La palabra desnuda. Entrevista a Pablo Montoya

pablo_montoya_001Es una de las voces más singulares de la actual literatura Colombiana. Su obra, es un sabio crisol en el que se conjugan de manera fecunda y auténtica la pintura, la música y la historia. Contrariando los reclamos consumistas del barullo editorial, sus libros han empezado a suscitar un profundo interés entre quienes soslayan los clichés que impone el esnobismo literario. Leer sus obras, es asistir a una exploración a las secretas aristas del trajín de los hombres, que sólo la poesía advierte.


1. Libros como Trazos y Sólo una Luz de Agua, además de fracturar  las rutas canónicas de los géneros, propone una simbiosis creativa entre la pintura y la literatura. ¿Buscan estos libros una conjugación estética que propicie un maridaje entre las artes?

La escritura de un libro literario implica no sólo un problema de contenido -¿qué voy a escribir?-, sino un problema de forma -¿Cómo voy a escribir? Siempre que estoy ideando uno, me someto a la tensión que plantean estos interrogantes. Ahora bien, cuando empecé a escribir sobre pintura -valga la pena aclarar que no soy pintor ni crítico de arte-, no pensé en conceptos como los que señalas: simbiosis creativa o conjugación estética. Lo que sucedió cuando escribí Trazos y Sólo una luz de agua fue que me dejé llevar por la impresión del color, por la fuerza que ejercía el discurso polimorfo del color en mi imaginación. Trazos es una suerte de galería personal que empieza con las pinturas rupestres de Lascaux y culmina con algunos pintores colombianos del siglo XX, y Sólo una luz de agua es mi pequeño e íntimo homenaje a Giotto y a Francisco de Asís. Sin embargo, debo decir que la factura de mis libros siempre va acompañada por un cúmulo de lecturas sobre el tema que me ayudan, eso creo, a llegar a la meta determinada. Para estos dos libros leí sobre pintores y sobre lo que escriben los poetas sobre pintura. Pero ante todo vi e imaginé frente a las pinturas que iba conociendo. El resultado, sin duda, es este maridaje entre las artes que bien señalas. Y pienso que esos dos libros son como puentes que yo he querido levantar para que el lector vaya y venga de la esencia poética a la esencia pictórica.

 

Marcos Fabián Herrera Muñoz, Colombia, 1984. Poeta y periodista cultural . Integra el comité editorial de la revista Puesto de Combate y del periódico virtual Con - Fabulación. Sus diálogos con escritores y artistas para la prensa cultural hispanoamericana, le han reportado unánimes elogios y lo han ubicado como uno de los cultores más versátiles, documentados y agudos de la conversación literaria. Autor del libro El Coloquio Insolente - Conversaciones con Escritores y artistas Colombianos (dos ediciones) y del poemario Huerto de Olvidos. Incluido en antologias de cuento, poesía y periodismo literario.

2. Cuaderno de  París explora la geografía íntima que una ciudad rubrica en la memoria. ¿Es éste libro una poetización de las vivencias y la ciudad?

marcos_fabian_herrera_001Cuando me pregunté qué iba a escribir sobre mi estadía en París como inmigrante, pensé que una buena posibilidad era hablar de mis amigos latinoamericanos y de otros países que conocí en esa ciudad. Pero de inmediato me encontraba con el toque pintoresco, el perfil bohemio, el desgarramiento del exiliado que por desgracia casi siempre, cuando se trata de latinoamericanos en París, cae en la caricatura. Comencé a escribir notas en los trenes, en los buses, en las oficinas donde iba a buscar trabajo, en los cafés y en los parques. Poco a poco fui encontrando el tono a veces delirante y desgarrado del libro. Luego cayó en mis manos el hermoso Cuaderno de Nueva York de José Hierro y supe que mi libro sería un hermano del que había escrito el español. Cuaderno de París es la memoria, individual y solitaria, de mis primeros años en París. Llevaba siete años en la gran ciudad cuando decidí recuperar a ese joven colombiano, desesperado y perdido, culto y amante de la belleza, que recorre la urbe de un lado a otro en busca del sol, del amor, de la revelación del poema, de la soledad de los otros, de la nostalgia por un país aparatoso como es Colombia pero que, a su vez, encuentra el París de las populosas manifestaciones sociales, del turismo sexual, la ciudad museística con los fantasmas de sus escritores, pintores y músicos. Pero si con Hierro hay un parentesco, creo que el lazo más fuerte que mi libro establece es con los Pequeños poemas en prosa de Baudelaire. Cuaderno de París es, entre otras cosas, el spleen de un colombiano que intenta liberarse del desarraigo hundiéndose más en él.

