La poesía de José Ángel Valente entre dos orillas

jose angel valente 001EL POEMA: ¿ÚLTIMO ANIMAL VISIBLE DE LO INVISIBLE?


El primer poema de Valente es una referencia a Quevedo. Se llama "Serán ceniza..." y en él el poeta "cruz[a] un desierto y su secreta / desolación sin nombre.

El corazón / tiene la sequedad de la piedra / y los estallidos nocturnos / de su materia o de su nada." Comprueba que "hay una luz remota, sin embargo" y sabe que no está solo: tienta cuanto ama, lo levanta hacia el cielo "y aunque sea ceniza lo proclam[a]: ceniza" (Punto cero, p.13) 1. El lector en el umbral de la obra interpretará quizá la luz remota que brilla en el poema como el fulgor de la esperanza que guía al poeta hacia la salida del desierto, de la desolación, del sin nombre, de los estallidos de la noche. El lector se sentirá también tentado de completar el verso de Quevedo: "Serán ceniza, más tendrán sentido". No le faltará razón al lector, pero, interpretando el poema de manera tan precisa, acaso limitará o cerrará precisamente el sentido de esta poesía o su intención: los poemas de la obra se van a configurar paradójicamente como la travesía de un desierto o de una noche, de muchas noches y desiertos en espera (o esperanza: es lo mismo) de que nos abran la salida a la noche y al desierto, fuentes de todo mirar y de todo decir. Dionisio Cañas 2 ha dedicado un buen ensayo a "la mirada nocturna" de Valente, poeta que "escrib[e] desde la noche" (Punto cero, p. 366): pero, escribiendo desde ella, se tratará para el poeta de aprender a verla: ver no los objetos de la noche, sino ver la noche; y en uno de los últimos libros de poética el desierto aparece como el no lugar de donde viene la palabra (Variaciones sobre el pájaro y la red, p. 253); es decir: donde nace el poema. En cuanto al sentido, mora sin duda en estos espacios desiertos y nocturnos, pero dónde...: el poema, que de ellos surge, lo deja en suspenso, lo deja anidar —siempre indeterminado, interrogado, cuestionado, tachado— en los puntos suspensivos, en los paréntesis, en los huecos de silencio, en lo no dicho. Los poemas de Valente son interrogación y espera paciente del sentido, espera de "la respuesta que nadie pudo darle", la respuesta que daría la clave del sentido; por eso proponen y posponen siempre esta clave, sencillamente "porque la respuesta es anterior a la pregunta / y no puede encontrarla" (Punto cero, 126):


Guardemos pues la clave del patio más secreto. Crasa la estupidez envuelve en torno los residuos de la tierra perdida. ¿Dónde encontrar sentido? ¿Dónde encontrar al fin sentido? ("Patio, zaguán, umbral de la distancia", Interior con figuras), p.56.
Acaso en aquel patio más secreto del que tenemos que guardar la llave que no tenemos, a la que no podemos echar mano, aunque está siempre ahí, al alcance de la mano, si podemos decir...

Américo Ferrari nació en Lima, Perú, en 1929. Poeta, traductor y ensayista. Entre sus libros de poesía publicados se encuentran: El silencio de las palabras (Málaga, Cuadernos del sur, Publicaciones de la Librería Anticuaria el Guadalhorce (1972); Espejo de la ausencia y la presencia, Cuadernos de María Isabel (1972); Las metamorfosis de la evidencia (Lima, Ediciones de la Clepsidra, 1974); Tierra desterrada (Lima, Arríbalo, 1980); La fiesta de los locos (Barcelona, Auqui, 1982); Para esto hay que desnudar a la doncella (Obra Poética 1949-1997. Barcelona, Los libros de la Frontera. El Bardo Colección de Poesía, 1998); y Casa de Nadies (Lima, Gonzalo Pastor Editor, 2000). Ha traducido del alemán a poetas esenciales como Novalis (Himnos a la noche - Cánticos espirituales) y George Trakl (Sebastián en sueños). Algunos libros de ensayo: César Vallejo (en colaboración con Georgette Vallejo. Paris, Segher éditeur. Collection Poétes d'Aujourd´hui, 1967); Los sonidos del silencio. Poetas peruanos del siglo XX (Lima, Mosca Azul, 1990) y El bosque y sus caminos. Estudios sobre poesía y poética hispanoamericanas (Valencia, España, Pre-textos, 1993).

