Invitado Especial
Convivencia aparece como una revista de la Vicerrectoría de Investigación y Postgrado de la Universidad de Panamá y del Doctorado en Humanidades y Ciencias Sociales de la Universidad de Panamá, cuyo interés es el fortalecimiento de la investigación en la casa de Octavio Méndez Pereira. Para ello se ha creado esta revista, anual, arbitrada y académica, en el marco de la celebración de los cien años de la construcción del Canal de Panamá, porque interesa que la investigación disciplinaria y transdisciplinaria sea parte esencial del espíritu de nuestra universidad y de un país cuya importancia global es cada día más visible.
Es, en este sentido, que en el momento de plantear la creación de esta revista hace un año ya, sabíamos los retos por venir, porque queríamos y queremos hacer una revista académica, cuyo potencial de llamado cruzara fronteras, es decir, que fuera atractiva tanto para investigadores panameños como extranjeros, pues la investigación y la ciencia trasciende fronteras culturales y nacionales, es un bien universal cuyo objetivo – desde la Ilustración – es mejorar la vida de los seres humanos sobre esta tierra y que los saberes sean accesibles y circulen para todos.
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- Por Luis Pulido Ritter
Montecristo
Una vez Morcerf suicidado, enloquecido Villefort, arruinado Danglars, la venganza se ha cumplido. Entonces, todo adquiere un nuevo significado, como si se cubriera de un velo que solo el honor y la justicia pudieran entregar. Así, los catorce años de encierro en la fortaleza de If; la muerte del Abate Faría, su único amigo, aquel que le entregó su ciencia y cariño; el sufrimiento de Haydée; incluso, la promesa de amor de Mercedes, quien terminó casándose con Morcerf, se hacen livianos, ya se pueden acercar al olvido. Solo, agotado, aunque redimido, el conde de Montecristo mira a lo lejos el mar, aquel Mediterráneo que lo encerró en una isla pero que también lo liberó en otra. Nadie lo reconoce en la ya ajena Marsella, tantos años han pasado desde que la dejara, su padre murió y Morrel también. Aquel hombre, quien también se llamó Sinbad el Marino, el Abate Bussoni y Lord Wilmore – todos los nombres que el rencor inspira en su deseo de reparación – puede, finalmente, volver a ser Edmond Dantès, ese pobre adolescente a quien el amor y la inocencia hicieron culpable.
Con todo, el conde de Montecristo suspira, una lágrima corre por su mejilla. Con Morcerf, Villefort y Danglars se fueron sus enemigos, sí, pero también ha muerto él mismo.
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- Por Félix Terrones
Otra metamorfosis
Al despertar, una mañana, tras un sueño agitado, se encontró transformado en un monstruoso lector. Hallábase echado sobre el duro caparazón de sus prejuicios, también de sus alienaciones; y, al erguir un poco la cabeza, vio la silueta delgada del libro que sus múltiples patas se empeñaban en sujetar. Innumerables, lamentablemente escuálidas, si se les compara con el grosor habitual de sus piernas, ofrecían a sus ojos la tenebrosa certeza de que esta vez le sería imposible escapar, correr como antaño y regresar a la vida apacible de un negociante cualquiera. Hizo un esfuerzo sobrehumano para cerrar el libro, abandonar su lectura, pero en lugar de ello, sus patitas se empeñaron en cambiar la página.
Entonces sus cientos, miles de ojos creyeron leer la historia. Había un hombre joven que vivía con sus padres y una hermana a la que adoraba. Una hermana tierna como una manzana redonda y roja. Un momento, se olvidó de su metamorfosis y sintió, él también, que nada le había ocurrido, nada de nada.
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- Por Félix Terrones
El centenario del nacimiento de Julio Cortázar ha inspirado congresos y encuentros internacionales que abordan distintos aspectos de su obra, al tiempo que lleva a reflexionar sobre el proceso de la narrativa en lengua española en un espacio tan evocador como el Río de la Plata, fuente de relatos fantásticos y de inquietantes atmósferas.
