Ensayo
“No me arrepiento de esas orgías de libros”, dice Elías Canetti en uno de sus apuntes. Y cuando se lee la confesión que enseguida escribe el autor de Masa y poder, uno se siente libre de cualquier culpa, no sólo de haber gastado en libros muchas veces el dinero que tenía reservado para comer, vestir o hasta pagar la renta; sino de que unos cuantos de los libros comprados nunca han sido leídos.
Las aventuras con libros merecen siempre no excusas sino aplausos, no remordimientos sino alegría. En La Habana, cuando no tenía dinero, gastaba todo lo que nunca ahorré –con certera e inexorable puntería-- en libros. En mis viajes y en mi primer exilio --en el generoso México--, hasta en los peores momentos conseguía comprar de vez en cuando libros. Con vientos helados de un permanente fin de mes y con marea baja en el bolsillo, aun así triunfaba la adicción: vengan más libros. Casi ni los tacos al pastor de carnitas competían contra los más recientes títulos arribados a la librería Profética, en el Centro Histórico de la ciudad de Angelópolis—Puebla de los Ángeles--, donde se halla una de las mejores bibliotecas coloniales del planeta, la creada por el obispo Juan de Palafox y Mendoza, que tanto disfrutó sor Juana Inés de la Cruz.
- Detalles
- Por José Prats Sariol
Inédito
La historia es el producto más peligroso que haya elaborado la química del intelecto. Embriaga a los pueblos, exagera sus reflejos, mantiene sus viejas llagas, los conduce al delirio de grandezas o persecuciones, vuelve a las naciones amargas, soberbias y vanas.
Paul Valéry
En la última de sus lecciones sobre Lo cubano en la poesía, Cintio Vitier enuncia y argumenta los rasgos que para él modulan lo cubano. Aquel desafío exegético recorre los poemas escritos en Cuba y sus principales autores, hasta algunos de la Generación del 50. El desprecio hacia su visión teleológica, cuando se juzga un texto de 1957 como si fuera de ahora; o cuando se valora en bloque al autor, a partir de su filiación con la dictadura castro-comunista; comete un error donde se mezcla la neofilia –el ridículo culto a lo nuevo y a los jóvenes-- con la pereza –critican sin haber leído y pensado--, la intolerancia –desde las dos orillas-- con el culto a la Historia –con mayúscula trágica-- que criticara Paúl Valéry. Culto a la Historia que paradójicamente también perpetra el ensayista y poeta del Grupo Orígenes.
- Detalles
- Por José Prats Sariol
Toda obra de arte es un regalo. Y un regalo personal, con nuestro nombre en su tarjetita, como los regalos de Navidad junto al árbol. Si me apuran, en la tarjeta está el nombre y la edad a la que debemos abrirlo. Hay que confiar en que el Destino nos lo entregue en su momento, en el momento oportuno para que lo apreciemos y nos cambie la vida.
Pero los creadores no sólo nos regalan sus propias obras. A veces nos regalan obras ajenas, que descubrimos a través de su mirada. Como si nos invitaran a su casa y nos ofrecieran un plato exquisito desconocido para nosotros.
Álvaro Mutis fue un anfitrión generoso. Gran gastrónomo, supo descubrir y ofrecer platos de gran finura que dejó expuestos en sus ensayos. En mi caso, le agradezco especialmente dos descubrimientos: Aurelio Arturo y Valery Larbaud.
Un breve texto –“Mi verdadero encuentro con Aurelio Arturo”– me llevó al poeta de La Unión. Su Morada al Sur no me ha abandonado desde entonces. He intentado ser digno del regalo ofreciéndolo a mi vez a quien ha podido apreciarlo.
- Detalles
- Por Diego Valverde Villena
A BOGOTÁ
¡Oh mi ciudad querida! Hoy tan lejana
y tan inaccesible a mi deseo,
que al evocarte en mi memoria creo
que fuiste un sueño de mi edad temprana.
Te evoco así, como a quimera vana,
y al evocarte sin cesar, te veo
resplandecer bajo el ardor febeo
sobre la gran quietud de la sabana.
Y al pensar que en ti van, hora tras hora,
sucumbiendo los seres que amé tanto
y que la tierra sin cesar devora,
surges bajo la nube de mi llanto,
no como ayer: alegre y tentadora,
sino como un inmenso camposanto.