americo_100Observemos una referencia análoga, también como título esta vez de un libro, a otro verso célebre, título en el que de nuevo el poeta deja implícito el término que en su propia poética ha de quedar oculto o por determinar: Las palabras de la tribu: la intención y la tarea del poeta es "dar un sentido más puro a las palabras de la tribu", pero nadie puede dar lo que no tiene: para dar un sentido más puro el poeta tendrá que purificarse a sí mismo, purificar, por el mismo acto de escribirla, su propia poesía que no puede naturalmente escribirse en castellano sino con las palabras de la tribu hispánica y el substrato de sentido que puedan tener.
El primer momento de esta purificación consiste en vaciar a las palabras o purgarlas de sus significaciones, dejar que ellas mismas vengan y se arrojen en el poema, desprendiéndose de los significados endurecidos y clausurados por el lenguaje; limpiarlas pues de la crasa estupidez y llamarlas desde el centro, donde duermen, a la superficie del poema, no tanto para que signifiquen, sino para que simplemente aparezcan, como los aparecidos: que aparezcan para desaparecer. Y no se trata en realidad de que las palabras se vacíen de su originario significado común, sino más bien del que le impone "el discurso institucional o la corrupción del lenguaje como fruto de [una] cristalización ideológica" (Las palabras de la tribu, p. 57); en relación con lo cual Valente refiere al diálogo entre Alicia y Humpty Dumpty:

—Pero el problema —dijo Alicia— es saber si tú puedes hacer de suerte que las palabras signifiquen tantas cosas diferentes.
—El problema —replicó Humpty Dumpty— es quién es el que manda; eso es todo (id., p. 58).

En suma, para el poeta se trata de que las palabras aparezcan y por su propia aparición signifiquen libremente.

Esta purga es el primer momento de la purificación del sentido, pero la cuestión está en que todos los poemas de Valente, todos los versos de un verdadero poeta son siempre el primer momento: el sentido más puro está siempre después, es inminente, pero inasible, no se le puede echar mano, la mano del poeta que mueve la pluma no puede controlarlo. Menos puede el crítico. El sentido es un polo imantado, no un contenido o relleno; un horizonte, no un lugar para estar, y cada nuevo poema lo persigue, cada poema es una señal que lo indica y que se pierde en su abierta y transparente distancia. Así el poema se recomienza sin cesar: eterno retorno a la palabra inicial, vuelta incesante a la mirada que como una flecha se dispara al origen y al centro. El lector que hojee Punto cero encontrará, cincuenta páginas después del primer poema que he comentado, otro primer poema, el texto liminar de Poemas a Lázaro, que se llama significativamente así: "Primer poema" y declara la virtud posible del canto: romper, como el canto de un gallo, "los escuadrones compactos de las sombras". No de la noche: de las sombras, de las larvas que bullen en los "clausurados espacios" de la noche: investirse del poder de liberar: poder adverso al "mando" de Humpty Dumpty. Quizá todos los textos de un poeta podrían titularse "Primer poema": quizá, en un rincón oculto del tiempo, todos los poemas de una obra son simultáneos.