Pablo Montoya (Barrancabermeja, Colombia, 1963). Ha publicado los libros de cuentos Cuentos de Niquía (Vericuetos, París 1996), La sinfónica y otros cuentos musicales (El propio bolsillo, Medellín 1997), Habitantes (Indigo, París 1999), Razia (Eafit, Medellín 2001) y Réquiem por un fantasma (Hombre Nuevo Editores, Medellín, 2006); los libros de prosas poéticas Viajeros (Universidad de Antioquia, Medellín 1999), Cuaderno de París (Eafit, Medellín, 2006) y Trazos (Universidad de Antioquia, Medellín, 2007); el libro de ensayos Música de pájaros (Universidad de Antioquia, Medellín, 2005); y las novelas La sed del ojo (Eafit, Medellín, 2004) y Lejos de Roma (Alfaguara, Bogotá, 2008). Pablo Montoya es Primer Premio del Concurso Nacional de Cuento "Germán Vargas" (1993). En 1999 el Centro Nacional del Libro de Francia le otorgó una beca para escritores extranjeros por su libro Viajeros. El libro Habitantes ganó en el 2000 el premio Autores Antioqueños. Réquiem por un fantasma fue premiado por la Alcaldía de Medellín en el 2005. Ha participado en diferentes antologías de cuento y poesía colombiana y latinoamericana. Realizó estudios de música en la Escuela Superior de música de Tunja. Hizo la licenciatura en filosofía y letras en la Universidad Santo Tomás de Aquino en Bogotá. Igualmente, obtuvo la maestría y el doctorado en Estudios Hispánicos y Latinoamericanos en la Universidad de la Sorbonne Nouvelle (París III). Sus traducciones de escritores franceses y africanos, sus ensayos sobre música, literatura y pintura, han sido publicados en diferentes revistas y periódicos de América Latina y Europa. Actualmente es profesor de literatura y coordina el Doctorado en Literatura de la Universidad de Antioquia.

3. El lenguaje en tu obra - indistintamente si es cuento, ensayo o novela- persigue la quintaesencia de la revelación poética y se corporiza como cuerpo autónomo junto al relato. ¿Es este trasunto un propósito que emana de la obsesión por nuevas rutas creadoras?


Si la escritura literaria fuese tan sólo una continuación sin vértigo de la tradición me hubiera dedicado a otro oficio. El poema, el cuento, la novela, el ensayo ofrecen la aventura de lo nuevo y es ese camino el que me ha parecido siempre fascinante en la literatura. No obstante, miro con prevención las formas exageradas de la transgresión. No me atraen mucho el escándalo y el grito que usualmente van de la mano de las vanguardias. Hay algo de espectáculo vociferante en esas novedades que no me entusiasman demasiado. Pero lo que escribo, siempre orientado por la búsqueda poética, como lo precisas, no sólo es ruptura o atisbo de sendas creativas. Me sé continuador de viejas tradiciones. Me apoyo en lo que ya está hecho. Voy a la historia para recrearla, pero estoy seguro de que esa recreación debe estar llena de riesgos y de retos. Miremos, por ejemplo, Lejos de Roma. Esta novela puede leerse como una novela histórica sobre los últimos años de vida de Publio Ovidio Nasón. Pero también podría asumirse como un largo poema en prosa sobre el exilio. La múltiple lectura es lo que hace de ese libro una experiencia que está anclada quizás en lo contemporáneo de eso que llamas "nuevas rutas creadoras".

4. En Lejos de Roma, Ovidio testimonia en modo concluyente, que la poesía es su única patria y la única dádiva del exilio. ¿Vindicar el exilio, una categoría congénita en el escritor, como territorio creativo, es uno de los cimientos que construye el libro?