La revista Ómnibus en su número 48 (2014), presenta un monográfico sobre narrativa argentina que ha querido rendirle un homenaje al Cronopio mayor, dedicándole un espacio que recoge artículos publicados sobre su obra en su número 25 , así como nuevas colaboraciones destinadas al especial de la narrativa argentina.
Por otra parte, sus editoras, Consuelo Triviño Anzola y M. Ángeles Vásquez aspiran con este número a dar cuenta de la más reciente narrativa en Argentina en una selección de autores que, por un lado, incluye distintas regiones y, por otro, pretende ajustarse a la producción «real», más que a la difundida bajo la influencia de los medios hegemónicos transnacionales. Y es que si consultamos los catálogos editoriales de los sellos más comerciales, se tendría una idea errónea del proceso de la literatura en Argentina.
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- Por Consuelo Triviño y M. Ángeles Vásquez
Para quien haya leído Julio Cortázar o no lo haya hecho todavía, el que por estas fechas se esté celebrando el centenario de un cronopio con cuerpo de gigante y cara de niño, resulta como una de las más crudas y diáfanas invenciones de alguno de sus famas. No sólo porque es improbable que ya no esté en el angustioso reino de los hombres, lo cual podría ocasionar la explosión de una nube verde, sino por ese ingrediente de más que tiene el humor de los argentinos porteños que les permite tomar del pelo a sí mismos y superar de cinco cuerpos el de los ingleses. Humor negro, re-negro, el de los porteños, mas sin embargo lleno de luces y tan transparente, que les permite, como a cronopioCortázar, además de duplicar su simpatía, y triplicar la capacidad seductora de sus ensueños, inventar su propia muerte y convocar a las celebraciones del centenario, de este vivo y admirable fantasista de las letras mundiales contemporáneas.
Ayer, con Juliofama, redactor de uno de los capítulos de esa gran ficción espuria y mestiza que se llamó por imposición española Nuevo Mundo (como si fuéramos de otro planeta), por equivocación América Latina y por capricho de un francés mediocre Tercer Mundo, nuestra literatura alcanzó los más altos niveles de su historia. Hoy, sin cronopioCortázar, y sus fantomáticos arpegios poéticos, esculpidos en la luz y las colinas de Roma Kaput Mundi, nuestra literatura quedaría como un cuerpo sin corazón o, si se me permite, sin sexo y privado de erotismo. (Confío, alcanzar a decir por qué)
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- Por Fabio Rodríguez Amaya
Invectiva colonial
República Francesa, eres áspera con tus hijos pero qué cruel eres con tus hijastros. Recogiste con una propina a ese africano de dientes blanquísimos para que siguiera civilizándose en la Metrópoli, sin importarte arrancarlo de su país. Después lo enviaste a pelear, junto con otros negros - qué más dan sus nacionalidades cuando es uno el color del oprobio - en el batallón colonial durante la Segunda Guerra Mundial. Los alemanes estuvieron a punto de fusilarlo, pero si con él no pudieron tus crueldades, República Francesa, tampoco pudieron sus balas. Ninguna bala llevaba su nombre porque su nombre era insumisión y libertad. También vivió en Tours: he visto fotos suyas rodeado de una multitud de niños blancos, tan excitados como sus padres de posar junto al profesor que venía de alguna tribu de caníbales (el negro convertido en profesor de letras, qué mejor ejemplo de superación). Muchos años después, hiciste del profesor un funcionario e incluso, en un gesto de magnanimidad, lo llegaste a nombrar nada menos que miembro de la Academia. De esa manera, quisiste doblegarlo, someter su indómita alma, mediante los honores y el mismo reconocimiento que a muchos otros embriagaron. Pero ese negro que posa para la cámara en su disfraz de Inmortal tiene las manos manchadas de literatura, por sus dedos circula una lengua que no sabe de renuncias ni de acomodos. He visto en el Jardin des Prébendes la placa recordatoria con la que insistes ya no en humillarlo sino en apoderártelo. No te canses, República Francesa, y deja a Léopold Sédar-Senghor en paz. Sus versos no son tuyos, ni siquiera suyos, sus versos son de algo más viejo, con más memoria que los países y los hombres, que resuena como tambores y cadenas y gritos en medio del mar: la lengua francesa.