- Detalles
- Por Gloria Serpa-Flórez de Kolbe
Pasados veinticinco siglos, la heroína trágica de Sófocles ha permanecido como un arquetipo moral y su sombra sigue cubriendo a cuantos seres han vivido guiados por un ideal y han muerto por él. Era una joven, casi una niña, que hizo de la libertad su destino y por cumplir un deber piadoso fue condenada a ser enterrada viva. Sin embargo, no hay poder ni violencia más fuerte que el valor. Y Antígona, encerrada en la oscuridad de la caverna que habría de ser su sepultura, según la orden de Creonte, decidió libremente que no sería la víctima del tirano que la había condenado a morir de esa manera atroz; si hubiera permitido ser castigada por el acto de piedad de cubrir el cadáver de su hermano, ¿dónde y de qué manera podría haber justicia?
Separada de Antígona por miles de años, vivió otra joven cuyas circunstancias históricas y personales eran del todo diferentes a las de la heroína clásica; pero como diría Borges, “Al destino le agradan las repeticiones, las variantes, las simetrías”. Así, en otro lado del mundo, en la ciudad de Buenos Aires en 1976, María Victoria Walsh se dio muerte frente al escuadrón que iba por ella para castigar su lucha contra la dictadura. Las diferencias no importan, esencialmente el hecho es el mismo y haciendo una paráfrasis de Borges, en la muerte de la joven argentina, como en la que ocurre en el teatro ateniense del siglo V a.C. “…de teatro hizo también la entera ciudad, y los actores fueron legión, y el drama coronado por su muerte abarcó muchos días y muchas noches”.
- Detalles
- Por Helena Iriarte
Pocos son los críticos los que se interesaron en el personaje secundario del Mudo que aparece por única vez en la primera novela de Javier Vásconez editada en 1996, El viajero de Praga. El Mudo es un personaje enigmático que se caracteriza, entre otras cosas, por su silencio verbal, de ahí su apodo. Y el título de la última novela del escritor, Hoteles del silencio (2016) acabó por convencernos de la importancia del tema del silencio, inseparable de la noción de invisibilidad de la que que ya hemos tratado en otra investigación nuestra. (1) Lo que no se ve o no se oye tiene una importancia particular en los textos de Javier Vásconez: las figuras del inmigrado clandestino, condenado al silencio de los hoteles sórdidos, del espía que se mueve con sigilo o de los idiotas que viven en rincones perdidos del páramo y no se expresan sino desatando molestas carcajadas pueblan sus novelas y cuentos. El propio autor se comparó a menudo, en las entrevistas que concedió, al topo (2) que cava en la oscuridad de la tierra o al espía (3) que lo observa todo en silencio.
El personaje del Mudo presenta mucho interés para entender e interpretar la novela: es como un doble del protagonista del Viajero de Praga, el famoso doctor Kronz. Es tan misterioso como otro gemelo de Kronz, un tal Lowell, quien acosa al protagonista a lo largo de la novela y le permite al final enfrentar su destino. Pero el Mudo se diferencia de Lowell en la medida en que no es un extranjero al país de la “línea imaginaria”. Vive en el valle de Los Chillos en donde se sitúa la casa de campo alquilada por el doctor Kronz. Igual que el país al que llega el médico nómada y despistado, el Mudo no tiene verdadero nombre o por lo menos el narrador lo silencia. La ausencia de mayúscula al apodo, tal como viene escrito en la edición de 2010 de la novela (4), “mudo”, a diferencia del Lobo por ejemplo, le quita más importancia aún al personaje, aunque veremos que su breve relación con Kronz les cambia la vida a los dos. Su apodo le viene de su discapacidad que le impide expresarse verbalmente aunque consigue entablar una curiosa relación con el checo. Estudiaremos en este artículo la importancia de este personaje en el relato, su dimensión simbólica y las consecuencias de su encuentro con el protagonista. La relación que van entablando los dos es ambivalente, entre atracción y repulsión por parte del médico quien parece atraído por la incapacidad del Mudo para comunicar con los demás. Es un rasgo que comparte con él y que les va uniendo brevemente durante su estancia veraniega.
- Detalles
- Por Anne-Claudine Morel
Ponencia completa de la escritora argentina Rosalba Campra, realizada durante el V Festival de Literatura en español de Copenhague, el día viernes 29 de septiembre de 2017 en las instalaciones de la Universidad de Copenhague.
Una anécdota: un congreso internacional, hace unos años. Conversación con colegas conocidos en ese momento. Presentaciones. Una profesora de los Estados Unidos, cuando le preguntan “ ¿Tú de dónde eres?” responde: ”Soy americana”. Me lo preguntan a mí, mi contestación es: “Yo también”. Ella se da vuelta, y corrige: “No, tú no eres americana. Tú eres argentina”.
