El pescado de Nathalie*

Mi compadre Mario Fonseca me reveló, y ese fue el mejor regalo de la Navidad, que su pasión secreta, el cine, le ha permitido restaurar emociones que surgen intactas del gran desperdicio de los días con sólo encender el proyector en su taller de inventor casero.

Ahora, a los 68 años, ya retirado de la cervecería donde quisieron gastarle su juventud con la contabilidad y la joda, se dedica a editar las películas en super ocho que filmó como loco cada vez que pudo escapar de las fauces del Tiempo, ese monstruo que engorda, en la nada o en el más allá, comiéndose las horas ajenas, las nuestras.

He podido ver por fin, gracias a nuestros generosos amigos Daceiro que nos regalaron un magnetoscopio, la película "El sofá de Vicente", uno de los cortometrajes de Mario, donde aparece Nathalie, la vecina de Costa de Marfil, mujer que despierta, en quienes se cruzan con ella, una pasión que no cesa jamás. Ahí aparece radiante en la película entrando a la casa de los Rivera con un plato de comida en las manos. Esta costumbre de ofrecer tiende a perderse en las ciudades, pero en los pueblos, cuando usted cocina algo sabroso, un día de fiesta, quiere compartirlo con los vecinos.

Como "El sofá de Vicente" me gustó tanto trato de imaginar, para compartirlo con ustedes, cómo fue que Mario captó esa energía llamada Nathalie, musa sin querer, querendona, de la cual yo me enamoré también. Viendo ese casette me sentí de nuevo un adolescente que descubre de repente, la noche de Navidad, su vocación: EL CINE.

 

Julio Olaciregui. Colombia, 1951. Periodista y escritor, pasa de un género literario a otro con una gran desenvoltura. Sus obras incluyen la novela, la poesía, la dramaturgia, el cuento. Julio Olaciregui eligió domicilio en Francia desde hace algo más de treinta años. Actualmente trabaja para la Agencia France Presse. Ha publicado Vestido de bestia (relatos), Los domingos de Charito (novela), Trapos al sol (cuentos) y Dionea (mitonovela). Adaptó para el cine La mansión de Araucaima, de Alvaro Mutis, filmada por Carlos Mayolo.

julio_olaciregui_060Aquella mañana me había levantado con espíritu picassiano, la máscara del permanente deseo puesta de nuevo, colgada en la pared con su rictus insatisfecho o asombrado, como alguien que saborea una fruta desconocida o prueba la ostra por primera vez, en su puta vida.
Había caído el rayo, la noche pasada, y el recuerdo del pescado estaba muy vivo aún como para dejarlo escapar, él que sólo había ido de pesca siendo un niño, una o dos veces, provisto de una caña con un hilo de nylon y un gusano enganchado en un alambre, a orillas del río Manzanares, donde lo que si abundaba era el camarón gris.
Ahora, vamos a ver, lo sorprendía la memoria, se veía del otro lado de una pared de cristal de roca, invisible, con el agua al cuello en una especie de acuario gigante, algo fastidioso que te podía dejar frito, con sus dientes de alfiler, su boca succionando el aire, sus aletas de hombre rana imaginario llevándolo a flotar, avanzando en el pasado, cómo era posible que no hubiese buceado más en esos años, era el colmo, siendo nativo de una población situada a orillas del mar.
La historia que buscaba tejer, claro, se parecía a una atarraya, el pescador no tiene más fortuna que esa red, como dice la canción, pues con ella saca, sacaríamos, la comida literal, el cuento que nos interesa oír, la sublime historia intuida, érase una vez una vecina que llegó desde tan lejos a mi casa, atravesando el Sahara, con su porte de reina maga, bailarina con mucho sabor, cocinaba idem, buena para criar niños y cuidar de la vida, qué placer recibir vecinas tan diferentes, en apariencia, vestida de rojo el cuerpo entero, hasta los panties, alguna creencia flotante para espantar el mal-de-ojo en ese día propicio marcado en el calendario, el nuevo solsticio, la palabra sea dicha dos veces al año en la dentada rueda del tiempo que regresa con sus días nombrados llevándote a cambiar de posición, a recoger lo sembrado, una nueva piel, recordando el arte del malagueño ya citado, el saleroso admirador de las señoritas de Aviñón, quien una noche de verano, en Antibes, tras un baño de mar, al probar el plátano maduro y el pescado ofrecido por la vecina africana, amiga de Jacqueline, su mujer, que le había dado ánimo cuando su niño sufrió un accidente, y quien admiraba tanto como él su porte de gacela, su sensibilidad, su boca besando el aire en la orgullosa sonrisa, Picasso, imagínense, agarró el espinazo del bicho que se había comido, preparó un bidón de arcilla, un bloque de afecto, no quería olvidar jamás lo que sintió, se puso a inventar una obra de arte con los restos de la cena, un plato de ensueño, un pescado prehistórico, su vientre era la caverna de Lascaux, ese peje antiguo que nadaba ahora en un museo de París había salido de la ganga, lo había pescado en el río del tiempo que todo se lo lleva, ahora lo entendía mejor, el recuerdo hilaba a los vivos con los otros, en el acuario del más allá, muchos artistas desaparecidos le daban su comida literal, día a día, con esas rayas, con esas fórmulas, con esos colores, si usted juega a tirar la red al agua de lo transcurrido puede pescar, del lecho fugitivo, donde usted acostumbra a soñar, numerosos alimentos para su barroca despensa, y aprender la ofrenda, la donación, ese coletazo de anguila en su mirada de hembra, esa capacidad para escucharte, tú el mar y ella la caracola rosada.

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Llamé a Mario después de la Navidad para contarle lo que sentí al ver "El sofá de Vicente". El había logrado abolir el tiempo, esa vagina dentada que a veces nos persigue. Se echó a reír. Mientras existieran copias de esa película Nathalie seguiría sonriente, esbelta, fresca, generosa, compartiendo la comida que prepara, cuando hay fiesta, con sus vecinas, insistiendo en que también nosotros, los maridos, debíamos probarla.

Julio Olaciregui
Colombia, 1951. Periodista y escritor, pasa de un género literario a otro con una gran desenvoltura. Sus obras incluyen la novela, la poesía, la dramaturgia, el cuento. Julio Olaciregui eligió domicilio en Francia desde hace algo más de treinta años. Actualmente trabaja para la Agencia France Presse. Ha publicado Vestido de bestia (relatos), Los domingos de Charito (novela), Trapos al sol (cuentos) y Dionea (mitonovela). Adaptó para el cine La mansión de Araucanía, de Alvaro Mutis, filmada por Carlos Mayolo.

*   De la serie El hombre caimán en el zoológico de Berlín. Y otros cuentos...

El pescado de Nathalie enviado a Aurora Boreal® por Julio Olaciregui. Publicado en Aurora Boreal® con autorización de Julio Olaciregui. Fotos Julio Olaciregui©Julio Olaciregui.  Ilustración©Julio Olaciregui. Acureala©Julio Olaciregui..

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