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- Por Félix Terrones
El Centro Bach de Inglaterra es el centro que cura el legado del doctor Edward Bach para la humanidad. Recientemente, he tenido la ocasión de hablar con su director Stefan Ball, quien me concedió esta interesante entrevista.
Stefan Ball, es un placer saludarlo y poder compartir con usted este espacio para hablar de sus actividades en el Centro Bach en Inglaterra y del Sistema Floral Original del Doctor Edward Bach. Por entrevistas concedidas por usted sobre el tema, sabemos que el Centro Bach fue creado por el doctor Bach hacia el año de 1936 con la finalidad de prestar ayuda a la gente, con sus esencias florales. ¿Cuáles son sus actividades más importantes como Director del Centro Bach hoy en día?
Las actividades del Centro hoy en día, se centran en la educación. Enseñamos cursos aquí en Mount Vernon, y además, aprobamos cursos en unos 40 países. El objetivo que queremos lograr es tener cursos aprobados en todo el mundo.
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- Por Edith Imholz - Camacho
En medio del calor más agotador algo ocurre
Las aspas del ventilador parecían extenuadas de girar en medio del calor más insoportable. El procurador apuntaba con el índice al banquillo y lamentaba la falta de humanidad del acusado, incapaz de duelo por la muerte de su madre, susceptible de salir al cine con su amante apenas un día después del entierro, dispuesto a ser cómplice en la golpiza a una inocente mujer, incluso listo a disparar cinco tiros contra un hombre desconocido. Había que darse cuenta, culminaba, por donde se viera, el acusado no era un ser humano sino un inmoral, un crápula, un monstruo. Por su parte, la defensa levantó la voz e invocó la nobleza del hijo que, descubriéndose sin medios suficientes, acompaña a su madre hasta el asilo de ancianos, el trabajador infatigable que durante décadas sirvió en su oficina, el vecino atento siempre dispuesto a ayudar a quienes vivían en el mismo edificio; en suma, un hombre como usted y como yo. Las aspas del ventilador seguían agitándose desesperadas mientras se levantaba la voz del juez quien leía la sentencia a muerte. Se llevaron al acusado, después de que se negara a decir cualquier cosa a su favor, del mismo modo en que se negó a recibir la comunión del sacerdote o a presentar un recurso, en medio del calor más extenuante. Mientras la gente se amontona, indignada, febril, sanguinaria, para asistir a la condena, Meursault mira a través de sus barrotes. Es de noche, la luna flota en el cielo, rodeada de estrellas, una muchedumbre de estrellas, algunas intensas otras casi apagadas, pero todas brillando quién saber para qué. Entonces, parece que algo se libera en aquel hombre, algo terrible, delicado e indecible.
No lo sé.
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- Por Félix Terrones
Siempre más allá
En verdad, su nombre no era Charleville sino encierro, polvo y monotonía. También desesperanza. Por eso, Arthur Rimbaud huyó apenas pudo, viajó afuera, lejos, buscando el más allá de la poesía, la visión y los vagabundeos. Sin embargo, la poesía no estaba en París, tampoco en Bruselas, ni tan siquiera en Londres. Del grito salvaje, del incendio voraz, de la fiebre vagabunda no quedaba más que un puñado de burgueses afectados, padres de familia, un poco barrigones, cada cual con una calvicie más o menos pronunciada. Se hacían llamar poetas. Mierda. Entonces, había que salir aún más, viajar a los países de colinas amarillas y lenguas de arena. Alejandría. Aden. Harar. Allá donde el sol quema y la sed combustiona. Fue entonces que el pequeño campesino de Charleville cumplió, finalmente, su sueño. Dejó de ser francés, dejó de hablar una lengua europea, dejó de ser Arthur Rimbaud. Incluso dejó de ser poeta. Cuentan que de, tanto en tanto, recibía algún viajero francés, curioso de saber si en verdad era el poeta de quien todo el mundo hablaba en París, en los salones, los cafés y las galerías. Entonces, respondía algún sarcasmo, escupía al vacío y miraba al cielo negro, repleto de estrellas.