Recordando esta negación me pregunto aquí qué significa hablar hoy de “Latinoamérica” y si implica acaso (o no) alguna responsabilidad el definirse como “latinoamericano”. Me lo pregunto a partir de mi elección del término “América Latina”, en el título del primer libro que, hace muchos años ya, dediqué a estos problemas: una elección no solo léxica sino conceptual (1). Tomo esa anécdota como un punto de partida para las reflexiones que siguen: sobre los nombres, el objeto que designan, el itinerario recorrido entre el siglo XX y XXI, el replanteo de la identidad... ¡No puedo prometer que sean una respuesta al título que he propuesto para esta conversación!
- Detalles
- Por Rosalba Campra
Mangroven - Manglares
(Edición bilingüe español-alemán)
Tomás González
Traductores: Karina Theurer, Peter Schultze-Kraft y Gert Loschütz
Portada: Pintura de Armando Williams (Perú)
Editorial: Edition 8, Zúrich, Suiza
ISBN: 978-3-85990-257-2
Páginas: 221
Año: 2015
En sus últimas horas de vida, antes de su ejecución –bebiéndose la copa de cicuta–, le quitan a Sócrates los grilletes de las piernas. El filósofo se sienta, se frota la pierna y cavila: «¡Qué curioso! Hasta hace un momento me dolía la pierna a causa del grillete y paso seguido experimento esta sensación placentera tras haber sido liberado del grillete. Parece que ambas sensaciones –la placentera y la desagradable– no deseasen convivir simultáneamente entre los hombres, pero que, cuando a la una se la persigue y se la atrapa, se está obligado siempre a llevarse a la otra, como si estuviesen las dos sensaciones unidas a una misma cabeza.» Esto sería un tema para Esopo, dice Sócrates, «escribir sobre cómo el Dios quiso ponerle fin a la lucha de lo antagónico y cómo al no lograrlo ató las dos cabezas juntas así que cuando lo uno se va donde alguien, lo opuesto llega fijo.»
No sé si Esopo logró desarrollar algo de este pensamiento socrático. En todo caso y en este aspecto propondría a un autor contemporáneo, el novelista colombiano Tomás González, nacido en 1950, como ejecutor testamentario de Sócrates aunque tal vez él mismo no haya leído el Fedón de Platón. En toda la obra de González podemos observar, como un Leitmotiv, su visión de la convivencia de los opuestos, su convicción de que la luz y la sombra van juntas, de que lo hermoso y lo horrible son las dos caras de la misma medalla, de que la muerte es parte de la vida. En su novela Los caballitos del diablo Tomás González acuñó el término «la espinosa belleza del mundo» para definir ese estar acoplado de lo antagónico y así seguir con la tradición de un William Blake, quien manifestaba que «sin contraposiciones no hay avance: atracción y repulsión, sensatez y energía, amor y odio son necesarios para la existencia humana.» (Matrimonio del cielo y el infierno, 1790).
- Detalles
- Por Peter Schultze-Kraft
En 2018 la querella parece haber sido sustituida por la convivencia. Se entiende la mimesis como estudio diacrónico, no como tema a debatir, ni siquiera como premisa estética o de teoría literaria. La antigua pregunta del crítico sobre si la novela, cuento, poema o drama se basa en “hechos reales”, parece haber quedado como una referencia menor, un detalle para algunos historiadores –neopositivistas, neomarxistas…-- que observan el texto como documento, no como obra de arte. Quizás porque la mayoría de tales “científicos sociales” carecen de sensibilidad artística, padecen un índice muy bajo de pensamiento por imágenes, de intuiciones. Ni siquiera los críticos que atiborran sus estudios con reflexiones filosóficas, lingüísticas o sociológicas, le dedican espacio a ese cotejo entre realidad y ficción. Tal vez sólo los “multiculturalistas” –otra demagogia política-- pierden demasiados párrafos en situar bordes, fronteras cuyos muros son obsoletos.
Bien se sabe que desde Aristóteles, al menos desde que diese a conocer su Arte poética y su Retórica en el siglo IV a.C., viene revoloteando y aterrizando la pregunta de si el arte imita la vida o si el fenómeno también ocurre a la inversa, si la “realidad” copia a la “ficción”, bajo la paradoja de que la “ficción” es una privilegiada forma de “realidad”. Cada una de las teorías estéticas del realismo ha ido por la senda del “reflejo”, mecánico o dialéctico, negando a la vez posibles autonomías imaginativas, zonas de la fantasía poética donde la metáfora continuada prevalece sobre el lejano o pobre leitmotiv.
