Luis Leal, un inmigrante ejemplar

La primera noticia de la existencia de Don Luis Leal data de mis años de estudiante, cuando me encontré con su Breve historia del cuento mexicano (1957), escrita en EE.UU., en una época en que los estudios sobre la literatura mexicana eran poco difundidos, y escasos los intentos de sistematizar un género tan elusivo como el cuento.

Más tarde, mi destino de peregrina y la literatura me harían reencontrarlo en la revista que él mismo fundara, Ventana Abierta: Revista Latina de Literatura, Arte y Cultura. Esta publicación de largo aliento llegaría a ser de vital importancia para los hispanos en Estados Unidos, por su dedicación a potenciar la creación artística y la literatura en español. Allí dio cabida a los inmigrantes hispanos; por cierto, a Ventana Abierta agradezco la publicación de algunos poemas que luego conformaron mis libros, Manual de Peregrina y Poemas de escombros y cenizas.

Más tarde en el 2006, Víctor Fuentes, su gran amigo y colega le dedicaba una obra titulada: Luis Leal Conversaciones con Víctor Fuentes. Evocando una vida de un siglo. Devoré su contenido, y me fascinó la grandeza, sabiduría, el conocimiento, y al mismo tiempo la humildad y sencillez que caracterizaron este ser excepcional. Entonces escribí una reseña sobre la publicación que me había permitido conocerlo tan profundamente, a pesar de que la vida no nos reunió jamás. Me impresionó su capacidad de trabajo, su lucidez, y su generosidad para abrir ventanas a todos aquellos que tenían las puertas cerradas en otros ámbitos. Porque Don Luis Leal, como inmigrante fue un ejemplo de compromiso con el país que lo acogió y de solidaridad para con nosotros. Ese es su gran legado.

 

Llegó Enero del 2010, con el doble rostro del dios Janus que fusiona futuro y pasado, el mes de los comienzos y de lo finales de ciclo, y Víctor Fuentes me comunicó la triste noticia del estado de gravedad de Don Luis y, luego, su inexorable deceso. Mi respuesta no se hizo esperar.


Qué triste la noticia sobre el maestro Luis Leal, una persona tan significativa para lo que ha sido la vida intelectual hispana en los EE.UU. Un hombre de labor incansable, de una entrega absoluta y sin dobleces. Es verdaderamente doloroso que fenezca. No nos acostumbramos a ver la muerte como parte del proceso de la vida. Hay personas que son irremplazables y es una lástima que seres como él no puedan ser perennes... todos perdemos algo con su viaje sin retorno. Perdemos al maestro, abogado de la intelectualidad latina en EE.UU. y al hombre que nunca tuvo límites en su generosidad con los inmigrantes.


¿Cómo, entonces, evocar ahora al pionero abanderado de la vida intelectual de los inmigrantes, servidor público en el país que lo recibió, a quien marcó el destino de tantos discípulos? Luis Leal mereció el título de Don, de maestro, pionero y líder, pero sobre todo, en estos momentos cruciales para los inmigrantes latinoamericanos en Estados Unidos, merece el título de inmigrante ejemplar por sus grandes aportes. Él fue un faro para la comunidad latinoamericana que enriquece la vida de Estados Unidos con el fecundo intercambio cultural, con su fuerza de trabajo y compromiso como lo ejemplificó el mismo Don Luis, sirviendo como soldado en 1943. Fue enviado al Pacífico en la Segunda Guerra Mundial; por cierto, de esa época conservaba listas de palabras en tagalo, testimonio de su misión en Filipinas, en la unidad de soldados anfibios. Y anfibio continuó siendo el resto de su vida, en el campo intelectual, anfibio entre dos mundos, dos idiomas, dos países, dos culturas, trazando puentes que salvaran el abismo entre las múltiples etnicidades.
Aunque se sintió orgulloso de misión militar, no se encegueció y con la autoridad que le confería su participación en una Guerra, afirmaba: "la guerra es un método de las naciones para engrandecerse o para enriquecerse." Los motivos para los soldados son secretos, "no se sabe porqué se va a una guerra y se sacrifica a tanta gente." A su retorno, sin dejar de sentir como un mexicano de nacimiento y de corazón, se alineó con la población chicana y, en general, con la comunidad latina de Estados Unidos. Culminado su larga y distinguida carrera académica, promovió Ventana Abierta, la revista hispana que nació en los años noventa como una respuesta imperativa ante el fragor de los nuevos movimientos migratorios de México y Centro y Suramérica y en el contexto de las guerras culturales del momento en que se negaba un espacio nuestros inmigrantes y al español como su legítimo modo de expresión cultural. Tenía la convicción de que si se conocía la literatura latinoamericana, entonces se podría entender a su gente y concibió la función de la literatura chicana como portadora de un sentido de identidad y de pertenencia a una comunidad. Quería que a pesar del tiempo y sus reverberaciones no siguieran reducidos al olvido; para Don Luis Leal, el inmigrante y sus descendientes no carecen de voz, al contrario se trata de una voz que existe desde Álvar Núñez Cabeza de Vaca, pero no es reconocida ni escuchada todavía, por eso prefirió el término "chicano" al de "méxico-americano," a pesar de las controversias, pues aquél le parecía más preciso, menos ambiguo que el segundo termino.