¿Cómo decirle que le hablaban de un muerto, un cobarde que nunca pudo escapar de Charleville?
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- Por Félix Terrones
Llego a Hamburgo con un libro entre las manos. Es de un autor guatemalteco, de origen italiano, que narra las vicisitudes de unos amigos italianos en aquella tierra de volcanes. Tengo la misión de participar en un homenaje a un amigo, Frank Roberto McClean, que la comunidad alemana, caribeña y latinoamericana quiere hacerle a este cantante panameño
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- Por Luis Pulido Ritter
Cerca del corazón salvaje
Había vivido durante mucho tiempo en un ambiente delicado, de embajadores, viajes por Europa y América, de lecturas en voz alta, en medio de gente cultivada. Una vez de regreso, ya divorciada, tuvo una vida sofisticada en esa ciudad singular que era Rio de Janeiro, reducto de civilización en medio de la barbarie. De la pequeña ucraniana que llegara algún día a esas inhóspitas tierras brasileñas apenas quedaba algo. No obstante, de manera muy secreta, eso que quedaba parecía viciar cada uno de sus gestos mundanos, buscar el revés siniestro de sus palabras. A diferencia de muchos otros, Clarice Lispector era muy consciente de ello. Por eso, cada mañana se levantaba entre sus pulcras sábanas antes de encaminarse a su escritorio. Allí en la hoja latía aquella selva húmeda y profunda en cuyo pálpito ella buscaría, una y otra vez, lo indecible, eso que su vida negaba afirmándolo y que su literatura rodearía como si se tratara del país nunca entrevisto, legión de palabras impronunciables.
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- Por Félix Terrones
Junto a John Pocock y John Dunn, Skinner es una de las figuras principales de la llamada Escuela de Cambridge que abrió un nuevo camino hacia el conocimiento político por medio de la contextualización de las obras en el momento histórico en que fueron escritas, con lo cual no es posible comprender plenamente a un pensador sino en el escenario
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- Por Carlos Augusto Martínez
Crimen en la escuela militar
Se trataba de la primera novela que escribía. La había comenzado en la tasca madrileña esa, la de Menéndez y Pelayo, creyendo que tendría para algunas semanas, pero esas semanas se alargaron, haciéndose meses y después años. Conforme avanzaba en el trabajo, tenía la sensación de ir sitiando el momento culminante, de rodear con sus palabras el evento que ineluctable tendría que hacer detonar. Pese a la sensación de urgencia, también a la conciencia de que de todo ello dependía el que se hiciera escritor, no dejaba de pararse a buscar algo, pretextando cualquier excusa que le ayudara a dejar de escribir. El evento era un asesinato durante un ejercicio de tiro en una escuela militar llamada "Leoncio Prado", donde él mismo hizo sus estudios cuando adolescente. En el episodio del asesinato, uno de los personajes, el temible e indómito "Jaguar", se aprovecharía de la confusión para disparar por detrás a Ricardo Arana, aquel que llamaban el "Esclavo". Esa era la única manera que tenía para salvar su honor y castigar al cobarde. Sentado frente a su escritorio, en su buhardilla parisina, Mario Vargas Llosa mira a través de la ventana. Justo en ese mismo momento, cuando debe contar el episodio, son muchos los recuerdos que se acumulan de su periodo en el colegio militar Leoncio Prado. Los castigos. Los golpes. Las vejaciones. El horror. Por eso, siente su respiración enrarecerse. Detrás de su ventana, el delicado paisaje parisino parece indiferente a la obscuridad en la cual se hunde el autor y de la cual se libera como quien se arroja a una trinchera. Cierra los ojos, aprieta los puños y dispara.
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- Por Félix Terrones