- Detalles
- Por José Prats Sariol
"Porque hoy se vive de un modo
parcial y parcialmente mezclado con
otros seres humanos..."
El hombre sin atributos, Robert Musil
Hace exactamente un año, una tardecita como la de hoy, me enteré de la existencia de Hubert Von Henryk: a eso de las 16:00 me entró un mail de una amiga, grandísima directora de cine, que me contaba que en la vastedad de la pampa vivía un viejito alemán que había escrito un manual visionario y poético para el FB. Como La Ilíada, comentaba, se había convertido en un clásico, en un modelo de otros miles sin que ninguno alcanzara su visión y su riqueza. El mail venía con un link a YouTube donde se veía a Hubert sentado en su mecedora hablando a cámara con el jardín de su casa pampeana de fondo. El pedazo de jardín que se veía a espaldas de Hubert era casi un calco del que veía yo desde la ventana de mi casa en Pinamar; los mismos verdes, las mismas sombras, el telón de fondo perfecto para lo que contaría Hubert de su amado manual. Pasé un rato mágico escuchando su dulce acento bávaro con cadencias del hoch Deutsch mientras atardecía despacio y allá lejos la oscuridad devoraba el mar. Le haría una entrevista. Tendría que buscar un intérprete porque yo no hablaba alemán.
- Detalles
- Por Pablo Urbanyi
El reservado, vulnerable Lichtenberg, oculto tras la perfecta máscara del aforismo, escribió en uno de sus cuadernos : «Autobiografía: no olvidar que una vez escribí la pregunta: ¿Qué es la aurora boreal? , la deposité en el granero de Graupner con esta dirección: A un ángel, y lleno de timidez volví a la mañana siguiente en busca de mi recado. ¡Oh, si hubiera habido un bromista que lo contestara!»
Se refiere así Lichtenberg a ese tiempo en el que, antes de que la razón entrase con bisturí en todos sus sueños y pareciera apoderarse de todo, la infinita capacidad de creer que era su infancia le permitía confiar de igual modo en las voces y en los ecos de esas voces, en las figuras y en sus sombras.
Cuando la razón finalmente llega y parece instalarse para siempre en nuestros sueños, estos mensajes encuentran otros «graneros», igualmente cargados de poder, inesperados buzones que se abren en la ranura de un armario, en el cajón medio abierto de un aparador.
En uno de sus internamientos en el manicomio -como relata en su extraordinario libro «El hombre jazmín»- la escritora Unica Zürn, segura de que se va a celebrar una fiesta, escribe mensajes a los poetas que ama en hojas de papel blanco; los enrolla y los hace volar desde la ventana «como pájaros blancos, emisarios de su transfiguración». Otro día, en el que la ventana está cerrada, invita a un poeta a visitarla; ata el mensaje con un cordón y lo deposita en el recipiente en el que la enfermera de noche guarda su instrumental. «Eso no es un buzón», le dice la enfermera, y ella no contesta: «sabe que aquella carta ya ha llegado a la otra tierra y la están leyendo.» Esa otra tierra que podría incluso ser la del mundo de los muertos.
- Detalles
- Por Menchu Gutiérrez
Frase de Roland Barthes en Lo Neutro.
Curso del Collège de France, 1978.
Siglo XXI Editores, México, 2004.
Pag. 107. Le neutre: notes de cours au
Collège de France, 1977-1978
Seuil, Paris, 2002. p. 89.
Para Gerardo Fernández Fe
Fue Roland Barthes quien acuñó la mordaz, ingeniosa frase que cuelgo como título. El célebre estudioso de la retórica clásica logró caracterizar el fenómeno, resumir el virus. Ahora el cosquilleo narcisista, originalmente referido a sus colegas parisinos, se ha convertido en burla intemporal, a un costado de la revista Tel Quel, que leímos en sus últimos quince años de existencia. A pesar de que la traducción literal de la popular expresión francesa sería Sin cambios. Cuando en realidad buscábamos cambios.
Como parece estar de moda la literatura sobre lo que el mismo escritor está escribiendo, viene muy a cuento la satírica frase de Roland Barthes. En esta dirección no muy risueña –dentro de la que se enzarza el cosquilleo narcisista— un amplio grupo de lectores especulamos que vivimos en una “época tautológica”, caracterizada porque una rosa es una rosa, pero sin la belleza del énfasis expresivo.
- Detalles
- Por José Prats Sariol
- Detalles
- Por Víctor Montoya