Intimidad en los ascensores

roberto_burgos_003In Memoriam
1948- 2018 †

 

La mujer limpia el espejo al fondo del ascensor: utiliza una especie de limpiaparabrisa manual y salpica la superficie con un rociador. La puerta silenciosa se abre. La luz indica el piso 3. Un señor entra y presiona el botón del piso 8 mientras saluda: "Buen día".
La mujer interrumpe su labor y responde. El hombre sin mirarla dice: "No quiero

interferir su labor".
"No" -dice ella- "descuide".
El ascensor se detiene. El hombre dice algo convencional y sale. Busca la habitación 809. Entra. Aún no han ordenado la cama. Cierra el maletín de viaje. Se echa el morral al hombro, toma el maletín y sale.

 

Cuando oprime el botón para llamar al ascensor observa que de los tres en servicio respondió el que acaba de dejar.
Se abre la puerta. Ve otra vez a la mujer. En su rostro moreno se esconde, discreta, una sombra atractiva, serena, sin énfasis. "De nuevo en el mismo vagón", comenta el hombre.
Ella sonríe. Un gesto leve que apenas si modifica su hábito de pasar desapercibida, invisible quizá. "¿Ya se va?" agrega la mujer en un tono lánguido entre afirmación y pregunta, a lo mejor para completar su sonrisa. Baja los brazos con las herramientas de limpieza. El hombre percibe dentro del uniforme de trabajo, áspero, sin gracia, una vida distinta, acaso una palpitación misteriosa, reciente. Ni siquiera las veces que ha frotado el espejo del ascensor con su imagen desconsolada o conforme han logrado gastarla. La reposada emanación de animal desconocido se agazapa en la asepsia del hotel.
El tablero de control con los botones luminosos indica que llegó al piso de la recepción. El hombre mira a la mujer con ansiedad, acepta el pesimismo que lo avasalla por la fugacidad del tiempo y contesta con una afirmación desvaída: "Sí", como quien se encoge de hombros.
Roberto Burgos Cantor, Colombia 1948. Autor de la novela La ceiba de la memoria, recientemente Premio Casa de las Américas de La Habana (Cuba), y finalista del Premio Rómulo Gallegos de este año.Además ha publicado Quiero es cantar, El patio de los vientos perdidos, Lo Amador, Señas particulares, Ella siempre es lo que será.Aún no se abre la puerta y la mujer vuelve a hablar: "Que tenga buen viaje". El hombre no deja de mirarla y un pensamiento travieso a esa hora temprana lo ocupa al detenerse en los labios sin pintura, de carnosidad tierna y grietas someras. ¿Cuántos besos guarda?
"Hasta otra vez", dice el hombre con un esfuerzo inútil por quebrar la neutralidad de las repeticiones, liberarse del lastre que acumulan las imposibilidades. Sale al corredor que conduce al lobby sumergido en la claridad de la mañana que se filtra por el frente de ventanales de vidrio hasta la segunda planta. No se atreve a mirar atrás. La mujer espera que la puerta se deslice y queda sola en la penumbra del ascensor que sube. Se pone de frente al espejo para continuar la limpieza. Un sentir delicado que no reconoce la recorre. Se sabe sola y descubre la intimidad en la luz recogida. Todo la impulsa a mirarse en el espejo y su brillo de laguna oscura. Su rostro le sonríe y piensa que volverá a ponerle un toque de maquillaje.
El hombre camina y recibe la electricidad de promesa en la atmósfera, su nostalgia indefinible. Pone en el aparador la tarjeta-llave.
La impresión de algo en fuga, que se desvanece, lo aflige y pide con prontitud un taxi.

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