"La palabra ha de llevar el lenguaje al punto cero, al punto de la indeterminación infinita, de la infinita libertad": este epígrafe, bajo el cual Valente coloca toda la obra poética reunida en Punto cero, ofrece la clave mayor para la lectura de su poesía y, al mismo tiempo y por eso mismo, sienta las bases para la configuración de una poética, no menos importante que la poesía: la poética y la poesía se consubstancian y corresponden en esta obra con un rigor poco común; muchos poemas de Valente pueden leerse como poesía o como reflexión sobre la poesía, y más de un texto en principio teórico sorprende por su fuerte carga poética, por su naturaleza de poema. La indeterminación del lenguaje obrada por la palabra indetermina también no sólo las fronteras entre prosa y verso, sino entre poesía y reflexión sobre lo irreflejo o substrato poético.
Notemos los hilos conductores que nos ofrece el epígrafe: la palabra, aparición o revelación, no se confunde con el lenguaje, código de expresión: lo trasciende y al trascenderlo lo lleva o lo guía liberando en este proceso el sentido clausurado en sus términos; y en este movimiento arrastra y libera también al poeta, posesor de un lenguaje pero huérfano de la palabra. Todo el trabajo del poeta es, a fuerza de ascesis, crear el espacio escombrado de determinaciones donde aquello pueda ocurrir; después es el poema el que trabaja al poeta. Éste, llevado por la palabra, entre "dos reinos de irrealidad", donde ocurre la historia entre la tiniebla y la luz, persigue un reino posible que es tanto ámbito de la transparencia como limo obscuro del origen, principio y fin donde se disuelven en la claridad el objeto y el ojo que lo mira. Los territorios que explora la poesía acabarán así por coincidir con los de la mística, como en Novalis: "Cuando números y figuras / no sean ya la clave de todas las criaturas (...) / cuando la luz y la sombra / vuelvan a acoplarse para engendrar la pura claridad"3. Pero entonces, ya en el ápice de la visión, el sentido tan perseguido al entregarse se anula y desaparece como tal.
Uno de los textos fundamentales en este recorrido es, en la primera etapa de la obra, "Entrada al sentido" (Punto cero, p. 73). Ahora es el título el que nombra el "sentido", pero no el texto del poema; éste nombra sólo, indeterminadamente, aquello, lo que hay:


La soledad.
El miedo.
Hay un lugar
vacío, hay una estancia
que ni tiene salida.
Hay una espera
ciega entre dos latidos,
entre dos oleadas
de vida hay una espera
en que todos los puentes
pueden haber volado.
Entre el ojo y la forma
hay un abismo
en el que puede hundirse la mirada.
Entre la voluntad y el acto caben océanos de sueño.
Entre mi ser y mi destino, un muro:
la imposibilidad feroz de lo posible.

Y ya para terminar, el poema se flexiona en una interrogación perdurable a lo largo de la poesía de Valente: "En un lugar, en una estancia —¿dónde? / ¿sitiados por quién?" Es lo que preguntaba el poema ya citado de Interior con figuras y lo que puede preguntarse el lector del título del poema: hay un sentido, pero ¿dónde? ¿asediado por quién? Lo que dice el poema permanece en un grado extremo de indeterminación, y el lector que se interroga por el sentido (dónde está, dónde encontrarlo) podrá intuir acaso obscuramente que se halla recluido en esa estancia sin salida, o en aquel lugar, precisamente, vacío. No podemos extendernos aquí sobre el sentido del sentido, sus malentendidos y sus aventuras: es efectivamente una estancia o callejón sin salida y un lugar vacío y todos los espejismos del desierto: sólo la palabra poética, o el éxtasis místico, puede liberarlo de manera tan radical que desaparezca de los términos que lo alojaban dejando en su lugar otra cosa: ¿qué?: Valente evoca en Mandorla la palabra que "no se reconoce" y "habitó entre nosotros": "palabra de tal naturaleza que más que alojar el sentido aloja la totalidad del despertar" (Mandorla, p. 48). En la totalidad del despertar todo es salida y además no hay necesidad de salir del despertar, ni siquiera para entrar en el sueño: entrar en el sueño es meterse más adentro en el despertar. No toda es vigilia la de los ojos abiertos.

Se observa en este poema una acumulación de términos que, extendiéndose por el resto de la obra, funcionan como señales o soportes semánticos recurrentes: la espera, la mirada, la estancia sin salida, los puentes volados, rotos, un muro y, finalmente, la interrogación sobre el lugar del lugar que es, a lo mejor, un no lugar: ¿el desierto?