Don Luis Leal supo adaptarse a la cultura estadounidense sin jamás olvidar el compromiso con los suyos y sin ser indulgente con la nostalgia: "volver al lugar de origen no es posible" solía decir. Lo caracterizó una grandeza pocas veces reconocida a un mexicano, en un país donde muchos quisieran convertir el hecho de ser inmigrante hispano en un estigma; obsérvense las recientes políticas instrumentadas en algunos de los estados de esta gran nación contra el inmigrante. Su entrega a la comunidad le mereció la Medalla Nacional de Humanidades, otorgada por el presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, en 1997. Su noble legado, inspira admiración, pero sobre todo responsabilidad para que continuemos su misión desde cualquier trinchera donde nos toque actuar y, de ese modo, su obra que siempre estuvo cerca de su pueblo de su clase y de su etnia, no quede reducida sólo a un nombre en la historia de las letras. Aunque vivió las inclemencias de la Revolución Mexicana, dos períodos de la gran depresión económica en siglos diferentes, la segregación racial, la revolución femenina, la lucha por los derechos civiles de los 60, la vida en las universidades de EE.UU., a pesar de haber servido en la Segunda Guerra Mundial, y de los estragos de los inicios del siglo XXI, nunca permitió que el dolor inundará su memoria, ni se dejó seducir por el ruido de ese mundo fragmentado. Murió pensando, sintiendo y actuando como si la comprensión fuera posible y la unidad, la paz y la convivencia de culturas fuera una meta alcanzable.

consuelo_hernandez_005Consuelo Hernández nació en Colombia y es la autora de cuatro libros de poesía: Voces de la soledad (1982), Solo de violín. Poemario para músicos y pintores (1997), Manual de peregrina (2003). También es autora del libro Álvaro Mutis: una estética del deterioro, el cual está prologado por el propio Mutis. Fue finalista del concurso Internacional de Poesía "Ciudad Melilla" en España y del "Concurso Letras de Oro," de la Universidad de Miami". Ha recibido distinciones del Consulado de El Salvador en Nueva York y fue la primera autora en lengua hispana en ser incluida en la Colección Especial de la Biblioteca de American University. Sus poemas han sido incluidos en numerosas antologías, y ha sido invitada a lecturas de poesía en Estados Unidos, Latinoamérica y Europa y por organizaciones tales como: el Festival Internacional de Poesía de Medellín, la Biblioteca del Congreso, The New York Public Library, la Fundación Pablo Neruda in Chile. Actualmente es profesora de American University en Washington DC. Para leer más sobre Consuelo Hernández haga click aquí.

Luis Leal, un inmigrante ejemplar de Consuelo Hernández enviado a Aurora Boreal® por el escritor  y editor Víctor Fuentes. Publicado originalmente en Ventana Abierta. Foto de Consuelo Hernández©Rafael Rosario, pintor puertorriqueño. Foto de Luis Leal©Isaac Hernández.com

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