Los dos pilares en los que se sostiene Lejos de Roma son la poesía y el exilio. Y las dos conforman los rasgos de mi Ovidio que, es fundamental aclararlo, se aleja bastante del Ovidio histórico. Al preguntarme sobre lo qué significa escribir en el exilio pensé en la poesía y en su carácter de aislamiento, pero también en su capacidad de comunión. Creo que el exiliado, cuando se trata de un poeta genuino, y de un poeta reconocido como fue el caso de Ovidio, termina aferrándose a su propia condición en medio de lo que es total desamparo. Por ello cuando Ovidio se da cuenta, en mi novela, de que la única posibilidad de redención individual que le resta es acogerse a su propia escritura, inicia un proceso inverso al que había tenido hasta el momento en que se le expulsa de Roma. Comienza el duro aprendizaje de la palabra desnuda. Empieza a saberse un escritor marginal y maldito. Comienza a indagar no en los mitos y el amor mundano, sino en su propio desposeimiento, que es el verdadero terreno de su nueva y dolorosa creatividad. Sí, el exilio como la herida primordial del hombre de todas las épocas, es una de las pocas verdades que puede alimentar a la poesía de hoy. Y te confieso que a ellos, a la poesía y al exilio, los vindico permanentemente.


5. La sed del Ojo parece corroborar que la fusión del arte con la erótica infractora siempre ha escamoteado la preceptiva de toda sociedad. ¿Es la belleza una mixtura de la transgresión y el deseo?


En la atmósfera que recrea la novela, la del Segundo Imperio francés, y por ende el tiempo en que se inicia la discusión en el medio burgués sobre la desnudez femenina y su valoración en la pintura y la fotografía, pienso que la belleza es una mezcla de transgresión y deseo. Y creo que tú sitúas muy bien esas tres circunstancias, porque La sed del ojo empieza, se estructura y culmina sobre la certeza de que la belleza sensual, así esté hecha del erotismo más rebelde, es tal vez la realidad más escurridiza que posee el ser humano. Y digo esto porque cuando escribí esta novela sobre el sentido de las 24 fotografías eróticas que hizo Auguste Belloc en la segunda mitad del siglo XIX y que, por un azar del destino, lograron sobrevivir a los diques impuestos por la moral burguesa, en lo que yo pensaba frecuentemente era en la fugacidad que rodea toda labor escritural. La sed del ojo no es más que la expresión de un deseo de que la belleza femenina no culmine jamás como fenómeno estético en la retina del voyerista. La novela intenta definir esta ansiedad que termina sucumbiendo, como es normal, ante la inevitable muerte.


6. ¿A la hora de escribir sobre música,  la tentativa de explicar un lenguaje sirviéndose de otro, qué tanto riesgo implica?


La literatura y la música son lenguajes diferentes y se justifican cada uno sin necesidad del otro. Los románticos se plantearon ese interrogante y creyeron que la música era superior a la poesía, en capacidad expresiva y en la vastedad de las impresiones humanas que aquella suscita. Balzac dignificó la música hasta límites un poco desmesurados en algunas de sus páginas. Baudelaire envidió, creo que desproporcionadamente, a Wagner. Es sólo desde Mallarmé que los poetas empiezan a sentirse más o menos iguales a los músicos. Cuando le dijeron que Debussy había compuesto una música sobre su poema "La siesta de un fauno", Mallarmé se encogió de hombros y dijo que él creía ya haberle puesto música al escribir el poema. Como fui músico antes de ser escritor, he pensado siempre que sobre mi experiencia musical tengo cosas que contar. Algunas de ellas las he tratado de narrar en mis cuentos y en mis ensayos. Pero jamás he pensado, y creo que es necio plantearse este tipo de asuntos, que con la escritura esté intentando definir lo que sólo le corresponde a la música. De entrada pienso, con Stravinski, que la música en sí misma no tiene sentido. Es un complejo lenguaje forjado en la pura sintaxis, aunque su semántica dependa de cada oyente. Pero me es grato rodearla con ficciones a través de la imaginación literaria. Puede resultar quimérico leer palabras que un escritor traza para explicar lo que quiere decir una obra musical, pero la literatura desde hace mucho tiempo ha querido abrazarse con la música. La ha perseguido como si se tratara de su imagen más amada y acaso más inasible. Y ha habido momentos en que ese efímero encuentro entre ambas artes ha sido maravilloso: la tragedia griega, la edad de oro de los trobadores y troveros, el arte de Guillaume de Machaut, el lied alemán, ciertos momentos operísticos, algunas novelas y cuentos de los siglos XIX y XX.


7. ¿Viajeros es una metaforización que se relaciona con el itinerario vital del autor?