Estos términos que he llamado "soportes semánticos" no tienen en realidad de semántico sino el indicar posibles caminos y obstáculos hacia el "territorio" que se abre en Interior con figuras, p. 7: "Ahora entramos en la penetración". Si significan algo, este algo es por naturaleza evanescente, mudable, o bien indican algo y lo contrario de algo. Las palabras poéticas cambian de signo con asombrosa ligereza. Más que significantes estos soportes sonoros son "manifestantes": aparecen cada vez con su sonido y su silencio propios, su obscuridad o su luz, y no tienen más significación provisional que la que les confiere la Stimmung del poema, aunque se orienten siempre hacia algo, hacia aquello que debe alojar, en principio, sentido, al fin suspensión del sentido, éxtasis y acatamiento de la presencia, visión y experiencia sin preguntas en la infinitud de logos. En el poema comentado las palabras están bajo un signo sombrío, de angustia, de aislamiento y eso es lo que aparece. Así el vacío o abismo en el que se hunde o naufraga la mirada aislada de su objeto podrá ser en otros poemas la condición misma del ver y del mirar y se tratará entonces no ya del vacío que aísla sino del hermano del silencio de donde surge el poema y también la visión mística: el poema nace, dice Valente, de "la explosión de un silencio" (Punto cero, p. 221), el poema es "la composición del silencio", y lo único que el artista crea primordialmente es el vacío (Material memoria, p. 63), en un "estado de espera y de escucha", de "disponibilidad y de receptividad máximas" (Variaciones sobre el pájaro y la red / La piedra y el centro, pp. 253-54) donde el poeta "comparece ante la palabra", que aparece. Vacío, centro vacío, vacíos intersticiales, vacíos de los espacios blancos entre las letras, donde yace escondida la letra ausente de los cabalistas, lo eludido, lo no dicho como clave de lo dicho, "mediación donde encontraría su territorio natural la palabra poética" (Variaciones sobre el pájaro y la red, p. 71): el vacío como unión. Lecciones de tinieblas. Lo mismo el muro: separa, cierra la visión del más allá, pero está ahí para incitarnos al boquete o simplemente a una visión que penetre y traspase la transparente opacidad del muro, sin ni siquiera romperlo: todo muro es signo de un más allá. Podemos recordar aquí uno de los más bellos poemas de Leopardi, "El infinito": hay un monte y un seto, que al cerrarle al poeta la visión del horizonte extremo provoca en él la visión del infinito. La figuración de un muro que al impedirnos ver hace ver no es tan paradójica como se pudiera pensar: el propio Valente habla de "taladrar el espesor de la luz": la luz, ¿otro muro...? También la luz, "primer animal visible de lo invisible", (cita de Lezama, Material memoria, p. 11), es espacio para la visión e impide ver y puede cegarnos; y uno se puede incluso romper la cabeza contra la transparencia.

En los avatares de las tinieblas y la luz, el poema podría ser el último animal visible de lo invisible. Decible e indecible / visible e invisible están en una relación de analogía: "El tópico de la insuficiencia del lenguaje —dice Valente— podría interpretarse en rigor como la afirmación de su contrario. Cabría en efecto entenderlo como afirmación implícita de la potencialidad de una palabra que, en la experiencia extrema y declarada de su radical cortedad, se constituye como espacio donde lo dicho aloja y encarna lo indecible en cuanto tal" (Variaciones sobre el pájaro y la red / La piedra y el centro, p. 72). Se podría acotar que en su radical cortedad también el símbolo muestra lo visible encarnando lo invisible en cuanto tal; lo muestra en el poema que es un animal o ser animado y corpóreo: "se forman corporales las palabras" (Fulgor, p. 34), "Momentos privilegiados en que sobre la escritura desciende en verdad la palabra y se hace cuerpo, materia de la encarnación" (Mandorla, p. 49).

