caras de las mujeres que había amado. De este modo, él mismo se convierte en un personaje que va por el mundo interpretando el papel de un ciego que se siente privilegiado por la ceguera.No hay destino mejor que otro, el que a uno le toca debe asumirlo sin lamentaciones, decía esta caballero que imaginó el paraíso como una biblioteca y para quien ¡qué ironía! la más elevada forma de la felicidad eran los libros, que después de ciego nunca dejó de hacerse leer.
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- Por Ramón Molinares Sarmiento