Escribí Viajeros entre 1997 y 1999 cuando vivía en París y me sentía como un pobre inmigrante atrapado en el laberinto de la ciudad. Aclaro que con "pobre" me refiero a la gran precariedad que por entonces caracterizaba mis pasos por el mundo. En realidad, no era un viajero consumado y sólo había vivido en tres ciudades colombianas. Es la imaginación de los desplazamientos lo que me permitió escribir esta condensada historia del viaje a través de las más 70 prosas poéticas que conforman el libro. No sé qué pasaría si volviera a releerlo. Acaso ocurriría lo que formulas en tu pregunta. Es decir, que sus textos podrían definir la condición de errante de la que ahora, once años después de su publicación, soy mucho más consciente.


8. ¿Es El Beso de la Noche un exorcismo del cariz fantasmal que alberga lo cotidiano?


Réquiem por un fantasma y El beso de la noche son dos libros de cuentos hermanos. Con el primero quise exorcizar mi duelo por tanta infamia que ha sucedido en Medellín. Es un libro que trata abiertamente sobre la violencia. Pero esta temática es tratada, o eso al menos es lo que quise hacer, de manera no corriente. Me importaba particularmente dar una cierta voz a las víctimas y alejarme lo más posible del lado sensacionalista y espectacular de la violencia. De esa violencia que, en nuestro país literario, ha sido objeto de una obscena manipulación audiovisual y periodística. Por supuesto no pretendí amortiguar la violencia con la expresión poética que es lo que caracteriza a Réquiem por un fantasma. Al contrario, me propuse otorgarle un contorno más hondo y tal vez más insoportable. En El beso de la noche traté de nombrar a Medellín desde algunos de sus estados límites. La enfermedad, lo anómalo, lo sombrío, el delirio, lo grotesco son las claves fundamentales en estos diez cuentos. Y creo que a través de ellas he construido un mapa de Medellín no del todo primaveral. En verdad, en la base de la escritura de El beso de la noche palpita la conciencia de que todo en la ciudad narrada está degradado hasta el marasmo, y que es en la vivencia conflictiva de esta realidad malsana en donde se presenta el hecho propiamente poético y, por ello mismo, la circunstancia del exorcismo que señalas.

9. La vastedad de una obra literaria muchas veces está nutrida de tras artes. Deudor de esta fusión es alejo Carpentier. ¿Te propones continuar esa tradición literaria en la que la música funge como el componente alquímico que provoca la escritura?

Una buena parte de lo que he escrito hasta ahora está alimentado del componente musical: mis cuentos de La Sinfónica, mis ensayos de Música de pájaros y una tesis doctoral que escribí y que aún no he publicado sobre la música en la obra de Alejo Carpentier. Entre los libros que tengo proyectado escribir algún día hay varios vinculados con la música. Actualmente adelanto un libro de ensayos sobre fotografías de músicos o que muestran asuntos musicales. La música me acompaña siempre, sea como lúdica experiencia auditiva, sea como tema de investigación. Gozo con ella y me siento profundamente vinculado a su universo. Pienso, como los románticos, que ella es el arte supremo, pero también estoy convencido de que es el más peligroso y el más contaminado de todos. La relación de la música actualmente con la alienación que cunde en el mundo es más que ostensible. Su relación con el ruido y la estupidez gregaria es una calamidad triste y aparatosa. Durante más de diez años fui intérprete, pero hace más de quince no toco ningún instrumento. Dejé la flauta traversa cuando decidí ser escritor. Y cuando me dije quiero escribir, lo primero que me salió más o menos bien fueron mis primeros cuentos musicales. Ahora bien, con respecto a la tradición de la que me preguntas, creo que mis cuentos y mis ensayos forman parte de ella que, en nuestro medio latinoamericano, tiene exponentes formidables como Carpentier, Cortázar o Felisberto Hernández. El caso europeo, desde el siglo XIX hasta nuestros días, es mucho más riquísimo.  A Hoffmann, a Balzac, a Tolstoi, a Romain Rolland, a Thomas Mann, a Hermann Hesse, a Yourcenar, a Pascal Quignard y a otros más los he leído con el más alto interés y me sé profundamente en deuda con ese grupo de escritores que han visto en la música uno de los elementos más definitivos del hombre contemporáneo. Y cuando me preguntas si deseo continuar esa tradición, la respuesta es un si tan sonoro y amplio como un raga hindú.

La palabra Desnuda. Entrevista a Pablo Montoya realizada por  Marcos Fabián Herrera enviada a Aurora Boreal® por Marcos Fabián Herrera. Foto de Marcos Fabián Herrera©Marcos Fabián Herrera.Foto Pablo Montoya©Jairo ruiz Sanabria.

 

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