Esta experiencia extrema y declarada parece ser el punto donde Valente realiza el encuentro con la mística, al descubrir en su experiencia que el proceso, los procedimientos de la mística son análogos a los de la poesía, que mística y poesía, hasta cierto límite, coinciden y se implican. En ese límite extremo se opera al fin, como he dicho, la destrucción del sentido en la apertura infinita a la palabra (Variaciones sobre el pájaro y la red / La piedra y el centro, p. 75). Pero al borde de este encuentro el crítico debe abandonar una exposición que nos llevaría mucho más lejos de lo que se proponían estos apuntes: observar la formación y la naturaleza del poema en esta poesía y su pugna con el concepto de "sentido". El poema nace en la indeterminación y en el vacío como ya lo comprobaba Vallejo en un comentario sobre Trilce. El poeta mismo crea ese vacío para que surja o irradie o crezca el poema, desde el fondo, desde el limo, desde el centro, como un surtidor, como un chorro de semen o de fuego, como un árbol o modestamente como la maleza o como el musgo, pero siempre desde el fondo o el centro, en un movimiento vertical que conecta las raíces del árbol con las chispas del cielo, o el sótano de la casa de Almería con la azotea asoleada. En todo caso incompatible con el discurso conceptual lineal o con tantos versos que se dan por poema. Pero hay primero el movimiento inverso: todas las vivencias, toda la experiencia fragmentada y dispersa es atraída y unificada por el imán del centro (como dice el propio Valente comentando a Lezama) y rebrota del centro hecha poema.

Trabajando este verano en la poesía de Valente acudieron de pronto a mi memoria unos versos de Paul Celan, entonces no sabía por qué, ahora sé por qué: "Invisible / lo que aparecía bruno / color de pensamiento y salvajemente / invadido / por la maleza de las palabras"4.
Hay, compruebo, en esta poesía una impresionante violencia de las palabras, pero siempre contenida por la "frialdad" del poema, por un equilibrio riguroso análogo al "enfriamiento del verso" en Leopardi, quizá para preservar al poema de los estragos del pathos, de lo patético. La poesía de Valente ha heredado una virtud que en español antiguo se llamaba recato; pero por debajo de este cristal las palabras invaden el ámbito del poema, feroces, feraces.

NOTAS A PIE DE PÁGINA

  1. Citamos los textos de Valente por las siguientes ediciones: Punto cero, Madrid, Barral Editores, 1972; Las palabras de la tribu, Madrid, Siglo XXI de España Editores, 1971; Interior con figuras, Barcelona, Ocnos/Barral Editores, 1976; El fulgor, Madrid, Cátedra, 1984; Mandorla, Madrid, Cátedra, 1982; Material memoria, Barcelona, La Gaya Ciencia, 1979; Variaciones sobre el pájaro y la red/ La piedra y el centro, Barcelona, Tusquets, 1991. El número entre paréntesis después del título citado indica el número de página en la edición de referencia.
  2. Dionisio Cañas: Poesía y percepción (Francisco Brines, Claudio Rodríguez y José Ángel Valente), Madrid, Hiperión, 1984, pp. 141 – 206).
  3. Novalis: Werke, München, C.H. Beck Verlag, 1969, p. 85. La traducción es nuestra.
  4. Paul Celan: Gedichte, Frankfurt am Main, Suhrkamp Verlag, 1977. La traducción es nuestra.

La poesía de José Ángel Valente entre dos orillas: EL POEMA: ¿ÚLTIMO ANIMAL VISIBLE DE LO INVISIBLE? de Américo Ferrari enviado a Aurora Boreal® por Américo Ferrari y Martine Ferrari. Publicado en Aurora Boreal® con autorización de Américo Ferrari y Martine Ferrari. Foto Américo Ferrari © Mario Camelo. Foto José Ángel Valente tomada de http://artsfuse.org/85101/fuse-poetry-review-a-spanish-metaphysical-poet-searching-for-songs-of-truth/jose-angel-valente/

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